La cara es nuestra mejor tarjeta de presentación, ¿Qué dice de nosotros?, en el siguiente artículo se analliza cómo las emociones quedan reflejado en él.
La cara, el reflejo del alma
La cara, y su gesticulación se ha convertido en un importante elemento que nos sirve tanto para expresar emociones como para identificarlas en el otro, tal es así que los bebés prestan más atención a los rostros que a cualquier otro estímulo, por lo que podemos afirmar que estamos predispuestos a analizar caras.
Nuestra cara tiene más de treinta músculos que se controlan mediante nervios craneales como el facial, el oculomotor, el troclear, o el trigémino, de donde recibe información propioceptiva el cerebro que le sirve para identificar sus propias emociones a la vez que activa la musculatura para expresarlas.
Aunque se han identificado algunos patrones sobre la expresión de las emociones, parece que existe un alto componente de aprendizaje social en las mismas, ya que según los estudios multiculturales, según en qué región del mundo nos encontremos la misma emoción se puede expresar de una forma u otra, a pesar de lo cual casi todos reconoceríamos estos rasgos:
– Cierre de cejas, curvándolas y elevándolas , piel estirada bajo los ojos, arrugas horizontales en la frente, párpados y mandíbula abierta, ante una sorpresa.
– Cejas cerradas contraídas, arrugas en el centro de la frente, párpado superior abierto, boca y labios abiertos o tensos, para el miedo.
– Labio superior elevado, mejillas levantadas, cejas bajas, nariz arrugada, para el disgusto.
– Cajas bajadas y contraídas sobre sí, párpado interior tenso, labios apretados, lineas verticales en las cejas, para la cólera.
– Comisura hacia atrás y arriba, mejillas levantadas, arrugas bajo el párpado inferior, arruga de “pata de gallo”, pliegue naso-labial, para la felicidad.
– Ojos hacia arriba, comisura de labios inclinada hacia abajo, angulo de los párpados superiores levantados, para la tristeza.
¿Cómo influye nuestro rostro en otros?
Basado en que los miembros de una misma sociedad comparten rasgos claramente identificativos en cuanto a su expresividad de las emociones a través de la cara, se han desarrollado una serie de técnicas que automatizan éste proceso, pudiendo detectar cualquier emoción simplemente con una imagen de la cara de la persona. A estas técnicas se han denominado, técnicas de reconocimiento automático de emociones.
Una capacidad, la de identificar las emociones en los rostros de los demás que desarrollamos desde los primeros momentos gracias al desarrollo de la capacidad de imitación de los bebé. Habilidad que lejos de ser estable en el tiempo va decreciendo con la edad, al menos así lo ha demostrado un recientemente publicado en el Psychological Science realizado por Max Planck Institute for Human Development de Alemania.
El estudio inicia con una comprobación de los resultados previos, en que se observa cómo los hombres tienen mayores dificultades que las mujeres en el reconocimiento de emociones en el «otro», necesitando para ello mayor tiempo de exposición a la cara emocional a identificar antes de poder dar una respuesta correcta. Igualmente se constató cómo las personas mayores tienen mayor dificultad que los jóvenes en analizar las emociones de sus semejantes.
El estudio realizado a 100 parejas en dos grupos de edad, entre los 20 y 30 (grupo de jóvenes) y entre los 70 y 80 (grupo de ancianos) en el que se observó cómo se comportaban y si eran capaces de identificar las emociones de sus parejas, observando un resultado similar en ambos grupos. Ésta aparente mejoría, ya que antes el grupo de ancianos tenían peores resultados, se explica debido a que la experiencia previa acumulada, dada por la convivencia de pareja hace que existan otras señales que se utiicen para conocer qué es lo que está sintiendo más alla de la expresión de su cara.
¿Cuál es el rostro perfecto? Pic.twitter.com/3MnuB1cC4V — infobae (@infobae) 6 de septiembre de 2016
Igualmente y también dentro de la búsqueda de características identificativas de las emociones, se han desarrollado técnicas de búsqueda de patrones de voz, donde se ha comprobado cómo se producen “distorsiones” en nuestra producción verbal cuando estamos sometidos a determinadas emociones como al estrés, pudiendo de ésta forma complementar los resultados del estudio de nuestra expresión facial.