Autor: Dr. Juan Moisés de la Serna

  • ¿Es posible vivir sin dormir?

    ¿Es posible vivir sin dormir?


    El Sueño en el que pasamos parte de nuestra vida, ¿por qué es tan necesario?

    El horario de sueño y vigilia es uno de los elementos que rige el Sol, pudiéndose ver alterado por la luz eléctrica, lo que nos permite a veces trasnochar hasta que termine el programa de televisión, e incluso dormimos con la televisión puesta, o levantarnos antes de que salga Sol para aprovechar para trasladarnos a nuestro puesto de trabajo antes de que el resto lo haga y evitar con ello el tráfico.
    Tanto trasnochar como madrugar son alteraciones del ciclo natural del sueño, pero cuándo pensamos en el Sol, y en las horas de luz, se ha de tener en cuenta, que estas no sólo cambian de verano a invierno, sino que también lo hace según el lugar del mundo donde estemos, así en los polos en verano se pueden llegar a tener días de diecinueve horas de luz y en invierno lo contrario, es decir escasamente de tres a cinco horas de luz.

    Entonces, ¿Cuál es el mejor momento para dormir?, este deberá estar dado por el lugar donde vive, ajustándose lo más posible al ciclo natural de luz-oscuridad, de forma que se puedan recibir los beneficios de los primeros rayos del día, tal y como lo hacían en la antigua cultura egipcia. E igual se debería hacer para dormir, es decir, cuando se fuese el el Sol, acostarse, y con ello de forma natural estaríamos regulados entres las ocho horas de sueño que suele requerir la persona para descansar y reponerse, además aprovecha el organismo para archivar las huellas de memoria sobre las experiencias aprendidas durante el día, entre otros.
    Pero este ciclo de sueño-vigilia que nos parece tan estable va variando ligeramente con el tiempo y una vez estabilizado dura toda la vida. En los primeros días de vida, y todavía dentro el proceso de maduración interno, el bebé duerme entre 16 y 20 horas diarias. Siendo sus interrupciones del sueño cada vez más espaciadas a medida que pasan los meses. Duración que irá disminuyendo progresivamente hasta acercase a las ocho horas en que se estabilizará durante buena parte de nuestra vida, pero con el envejeciendo se produce un ligero acortamiento, reduciéndose en una hora u hora y media, y eso a pesar de que se aumenta el tiempo total en que se está en la cama.

    La cronodisrupción es el término técnico empleado para denominar las alteraciones provocadas en los ciclos naturales de la persona, como en el caso del jet-lag que se experimental al desplazarse a otra localidad que se rige por un ciclo día-noche diferente, o como en la privación del sueño acortándose tanto por trasnochar como por madrugar excesivamente, lo que van a provocar alteraciones tanto a corto como a largo plazo, siendo el responsable de una mayor incidencia del síndrome metabólico, de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, trastornos afectivos e incluso del envejecimiento prematuro.
    La falta de sueño, es decir el dormir menos de lo que el organismo necesita, a al alarga va a ir en detrimento de la salud de la persona.



    Se han realizado experimentos de privación de sueño, y se ha observado, que el no dormir suficientemente, impide realizar nuevos aprendizajes, ya que la huella de memoria no se graba; igualmente el sistema inmunológico, el que nos defiende de las infecciones y ataques del exterior, baja notablemente su rendimiento; se produce una hipersensibilidad a la luz y a los estímulos del exterior, estando más irritable ante cualquier hecho externo. Y eso solo con treinta y seis horas de experimentación sin dormir. Más allá de éste límite temporal, no se ha considerado ético continuar con los estudios, por los perjuicios irreversibles que se pudiesen producir en el paciente.

    De ahí la importancia de dormir y hacerlo en un ambiente, ventilado y sin ruido, pues a pesar de estar durmiendo nuestro organismo mantiene un mecanismo de salvaguarda, por el cual, si se produce algún tipo de ruido fuere nos despertamos como medida de seguridad, para que podamos salir corriendo o defendernos; un mecanismo muy útil, para nuestros antepasados cuando vivían en las cavernas, a la hora de enfrentarse a la amenaza de algún carroñero, lo que les daba unos segundos para reaccionar. Pues igualmente nosotros ahora, si se produce un ruido fuerte, rápido nos despertamos, interrumpiendo el ciclo del sueño, y haciendo que luego nos resulte más difícil volvernos a dormir.


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  • ¿Existe el estrés bueno?,  conoce cómo potenciarlo

    ¿Existe el estrés bueno?, conoce cómo potenciarlo

    Las emociones forman parte de nuestra vida, siendo la de mayor influencia el estrés, ¿en qué consiste es esa influencia?, ¿existe el estrés bueno?

    Existen numerosas situaciones a lo largo del día que requieren de nuestra máxima atención, en la que tenemos que dar la mejor respuesta posible, ya sea por la premura o por tener que atender a varios requerimientos a la vez, estas demandas nos producen estrés.
    El estrés mantenido a medio o largo plazo puede ser nocivo para la salud, es lo que se denomina como distres, pero también existe el estrés “bueno”, es decir, aquel que durante un corto espacio de tiempo potencia nuestras capacidades y nos hace dar respuestas más acertadas en las actividades que se deben desempeñar, a éste segundo tipo de estrés se denomina eustrés.
    Como vemos, el que sea “bueno” o «malo», depende tanto de nuestra valoración psicológica de los acontecimientos y situaciones estresantes como de que estas se mantengan durante un cierto tiempo. Así, una situación valorada como desafiante, pero atractiva como forma de superarse o de “lucirse”, motiva a dar lo mejor de uno mismo, obteniendo éxitos que de otra forma no se alcanzarían; pero si esa situación se mantiene en el tiempo, se produce el agotamiento de los recursos que explicaba Selye en su Sistema General de Adaptación, y con ello dejaría de ser motivador convirtiéndose en a algo “insufrible”, dando el éxito paso a la enfermedad.
    Además el estrés por sí solo puede ser fuente de enfermedades psicológicas, como en el caso de los trastornos de ansiedad, los cuales son un conjunto de trastornos cuya característica principal son niveles elevados de ansiedad y miedo.
    Dentro de ésta categoría tendríamos (según el D.S.M.), el trastorno de angustia, con y sin agorafobia (miedo a lugares de los que no se puede escapar), fobia social y específica, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés agudo o postraumático, trastorno por ansiedad generalizada o inducido por sustancias.



    Como ejemplo del efecto de una situación del estrés, destacamos el trastorno por estrés postraumático, se denomina a éste como un tipo específico de trastorno de ansiedad y se produce cuando una persona se ha visto implicada de forma directa o indirecta en un acontecimiento muy estresante, con amenaza para su integridad; es en estos casos donde se produce un “trauma”, entendido éste como un acontecimiento que la persona es incapaz de asumir.
    Esto va a provocar una serie de síntomas, el más importante de ellos es el revivir aquellos acontecimientos de forma esporádica o en sueños, lo que provoca irritabilidad, insomnio, dificultad para concentrarse; igualmente se presenta un intento de olvidar o negar la situación desencadenante, ya sea evitando hablar de ello o sufriendo amnesias parciales. Se ha podido constatar que en estos pacientes, existe una alteración en el eje Hipotálamo Hipófisis Adrenal (H.H.A.), donde se ha observado una hipersecreción del Hormona Liberadora de Corticotropina (C.R.H.) por parte de la hipófisis, generando mayores niveles de cortisol en el organismo, que una persona no afectada por éste trastorno.
    Como vemos hasta ahora, el estrés es fuente de motivación a corto plazo, pero su permanencia a medio y largo plazo pueden provocar daños generalizados en el organismo, debido al mantenimiento en el tiempo de la activación en los distintos sistemas implicados en el H.H.A., estimulados algunos e inhibidos otros por el sistema simpático; pero también a que dicha situación va a influir también en nuestros relojes internos, con lo que se verían afectadas además, funciones tan importantes como la frecuencia cardíaca, el sueño o incluso la tasa de regeneración celular, lo que podría desencadenar una mayor tendencia a padecer cáncer.
    Además el sistema inmune, que protege al organismo de infecciones externas e internas, es muy sensible a los procesos de estrés; cuando éste se genera, el organismo va a experimentar una inmunodepresión, reduciendo el consumo de estas funciones al mínimo, pero si se mantiene, se daña el sistema.
    Los primeros síntomas de que el sistema inmune no está funcionando correctamente, se pueden observar ante la aparición de síntomas como psoriasis o lupus; pero si no se pone remedio y la situación estresante continúa, no sólo se va a producir una ralentización de los procesos de cicatrización y de recuperación de las heridas que pudiese tener, sino que se deja la “puerta abierta” a todo tipo de infecciones, además de producirse un empeoramiento de los síntomas de las enfermedades autoinmunes, entre ellas la esclerosis múltiple.
    Como vemos el eje H.H.A., nos va a dar la medida de cómo funciona el organismo, si éste funciona correctamente, es decir, si se produce una activación puntual ante situaciones de estrés, la persona va a poder dar la respuesta adecuada al momento, ya sea de escape o de afrontamiento; mientras que si ésta se mantiene en el tiempo, debido a que el estresor sigue presente, se van a empezar a producir fallos en el proceso normal, y con ello se incrementa la probabilidad de sufrir enfermedades psicosomáticas.

  • Diagnóstico del trastorno psicosomático

    Diagnóstico del trastorno psicosomático


    Uno de los aspectos más difíciles a la hora de tratar las enfermedades psicosomáticas es el establecimiento de un claro diagnóstico.

    El trastorno psicosomático

    Primeramente hay que alcanzar la distinción entre este tipo de enfermedades y otras de origen médico o psicológico, con posterioridad se aportan las claves necesarias para conseguir un diagnóstico diferencial de otra sintomatología «parecida».
    El interés del estudio por lo psicosomático parte desde el área clínico como una interrogante ante determinados síntomas de los que no se encontraban un origen médico, surgiendo la idea de que el organismo (soma) podía estar viéndose influido por la mente (psique) de la persona; pero por supuesto debería ser una “psique enferma”.
    Con ello se aceptaba algo que hasta ese momento había sido desechado, y es la estrecha vinculación entre la mente y el cuerpo, y su interdependencia, de forma que si uno enfermaba lo hacía el otro, y al revés; precisándose de una intervención desde una perspectiva holística de la persona.
    Por tanto, existen tres tipos de afecciones posibles en el paciente, las enfermedades físicas; los trastornos psíquicos o psiquiátricos y los Trastornos psicosomáticos.



    Origen del trastorno psicosomático

    Pero se ha podido comprobar cómo algunas enfermedades físicas tienen efectos psicológicos; al igual que algunas enfermedades psíquicas tienen efectos físicos; lo que ha llevado a muchos autores a defender la idea de que todas las enfermedades, tanto físicas como psíquicas son Trastornos psicosomáticos, ya que en mayor o menor medida se van a ver afectados aspectos físicos y psíquicos del paciente.
    Aportaciones que han sido corroboradas desde los más recientes estudios sobre Psiconeuroimnunoendocrinología donde se aborda precisamente las relaciones de interdependencia entre los aspectos que influyen en la salud, como es el sistema inmune, donde participa también el sistema nervioso, el endocrino y la psique.

    Diagnóstico del trastorno psicosomático

    Actualmente el papel de lo psicosomático se restringe a lo que se conoce como Trastornos somatomorfos o Síntomas somáticos médicamente inexplicados, cuya característica principal es que se producen síntomas físicos sin que medie una enfermedad médica que lo explique.
    Una vez que se conoce cuál es el campo de intervención de los TrastornosPsicosomáticos, para poder llevar a cabo un diagnóstico diferencial, hay que establecer una distinción clara conotros cuadros clínicos, donde la demanda del paciente es por síntomas físicos en donde no se encuentra causa médica que lo explique, entre los cuales están:
    Las simulaciones, donde no existen síntomas físicos, sino es la persona quien está inventando conscientemente los síntomas para conseguir algún beneficio o para evitar una obligación; es por ello que el médico no consigue establecer un diagnóstico claro.
    El síndrome de Munchhausen, igualmente en éste caso existen síntomas “simulados”, pero estos son autoprovocados por el paciente, bien ingiriendo medicamentos o sustancias tóxicas, para tener fiebres o vómitos; o autolesionándose para originar hematomas; pero en ésta ocasión la persona trata de alcanzar de forma imperiosa el “estatus” de enfermo y con ello su hospitalización.
    La mitomanía, también conocido como mentiroso compulsivo, donde la mentira se produce buscando notoriedad y admiración por parte de quien le escucha, sin que existan síntomas físicos que “apoyen” su versión. La diferencia principal con el simulador es que no se dan las características de personalidad del primero, ni esa “adicción” a mentir.
    El trastorno límite de personalidad, se da en paciente con una personalidad «débil» con constantes dudas respecto a su identidad y con falta de control de los impulsos; a parte de las quejas somáticas, el paciente se presenta con todo un elenco de características de personalidad e impulsividad que permiten establecer un diagnóstico diferencial al respecto.
    La primera tarea del profesional de la salud es descartar otros trastornos mentales, que pueden estar en el origen de esos síntomas que provocan la demanda del paciente. Una vez que no existe una explicación médica de los mismos, y descartada la simulación y otros trastornos psicológicos, podemos afirmar que estamos ante un trastorno somatomorfo.
    La característica principal de los Trastornos somatomorfos es la presentación repetida de síntomas físicos, junto con solicitudes persistentes de exámenes médicos, a pesar de que los hallazgos sean repetidamente negativos y de que los médicos hayan reafirmado que los síntomas no tienen fundamentos físicos. Si es que existen algunos trastornos físicos, éstos no llegan a explicar la naturaleza ni la magnitud de los síntomas ni la aflicción y la preocupación del paciente.


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  • ¿Cómo se forma la personalidad?

    ¿Cómo se forma la personalidad?

    Lo primero que hay que aclarar es el concepto de Persona, cuya etimología (origen del significado de las palabras) hace referencia a las máscaras que utilizaban los griegos, en sus representaciones de teatro.

    Es decir, la persona (máscara) es la imagen con la que nos presentamos ante los demás; sin ser tan estrictos, el término se empela para designar a un individuo sustancialmente distinto del resto, que pertenece a una determinada especie.
    Ésta persona va a tener una serie de cualidades, además de sus característica físicas, como son el peso, la altura, el color de pelo, piel u ojos, entre otros; también va a presentar una forma sentir y de relacionarse consigo mismo y con los demás, mostrando un estilo de conducta y formas de hacer propias.

    A éste conjunto de estilos de pensar, sentir y actuar, es a lo que se denomina personalidad, en la que se pueden distinguir tres facetas:

    Biológica, que se corresponde tanto a la información genética adquirida por combinación de las de los progenitores (genotipo); como a los caracteres morfológicos, funcionales y bioquímicos que presenta la persona (fenotipo); el primero se correspondería a nuestra carga genética, mientras que el segundo se refiere a cómo se expresa esa genética de una determinada manera.

    Individual, que abarca las necesidades, deseos y anhelos, es decir, es la motivación de la persona, que será lo que la va a conducir a actuar de una determinada manera para conseguir alcanzar sus metas, igualmente tratará de evitar aquello que le resulte poco atractivo o desagradable.

    Social, a través de las relaciones interpersonales, aprendemos no sólo a convivir con los demás, sino también a pensar y sentir de una determinada manera. La cultura, el idioma, los usos y costumbres, van a ir configurando desde los primeros meses las tendencias de pensar, sentir y comportarse del individuo a lo largo de su vida.

    Desarrollo de la personalidad y conducta infantil de niños

    Con esto podemos tener una idea aproximada de lo que es la personalidad, como la tendencia a pensar, sentir y actuar de una determinada manera, que va a estar condicionada, por un conjunto de normas que regulan la convivencia, dentro de la sociedad en que se vive, así como por la expresión de una genética trasmitida por nuestros padres, pero, ¿Cómo se forma la personalidad?

    Dos son los principales mecanismos que empleamos para conformar la personalidad a lo largo del tiempo:

    La experiencia directa, permite a la persona, desde muy pequeño ir probando distintas acciones, y por ensayo y error, aprender aquello que es agradable o desagradable. Lo primero, se convierte en fuente de deseo, generando tendencias hacia su logro; mientras que lo desagradable, se tiende a evitar o incluso huir de ello.

    El aprendizaje vicario, también conocido como aprendizaje observacional, por el cual la persona es capaz de aprender las consecuencias de determinadas acciones, viendo los resultados que estas generan en otros. Por ejemplo, un bebé es capaz de aprender a no tocar las cosas puntiagudas si ve cómo otra persona se lastima al hacerlo.

    Autoestima: cómo ayudar en la formación de la personalidad de los menores Https://t.co/6G8x6TLF0T Pic.twitter.com/I9iPVoG4kJ — CDNLaRioja (@CDNLaRioja) 29 de agosto de 2016

    A través de estos dos mecanismos, vamos a aprender a identificarnos como individuos, distinto del resto, con características propias, como son nuestro cuerpo, nuestra forma de pensar y de actuar. Pero para llegar a este punto han de pasar un tiempo de experiencia y aprendizaje por parte del bebé, tal y como lo demuestra la prueba de la mancha; previamente a la prueba, al pequeño se le ha puesto una mancha (de carmín) en alguna parte de su frente, para con posterioridad colocarle frente a un espejo, para observar su reacción. Si éste trata de tocarse la mancha, se puede concluir de que el bebé tiene conciencia de que ese que está viendo en el espejo es él, es decir, es su reflejo; por lo tanto ya tendría conciencia de sí mismo, como individuo diferente del resto.

    Igualmente con el tiempo, va a ir adquiriendo la conciencia moral, que es aquella que va a regir nuestra conducta a lo largo de la vida, y por la cual, aprendemos qué es lo que está establecido como correcto o incorrecto, dentro de una determinada sociedad. Así, estarán permitidos e incluso fomentados determinados deseos, pensamientos y formas de actuar; mientas otros quedarán prohibidos, perseguidos y castigados.

    Todo ello va a ir conformándonos como persona y estableciendo una determinada forma de sentir, pensar y actuar que fijará nuestra personalidad.

  • Homeopatía: terapia alterantiva

    Homeopatía: terapia alterantiva


    Desde tiempos inmemorables el hombre ha buscado los mejores remedios para combatir las enfermedades, de ahí han surgido muchas técnicas terapéuticas y formas de intervenir en la salud, entre ellas están las denominadas terapias alternativas, de entre las cuales destaca la homeopatía, con la cual se aborda a la persona de forma holística, no sólo se encarga de la prevención y tratamiento de los síntomas y las enfermedades agudas o crónicas, sino que atiende también a las características individuales de cada paciente, para ayudarle a restablecer su equilibrio global natural. Además del historial y el diagnóstico clínico, se tienen en cuenta las características físicas y emocionales de quien acude a consulta.

    La técnica desarrollada a finales del siglo XVIII por el Dr. Hahnemann, abandona los tratamientos empleados por sus contemporáneos, que utilizaban métodos tan agresivos como purgantes y sangrías, para pasar a emplear sustancias llamadas esencias con dosis mínimas; diluidas en alcohol o agua, para ser posteriormente ingeridas por los pacientes.
    La premisa fundamental de ésta técnica, es que lo similar cura a lo similar (simila similibus curantur), de forma que aquello que provoca una enfermedad en una persona sana, puede curar en bajas dosis a una persona enferma; así empleando la quinina, que produce efectos similares a la malaria, se puede tratar ésta.

    Es por ello que la cantidad a ingerir debe de ser mínima, pues una sobredosis provocaría los efectos contrarios a los deseados incrementado así las consecuencias de la enfermedad; igualmente con dosis bajas se impide que se produzca un efecto de adicción a dichas sustancias.
    Asumiendo que el cuerpo tiene la capacidad de curarse así mismo y recuperar su equilibrio natural, las esencias van a ayudarle por un proceso de “dinamización” proporcionando las cantidades “mínimas” necesarias para que se produzca la curación.

    Basado en la ley de la susceptibilidad, una persona que se ha visto afectada en su “fuerza vital” por algún acontecimiento interno o externo, denominado “miasmas”, y por tanto sufre sus síntomas debido a dicha perturbación, tiene la capacidad de recuperarse.
    Originariamente se empleó el término “miasmas”, para denominar al origen de toda enfermedad, entendida ésta como aquella que surge cuando las condiciones son inadecuadas para la salud.
    Posteriormente, el término ha sido equiparado al de los gérmenes, microorganismos capaces de infectar un organismo y trasmitirle determinadas enfermedades. Después del descubrimiento de Pasteur sobre los efectos nocivos de las bacterias, y durante un tiempo, predominó dentro de la medicina tradicional la idea de que cada enfermedad había sido provocada por un tipo diferente de microbio (teoría de los gérmenes).
    A los tres miasmas inicialmente identificados como causantes de psora (sarna), sífilis y sicosis (gonorrea), se añadieron con posterioridad otros ocho más, responsables de las siguientes enfermedades: tuberculosis, vaccinosis, cáncer, malaria, tiña, fiebre tifoidea, lepra y viruela.
    Además de éstos “miasmas” existen otros factores que se consideran origen de la enfermedad, ya que se puede producir por una alteración dinámica interna.



    En la práctica homeopática se rechaza que la enfermedad tenga una entidad propia y ajena a la persona que sufre sus consecuencias;  por el contrario asume que se ha generado en ella, precisamente atendiendo a un desequilibrio interno de dicha “fuerza vital”.
    Dicho desequilibrio se mostraría inicialmente en una alteración en el mundo emocional de la persona, con síntomas como ansiedad; si estos no son tratados, los síntomas pasarán a ser mentales, como irritabilidad, luego a ser conductuales, como el llanto y al final a físicos, como fiebres, erupciones cutáneas o inflamaciones; de ahí la importancia de realizar un correcto diagnóstico para conocer en qué ámbitos de la persona se focalizan los síntomas.
    Para llevar a cabo el diagnóstico sobre los síntomas del paciente, éste debe de pasar por una extensa entrevista, en la cual se le preguntarán distintas cuestiones, no sólo sobre los síntomas que han motivado la consulta, sino también sobre su salud en general, así como sobre su vida mental y emocional, además de algunos hábitos y costumbres, y también sobre los antecedentes familiares de situaciones similares.

  • Colitis Espástica

    Colitis Espástica

    Colitis Espástica y la aproximación Psicosomática
    La influencia de los aspectos psicológicos en nuestra vida, es evidente.

    Estas marcan nuestro desarrollo personal y las relaciones sociales que establecemos, pero también va a jugar un papel importante en cómo surgen y evolucionan determinadas enfermedades, entre ellas la colitis espástica, también conocida como colon irritable, síndrome de intestino irritable o colitis nerviosa (por su relación directa con el estrés). Se trata de un trastorno funcional del intestino grueso (colon), y suele ser considerada como la primera causa de consulta del gastroenterólogo (especialista del aparato digestivo).
    El colon es la última porción del aparato digestivo encargada de extraer agua, sal y vitaminas del quimo (bolo alimenticio) antes de que éste sea expulsado del organismo. La colitis espática es una alteración crónica en el ritmo de funcionamiento del órgano, sin que haya alteración morfológica, metabólica ni infección vírica.
    Ya vimos en el artículo titulado Cronobiología: La Ciencia del Tiempo;  cómo funciona el reloj interno y los ciclos biológicos del organismo, pues bien, el intestino grueso se rige por su propio ritmo, que proporciona movilidad al bolo alimenticio, para dirigirlo a ser expulsado del organismo. Cuando éste ritmo interno se desajusta, se producen movimientos desordenados que pueden provocar espasmos y contracciones fuertes con dolor, de ahí el nombre de colitis espástica. Los movimientos desordenados pueden ser con mayor velocidad, generando diarreas o más lentamente, generando estreñimiento.
    Éste ritmo interno está interrelacionado con las hormonas, de forma que en algunas mujeres, se ve alterado durante los ciclos menstruales o durante el embarazo. Además tiene una estrecha relación con el estrés y algunas alteraciones psiquiátricas, jugando el estrés un papel predominante en el incremento de los síntomas, tal y como lo hacen determinados alimentos como lácteos, legumbres, además de tabaco, alcohol o café.
    Entre los síntomas de la colitis espástica están el dolor, distensión abdominal y alteración del ritmo intestinal, que se acaba de mencionar. Con respecto al dolor, éste suele ser difuso y punzante, de intensidad leve o moderada; y suele producirse transcurrida una o dos horas después comer, y disminuye tras evacuar.
    Igualmente los pacientes suelen tener intestino hipersensible de forma que experimentan más intensamente las sensaciones de dolor de esa zona.



    Hay que llevar a cabo un estudio del historial clínico del paciente antes de establecer un diagnóstico claro, que se suele realizar por exclusión, pues estos síntomas pueden presentarse también debidos a otras alteraciones, como colitis infecciosas, parasitarias o provocados por pólipos.
    Como se ha indicado anteriormente, la causa está más relacionada con factores psicológicos que con cualquier otra explicación orgánica o vírica, de ahí que el principal tratamiento aplicado sea desde la psicología clínica mediante psicoterapia específica, así como sugerencias sobre:
    – Abandono de alimentos que puedan provocar irritación o de otros estimulantes como alcohol, tabaco o café.
    – Incorporación de hábitos saludables contra el sedentarismo.
    – Incorporación a la dieta de fibra (frutas, verduras, cereales,…).
    Cuando sea recomendable, se pueden recetar algunos medicamentos antiespasmódicos, antidiarreicos o laxantes, para evitar los espasmos y ayudar a regular el movimiento intestinal adecuadamente.
    Desde la Perspectiva psicosomática, se presta especial atención a la relación que se establece entre médico-paciente, pues se ha comprobado que cuando se crea una buena relación de confianza entre ambos, se consigue una reducción significativa de la visitas al especialista.
    Igualmente queda establecida la relación anatómico funcional, entre el sistema digestivo y el cerebro a través del sistema simpático y del parasimpático. El primero de ellos, se pone en marcha ante la presencia de la activación del eje hipotálamo hipófiso adrenal, y tiene como consecuencia entre otras, que ante situaciones de estrés, se detiene la actividad digestiva; al contrario, en situaciones de relajación se recupera dicha actividad (con el sistema parasimpático).
    Basada en ésta relación entre el cerebro y el sistema digestivo, es en lo que se establece por exclusión el diagnóstico de colitis espástica debido al estrés, que como ya se sabe no sólo depende del agente externo o interno que lo provoque sino también de cómo se vivencia esa situación por la persona.
    Así un mantenimiento a medio o largo plazo de una vivencia de estrés, va a provocar graves alteraciones en el organismo, entre ellas, se puede producir un desorden en el ritmo o reloj interno del colon.




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