Etiqueta: Psicología

  • ¿Tienes una personalidad saludable?

    ¿Tienes una personalidad saludable?


    Determinados rasgos de la personalidad pueden estar detrás de una mayor predisposición a sufrir una u otra enfermedad, ¿Cuales son las más saludables?.
    Desde la Teoría de los rasgos de personalidad, cada individuo muestra una serie de características, y todas ellas unidas van a formar la personalidad del individuo. Según el autor al que nos refiramos, cada persona puede tener más o menos caracteres y dentro de cada uno de ellos, puede presentarse con más o menos intensidad.
    El Psicólogo alemán Hans Eysenck planteó su modelo basado en tres dimensiones de la personalidad:
    – Extraversión, evalúa la dimensión social de la persona.
    – Neuroticismo (ansiedad), evalúa la dimensión emocional de la persona.
    – Psicoticismo, evalúa la dimensión de impulsividad de la persona.
    De forma que una persona, por ejemplo, puede tener un nivel bajo de extraversión, alto en neuroticismo y medio en psicoticismo; o cualquiera de las combinaciones posibles.

    En el modelo de los Big Five (cinco grandes) se tienen en cuenta, tal y como indica su nombre, cinco rasgos de personalidad:
    – Extraversión, evalúa la adaptabilidad social, emocionalidad, asertividad (hablador, callado, franco, abierto, cerrado, aventurado, precavido, sociable, retraído…).
    – Inestabilidad emocional (neuroticismo), evalúa el control emocional, emocionalidad, neuroticismo, afecto (equilibrado, nervioso, tenso, tranquilo, ansioso, sosegado, excitable, hipocondríaco).
    – Apertura a la experiencia, evalúa el intelecto inquisitivo, cultura, inteligencia, apertura a la experiencia (sensibilidad artística, intelectual, estrecho de mente, imaginativo, rudo…).
    – Responsabilidad, evalúa la voluntad de éxito, escrupulosidad, responsabilidad (exigente, pulcro, descuidado, informal, riguroso, laxo, perseverante, inconstante…).
    – Amabilidad, evalúa la conformidad, agradabilidad, simpatía, condescendencia amistosa (buen carácter, irritable, celoso, obstinado, dulce, cooperativo…).

    Basado en la Teoría de rasgos de personalidad, se están explorando qué características están más presentes en aquellos pacientes que exhiben enfermedades psicosomáticas; de forma que se pueda llegar a comprender cómo se producen y sobre todo por qué.
    Tanto en el modelo de Eysenck como en el modelo Big Five, el rasgo de personalidad que es determinante para los trastornos psicosomáticos es el de neuroticismo; así una persona que exhiba altos niveles de neuroticismo, tendrá mayores posibilidad de sufrir síntomas psicosomáticos, que otra que tenga mayores niveles de control de sus emociones.
    Las personas con altos niveles de neuroticismo, se muestran emocionalmente inestables para hacer frente a las demandas estresantes de la vida, sintiéndose generalmente tristes y abrumadas, con dificultades para poder controlar y expresar sus emociones.



    Entre los rasgos más habituales de los pacientes más propensos a mostrar síntomas psicosomáticos, están los perfeccionistas, con altas expectativas de logro, muy responsables, que idealizan su vida y sus relaciones, con tendencia a pormenorizar los problemas y a negar las dificultades. Algunas de estas características de la personalidad que “predisponen” a sufrir sintomatología psicosomática, se enmarcan dentro de la personalidad Tipo A, definido por primera vez por los cardiólogos Rosenman y Friedman del Hospital Monte Sinaí de San Francisco (California).
    – En la personalidad Tipo A predomina la agresividad, competitividad, tendencia al perfeccionismo, egoísmo, con problemas de control de las emociones, centradas en el logro. Éste tipo de personalidad se relaciona con una mayor predisposición a sufrir enfermedades coronarias.
    Frente al Tipo A los mismos autores plantearon el tipo B, el cual muestra características de personalidad opuestas al primero y que tienen una función “protectora” para la salud.
    – En la Personalidad Tipo B Predomina la tranquilidad, la calma y el sosiego, son creativos con tendencia a tomarse su tiempo para hacer sus funciones, consiguiendo altos niveles de logro debido a su constancia.
    El modelo original expuesto por sus descubridores planteaba una dualidad entre la personalidad Tipo A frente a la Tipo B; en los años 80 se incorporó un nuevo tipo denominado C enunciado por primera vez por Morris y Greer.
    – En la Personalidad Tipo C Predomina la incapacidad para comunicar emociones, sobre todo las negativas, como la ira, la rabia o la tristeza, ocultando sus necesidades y preferencias, siendo poco asertiva, sumisa a los deseos de los demás, con gran autocrítica y tendencia a culpabilizarse a sí mismo de lo que sale mal en su vida. Son personas que tienden a padecer determinadas enfermedades como cáncer y otras enfermedades autoinmunes (lupus, artritis reumatoide o esclerosis).
    Hasta la década de los 90 no se incorpora el último tipo de personalidad denominado D descubierto por Denollet y Brutsaert.
    – En la Personalidad tipo D la persona se muestra marcada por las emociones negativas de forma crónica, con pesimismo e inhibición social, lo que les lleva a sufrir mayores niveles de ansiedad, irritación y estados depresivos, no compartiendo sus sentimientos por miedo a la desaprobación de los demás. Además las personas que muestran estos rasgos de personalidad, tienen más probabilidades de sufrir trastornos del estado de ánimo, como depresión y ansiedad, y enfermedaeds piscosomáticas como úlceras pépticas y trastornos vasculares como hipertensión, cardiopatías isquémicas o arritmias, con mayor riesgo a padecer infartos de miocardio.
    Actualmente se está investigando desde distintos ámbitos para poder explicar la relación existente entre el cuerpo (soma) y la mente (psique), para de ésta forma, dar cuenta de las enfermedades psicosomáticas, encontrando cómo determinados rasgos de la personalidad pueden estar detrás de una mayor predisposición a sufrir una u otra enfermedad, factores que también van a influir en su curso y recuperación.


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  • ¿Cuál es el origen de la anorexia nerviosa?

    ¿Cuál es el origen de la anorexia nerviosa?

    La anorexia nerviosa es una enfermedad de la alimentación que afecta principalmente a los más jóvenes, pero ¿Cuál es su origen?

    La anorexia nerviosa, es una enfermedad donde se produce una reducción en la cantidad de alimentos ingerida de forma voluntaria, que llega a poner en riesgo la salud de la propia persona.
    Ésta enfermedad está encuadrada dentro del grupo de los trastornos psicológicos de la alimentación, donde se produce una excesiva pérdida de peso, pudiendo llevar al paciente a un estado de malnutrición y en los casos más extremos hasta el fallecimiento.
    En ésta enfermedad, que se inicia a partir de la pre-adolescencia, existe un componente hereditario y hormonal, pero la causa más importante es el componente psicológico, sustentado por un miedo intenso a aumentar de peso, lo que le lleva a restringir su comida, sometiéndose a dietas y ejercicios excesivos.
    Además es frecuente que utilicen diuréticos, enemas y laxantes; teniendo un peor pronóstico cuando han existido casos de problemas de alimentación o trastornos de ansiedad durante la infancia.
    Entre los síntomas que conlleva ésta enfermedad, están los propios de la malnutrición, pérdida de grasa corporal, de peso, debilidad ósea, boca seca, atrofia muscular y piel amarillenta.
    El campo de lo psicológico, el paciente tiene pensamientos confusos, con problemas de memoria y depresión.
    El tratamiento de ésta enfermedad hay que realizarle principalmente desde el punto de vista psicológico, siendo necesaria también la intervención médica para paliar las consecuencias negativas de la malnutrición, así como para tratar farmacológicamente estados depresivos y de ansiedad que suelen acompañar a ésta enfermedad.



    Dentro del abanico de herramientas terapéuticas empleadas en la intervención psicológica se destaca la terapia cognitivo conductual, ya sea aplicada de forma individual, en familia o colectivamente (grupos de apoyo).
    A través de ésta terapia se trata, primeramente que el paciente reconozca su enfermedad, así como la necesidad de buscar soluciones, igualmente se trabaja sobre los hábitos saludables de alimentación, estableciendo normas con respecto al horario de comer, limitando el ejercicio físico y aprendiendo a combatir los pensamientos negativos que mantienen dicho comportamiento.
    Desde el punto de vista psicoanalítico, la anorexia no es un cuadro clínico sino que se trata de un síntoma que puede provenir de:
    – una melancolía, con negación a la ingesta de comida.
    – una paranoia, con perturbaciones graves de su imagen corporal, con miedo intenso a ser envenenado y por ello no come.
    – un estado catatónico, donde se prevé la aparición de la muerte.

    Para Freud se trata de un típico síntoma de histeria debido a una neurosis infantil, llegándose a denominar inanición histérica. Donde se relaciona el rechazo a la comida como forma de obstaculizar las pulsiones sexuales.
    Como vemos los pensamientos del paciente van a jugar un papel determinante, tanto en la aparición como en el mantenimiento de la anorexia nerviosa, donde se producen distorsiones en cuanto a la imagen corporal, negación de alimentarse, hiperactividad o temor exagerado a engordar.
    Algunos han apuntado al papel de la influencia social, sobre todo de aspectos estéticos, como la moda, al origen de éste desorden psicológico, las personas de referencia de éxito social son modelos delgados, que normalmente “presumen” de su figura gracias a una determinada dieta y a realizar mucho ejercicio.
    Otros autores hacen referencia a un origen intrafamiliar, inicialmente denominadas familias anorexigéneas, caracterizadas por ser fusionadas, rígidas, dedicadas al auto-sacrificio y a la lealtad grupal. Familias que tienden a evitar la conflictividad, no solucionando los problemas que se generan, sino ignorándolos, lo que incrementa las tensiones internas.
    También se ha señalado, que su origen no se debe tanto al tipo de familia, sino a cómo se viven las relaciones dentro de la misma, constatándose una importante diferencia entre la vivencia de los progenitores y de los hijos.
    Igualmente ha sido relacionada la aparición de ésta enfermedad, con la figura de una madre perfeccionista y un padre periférico o ausente, donde existe gran dificultad para la comunicación, con excesiva lealtad y dependencia familiar.

  • ¿Es posible vivir sin dormir?

    ¿Es posible vivir sin dormir?


    El Sueño en el que pasamos parte de nuestra vida, ¿por qué es tan necesario?

    El horario de sueño y vigilia es uno de los elementos que rige el Sol, pudiéndose ver alterado por la luz eléctrica, lo que nos permite a veces trasnochar hasta que termine el programa de televisión, e incluso dormimos con la televisión puesta, o levantarnos antes de que salga Sol para aprovechar para trasladarnos a nuestro puesto de trabajo antes de que el resto lo haga y evitar con ello el tráfico.
    Tanto trasnochar como madrugar son alteraciones del ciclo natural del sueño, pero cuándo pensamos en el Sol, y en las horas de luz, se ha de tener en cuenta, que estas no sólo cambian de verano a invierno, sino que también lo hace según el lugar del mundo donde estemos, así en los polos en verano se pueden llegar a tener días de diecinueve horas de luz y en invierno lo contrario, es decir escasamente de tres a cinco horas de luz.

    Entonces, ¿Cuál es el mejor momento para dormir?, este deberá estar dado por el lugar donde vive, ajustándose lo más posible al ciclo natural de luz-oscuridad, de forma que se puedan recibir los beneficios de los primeros rayos del día, tal y como lo hacían en la antigua cultura egipcia. E igual se debería hacer para dormir, es decir, cuando se fuese el el Sol, acostarse, y con ello de forma natural estaríamos regulados entres las ocho horas de sueño que suele requerir la persona para descansar y reponerse, además aprovecha el organismo para archivar las huellas de memoria sobre las experiencias aprendidas durante el día, entre otros.
    Pero este ciclo de sueño-vigilia que nos parece tan estable va variando ligeramente con el tiempo y una vez estabilizado dura toda la vida. En los primeros días de vida, y todavía dentro el proceso de maduración interno, el bebé duerme entre 16 y 20 horas diarias. Siendo sus interrupciones del sueño cada vez más espaciadas a medida que pasan los meses. Duración que irá disminuyendo progresivamente hasta acercase a las ocho horas en que se estabilizará durante buena parte de nuestra vida, pero con el envejeciendo se produce un ligero acortamiento, reduciéndose en una hora u hora y media, y eso a pesar de que se aumenta el tiempo total en que se está en la cama.

    La cronodisrupción es el término técnico empleado para denominar las alteraciones provocadas en los ciclos naturales de la persona, como en el caso del jet-lag que se experimental al desplazarse a otra localidad que se rige por un ciclo día-noche diferente, o como en la privación del sueño acortándose tanto por trasnochar como por madrugar excesivamente, lo que van a provocar alteraciones tanto a corto como a largo plazo, siendo el responsable de una mayor incidencia del síndrome metabólico, de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, trastornos afectivos e incluso del envejecimiento prematuro.
    La falta de sueño, es decir el dormir menos de lo que el organismo necesita, a al alarga va a ir en detrimento de la salud de la persona.



    Se han realizado experimentos de privación de sueño, y se ha observado, que el no dormir suficientemente, impide realizar nuevos aprendizajes, ya que la huella de memoria no se graba; igualmente el sistema inmunológico, el que nos defiende de las infecciones y ataques del exterior, baja notablemente su rendimiento; se produce una hipersensibilidad a la luz y a los estímulos del exterior, estando más irritable ante cualquier hecho externo. Y eso solo con treinta y seis horas de experimentación sin dormir. Más allá de éste límite temporal, no se ha considerado ético continuar con los estudios, por los perjuicios irreversibles que se pudiesen producir en el paciente.

    De ahí la importancia de dormir y hacerlo en un ambiente, ventilado y sin ruido, pues a pesar de estar durmiendo nuestro organismo mantiene un mecanismo de salvaguarda, por el cual, si se produce algún tipo de ruido fuere nos despertamos como medida de seguridad, para que podamos salir corriendo o defendernos; un mecanismo muy útil, para nuestros antepasados cuando vivían en las cavernas, a la hora de enfrentarse a la amenaza de algún carroñero, lo que les daba unos segundos para reaccionar. Pues igualmente nosotros ahora, si se produce un ruido fuerte, rápido nos despertamos, interrumpiendo el ciclo del sueño, y haciendo que luego nos resulte más difícil volvernos a dormir.


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  • Diagnóstico del trastorno psicosomático

    Diagnóstico del trastorno psicosomático


    Uno de los aspectos más difíciles a la hora de tratar las enfermedades psicosomáticas es el establecimiento de un claro diagnóstico.

    El trastorno psicosomático

    Primeramente hay que alcanzar la distinción entre este tipo de enfermedades y otras de origen médico o psicológico, con posterioridad se aportan las claves necesarias para conseguir un diagnóstico diferencial de otra sintomatología «parecida».
    El interés del estudio por lo psicosomático parte desde el área clínico como una interrogante ante determinados síntomas de los que no se encontraban un origen médico, surgiendo la idea de que el organismo (soma) podía estar viéndose influido por la mente (psique) de la persona; pero por supuesto debería ser una “psique enferma”.
    Con ello se aceptaba algo que hasta ese momento había sido desechado, y es la estrecha vinculación entre la mente y el cuerpo, y su interdependencia, de forma que si uno enfermaba lo hacía el otro, y al revés; precisándose de una intervención desde una perspectiva holística de la persona.
    Por tanto, existen tres tipos de afecciones posibles en el paciente, las enfermedades físicas; los trastornos psíquicos o psiquiátricos y los Trastornos psicosomáticos.



    Origen del trastorno psicosomático

    Pero se ha podido comprobar cómo algunas enfermedades físicas tienen efectos psicológicos; al igual que algunas enfermedades psíquicas tienen efectos físicos; lo que ha llevado a muchos autores a defender la idea de que todas las enfermedades, tanto físicas como psíquicas son Trastornos psicosomáticos, ya que en mayor o menor medida se van a ver afectados aspectos físicos y psíquicos del paciente.
    Aportaciones que han sido corroboradas desde los más recientes estudios sobre Psiconeuroimnunoendocrinología donde se aborda precisamente las relaciones de interdependencia entre los aspectos que influyen en la salud, como es el sistema inmune, donde participa también el sistema nervioso, el endocrino y la psique.

    Diagnóstico del trastorno psicosomático

    Actualmente el papel de lo psicosomático se restringe a lo que se conoce como Trastornos somatomorfos o Síntomas somáticos médicamente inexplicados, cuya característica principal es que se producen síntomas físicos sin que medie una enfermedad médica que lo explique.
    Una vez que se conoce cuál es el campo de intervención de los TrastornosPsicosomáticos, para poder llevar a cabo un diagnóstico diferencial, hay que establecer una distinción clara conotros cuadros clínicos, donde la demanda del paciente es por síntomas físicos en donde no se encuentra causa médica que lo explique, entre los cuales están:
    Las simulaciones, donde no existen síntomas físicos, sino es la persona quien está inventando conscientemente los síntomas para conseguir algún beneficio o para evitar una obligación; es por ello que el médico no consigue establecer un diagnóstico claro.
    El síndrome de Munchhausen, igualmente en éste caso existen síntomas “simulados”, pero estos son autoprovocados por el paciente, bien ingiriendo medicamentos o sustancias tóxicas, para tener fiebres o vómitos; o autolesionándose para originar hematomas; pero en ésta ocasión la persona trata de alcanzar de forma imperiosa el “estatus” de enfermo y con ello su hospitalización.
    La mitomanía, también conocido como mentiroso compulsivo, donde la mentira se produce buscando notoriedad y admiración por parte de quien le escucha, sin que existan síntomas físicos que “apoyen” su versión. La diferencia principal con el simulador es que no se dan las características de personalidad del primero, ni esa “adicción” a mentir.
    El trastorno límite de personalidad, se da en paciente con una personalidad «débil» con constantes dudas respecto a su identidad y con falta de control de los impulsos; a parte de las quejas somáticas, el paciente se presenta con todo un elenco de características de personalidad e impulsividad que permiten establecer un diagnóstico diferencial al respecto.
    La primera tarea del profesional de la salud es descartar otros trastornos mentales, que pueden estar en el origen de esos síntomas que provocan la demanda del paciente. Una vez que no existe una explicación médica de los mismos, y descartada la simulación y otros trastornos psicológicos, podemos afirmar que estamos ante un trastorno somatomorfo.
    La característica principal de los Trastornos somatomorfos es la presentación repetida de síntomas físicos, junto con solicitudes persistentes de exámenes médicos, a pesar de que los hallazgos sean repetidamente negativos y de que los médicos hayan reafirmado que los síntomas no tienen fundamentos físicos. Si es que existen algunos trastornos físicos, éstos no llegan a explicar la naturaleza ni la magnitud de los síntomas ni la aflicción y la preocupación del paciente.


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  • ¿Cómo se forma la personalidad?

    ¿Cómo se forma la personalidad?

    Lo primero que hay que aclarar es el concepto de Persona, cuya etimología (origen del significado de las palabras) hace referencia a las máscaras que utilizaban los griegos, en sus representaciones de teatro.

    Es decir, la persona (máscara) es la imagen con la que nos presentamos ante los demás; sin ser tan estrictos, el término se empela para designar a un individuo sustancialmente distinto del resto, que pertenece a una determinada especie.
    Ésta persona va a tener una serie de cualidades, además de sus característica físicas, como son el peso, la altura, el color de pelo, piel u ojos, entre otros; también va a presentar una forma sentir y de relacionarse consigo mismo y con los demás, mostrando un estilo de conducta y formas de hacer propias.

    A éste conjunto de estilos de pensar, sentir y actuar, es a lo que se denomina personalidad, en la que se pueden distinguir tres facetas:

    Biológica, que se corresponde tanto a la información genética adquirida por combinación de las de los progenitores (genotipo); como a los caracteres morfológicos, funcionales y bioquímicos que presenta la persona (fenotipo); el primero se correspondería a nuestra carga genética, mientras que el segundo se refiere a cómo se expresa esa genética de una determinada manera.

    Individual, que abarca las necesidades, deseos y anhelos, es decir, es la motivación de la persona, que será lo que la va a conducir a actuar de una determinada manera para conseguir alcanzar sus metas, igualmente tratará de evitar aquello que le resulte poco atractivo o desagradable.

    Social, a través de las relaciones interpersonales, aprendemos no sólo a convivir con los demás, sino también a pensar y sentir de una determinada manera. La cultura, el idioma, los usos y costumbres, van a ir configurando desde los primeros meses las tendencias de pensar, sentir y comportarse del individuo a lo largo de su vida.

    Desarrollo de la personalidad y conducta infantil de niños

    Con esto podemos tener una idea aproximada de lo que es la personalidad, como la tendencia a pensar, sentir y actuar de una determinada manera, que va a estar condicionada, por un conjunto de normas que regulan la convivencia, dentro de la sociedad en que se vive, así como por la expresión de una genética trasmitida por nuestros padres, pero, ¿Cómo se forma la personalidad?

    Dos son los principales mecanismos que empleamos para conformar la personalidad a lo largo del tiempo:

    La experiencia directa, permite a la persona, desde muy pequeño ir probando distintas acciones, y por ensayo y error, aprender aquello que es agradable o desagradable. Lo primero, se convierte en fuente de deseo, generando tendencias hacia su logro; mientras que lo desagradable, se tiende a evitar o incluso huir de ello.

    El aprendizaje vicario, también conocido como aprendizaje observacional, por el cual la persona es capaz de aprender las consecuencias de determinadas acciones, viendo los resultados que estas generan en otros. Por ejemplo, un bebé es capaz de aprender a no tocar las cosas puntiagudas si ve cómo otra persona se lastima al hacerlo.

    Autoestima: cómo ayudar en la formación de la personalidad de los menores Https://t.co/6G8x6TLF0T Pic.twitter.com/I9iPVoG4kJ — CDNLaRioja (@CDNLaRioja) 29 de agosto de 2016

    A través de estos dos mecanismos, vamos a aprender a identificarnos como individuos, distinto del resto, con características propias, como son nuestro cuerpo, nuestra forma de pensar y de actuar. Pero para llegar a este punto han de pasar un tiempo de experiencia y aprendizaje por parte del bebé, tal y como lo demuestra la prueba de la mancha; previamente a la prueba, al pequeño se le ha puesto una mancha (de carmín) en alguna parte de su frente, para con posterioridad colocarle frente a un espejo, para observar su reacción. Si éste trata de tocarse la mancha, se puede concluir de que el bebé tiene conciencia de que ese que está viendo en el espejo es él, es decir, es su reflejo; por lo tanto ya tendría conciencia de sí mismo, como individuo diferente del resto.

    Igualmente con el tiempo, va a ir adquiriendo la conciencia moral, que es aquella que va a regir nuestra conducta a lo largo de la vida, y por la cual, aprendemos qué es lo que está establecido como correcto o incorrecto, dentro de una determinada sociedad. Así, estarán permitidos e incluso fomentados determinados deseos, pensamientos y formas de actuar; mientas otros quedarán prohibidos, perseguidos y castigados.

    Todo ello va a ir conformándonos como persona y estableciendo una determinada forma de sentir, pensar y actuar que fijará nuestra personalidad.

  • Homeopatía: terapia alterantiva

    Homeopatía: terapia alterantiva


    Desde tiempos inmemorables el hombre ha buscado los mejores remedios para combatir las enfermedades, de ahí han surgido muchas técnicas terapéuticas y formas de intervenir en la salud, entre ellas están las denominadas terapias alternativas, de entre las cuales destaca la homeopatía, con la cual se aborda a la persona de forma holística, no sólo se encarga de la prevención y tratamiento de los síntomas y las enfermedades agudas o crónicas, sino que atiende también a las características individuales de cada paciente, para ayudarle a restablecer su equilibrio global natural. Además del historial y el diagnóstico clínico, se tienen en cuenta las características físicas y emocionales de quien acude a consulta.

    La técnica desarrollada a finales del siglo XVIII por el Dr. Hahnemann, abandona los tratamientos empleados por sus contemporáneos, que utilizaban métodos tan agresivos como purgantes y sangrías, para pasar a emplear sustancias llamadas esencias con dosis mínimas; diluidas en alcohol o agua, para ser posteriormente ingeridas por los pacientes.
    La premisa fundamental de ésta técnica, es que lo similar cura a lo similar (simila similibus curantur), de forma que aquello que provoca una enfermedad en una persona sana, puede curar en bajas dosis a una persona enferma; así empleando la quinina, que produce efectos similares a la malaria, se puede tratar ésta.

    Es por ello que la cantidad a ingerir debe de ser mínima, pues una sobredosis provocaría los efectos contrarios a los deseados incrementado así las consecuencias de la enfermedad; igualmente con dosis bajas se impide que se produzca un efecto de adicción a dichas sustancias.
    Asumiendo que el cuerpo tiene la capacidad de curarse así mismo y recuperar su equilibrio natural, las esencias van a ayudarle por un proceso de “dinamización” proporcionando las cantidades “mínimas” necesarias para que se produzca la curación.

    Basado en la ley de la susceptibilidad, una persona que se ha visto afectada en su “fuerza vital” por algún acontecimiento interno o externo, denominado “miasmas”, y por tanto sufre sus síntomas debido a dicha perturbación, tiene la capacidad de recuperarse.
    Originariamente se empleó el término “miasmas”, para denominar al origen de toda enfermedad, entendida ésta como aquella que surge cuando las condiciones son inadecuadas para la salud.
    Posteriormente, el término ha sido equiparado al de los gérmenes, microorganismos capaces de infectar un organismo y trasmitirle determinadas enfermedades. Después del descubrimiento de Pasteur sobre los efectos nocivos de las bacterias, y durante un tiempo, predominó dentro de la medicina tradicional la idea de que cada enfermedad había sido provocada por un tipo diferente de microbio (teoría de los gérmenes).
    A los tres miasmas inicialmente identificados como causantes de psora (sarna), sífilis y sicosis (gonorrea), se añadieron con posterioridad otros ocho más, responsables de las siguientes enfermedades: tuberculosis, vaccinosis, cáncer, malaria, tiña, fiebre tifoidea, lepra y viruela.
    Además de éstos “miasmas” existen otros factores que se consideran origen de la enfermedad, ya que se puede producir por una alteración dinámica interna.



    En la práctica homeopática se rechaza que la enfermedad tenga una entidad propia y ajena a la persona que sufre sus consecuencias;  por el contrario asume que se ha generado en ella, precisamente atendiendo a un desequilibrio interno de dicha “fuerza vital”.
    Dicho desequilibrio se mostraría inicialmente en una alteración en el mundo emocional de la persona, con síntomas como ansiedad; si estos no son tratados, los síntomas pasarán a ser mentales, como irritabilidad, luego a ser conductuales, como el llanto y al final a físicos, como fiebres, erupciones cutáneas o inflamaciones; de ahí la importancia de realizar un correcto diagnóstico para conocer en qué ámbitos de la persona se focalizan los síntomas.
    Para llevar a cabo el diagnóstico sobre los síntomas del paciente, éste debe de pasar por una extensa entrevista, en la cual se le preguntarán distintas cuestiones, no sólo sobre los síntomas que han motivado la consulta, sino también sobre su salud en general, así como sobre su vida mental y emocional, además de algunos hábitos y costumbres, y también sobre los antecedentes familiares de situaciones similares.

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