Cuando somos pequeños las madres asumen la función de enseñarnos a emplear el vocabulario, pero ¿hasta qué punto están preparadas para educarnos adecuadamente?

Cuando somos pequeños nuestros padres se convierten en nuestras figuras de referencia, siendo ellos quienes nos premian o castigan según lo que hagamos, pero de entre los dos, la figura de la madre se muestra especialmente cercana con los pequeños, siendo la encargada de su crianza en muchos casos.
En muchos casos la madre además de ser quien le da la alimentación, y el cuidado, también es la encargada de introducir las primeras palabras y conceptos, tarea que va a seguir realizando incluso cuando ya el pequeño recibe su formación reglada, al ayudar a éste a realizar sus tareas.
Desde la lectura de cuentos antes de irse a dormir, a explicarle el significado de las palabras que desconoce el pequeño, la tarea educadora de la madre parece no acabar nunca, y además ella se muestra como si tuviese todas las respuestas que necesita su pequeño.
Mucho se ha hablado sobre el instinto maternal, y cómo éste confiere una especie de «halo» de saber lo que se hace, que lleva a los niños a pensar que «mamá nunca se equivoca».
Una creencia basada en la experiencia de los pequeños, y que utiliza la madre para corregir y educar a sus pequeños, pero ¿es cierto ésta afirmación?


2ogxJv7-wb0 https://youtu.be/2ogxJv7-wb0

Esto es precisamente lo que trata de averiguar un estudio conjunto realizado por la Universidad de Michigan, la Universidad de Nueva York (EEUU.) y la Universidad de Lakehead (Canadá) publicado recientemente en Child Development Research.
En el estudio participaron 45 diadas madre-hijo a las que se las observó mientras realizaban distintas tareas como la lectura de cuentos o ante conversaciones alrededor de algún término nuevo o conocido.
Igualmente se evaluó el desempeño de los pequeños en las tareas de conocimiento del vocabulario y comprensión lectora, para conocer el nivel de desarrollo del mismo.
Una vez obtenido estos datos se analizaron de forma cruzada para observar si el nivel de vocabulario y explicación que la madre emplea con su hijo se corresponde con el nivel de desarrollo del pequeño.
Los resultados indican que el conocimiento de la madre no siempre se corresponde con lo que necesita el pequeño. Siendo el principal vehículo que se utiliza la transmisión del conocimiento por la vía oral, ya sea en conversaciones o en juegos que se establecen en la diada madre-hijo.
A pesar de ello, las madres siempre contestan con gran seguridad independientemente de la exactitud de la información que tiene que dar.

Las madres por otra parte tratan de ajustar su conocimiento al nivel evolutivo del pequeño, lo que les permite a estos entender y desarrollarse adecuadamente.
Basado en estas conclusiones y siendo tan importante la estimulación que recibe el pequeño, se debería de establecer programas de fomento cultural entre las madres, para que puedan incrementar su nivel, y con ello poder proporcionar la suficiente influencia positiva para poder ayudar a sus hijos.