Es evidente la diferencia «externas» entre hombres y mujeres, pero ¿existe diferencia en nuestra conducta?, y haberlo en nuestros cerebros, ¿A qué se debe?

Diferencias Hombre-Mujer

La diferencia en los distintos desempeños entre hombres y mujeres que se manifiestan en la vida adulta, se debe precisamente al dimorfismo sexual, producto de la masculinización del cerebro en el hombre, que se inicia por la producción de testosterona a partir de la séptima semana de vida. Estas diferencias se van a manifestar en que:
Las mujeres van a estar mejor dotadas para emplear estrategias lingüísticas, manifestadas ya desde los primeros años de vida, hablando antes, con mayor fluidez, mayor facilidad para el aprendizaje de la lectura y la escritura, mejor memoria visual y velocidad perceptiva (identificación de objetos
Los hombres por su parte, van a tener mayores aptitudes para las tareas espaciales, manifestado ya durante la infancia, teniendo mejor resultado en las tareas de reconocimiento de formas, de rotación de objetos mentalmente y con la representación de objetos en dos y tres dimensiones.


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Estudios recientes han podido concluir que las diferencias anteriormente descritas, se deben tanto a una organización cerebral distinta, como a un uso diferenciado del cerebro en cada sexo
Así el cerebro masculino tiene un mayor tamaño que el femenino, pero además existe diferencias en:
– Un mayor tamaño y con más neuronas en el hombre, en el hipotálamo, en la comisura anterior y en el cuerpo calloso.
– Un mayor tamaño y con más neuronas en la mujer, en la comisura blanca anterior, en la parte posterior del cuerpo calloso y en el locus coeruleus.
Igualmente a nivel de receptores dopaminérgicos existe diferencias, habiendo una mayor cantidad de ellos en los cerebros femeninos frente a los masculinos. Recordar que la dopamina está implicada en las funciones emocionales y de placer
Pero estas diferencias no se quedan sólo en el tamaño de las estructuras, sino que afectan también en cómo se usan, así se ha observado que los hombres emplean más las regiones temporo-límbicas (implicadas en la memoria y la motivación) y el cingulado en las mujeres (implicado en el procesamiento emocional).
Actualmente todavía no se tiene claramente establecida la “función” de estas diferencias, existiendo diversas opiniones al respecto, entre los que afirman que se trata de algo “heredado” de nuestros antepasados que permanece gracias a la selección natural, mientras que otros afirman que es una construcción social que va moldeando a los pequeños desde la propia cuna, creando expectativas y tratando de forma diferente a niños y niñas, así al menos lo evidenció el experimento del bebé X.

El bebe X

En éste experimento se uso a un bebé, al cual se le vistió de azul y se le depositó en una cuna azul, y se observó cómo le trataban los adultos, y luego, al mismo bebé se le visitó de rosa, y se le puso en una cuna rosa, y se observó a otros adultos. Las conclusiones no pudieron ser más evidentes, se observó cómo los adultos cambian su forma de tratarlo en función de que sea un niño (bebé vestido de azul) o una niña (el mismo bebé vestido de rosa). Así al pequeño se le consideraba más fuerte y activo, mientras que a la pequeña, más sensible y delicada, incluso el tono de voz, la forma de relacionarse, y el mayor o menor contacto físico del adulto, variaba en función de la creencia del sexo del bebé.
Como vemos se produce una clara diferenciación a partir del establecimiento de las gónadas, que va a desencadenar toda una cascada de reacciones en el organismo, que va a establecer el cuerpo y el cerebro del hombre, cuando está presente el cromosoma Y. Pero los efectos de la testosterona no sólo van a ser determinantes durante el desarrollo, sino también en el comportamiento parental, al menos así lo afirma un reciente estudio realizado por el Emory University of Atlanta (EE.UU.) publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, donde analiza las preferencias de hombres y mujeres en relación con la pareja deseada.


Diferencias en las preferencias de género

Éste estudio constata primeramente que los hombres prefieren a mujeres con caderas anchas y cintura pequeña, con las que se aumentan las probabilidades de procreación. En cambio las mujeres varían de parecer según su ciclo de ovulación, así buscan para reproducirse a un hombre con marcados caracteres masculinos, propios de altos niveles de testosteronas, mientras que para su cuidado prefieren a hombres con labios y mentones suaves, sin esos rasgos tan masculinos.
Una vez corroborado lo que ya se conocía por estudios anteriores, han analizado la actividad cerebral de 70 hombres ante la presentación de caras de bebés entremezcladas con otras, siendo observados con resonancia magnética funcional.
El estudio concluye que los hombres con rasgos más masculinos (debido a altos niveles de testosterona) muestran menos interés en los bebé y en implicarse con las tareas domésticas que ello conlleva, mientras que los hombres sin tanta acentuación masculina, son más propensos a responsabilizarse con la crianza de los pequeños.