Una reciente investigación analiza distintos factores para determinar cuál es mejor predictor de una adicción al juego, y poder así implementar programas de prevención.

La ludopatía, o adicción al juego es cada día más frecuente, debido a que el uso de las tecnologías permiten que se pueda llevar esta actividad desde casa y sin control.

Adicción al juego

La adicción al juego es una adicción comportamental en el que la persona llega a perder el control de su economía, modificando su escala de valores, lo que le puede conducir incluso hasta la ruina económica, pasando previamente por la pérdida de amigos, pareja e incluso de hijos.

Desde las instituciones públicas y privadas, fundaciones y asociaciones, han intentado prevenir en la medida de lo posible esta adicción, ya sea con el establecimiento de edades mínimas para acceder al juego, como creando un fichero de ludópatas los cuales tienen prohibido el acceso a los casinos, para evitar así su recaída.
Para aquellas personas ajenas a la ludopatía, puede pensar que se trata de un problema “menor”, pero hay que recordar que es una adicción comportamental, es decir, la persona va a pasar buena parte de su tiempo tratando de jugar, con pensamientos intrusivos sobre “qué hubiese pasado si llega a salir…”, o “en la siguiente partida seguro que me recupero”.

Y eso a pesar de que cuando acuden a una asociación de ayuda a la ludopatía les explican detalladamente que las máquinas y los juegos de azar están diseñados para perder, que ese es precisamente el negocio de los casinos y de los dueños de las máquinas tragaperras. A pesar de que la persona sabe que nunca podrá “ganar” a ese sistema probabilístico matemáticamente creado para que pierda, sigue pensando y sintiendo que “con un poco más de suerte…”
A pesar de los intentos para establecer un perfil del adicto, este no parece que se circunscriba a un estatus social, o se vea influenciado por el nivel educativo, o cualquier otra circunstancia personal, pero ¿Se puede predecir la futura adicción al juego?


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Ludopatía

Esto es precisamente lo que trata de explorarse desde la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), la Universidad British Columbia (Canadá), y la Universidad de Ginebra (Suiza), cuyos resultados han sido recientemente publicados en la revista científica International Gambling Studies.
En el estudio participaron 75 adultos, mayores de 18 años, 45 mujeres y 30 hombres. A todos ellos se les pasó por una prueba de laboratorio, donde en un ambiente controlado debían jugar con una máquina de tragaperras implementada en una computadora, la cual contemplaba tres opciones, ganar, perder, y perder “por poco”. Los participantes pasaron por varias sesiones en donde en cada una se había manipulado las opciones anteriores, por ejemplo, e independientemente de lo que hiciese el participante, en una sesión iba a recibir el 20% de ganar, mientras que en otras sólo lo haría en un 10%. Al final de cada sesión se le preguntó sobre el porcentaje de éxito percibido para ver si coincidía o no con el manipulado.
Después pasaron por otro “juego” controlado, donde debía responder si el número en pantalla era igual que uno anteriormente presentado, manipulando en este caso el tiempo de separación entre los dos números, para observar hasta qué punto la persona era capaz de retener las combinaciones de número presentadas en la pantalla, cuánto tardaba en responder, y hasta qué punto se equivocaba, evaluando de esta forma lo que se denomina el control inhibitorio, el cual nos permite “aguantar” nuestras ganas de responder hasta que sea el momento de darla.
Además, todos los participantes pasaron por una escala para evaluar su nivel de adicción, evaluado mediante South Oaks Gambling Scale (SOGS), otra para analizar la presencia de pensamientos intrusivos relacionados con el juego evaluado mediante Gambling-Related Cognitions Scale (G.R.C.S.), otra sobre la tendencia al autoengaño en cuanto a sus propias posibilidades de éxito mediante Social Desirability Scale (DS-36) y por último se les preguntó para extraer información sociodemográfica.
Los resultados muestran cómo las personas que tienen bajos niveles de control inhibitorio son aquellas que muestran una mayor persistencia en el juego y un mayor deseo de volver a jugar, cuando se ha ganado o se ha estado “a punto” de ganar, lo que es indicativo de son las más propensas a desarrollar adicción al juego. Los autores del estudio por su parte, no entran a valorar sobre el origen de estos niveles de control inhibitorios más bajos, ni cómo podrían reforzarse como medida preventiva.

Adicción a las tragaperras

Hay que tener en cuenta que los resultados se han obtenido en un ambiente de laboratorio, luego la validez ecológica sólo se puede alcanzar si estos mismos se reproducen en la vida real. Igualmente, los resultados son específicos de una forma de “jugar”, el de las máquinas tragaperras, las cuales tienen unas características determinadas, como un número de opciones, además de muchos componentes orientados a atrapar la atención del jugador, como luces y sonidos; lo cual dista mucho de las reglas y del contexto de otros juegos, como el de las cartas o los dados; por lo tanto hay que realizar nuevas investigaciones en estos otros tipos de juegos antes de poder establecer una generalización sobre los resultados.
A pesar de las limitaciones anteriores, hay que tener en cuenta que en cualquier casino e incluso bar existen este tipo de máquinas, orientadas a “captar” y retener a jugadores, cuando estos se acercan a descansar y relajarse. Igualmente, este suele ser, para muchos, el primer juego al que se acercan, y a partir de la adicción que este le genera, pasa a probar con otros. Por tanto, los resultados son válidos para poder comprender por qué unas personas tienen una mayor probabilidad de sufrir una adicción al juego frente a otras.

Igualmente, el comprender, cuál de todos los factores implicados, es el que más valor predictivo tiene, permite establecer planes de prevención orientados a los más jóvenes, primeramente, para detectar entre ellos los que tengan niveles de control inhibitorio más bajos y luego para trabajar con estos jóvenes en reforzar las habilidades que le permitan contrarrestar esta debilidad.
Falta pues establecer una herramienta estandarizada, fácil de administrar y corregir, que a modo de Screening se pueda pasar en los institutos para detectar a aquellos que son más vulnerables a la adicción futura al juego, y con el permiso de los padres, realizar una intervención preventiva que permita ofrecerle un mejor futuro.