Tradicionalmente se ha considerado que los hombres suelen tender a asumir más riesgos que las mujeres, ¿pero existen evidencias científicas que lo apoyen?

Cuando uno piensa en un niño, éste suele ser más activo en cuanto a actividades físicas y también de riesgo que las niñas, tal es así que los niños son los que estadísticamente sufren más accidentes domésticos, ya sea por subirse a lugares indebidos como por «tocar lo que no deben», presentando una mayor cantidad de conductas exploratorias.

En cambio, las mujeres suelen tener a realizar actividades menos físicas y más intelectuales, que implican la lectura o la conversación entre iguales y con adultos, y por tanto tienen «menos riesgo» de sufrir ningún tipo de accidente doméstico o de otro tipo.
Tendencia que parece mantenerse en la adolescencia, donde los chicos jóvenes muestran un mayor número de acciones que ponen en riesgo su vida, ya sea para «presumir» delante de las chicas o para «destacar» compitiendo con los chicos.
En cambios las chicas jóvenes tienden a «destacar» en otras facetas como las intelectuales, por la vestimenta que utilizan o en actividades lúdicas como bailar.
Es precisamente en ésta etapa de la vida donde se dan un mayor número de conductas de riesgo, debido a la creencia falsa de que no les va a suceder nada, y en cambio es la época en donde se produce un mayor número de accidentes, ya se de tráfico, o de otro tipo.
 Actitudes que con el tiempo van «relajándose», aunque se mantienen durante toda la vida, nada más hay que ver cómo tradicionalmente existen profesiones mayoritariamente de hombres asociados a una mayor actividad física, o conducta de riesgo, ya sea en el ámbito del deporte o del espectáculo; en cambio, las mujeres desde hace mucho han ocupado un mayor porcentaje en las aulas obteniendo mejores resultados académico a todos los niveles.
Al menos así lo han constatado varios estudios, lo que en los últimos años ha sido cuestionado, sobre su «origen» y utilidad, identificando que se trata de un comportamiento «heredado» de nuestros antecesores, en donde el varón era quien debía de «salir» a cazar y enfrentarse a las dificultades del exterior, en cambio la hembra permanecía dentro del «territorio seguro» en donde existen menos peligros, lo que la permite desarrollar otras habilidades más «útiles» para las funciones que desarrollaba.
Ésta aportación ha sido discutida ya que actualmente no existe esa diferenciación de roles, tal y como sucedió en el pasado, a pesar de lo cual, esas diferencias en el comportamiento se siguen produciendo.

Un estudio reciente realizado conjuntamente por varios universidades, la Universidad de Ciencias Electrónicas y Tecnología de China, el Hospital General Universitario Médico de Tianjin, la Academia China de Ciencia,  (China), Universidad de Adelaida, Universidad de Queensland (Australia),  publicado recientemente en Frontiers in Behavioral Neuroscience trata de dar respuesta a ésta cuestión.
En el estudio participaron 289 voluntarios de una edad media de 22 años a los cuales se las administraron 15 pruebas psicotécnicas además de estudiar la actividad cerebral a través de resonancia magnética funcional (fMRI).
Los resultados relacionan los datos obtenidos de todas las pruebas encontrando diferencias significativas entre los participantes, mostrando diferencias en la corteza somatosensorial secundaria derecha, que incluía la anterior dorsal bilateral / cortezas insulares medias y la corteza cingulada anterior dorsal.

El estudio trata por tanto de dar respuesta a un comportamiento que hasta ahora no había podido ser explicado, comprobando cómo la conducta diferencial entre hombres y mujeres jóvenes está sustentado en diferencias cerebrales importantes. Con lo que daría cuenta de la mayor tendencia a asumir conductas de riesgo por parte de los hombres.