Autor: Dr. Juan Moisés de la Serna

  • ¿Qué explica las diferencias de Inteligencia, la genética o la cultura?

    ¿Qué explica las diferencias de Inteligencia, la genética o la cultura?

    La inteligencia ha sido definida tradicionalmente como la capacidad de resolución de forma satisfactoria de una serie de cuestionarios «estandarizados» para la población «diana» determinado por la genética, pero ¿Cual es el papel de la cultura?.

    Esto quiere decir, que el cuestionario o test ha sido validado con muestras menores antes de administrarse a la población general, y que cuenta con validez interna y externa, es decir, mide lo que se quiere medir, y además está especialmente diseñada para un determina colectivo y rango de edad.
    Si bien el uso de los cuestionarios de inteligencia surgieron ya en el siglo XIX, han sido muchos los detractores de estas pruebas por considerarlas «injustas», al querer evaluar a toda la población «por el mismo rasero».
    A principios del siglo pasado se creó una polémica sobre los estudios realizados por las fuerzas armadas que analizaban la relación entre la inteligencia y la raza, es decir, analizaban los resultados obtenidos entre la población americana en función de si el participante era blanco o negro, y entre los «nativos» americanos y los inmigrantes, concluyendo que los blancos de procedencia anglosajona tenían mejores resultados que otros grupos raciales y que los inmigrantes cuya lengua materna no era el inglés. Todo ello motivó la modificación de las políticas educativas encaminadas a «compensar» dichas diferencias.
    Estudios posteriores dejaron en evidencia dichos resultados debidos a los «fallos» en las pruebas empleadas los cuales no tenían en cuenta el «argot» propio de las población diana que se quería analizar, siendo necesario adaptar dicho test en función de a quién se dirigía.
    En los últimos meses se ha creado un gran revuelo en EE.UU. con respecto a la medida de la inteligencia. Un reciente estudio indica que los latinos (americanos de procedencia hispana) muestran niveles de inteligencia por debajo de los blancos y por encima de la de los negros. Unos resultados que han «encendido» a los medios de comunicación y movilizado a la población, en contra de éste «racismo intelectual», que resalta las diferencias y pone a unos sobre otros.


    https://youtu.be/vwVEvi_FFiE

    El coeficiente de inteligencia es una medida de nuestra capacidad de resolución de una serie de pruebas diseñadas y preparadas por los psicólogos, las cuales siguen unas estrictas normas de control establecidas por la psicometría (ciencia de la medida) de forma que sus resultados son válidos y fiables para la población que se aplica.
    Gracias a ello, se puede predecir el nivel de éxito académico, y con ello también el futuro profesional de los alumnos, mucho antes de que éstos sean capaces de ser conscientes de sus habilidades y posibilidades; igualmente se usa en el campo de la selección de personal como encontrar al candidato ideal para el puesto, que no tiene porqué ser ni el mejor cualificado ni el que más experiencia tiene.
    A lo largo de los años se ha ido perfeccionando y mejorando la psicometría de forma que su fiabilidad es bastante alta, es por ello que las empresas deciden «su futuro» en función de los resultados de las evaluaciones realizadas por los servicios de Recursos Humanos.
    El concepto mismo de inteligencia ha sido cuestionado, entendiéndose que no es algo unitario sino que existen inteligencias múltiples, inteligencia espacial, inteligencia verbal, inteligencia matemática, inteligencia musical,… En los últimos años ha prestado especial atención la inteligencia emocional, la cual está muy relacionado con la relación materno-filial y el estilo educativo familiar.
    Otra polémica sobre la inteligencia es la que tiene que ver sobre la «base» de la misma, actualmente y después de grandes discusiones entre los que defendían un origen ambiental frente a los de origen genético, actualmente se considera que el 80% de la inteligencia es de base genética y que su desarrollo y potencialidad queda sujeto al esfuerzo y dedicación del 20% restante. Un reciente estudio conjunto realizado por Universidad VU de Amsterdam, Universidad de Amsterdam y la Universidad Tilburg, publicado en el 2014 Psychological Science donde se realiza un análisis bibliográfico de 23 estudios anteriores sobre ésta cuestión.
    Los resultados de este estudio contradicen las actuales teorías dominantes sobre la inteligencia, indicando que la genética tiene un mayor valor debido un homogéneo efecto de la cultura donde se vive, el cual va a potenciar determinados desarrollos que van a mantenerse en el tiempo en un determinado lugar.


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  • ¿Cómo superar la pérdida de un padre o una madre?

    ¿Cómo superar la pérdida de un padre o una madre?

    Normalmente cuando se habla e dolor se piensa en el dolor “físico”, es decir, aquel que tiene una causa externa, percibida a través de los sentidos, y transmitida al cerebro para su procesamiento, pero existe otro dolor, de origen psicológico, denominado duelo.

    Ante la pérdida del Padre

    El duelo, que experimenta una persona cuando pierde a alguien o algo querido, cuanto mayor sea la proximidad física y emocional hacia esa persona, o la estima que se le tiene a ese objeto, mayor efecto tendrá sobre sus emociones. Es cierto, que “no se puede comparar” la pérdida de un familiar, con la de un perro, o la de un juguete que se tenía desde pequeño, pero la vivencia psicológica puede ser igual de intensa en los tres casos, ya que depende del cariño que se le tuviese.
    El “dolor” que se siente es tan profundo que puede llegar a ser incapacitante, lo que además va a ir acompañado de un estado de ánimo decaído, con pérdida de interés por las actividades que antes le resultaban “placenteras”, buscando el aislamiento y el distanciamiento de los demás, especialmente de aquellos que “le recuerden” la pérdida, llegando en ocasiones a querer cambiar de lugar de vivir para evitar encontrarse con “sus recuerdos”.
    Quizás los “dolores” más intensos para los hijos, provenga de la pérdida de sus progenitores, especialmente de la madre, ya que es sobre dicha figura donde recaen las tareas de atención, protección, alimentación y cuidado, además de ser la primera figura de apego.


    Vídeo recomendado: Programa Hoy – Pasos practicos para superar un duelo

    Ante la pérdida de la Madre

    Para lograr superar el “tránsito” del duelo, hay que ir pasando por una serie de etapas, que van a conducir al “superviviente” a aceptar su “nueva condición”, sabiendo que esa persona querida que ha pasado por su vida, nunca dejará de estar presente de una forma u otra. Según Kübler-Ross se ha de pasar cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
    Incluso aunque llegue un “sustituto”, un padrastro o madrastra, eso no va a hacer olvidar el dolor sentido por la pérdida, aunque sí lo mitiga en la medida que “rellena” parte del el vacío afectivo que dejó la “separación”, lo que va a permitir a la persona “descargarse” de los pensamientos recurrentes que suele acompañar al duelo, tales como “Si lo hubiese sabido….”, “Si en vez de…”, “Si le hubiese dedicado más tiempo…”; pensamientos que pueden generar “falsos” sentimientos de culpa, en el que la persona puede llegar a “caer”, atribuyéndose la responsabilidad de unos hechos, que en la mayoría de los casos son imprevistos y alejados a su control.
    En todas las sociedades se establecen determinados rituales en torno al difunto, que no hacen si no servir como manifestación pública de dolor, lo que a la larga va a ayudar a los “supervivientes”, ya que han tenido la oportunidad de comunicar sus sentimientos, y de que los demás le den muestras de apoyo y cariño, todo lo cual va a facilitar el “transito” que implica también un cambio de rol, donde el cónyuge se convierte en viudo/a, y el hijo/a en huérfano.
    Participar en dichos ritos hace que el menor sienta que está «actuándo», haciendo algo, para «honrar la memoria» de su progenitor fallecido, y que además cuenta con el apoyo de familiares y amigos que le acompañan, lo que le ayuda a asumir la «pérdida» y a hacerse conciente de ello.
    A cada edad se le tiene que ayudar al menor a asumir la noticia, aunque en el caso de los más pequeños todavía no tienen incorporado la noción de «muerte» como algo permanente, siempre hay que decirles la verdad, pero de forma que puedan entenderlo.


    Ante la pérdida de los padres

    Aunque el tiempo parece jugar un papel importante como «catalizador» produciendo efectos «sanadores» al distanciar a la persona del suceso doloroso, se han desarrollado una serie de técnicas que buscan ayudar a superar la situación; para ello, los centro educativos suelen contar con un counseling u orientador escolar, el cual emplea técnicas de juego para expresar los sentimientos del menor, así como para ayudarle mediante «metáformas» a comprender la nueva situación en su vida, facilitando así el «tránsito» del duelo, haciendo que éste no deje «secuelas» en la vida adulta.
    Al menos así lo afirma un reciente estudio realizado conjuntamente por Georgia Southern University y University of Alabama publicado recientemente Professional School Counseling, en donde diseñan un plan de intervención del duelo en la escuela, buscando que dentro de su «ambiente natural» de la escuela encuentren el apoyo y la ayuda necesaria en estos momentos difíciles.

  • ¿Sabias que dormir poco pone en riesgo tu salud y además engorda?

    ¿Sabias que dormir poco pone en riesgo tu salud y además engorda?


    Uno de los procesos más sensibles de nuestro organismo es el sueño, el cual de forma natural se rige por un ciclo de ocho horas diarias en los adultos, coincidiendo normalmente con la noche.

    El sueño lejos de ser “un tiempo perdido” tal y como se afirmaba con anterioridad, se considera hoy imprescindible para multitud de procesos, que se producen durante la noche, tanto a nivel psicológico, en cuanto a consolidación de las huellas de memoria, incorporando nuevos aprendizajes, como a nivel biológico, dando tiempo al organismo a los procesos de restauración y recuperación de la salud, sobre todo lo relacionado con el sistema inmune, el cual aumenta considerablemente su actividad en ésta fase de “desconexión” de la conciencia.
    Pero tal y como se ha indicado, éste proceso es muy sensible a los cambios tanto biológicos como psicológicos de la persona. A nivel biológico, el tiempo de sueño necesario para descansar y reponerse va a variar en función de la edad, desde los primeros momentos en que existe un “descontrol” en cuanto al horario y número de horas que duermen los bebés, hasta las ocho horas que se suele instaurar a partir de la infancia y que va a acompañarnos el resto de nuestra vida.
    A pesar de lo cual existen diferencias en cuanto a la manera que dormimos, ya sea en los jóvenes que trasnochan para estudiar o ir de fiesta y que “acumulan” ese sueño para recuperarlo todo seguido, independientemente de que sea de día o de noche; hasta las noches “interrumpidas” de los más mayores, incapaces de conciliar el sueño de ocho horas seguidas, viéndose truncado durante unos minutos en la madrugada, antes de volver a dormir.


    Vídeo Recomendado:

    Hay que tener en cuenta que además puede verse afectado por factores externos que modifican el número de horas o el momento en que se descansa, así fenómenos como el trabajo por turnos y el nocturno, hace que muchas veces, se tenga que estar trabajando cuando los demás duermen.
    En la literatura al respecto se ha constatado, desde hace mucho, los nocivos efectos que sobre la salud se produce al no tener un sueño reparador de calidad y durante la noche, afectando tanto a la capacidad retentiva y de atención, como a nivel metabólico, pudiendo llegar a ser dramático cuando la persona “deja de dormir” durante días, pues ese cansancio acumulado, va a producir poco a poco un colapso en los sistemas del organismo, tanto a nivel psicológico como biológico.
    A todo lo anterior además se le une un factor psicológico, que influye sobre todo en la calidad del sueño, la cual se puede estimar como el “normal” proceso de descanso, desde que se acuesta uno, hasta que se levanta al día siguiente.
    En éste “normal” proceso, la persona va a pasar desde la fase de activación consciente, a una de sueño profundo (no R.E.M.), de ahí a sueño ligero (R.E.M.), y otra vez se recupera la fase de sueño profundo, todo ello en una sucesión a lo largo de la noche hasta que llega la hora de levantarse.

    EN la fase No R.E.M. o No M.O.R. del sueño, no se producen movimientos rápidos oculares, en ésta fase el cerebro está “descansando”, teniendo un sueño profundo y difícil de despertar, cuando se hace, la persona escasamente recuerda lo soñado, siendo normalmente próximo a la experiencia vivida durante el día anterior.
    En la fase R.E.M. o M.O.R. del sueño, se producen movimientos oculares rápidos, y es cuando el cerebro está tan “activo” como cuando se está despierto, produciéndose el sueño paradógico, ligero y fácil de despertar, cuando se hace y se le pregunta sobre el contenido del sueño, éste se suele describir como muy vivido, con gran cantidad de detalles y elementos, aunque con ausencia de “linealidad” tanto temporal como espacial en la argumentación.
    La explicación a esto se encuentra en la desactivación de algunas regiones del cerebro, sobre todo las implicadas con el movimiento de forma que la persona no “actúe” como sujeto dentro de su sueño, realizando los mismos movimientos en su cama, igualmente otras de las áreas desconectadas, son precisamente las que tienen que ver con la “linealidad” argumental espacio-temporal, de ahí la falta de conexión de las escenas y su aparente “sinsentido”.
    Estas fases se van a ir sucediendo a lo largo de la noche, a la vez que se producen los efectos anteriores sobre la salud, debido a la sobreactivación del sistema inmunológico, lo que le permite cicatrizar antes las heridas a las vez que se renuevan las células del organismo, es cuando algunas madres comentan, se produce el “estirón” de sus hijos cuando estos son pequeños y van creciendo. 

    Un reciente estudio de la University of Pennsylvania (EE.UU.) recientemente publicado en Sleep Analiza la relación existente entre la falta de sueño y el aumento de peso, el consumo de calorías y la hora de la comida. Para ello evaluaron a 225 participantes quienes pasaron 5 noches sin dormir, observando su conducta de alimentación 2 días antes y después. Los resultados informan de un aumento de peso entre los que no dormían frente a un grupo control que dormía normalmente, debido a una ingesta masiva de calorías ingeridas principalmente durante la noche.
    Dado lo cual se hace recomendable dormir las ocho horas diarias, tanto por mantener un buen nivel de salud física y psicológica, como por una cuestión estética, evitando así el aumento de peso.
    Algo que ya se había apuntado en estudios anteriores, pero nunca con un resultado tan contundente por el número de participantes, y el estudio del consumo de calorías en los tres momentos de la ingesta, desayuno, comida y cena.
    Bibliografía Recomendada:
    Spaeth, A.M. y cols (2013). Effects of experimental sleep restriction on weight gain, caloric intake, and meal timing in healthy adults. Sleep
    Tirapu-Ustárroz, J. (2012). Neuropsicología de los sueños. Revista de Neurología.
    Idiazábal-Aletxa, M.A. y Aliagas-Martínez, S. (2009). Sueño en los trastornos del neurodesarrollo. Revista de neurología


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  • ¿Cómo vivir con la Fibromialgia?, cuando el dolor no cesa

    ¿Cómo vivir con la Fibromialgia?, cuando el dolor no cesa

    El dolor, es una de las mejores herramientas sintomáticas, ya que va a ayudar al profesional de la salud a conocer, la localización, intensidad y “gravedad” de aquello que tiene el paciente.
    Al contrario de lo que se supone, no es algo negativo a evitar, sino que es conveniente siempre que éste se produzca de forma puntual, como aviso al organismo de que algo no funciona correctamente.
    El dolor nos “protege” de aquello que nos “hace mal”, por ejemplo avisándonos de que algo está demasiado caliente o puntiagudo, “obligándonos” a dejarlo y no tocarlo. Pero el dolor tiene sus “limitaciones”, ya que está orientado principalmente a protegernos del exterior, pero no nos avisa de muchas de las “incidencias” internas de glándulas y órganos.
    El dolor como señal de aviso, cumple su función en cuanto se “desconecta” al desaparecer el peligro, sino éste se convierte en un problema por sí mismo.


    Vídeo Recomendado

    Aunque hasta ahora la evaluación del dolor se realizaba con medidas subjetivas, actualmente se están desarrollando sistemas de evaluación, mediante electromiografía y potenciales evocados, donde se detectan los cambios en la musculatura y la actividad neuronal ante el dolor, respectivamente.
    Gracias a ésta obtención de signos, recientemente se ha podido definir un nuevo síndrome, caracterizado por un dolor crónico, denominado síndrome de fibromialgia, en donde el dolor se extiende por todo el cuerpo, sensibilizando los órganos, músculos y articulaciones, de forma que cuando se hace el “menor esfuerzo” inmediatamente se siente una “descarga” de dolor.
    La persona que sufre éste síndrome, padece un dolor incapacitante, difuso y cambiante en su localización, variando de intensidad según la hora del día y el estado de ánimo, además de persona a persona “muestra su cara” de forma diferente, es por ello que hasta ahora se había tenido en cuenta como un trastorno psicológico, parecido al de la histeria de conversión, en donde se producía una “somatización” de síntomas dada por conflictos inconscientes.
    La vía del dolor está bien conocida, iniciándose desde los receptores, en las terminaciones nerviosas nocioceptivas repartidas por todo el cuerpo, encargadas de detectar cambios bruscos de temperatura o presión, información que es transmitida a través del asta dorsal de la médula espinal, hasta el cerebro, en concreto pasando por el bulbo raquídeo y de ahí al tálamo hasta la corteza parietal, jugando las zonas frontales de la corteza, un papel importante en la evaluación cualitativa del dolor.

    El tratamiento cuenta con algunas dificultades, dado tanto por la hipersensibilización, como por la habituación a la medicación. En el primer caso, el continúo “martilleo” del dolor, hace que éste se espere y desespere al que lo sufre, sensibilizandolo, sintiéndolo más intensamente de lo que es; igualmente, el consumo de opioides, como medicamentos para combatir al dolor, hace que se produzca un proceso de habituación a la misma administrada, perdiendo de ésta forma sus efectos, siendo necesario incrementar la dosis para obtener los mismos efectos anteriores, lo que además conlleva a un problema de peligro de adicción a los opiáceos como la morfina, convirtiéndose en “imprescindibles” para el día a día.

    Si hasta ahora hemos hablado del dolor como señal de aviso, y de su faceta “desagradable” cuando la señal es continua y crónica, también se puede experimentar dolor como algo “placentero”, algunos autores han encontrado que la dopamina, que juega un papel destacado tanto en las vías del dolor, como en las del placer, puede afectar en el mismo momento en aquellas personas que tienen alteraciones estructurales del cerebro de base genética; otra explicación viene de la vía de las endorfinas, producidas para mitigar la señal del dolor, una vez recibido por el cerebro, precisamente el “placer” estaría en una sobreproducción de las endorfinas por lo que se busca el dolor como forma de conseguirlo, otros autores lo han atribuido a un “fallo” en el aprendizaje en etapas tempranas donde una madre “castigadora” hace que de adulto se busque el dolor como algo “natural”.
    Bibliografía Recomendada
    Oh, T.H., y Vincent, A. (2013). Obesity Affects Severity of Symptoms and Quality of Life in Patients with Fibromyalgia. International Journal of Physical Medicine & Rehabilitation

    Moreno, MIC y cols (2010). Tratamiento Cognitivo-Conductual, Protocolizado y en Grupo, de la Fibromialgia. Clínica y Salud.

    Álvaro, T. y Traver, F. (2010). Una visión psiconeuroinmunológica de la fibromialgia. Revista de psicopatología y psicología clínica.

  • ¿Por qué no me responden mis músculos?

    ¿Por qué no me responden mis músculos?

    La distonía neurocirculatoria, es la modificación del correcto “uso” de la musculatura por parte del organismo.

    Un ejemplo de ésta modificación, es cuando hemos realizado ejercicios sin el calentamiento previo oportuno, es frecuente, que durante las horas siguientes sintamos calambres. Igualmente el ejercicio excesivo de un grupo de músculos, puede hacer que temporalmente éstos queden “flojos” y flácidos, recuperando su “tono” muscular pasadas unas horas.
    La musculatura repartida por todo el cuerpo, permite a la persona realizar los movimientos gracias a su capacidad de contracción y relajación de los tejidos blancos que lo componen. Todo ello «guiado» desde el sistema nervioso central, quien da las órdenes que permiten realizar los movimientos de forma coordinada.
    Nada más que hay que pensar en todos los grupos de músculos implicados en el andar, y que sin un «plan» establecido, sería dificultoso e incluso imposible poder hacerlo tan «armoniosamente».
    Cuando esta distonia es crónica, se denomina síndrome distónico, en donde se ve alterado la tonalidad de la musculatura, ya sea total o parcialmente, normalmente asociado a causas genéticas o por un traumatismo craneoencefálico, lo que se puede expresar con pérdida de fuerza en los músculos, calambres, espasmos involuntarios, temblores, y descoordinación de los movimientos, acompañados en algunos casos de dolor.
    Además de los signos, entre los síntomas está la inquietud por sus movimientos, tratando de ocultar sus manos y pies, carraspeo frecuente, debido al cambio de tonalidad de la voz, todo lo cual va a conllevar agotamiento físico y psicológico, dificultades para concentrarse, alteraciones del estado de ánimo debido a esa sensación de falta de control de su propio cuerpo, problemas digestivos y alteraciones del sueño, lo que en algunos casos le conduce a la depresión



    Síntomas parecidos a los que expresan los pacientes, con síndrome de Tourette también denominado de tics crónicos, donde se dan también signos motores involuntarios expresados a modo de tics, que producidos crónicamente van a interferir en el normal desarrollo de la vida social, ya que suelen estar asociados a la coprolalia, que es la emisión de “tacos”, palabras obscenas y socialmente inadecuadas, causadas por su falta de control.
    Como vemos, una alteración en nuestro tono muscular, va a ser también indicativo de que algo no va bien dentro de nuestro organismo, ya sea a nivel neurológico o medular, relacionado normalmente con el sistema nervioso; cuando éste se “deteriora” por alguna enfermedad neurológica puede producir enfermedades como la de Parkinson o la corea de Huntington también denominado Bailes de San Vito.
    Un estudio realizado por la University of Leicester recientemente publicado en Science Translational Medicine afirma que ha dado un paso decisivo contra las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson. El equipo de investigación encontró hace tiempo que las células neuronales morían precipitadamente al acumularse una determinada proteína, a partir de ahí han diseñado una nueva «droga» que bloquea dicha proteína, proporcionando mayor vida a las neuronas.
    Aunque la investigación que todavía se encuentra en fase de experimentación con animales, ha mostrado resultados positivos a nivel neuronal, aunque con ciertos efectos secundarios al dañar el páncreas, debidos a la toxicidad de la droga.
    Todo ello abre una puerta a la esperanza ante unas enfermedades que hasta ahora existían limitadas opciones a nivel farmacológico, siendo en todo caso necesario la reeducación funcional de las capacidades «perdidas» por parte de los pacientes, de forma que se puedan compensar las habilidades afectadas con nuevas estrategias.
    Aunque se trata de un avance incipiente, del que todavía hay que esperar un largo camino de experimentación antes de convertirse en un fármaco disponible para pacientes afectados por demencias y otras patologías neurodegenerativas que cada vez afecta a más población, debido principalmente a causas demográficas por el creciente envejecimiento de la población debido al aumento de la esperanza de vida.

  • Dime cómo respiras y te diré si estas sano

    Dime cómo respiras y te diré si estas sano


    Los síndromes son síntomas y signos que aparecen previos a una enfermedad o como expresión de ésta.

    Los signos son datos objetivos, que extrae el profesional de la salud, directamente utilizando algún elemento para medir, mientras que los síntomas, son las sensaciones y vivencias subjetivas de los pacientes, a los cuales hay que preguntar para saber qué es lo que les pasa, dónde, con qué frecuencia e intensidad.
    Desde la aproximación psicosomática se da el mismo valor a los síntomas que a los signos, siendo cualquiera de los dos indicativos de que “algo” va mal en el organismo y que “hay que poner remedio”, además, desde ésta perspectiva, se entiende que los síntomas, a la larga acarrearán signos de la enfermedad y que los signos traerán consigo síntomas, debido a la interdependencia de sistemas que forman el cuerpo humano.

    Los síndromes son cuadros que pueden aparecer como consecuencia de una enfermedad o ser la expresión previa de la misma, pudiendo tener un origen de tipo biológico (genético), como en el caso del síndrome de Down, o de tipo psicológico, como en el caso del síndrome de Estocolmo.
    En el primer caso, en el síndrome de Down, durante la gestación se produce una alteración en la transmisión genética, produciéndose una trisomía en el cromosoma 21. Por su parte, en el síndrome de Estocolmo, se produce un cambio de actitud y conducta, debido a una identificación con los ideales y formas de actuar de las víctimas de un secuestro, una vez han sido liberadas.
    Desde la perspectiva psicosomática, los síndromes más “comunes”, que tienden a aparecer de forma más frecuente en la consulta, son los relacionados con la ansiedad, la distonía neurocirculatoria, el dolor o la hiperventilación.

    La hiperventilación, hace referencia a una alteración del normal proceso de respiración, el cual es muy sensible a las variaciones en los estados emocionales de la persona, pudiéndose distinguir desde las aspiraciones más profundas y pausadas de los ejercicios de relajación, hasta los más aceleradas y entrecortadas de la euforia o la agresividad, pasando por los más livianos suspiros de la melancolía, e incluso la detención de la respiración con el miedo.
    Que se produzcan hechos puntuales de respiración forzadas, lenta o supresión de la misma, es natural, y parte de la expresión de las emociones, pero cuando éstas alteraciones permanecen pueden dar pistas de que algo no funciona adecuadamente en el organismo.
    En ocasiones se produce una respiración rápida y superficial, denominada taquipnea, debido a estar realizando o haber acabado algún ejercicio físico, o actividad que requiere cierto grado de esfuerzo por parte del organismo, igualmente puede darse en situaciones de mucho calor, como forma de “refrescarse” internamente.
    Pero cuando ésta respiración acelerada se produce de forma continuada y sin causa que lo justifique, además de ser molesto para quien está a su lado, puede ser indicativo de neumopatía (enfermedades pulmonares como asma, asfixia o neumonía) o de otros problemas de salud, como insuficiencia cardíaca.
    En cambio una hiperventilación, es decir, una respiración rápida o profunda, suele producirse de forma natural en estados de sobreactivación por ansiedad o pánico, donde además se acompaña con la sensación de que “le falta a uno el aliento”, volviéndose a su ritmo normal cuando ha pasado la circunstancia que lo ha provocado.

    Si ésta se produce de forma continuada, se estará ante un caso de síndrome de hiperventilzación, generado por una vivencia “exagerada” de emociones de estrés, ansiedad, depresión o ira. Con éste síndrome, además de la alteración en la respiración, y precisamente debido a ello, van a aparecer hormigueos en las extremidades superiores, dolor en el tórax, mareos, sequedad en la boca, piernas débiles, temblores, palpitaciones, vértigo, debilidad, trastornos del sueño y confusión, entre otros.
    Todo ello explicado por la función misma de la respiración, al inhalar aire, se inspira oxígeno y al exhalar se expira principalmente dióxido de carbono. El organismo mantiene así un equilibrio que se ve roto con la hiperventilación, donde se produce una entrada masiva de oxígeno, que no llega a ser “procesada” suficientemente rápido para exhalarlo como dióxido de carbono.
    Vídeo Recomendado:
    En una última revisión al respecto realizado por la All India Institute of Medical Sciences recientemente publicado en el Al Ameen Journal of Medical Sciences en donde se analizan las distintas aproximaciones diagnósticas de las enfermedades pulmonares, como asma, rinitis alérgica, bronquitis,…

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