Cuando vemos a diario noticias sobre el COVID-19, lo solemos hacer sobre el número de afectados y de fallecimientos, y de cómo los gobiernos están trabajando para paliar sus efectos, mostrando imágenes de médicos y enfermeras trabajando con pacientes, y de camilleros acudiendo a los domicilios a llevar a los pacientes sintomáticos al hospital, todos ellos ataviados con mascarillas y trajes aislantes, pero ¿cuántos psicólogos hay trabajando en ello?

Al tratarse de una enfermedad biológica, se esperaría que el papel del psicólogo fuese mínima o nula dejando su tratamiento a otros profesionales, lo que no se suele tener en cuenta es que se está trabajando sobre personas, pacientes y familiares, los cuales se ven expuestos a la enfermedad y sus consecuencias; e igualmente los propios profesionales de la salud.

Todos ellos, cada uno en su “rol” van a estar pasando por diversas situaciones psicológicas, los pacientes por estar contagiados por una enfermedad potencialmente mortal; los familiares por la posibilidad de perder al ser querido e incluso de haber sido ellos mismos contagiados por este; los médicos y enfermeros, además de la exposición a un ambiente de máximo riesgo de contagio, a largas horas de trabajo, y al alejamiento de sus propias familias, ya que prácticamente hacen vida en el hospital, y por supuesto, y por las circunstancias especiales de la cuarentena, donde los ciudadanos están confinados en sus propios domicilios, durante, días y días, con la incertidumbre de cuándo acabará aquello, de si tendrá suficientes víveres, de si llegarán a enfermar… pero ¿Cuál es el papel del psicólogo ante el nuevo Cornovirus (COVID-19)?

Esto es lo que ha tratado de darse respuesta desde la Asociación de Psicología Americana, con una entrevista recientemente publicada al Dr. Baruch Fischhoff, profesor de la Universidad de Carnegie Mellon (EE.UU.) quien es especialista en percepción pública del riesgo y toma de decisiones.

En la entrevista realizada por Kaitlin Luna, se le pregunta precisamente sobre esta cuestión, a lo que el doctor comenta cómo uno de los factores más importantes para el sentimiento de “seguridad” en la población es la información, destacando que en el caso del COVID-19 todavía se desconoce cómo se transmite el virus entre personas asintomáticas así cómo hasta qué punto las medidas de salud públicas son eficaces, lo que facilita el temor de la población.

De hecho, en la entrevista se destaca que el número de fallecidos anualmente por la gripe en EE.UU. es aproximadamente de 10.000 ciudadanos, a pesar de lo cual dicha población está más preocupada por el COVID-19 y sus efectos.

Precisamente para superar esta desinformación el doctor recomienda estar atentos a los canales oficiales de la OMS y del CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU.), desaconsejando recibir noticias de fuentes “poco fiables”.

Igualmente, el doctor advierte de que este tipo de situaciones de alarma son propicias para que se produzcan situaciones de xenofobia y racismo hacia determinadas razas o colectivos, destacando el papel fundamental de los líderes de opinión para “calmar” a la población al respecto.

Posteriormente comenta sobre la dificultad de los que viven dentro de la cuarentena del gobierno chino, los cuales por un lado se encuentran con escasez de equipamiento, con desconocimiento sobre la eficacia de la propia cuarentena, y sobre todo, aquellos que están bien de salud, pueden llegar a no aceptar ese encierro queriendo salir.

Por último, se le pregunta por los 350 americanos confinados en cuarentena en bases militares en EE.UU., ciudadanos provenientes de vuelos de china que se les mantiene alejados de la población hasta saber si tienen o no el COVID-19, a lo cual el doctor responde que las últimas noticias es que están recibiendo todo tipo de facilidades para que se encuentren cómodos como forma de combatir el estrés que genera la situación, destacando el papel de la resiliencia natural que permite afrontar a la persona este y otro tipo de situaciones estresantes de la vida.

Por lo anterior, hay que tener en cuenta las características psicológicas de cada persona, evitando las consecuencias a medio y largo plazo, una vez superada la cuarentena para que estas personas no sufran de depresión o de estrés postraumático tal y como se ha visto entre las personas aisladas en el caso del SARS.

Fuente: https://www.apa.org/research/action/speaking-of-psychology/coronavirus-anxiety