Terapia de grupo de Gaudibilidad: La combinación de la terapia tradicional con la terapia de grupo de Gaudibilidad permite obtener mejores resultados sobre el tratamiento de la depresión mayor.
El problema de la depresión
Una de las mayores preocupaciones en cuanto al tratamiento de pacientes que presentan depresión mayor es precisamente las recaídas, es decir, que pasado un tiempo vuelvan a manifestarse los síntomas depresivos otra vez.
Desde la psiquiatría se ha avanzado mucho en el tratamiento farmacológico, superando los efectos secundarios indeseados de los primeros fármacos.
Igualmente desde la psicología clínica se han desarrollado algunas terapias específicas de tipo cognitivo conductual que suelen aplicarse como complementarias a la intervención psiquiátrica, y que cuando remiten los efectos más graves de la depresión se convierte en el tratamiento primario, dejando progresivamente el tratamiento farmacológico.
A pesar de lo cual, y una vez la persona se ha recuperado de la depresión, existe un porcentaje importante de recaídas, lo que en ocasiones puede poner en cuestión sobre la eficacia del tratamiento o sobre la “fragilidad” del mismo a lo largo del tiempo, ¿Pero qué se puede hacer para hacer frente a las posibles recaídas?
Recaídas en la depresión
Esto es precisamente lo que se ha tratado de responder con una investigación realizada conjuntamente desde la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el Centro Michoacano de Salud Mental, Secretaría de Salud Michoacán (México) y la Universidad de Toronto (Canadá) cuyos resultados han sido publicados en el 2014 la revista científica International Journal of Psychology and Psychological Therapy.
Para ello ha realizado un estudio piloto sobre los efectos conjuntos del tratamiento antidepresivo tradicional junto con terapia de grupo de Gaudibilidad.
En el estudio participó un reducido grupo de 7 pacientes a los que se les aplicó la terapia de grupo de Gaudibilidad, comparado con el grupo control de 10 pacientes que no la recibió, siendo todos ellos diagnosticados con depresión unipolar, excluyendo así posibles “complicaciones” en el tratamiento.
Todos los participantes pasaron por el mismo tratamiento farmacológico con antidrepresivos y/o benzodiazepan, además de la terapia cognitivo conductual indicada para estos casos aplicado en el centro de salud mental de adultos.
Al primer grupo además recibieron terapia de grupo de Gaudibilidad durante seis semanas, según un plan previamente establecido de 9 sesiones, en donde además del trabajo realizado durante la sesión se les pedía a los pacientes que realizasen diversos ejercicios en su casa que luego eran comentados durante la terapia grupal.
Siendo la Gaudibilidad se define como un constructo que engloba todas aquellos modulares que tienen que ver con la capacidad de experimentar disfrute por parte de la persona, ya sean pensamientos, actitudes,…
Al final de tres meses de tratamientos se les evaluó a todos de forma individualizada, en distintas escalas, pasados tres meses se les volvió a evaluar e igualmente se hizo lo mismo tras dos años desde la finalización del tratamiento.
Los resultados son bastantes prometedores, ya que se encontraron efectos significativos en los que recibieron el tratamiento complementaron de Gaudiebility, un mejoramiento de los síntomas de la depresión, la escala de Gaudibilidad, del cuestionario sobre la calidad de vida percibida y sobre el estado de salud general percibido, pero además, y esto es quizás lo más importante, además se observó cómo estos efectos se mantienen tras tres meses e incluso tras dos años desde la intervención terapéutica.
De lo cual se deduce que incorporando la terapia de grupo Gaudiebility, al tratamiento establecido para los casos de depresión unipolar, se consigue tanto maximizar los efectos de dicho tratamiento, y además se garantiza que los mismos se mantengan como mínimo durante dos años, evitando así la reaparición de síntoma depresivos propios de las recaídas.
A pesar de los buenos resultados alcanzados, los mismos tienen que ser replicado con un mayor número de participantes antes de poder dar por establecida éste nuevo procedimiento conjunto como una mejor forma de hacer frente al tratamiento de la depresión, que según se muestra, no sólo sirve para combatir la enfermedad sino también las posibles recaídas, manteniendo los efectos positivos incluso un año después del tratamiento.
Discapacidad Intelectual: Entrevista a D. Javier Luengo, Director Gerente de FEAPS Madrid, quien nos responde a las preguntas más importantes para conocer la Discapacidad Intelectual.
A continuación transcribo segunda parte de la entrevista realizada a D. Javier Luengo, Director Gerente de FEAPS Madrid, quien nos responde a las cuestiones más importantes que nos solemos plantear alrededor del mundo de la Discapacidad Intelectual.
– ¿Cuáles son las Discapacidad intelectuales más frecuentes?
La discapacidad intelectual, definida como la limitación que presenta una persona cuando interactúa con su entorno, es también denominada discapacidad cognitiva y es una disminución en las habilidades cognitivas e intelectuales del individuo. Entre las discapacidades cognitivas podríamos destacar: el autismo, el síndrome de Down, el Síndrome de Asperger y el Retraso Mental.
Es cierto que, desarrollar una clasificación que permita interpretar los contenidos que engloba el término discapacidad intelectual o del desarrollo y los diferentes tipos de discapacidad ha sido una de las inquietudes de los organismos, asociaciones y profesionales que trabajamos en el ámbito de la discapacidad, porque esos contenidos nos han de ayudar a tener una visión positiva y decidida hacia la persona.
Para poder utilizar una terminología común y definir los tipos, cuando hablamos de discapacidad no podemos por menos que clasificar y describir a la persona en base a sus capacidades y limitaciones en distintas dimensiones, en su relación con el medio y en análisis y la determinación de los apoyos que necesite (intermitente, limitado, extenso y generalizado) y dirigir todas nuestras acciones a encontrar los apoyos adecuados y necesarios para cada persona.
– ¿A qué problemas de integración se suelen enfrentar las personas con Discapacidad Intelectual?
En el caso de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo los principales problemas con los que se encuentran tienen que ver con la comunicación. Se encuentran con barreras que se refieren sobre todo a la accesibilidad cognitiva. En este caso, es preciso destacar que las personas de nuestro colectivo, en una gran mayoría, necesitan adaptaciones que les permitan acceder a la información de una manera fácil y comprensible.
En ese sentido, el que las personas con discapacidad intelectual puedan disfrutar en espacios y entornos normalizados tiene mucho que ver con la accesibilidad de la información, pero también con los apoyos personales que se necesitan.
Otro problema y muy importante para la integración es una cuestión puramente social. Aunque hemos avanzando mucho todavía existen reticencias, tabúes y falsas creencias sobre la discapacidad intelectual.
– ¿Qué falsas creencias existe en la población general sobre la Discapacidad Intelectual?
Aún sigue persistiendo, aunque como decía antes eso va cambiando, la idea de que las personas con discapacidad intelectual “no son capaces”, que no pueden trabajar, estudiar o llevar una vida normalizada, cuando lo cierto es que si les damos los apoyos personales y si adaptamos el entorno, las personas con discapacidad intelectual pueden y tienen mucho que aportar.
A veces, que parte de la sociedad tenga reticencias puede deberse a que generalmente tememos aquello que no conocemos. Por eso en FEAPS Madrid damos tanta importancia a la sensibilización social y apelamos a la implicación de instituciones públicas y privadas en ello. Si damos a la sociedad la oportunidad de acercarse a la discapacidad, estaremos avanzando mucho y rompiendo esas barreras mentales que son las que impiden a las personas con discapacidad intelectual su participación plena.
– ¿Se ha producido un incremento de casos de Discapacidad Intelectual en los últimos?, y de ser así ¿A qué cree que es debido?
Según los datos de la propia Comunidad de Madrid, el número de personas con discapacidad intelectual ha pasado de algo más de 21.300 en 2003 a 30.000 en 2012. Los grandes avances que ha habido en los últimos años en materia de diagnóstico, especialmente en trastornos del desarrollo, junto con la detección precoz y la apuesta de la sociedad por la inclusión social son factores que han contribuido al aumento de esta cifra.
– ¿Existen diferencias hombre-mujer en cuanto a la Discapacidad Intelectual?
Hablando numéricamente, el porcentaje de hombres con discapacidad intelectual es, según las estadísticas, ligeramente más alto que el de mujeres, aunque no de manera significativa, si bien es cierto que, en algunos síndromes, como en el caso de los trastornos del espectro del autismo, la prevalecía indica que hay 1 mujer afectada de cada 4 hombres diagnosticados.
Si hablamos socialmente, existen grandes diferencias entre hombres y mujeres. Las personas con discapacidad intelectual son una parte de la sociedad y como tal, también refleja sus carencias. En este sentido, la mujer con discapacidad intelectual está tremendamente discriminada. Nosotros hablamos de la triple discriminación que conlleva, ser mujer, tener discapacidad y ser ésta de tipo intelectual. Si hablamos de las mujeres con discapacidad intelectual que son madres entonces su discriminación aumenta de manera exponencial.
– ¿Cuáles son las causas de la Discapacidad Intelectual?
La discapacidad intelectual está definida como aquella que surge o se desarrolla en los niños antes de los 18 años.
A grandes rasgos podemos decir que hay cuatro categorías de factores pueden darse antes, durante o después del nacimiento de un niño. Se trata de:
Trastornos genéticos (como el síndrome de X Frágil, la fenilcetonuria, el síndrome de Lesch-Nyhan) son transmitidos al niño a través de los genes en el momento de la concepción.
Trastornos cromosómicos: suceden durante el proceso de disposición de los cromosomas. Los más frecuentes son el síndrome de Down, el síndrome de Prader-Willi y el síndrome de Angelman.
Causas biológicas y orgánicas: aparecen antes, durante o después del nacimiento. Las principales causas prenatales son el sarampión y la rubeola durante el embarazo, el consumo de toxinas o de ciertos medicamentos. En cuanto a los factores perinatales (durante el alumbramiento), cabe destacar la exposición a toxinas o infecciones (por ejemplo el herpes genital), la presión excesiva en la cabeza o la asfixia. Por último, pueden darse algunas causas postnatales como un traumatismo craneano o una meningitis.
Causas ambientales: por ejemplo, carencias alimenticias de la madre durante el embarazo, el consumo de drogas o alcohol, la falta de estimulación física y sensorial y la carencia de atención sanitaria.
– ¿Existen tratamientos para la Discapacidad Intelectual?
Hay que partir del hecho de que la discapacidad intelectual no es una enfermedad, aunque a veces sea consecuencia de ello. Partiendo de esto, la discapacidad intelectual no puede ser entendida como algo que se cure. Se trata de una limitación en el funcionamiento de la persona que es consecuencia de la interacción de las capacidades limitadas de esa persona con el medio en el que vive.
Dicho esto, la discapacidad no es algo estático, pues con los apoyos adecuados, una persona con discapacidad mejorará en su funcionamiento y su ajuste en el contexto social, físico y cultural en el que viva.
Sin duda el momento más importante es el de la detección. En el mismo momento que un niño nace y se diagnostica cualquier tipo de discapacidad intelectual o del desarrollo, es preciso que reciba lo antes posible el tratamiento adecuado, que es lo que denominamos Atención Temprana. Se trata de un conjunto de acciones de logopedia, estimulación, psicoterapia, psciomotricidad, terapias complementarias, etc.
Estos tratamientos de Atención Temprana, son vitales porque marcan las posibilidades de desarrollo y autonomía futura de las personas con discapacidad intelectual y porque cuando son llevados a cabo a tiempo pueden prevenir, en ocasiones, la aparición futura de un trastorno del desarrollo.
– ¿Hasta qué punto son eficaces esos tratamientos de rehabilitación y reeducación en la Discapacidad Intelectual?
Los tratamientos de atención temprana son vitales como ha quedado dicho, pues determinan el futuro de la persona. Toda intervención precoz ante cualquier tipo de deficiencia, discapacidad o alteración puede mejorar el desarrollo global del niño hasta el punto de reducir considerablemente sus limitaciones y paliar los efectos de una posible situación de dependencia futura.
Tras una detección y un tratamiento temprano, es importante identificar a las personas y sus necesidades en base a sus potencialidades y a sus limitaciones.
Identificar las necesidades de apoyo que demande su relación con el medio en el que se desenvuelve es lo que nos ayudará a poder determinar qué apoyos necesita en cada momento de su vida.
Preparar a la persona para su desarrollo social, educativo, laboral, etc, implica una intervención continua y en la que todos podemos colaborar, ya sea con apoyos intermitentes, limitados, extensos o generalizados en cada momento que la persona lo necesite.
– ¿Cuál es el papel de los familiares para las personas con Discapacidad Intelectual?
El papel de las familias es vital. No sólo de la familia entendida en el concepto tradicional, sino su más amplio término, entendida esta como el círculo de personas que es importante para las personas con discapacidad.
Tenemos que tener en cuenta que la familia es el principal apoyo de la persona con discapacidad. Son los primeros que tienen que creer en su inclusión plena y perder el miedo, pues a veces se ha podido pecar por parte de todos de sobreprotección, que lejos de ayudar a la persona la impide desarrollarse. Este aspecto también está cambiando.
Se puede contactar con nosotros en el 91 501 83 35, por correo electrónico feapsmadrid@feapsmadrid.org y a través de las redes sociales @FEAPSMadrid, @Javier_luengo
Además nos pueden conocer en nuestra web www.feapsmadrid.org
Desde aquí mi agradecimiento a D. Javier Luengo, Director Gerente de FEAPS Madrid, por haber respondido a las preguntas más importantes sobre al Discapacidad Intelectual, lo que nos ayuda a conocer y comprender ésta realidad.
Cuando sufrimos una enfermedad, esto va a afectar a nuestro estado de ánimo, sobre todo si esta es incapacitante o conlleva dolor como en el caso de la artritis.
La artritis
Cuanto más incapacitante sea y con ello más dependiente nos haga de la ayuda de los demás, más nos afectará en nuestra autoestima y nuestro estado de ánimo en general.
Igualmente cuanto el dolor se hace constante, es va a afecta además a nuestro humor, volviéndonos irritables y susceptibles, creando en algunos casos un estado continuo de tensión con los que se convive.
Pero cuando la enfermedad se mantiene en el tiempo y el dolor no cesa, eso puede desencadenar en un trastorno psicológico como la depresión mayor, ¿Pero qué sucede con la artritis?,
La artritis es una enfermedad por la cual se inflaman las articulaciones haciendo que éstas duelan.
La importancia de haber seleccionado la artritis es que según algunos estudios, afecta a 1 de cada 5 adultos en EEUU.
Basándose en lo anterior, y tal y como se ha dicho, pero ¿Está relacionada la artritis con la depresión mayor?
Depresión y artritis
Esto es precisamente lo que se ha tratado de responder con una investigación realizada desde la Facultad de Trabajo Social, Universidad de Toronto (Canadá) cuyos resultados han sido publicados en el 2014 en la revista científica Depression Research and Treatment.
Al tratar de conocer los efectos de una enfermedad crónico en el tiempo, se ha diseñado un estudio longitudinal durante 12 años, donde se han tomado medidas del nivel de depresión cada 2 años.
Se seleccionaron dos grupos de participantes de macroestudio del The National Population Health Survey (NPHS) que se inició en 1994.
Un primer grupo de personas que padecían artritis compuesto por 138 mayores de edad, y otro que no sufría artritis que servirá grupo de comparación de 78 mayores de edad.
Los resultados informan sobre una clara relación entre la edad y la presencia de depresión, aunque los resultados sobre la remisión de los síntomas han sido cuanto menos sorprendentes ya que los mayores de 55 años, se han recuperado mucho antes que los más jóvenes, aspecto que no han sabido explicar adecuadamente.
Además esta relación muestra que se tarda más en superar la artritis cuando está presente un estado de depresión que el grupo control, algo que puede ser hasta comprensible, si tenemos en cuenta que un estado depresivo tiene una incidencia directa en el estado general de salud y en el sistema inmunitario en concreto, retardando la recuperación del organismo ante cualquier lesión o infección.
A parte de los resultados más o menos esperable, al haber usado muchos datos del macroestudio ha permitido obtener conclusiones todavía pendiente de corroborar por otros estudios, como son que la artritis tarda mas en superarse cuando va acompañada de migrañas, igual resultado se ha obtenido cuando el participante sufrido situaciones abusos durante la infancia, o los padres han sido consumidores de sustancias adictivas.
Aspectos estos, la migraña, el abusos infantil y el uso de sustancia adictivas por parte de los padres, que se habían relacionado con anterioridad con la depresión, pero no con la artritis.
Los autores destacan al importancia de sus hallazgos debido a los efectos negativos de la depresión en la artritis como son el incremento de la dependencia, la disminución del seguimiento del tratamiento e incluso la ideación de suicidio.
En ocasiones al tratar una determinada enfermedad, se producen efectos positivos en otra padece la persona, tal es el caso de la epilepsia y la depresión mayor.
La epilepsia es un trastorno neurológico, por el cual, quien lo padece sufre descargas eléctricas descontroladas por la corteza cerebral, lo que se conoce como ataque epiléptico, lo cual va acompañado de agitación motora, con espasmos y convulsiones de los músculos, pérdida de conciencia, y hasta caídas.
Previo al ataque epiléptico se suele producir lo que se conoce como petit mal, en ocasiones con crisis de ausencia, donde la persona parece estar como «ausente», sin darse cuenta de lo que le sucede a su alrededor.
Pero no siempre que sucede el petit mal va a ir acompañado de una crisis epiléptica.
La gravedad del paciente depende tanto de la edad de inicio de estos ataques así como del número de estos que se producen durante la semana.
El tratamiento en estos casos suele orientarse a controlar los ataques epilépticos, para lo cual se utilizan fármacos anticonvulsivos con los que controlar la aparición incluso del petit mal, pero ¿Es este el único tratamiento válido aplicable para el control de la epilepsia?
Esto es precisamente lo que trata de averiguar un reciente estudio realizado por el Hospital Privado de Belmont, la Universidad Tecnológica de Queensland y la Universidad Griffith (Australia), publicado recientemente en el Journal of Psychology and Psychotherapy.
En ésta ocasión se trata de una investigación de caso único, es decir, donde se describen los efectos de la intervención en una sola persona, en concreto de una mujer sin antecedentes familiares de epilepsia. Ésta paciente ha abusado del alcohol, y padecido durante más de veinte años un trastorno de depresión mayor, habiéndose constatado ideaciones suicidas.
A ésta paciente se le administró un tratamiento empleado para el caso de la depresión mayor, mediante la terapia electro-convulsiva, que consiste en administrar descargas breves al cerebro mediante electrodos.
Lo que tiene efectos secundarios leves como dolor de cabeza, confusión o pérdidas de memoria.
Se le aplicaron ocho sesiones de terapia electro-convulsiva durante cuatro semanas con el objetivo de tratar la depresión que sufría.
Un resultado inesperado fue la reducción significativa de las crisis epilépticas que sufría la paciente, algo que ni buscaba la intervención ni se esperaba.
El hallazgo permite abrir una nueva línea de investigación al respecto, ya más específicamente con pacientes sin trastorno de depresión mayor.
A pesar de los cual los resultados de éste estudio deben de tomarse con precaución debido a las peculiaridades del historial clínico de la paciente que incluye adicción al alcohol, haciendo que sus resultados sean difícilmente extrapolables a otros casos.
Los autores del estudio han revisado la bibliografía de casos similares, encontrando que no hay antecedentes con el objeto estudio de aplicar la terapia electro-convulsiva a pacientes con epilepsia, si no casos como el suyo, que se tratan otras psicopatologías que se presentan a la vez.
El estudio además cuenta con una clara limitación ya que se ha sido realizado sobre una sola persona, por lo que es difícil poder extraer conclusiones de qué sucedería en el resto de los pacientes que sufren epilepsia si se les administrase la terapia electro-convulsiva.
Dicho lo cual, abre una puerta de esperanza alternativo al tratamiento farmacológico que actualmente se administra, prácticamente para toda la vida.
Ahora queda investigar no sólo si estos efectos son consistentes en pacientes que sólo muestran epilepsia, si no también comprobar si son definitivos, es decir, una cura a ésta patología, o bien son temporales por lo que requeriría de una nueva intervención.
Igualmente y una vez corroborado su eficacia se han de establecer los parámetros más técnicos como el número de sesiones, la intensidad de la terapia, la edad indicada para el tratamiento así como las contraindicaciones, todo ello antes de considerarlo una alternativa real para el tratamiento de la epilepsia.
Los pequeños desarrollan sus habilidades jugando con otros niños pero cuando existe un problema motor esto puede traer consecuencias como en el caso del autismo.
Diversion Autismo
El trastorno del espectro autista, tal y como se denomina actualmente, abarca tanto al autismo como al Síndrome de Asperger, está caracterizado por un importante retraso en el desarrollo de habilidades sociales, y lingüística, en comparación con los pequeños de su misma edad.
Este retraso hace que los demás no quieran jugar con el pequeño con el trastorno del espectro autista, lo que le puede llevar a una situación de aislamiento, lo que a su vez va a repercutir en un menor desarrollo de habilidades sociales, ya que no ha tenido el medio adecuado ni la estimulación precisa para poder ir desarrollándose como los demás.
Si hasta ahora se ha considerado que todos estos retrasos en el desarrollo de habilidades obedecían la misma causa, al trastorno del espectro autista, sin tener en cuenta que a lo mejor alguna de ella es requisito necesario para desarrollar otras, ahora se está empezando a conocer que existen habilidad llave o puente, que no necesarias desarrollar previamente para el normal desarrollo de otras.
Tal es el caso del desarrollo psicomotor, aspecto escasamente evaluado y tenido en cuenta en este trastorno, debido a que existen otros retrasos más llamativos y preocupantes como es el del lenguaje.
El desarrollo motor sería una de estas habilidades llave o puente, ya que su falta de desarrollo es algo que sin duda va a repercutir muy negativamente en la forma de interactuar con sus iguales, tan necesario para poder desarrollar las habilidades sociales que le equiparen con el resto, ¿Pero se produce realmente un retraso motor en los niños que tienen un trastorno del espectro autista?
80C8ehoQnmA https://youtu.be/80C8ehoQnmA
Juego Autismo
Esto es precisamente lo que han tratado de averiguar investigadores de la Universidad Estatal de Texas (EEUU) junto con la Universidad Fayoum (Egipto) publicado recientemente en Journal of Child and Adolescent Behavior.
Para ello compararon la ejecución de 21 niños diagnosticado con trastorno del espectro autista con otros 21 de similares características.
A todos ellos se les pasó un test estandarizado sobre la motricidad gruesa recomendado a pequeños entre 5 y 10 años denominado Test of Gross Motor Development-2 (TGMD-2).
Los resultados informan de una ejecución menor entre los pequeños afectados con el trastorno del espectro autista frente al grupo de comparación. Mostrando los primeros pobres resultados en el sesenta por ciento de los caso y muy pobre los restantes. Mostrándose con peor ejecución tanto en las tareas locomotoras como en las habilidades de control motor. Capacidades que para esas edades son fundamentales para un desarrollo social normal, en donde se comparten juegos, corriendo,… viéndose estos pequeños con el diagnostico de trastorno del espectro autista reducido en sus posibilidades de interacción, lo que puede explicar el retraso social que mostrará a edades más avanzadas. Tal y como indican los autores del estudio esta aportación es fundamental para educadores y terapeutas, ya que pone de relieve un área de intervención que había sido poco atendida, a pesar de la importancia en en el desarrollo social del pequeño ya comentado.
A pesar de que el número de participantes con trastorno del espectro autista es limitado, los resultados nos permiten acercarnos a unas habilidades llave o puente que hacen necesario su conocimiento para establecer planes de intervención específicos para esta habilidades, ya que un buen desarrollo en estas permite mejorar indirectamente otras habilidades tan importante como las sociales.
Uno de los problemas de las personas con VIH es que sufren la estigmatización social lo que a veces lleva a desarrollar algunas psicopatologías como la adicción.
El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) es el causante Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida), y está caracterizado por el ataque al sistema inmune de la persona, haciendo que éste quede vulnerable y expuesto sin defensas, de forma que hasta el catarro más pequeño puede poner en riesgo su vida.
Si inicialmente los pacientes con ésta enfermedad solían presentar en un importante número de casos además adicción a las drogas, en los últimos años se ha observado cómo esa tendencia a cambiado, siendo ahora la adicción más extendida entre este tipo de pacientes hacia el consumo de alcohol.
Se ha observado en éstos pacientes un significativo aumento del estrés, lo cual parece estar directamente relacionado con la adicción al alcohol, aunque no queda claro si la persona ingiere alcohol para «calmar los nervios», o es el alcohol el que altera el cerebro aumentando el estrés del paciente.
Algunos teóricos señalan que el estrés sufrido por las personas con VIH no tiene que ver con condiciones internas, si no por la presión externa, sobre todo debido a la estigmatización de la enfermedad, y lo que ello acarrea, lo que provoca la presencia de un estrés crónico.
Pero no sólo el estrés parece estar con un mayor consumo de alcohol, si no también las situaciones contrarias, la depresión, donde investigaciones anteriores han planteado que uno de cada tres personas con depresión tienen problemas de adicción al alcohol.
Entre los pacientes con VIH, alrededor del treinta por ciento sufren depresión aunque sea en estados leves del trastorno, pero ¿Se puede afirmar que exista una relación estrecha entre el padecimiento del VIH y la adicción al alcohol?
https://youtu.be/LOwDfQgQk1g
Es precisamente esto lo que intenta descubrir un reciente estudio realizado por la Universidad Internacional de Florida (EE.UU.) publicado en Journal of Alcoholism & Drug Dependence.
En el estudio participaron 400 pacientes diagnosticados con VIH, que llevan sufriendo entre 2 a 29 años la enfermedad.
De ellos la mitad nunca habían bebido (grupo control), un tercio bebían como mínimo una vez a la semana, y los restantes bebían siete o más veces al día.
A todos los participantes se les evaluó el estado de ánimo, para conocer los niveles de depresión y de ansiedad de los pacientes.
Los resultados informan de una relación significativa entre la depresión y el abuso de alcohol, siendo los que más consumían los que más casos de depresión sufrían.
Iguales resultados se encontraron con los pacientes con VIH que exhibían casi en un noventa porciento problemas de ansiedad.
A pesar de las evidencias que concluyen lo que ya se había señalado desde estudio parciales anteriores, los autores no presentan una explicación causa-efecto, ya que el alcohol modifica el cerebro y con ello la forma en la que éste procesa las emociones.
Por lo que los autores se conforman con exponer los datos y la explicación circular que relaciona el alcohol y los trastornos del estados de ánimo.
Además y tal y como señalan los propios autores del estudio, los resultados no pueden ser generalizables al haberse acotado los participantes a los que vivían en el sur de Florida, siendo necesario nuevas investigaciones antes de dar por establecida esta relación entre el VIH y la adicción al alcohol.
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