Una de la situaciones más difíciles a las que se tiene que enfrentar el sistema sanitario es ante los «simuladores», personas que consumen tiempo y recursos sin que sufran ningún tipo de problema físico.
A pesar de lo cual acuden frecuentemente a la consulta, «inventando» o «simulando» síntomas que sólo están en la cabeza de la persona.
En ocasiones, y para ser más creíbles, estas personas pueden llegar a provocarse arañazos, quemaduras u otros daños, con los que «autentificar» ante el personal médico de su enfermedad.
El motivo que puede encontrarse detrás de estos simuladores es muy diverso, ya sea, evitar una obligación o para conseguir un beneficio.
De esta categoría de simuladores habría que extraer una casuística concreta denominado Síndrome de Münchausen, por el cual una persona acude reiteradamente a consulta con síntomas difusos, para recibir como beneficio secundario el verse atendido, a esto se le denomina beneficio secundario.
El problema es que estas personas no tienen nada físico, y que a veces el tratamiento que se le pone para «curarle» le enferma, ya que las medicina «no combaten nada».
Las reiteradas consultas en los ambulatorios y centros de salud, puede provocar las sospechas del paciente con Síndrome de Münchausen, que cuando es «descubierto» y enfrentado a «su mentira», «huye» literalmente de aquel sitio y acude a otro centro de salud, donde empieza el mismo proceso de consulta repetidas.
Dentro de este síndrome existe un subtipo denominado Síndrome de Münchausen por poderes, por el cual el paciente utiliza a otra persona, normalmente un familiar cercano (un hijo o hija), para «mantenerle enfermo» y con ello que reciba la atención médica necesaria, mientras que el paciente con Síndrome de Münchausen (generalmente la madre) satisface así su «necesidad de sentirse enfermo», pero esta vez a través de otro, ¿Pero cuál es el origen de esta patología tan peculiar?



Un reciente informa presentado conjuntamente por la Universidad Católica del Sagrado Corazón y la Universidad Bio-Médico de Roma (Italia) publicado recientemente en Journal of Psychological Abnormalities in Children explora esta cuestión en una de sus pacientes.
En este caso no se trata de una investigación, si no de un informe de caso único, donde se describe el proceso que ha llevado a una menor de 8 años de edad a convertirse en un Síndrome de Münchausen.
La pequeña de 8 años ingresó en un servicio pediátrico aquejada de una debilidad simétrica progresiva con deterioro en el caminar, pero no existía antecedente en la historia clínica de la menor que lo pudiese explicar.
Después de muchas pruebas motoras y radiológicas no se encontró nada que explicase los síntomas de los que se quejaba el pequeña.
Unas sesiones en psicoterapia mostraron mejorías «sorprendentes» en la pequeña que se llegó a recuperar del todo. Aspecto que la madre de la pequeña rechazó por completo y se «llevó» a la pequeña.
En los dos años siguientes, se realizó el seguimiento de los ingresos hospitalarios de la menor y se observó cómo acudía a otros centros con el mismo centro y después de un tiempo sin «encontrar solución», se retiraba e iniciaba con un nuevo trastorno, en este caso una ceguera, además de haber recibido ingresos por dolor abdominal recurrente y cefaleas.
El estudio concluye sobre la necesidad de una información «fluida» entre centros médicos que permitan detectar a estos pacientes, ya que en ocasiones se someten a pruebas médicas y tratamientos innecesarios, y que incluso pueden poner en riesgo su salud.
Los autores informan de que puede haberse dado una «transferencia» de un Síndrome de Münchausen a un Síndrome de Münchausen por poderes por parte de la madre, pero la «huída» de esta antes de poder realizar las pruebas psicológicas al respecto, impide poder concluir sobre ello.

El estudio a pesar de caso único, informa de una realidad a tener en cuenta, quizás en uno de los casos más difíciles de diagnosticar, y por supuesto de tratar, ya que el paciente que sufre el Síndrome de Münchausen o el Síndrome de Münchausen por poderes como en este caso, no sólo no colabora, si no que «huye» literalmente de la consulta.


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