Cuando uno piensa en una depresión no suele hacerlo en el coste de la depresión para la sociedad en la que vive, si no más bien en la persona que lo sufre.
El coste de la salud mental
Pero no es así el planteamiento que se hacen desde las administraciones públicas que buscan optimizar sus recursos priorizando sobre dónde van destinados el dinero entre los distintos servicios y departamentos que se encuentran a su cargo, ya sea en inversión de materiales como de personal para poder dispensar con mayor eficacia sus servicios.
El trastorno de depresión mayor afecta principalmente a la salud psicológica del paciente, pero también al resto de sus actividades diarias, su gana de comer, o su capacidad de tener un sueño reparador, pero sus efectos se extienden también a sus familiares, compañeros y amigos.
Lo normal es observar una disminución en el rendimiento académico o laboral, que en el caso de una mayor severidad de este trastorno puede llevar a la persona a perder su puesto de trabajo, sus amigos e incluso su pareja.
Actualmente existen diversos métodos de intervención terapéutica desde la psicoterapia, hasta la farmacológica pasando por la terapia electro convulsiva cuando no responde adecuadamente a la farmacológica.
Cada una de estas intervenciones requiere de un personal especializado, el desarrollo de una tecnología y un centro donde se administra, lo que va sumando «gastos» para la administración, pero ¿Cuál es el coste de la depresión en el primer mundo?
El coste de la depresión
Esto es precisamente lo que ha tratado de averiguar desde la Escuela de Medicina de Hannover, junto con la Universidad Goethe de Frankfurt y la Universidad Jena Friedrich-Schiller (Alemania) cuyos resultados han sido publicados en el 2014 en la revista científica Depression Research and Treatment.
En el estudio intervinieron 70 médicos de la red sanitaria alemana, los cuales realizaron una reevaluación de sus pacientes diagnosticados con depresión, a la vez que les informaba del estudio y recogían su consentimiento para participar, al final fueron 626 pacientes, siendo el 75,7% mujeres y 24,3% hombres, a los que se les tomó medidas en tres momentos, en el momento de preguntar sobre su participación, a los 6 meses y al año.
De cada participantes se recogieron cinco datos, la medicación que recibían, las visitas al médico general, las visitas al especialistas, la psicoterapia que recibían y el número de hospitalizaciones, siendo su coste extraído de unas tablas estandarizadas estimadas por la Oficina de Estadística Federal.
Los resultados muestran que le coste medio por paciente con depresión mayor durante un año es de 3813€, no existiendo diferencias significativas en el coste entre hombres y mujeres, a pesar de que en el estudio tres cuartas partes de los participaron eran mujeres.
Lo que en cifras macroeconómicas supone un gasto anual en Alemania sobre en pacientes con depresión mayor de 15.6 billones de euros.
Cantidad que a los autores les parece excesiva, a pesar de ser el trastorno psicológico más frecuente entre los pacientes que acuden a consulta. De ahí que los autores sugieran realizar mayores intervenciones tanto en la detección temprana de la enfermedad como de búsqueda de nuevas y mejores técnicas y terapias con los que reducir el número de consultas, y sobre todo el coste total de la atención recibida por los pacientes con depresión mayor.
Aunque los resultados son reveladores, no informa sobre si son más o menos costosos que otras enfermedades mentales, e incluso que otras afecciones físicas que se atienden, con lo que no se puede estimar si se trata de un gasto excesivo o no para las administraciones, ni si se tiene que priorizar sobre otras enfermedades debido a su elevado gasto.
Una de las etapas más complejas en el desarrollo humano, es sin duda la adolescencia, pero este período se va a complicar aún más si surge la depresión.
El valor de la amistad
Si ya de por sí, en la preadolescencia y en la adolescencia se van a producir la mayoría de los cambios físicos, sobre todo en cuanto a expresión de los caracteres sexuales secundarios, donde se conforma diferencialmente el cuerpo del hombre y de la mujer, además de su tono de voz, el bello,…
Una etapa de cambios donde las hormonas fluctúan «sin control» haciendo especialmente sensible a los jóvenes en esta etapa de la vida, donde parece que las emociones son más vívidas e intensas, descubriendo el primer amor, las amistades, pero también las primeras desilusiones importantes, que pueden conducir al joven a la depresión.
Una situación que se va a agravarse con un comportamiento esquivo y de aislamiento, en ocasiones acompañado de agresividad contra los demás y contra uno mismo, debido principalmente a ese desánimo con el que ahora lo ve todo.
De ahí que los padres y educadores deban de prestar especial atención a los primeros síntomas de la depresión en jóvenes, ya que cuanto antes se detecte, antes se puede poner remedio y evitar que se convierta en algo «crónico», como parte de la forma de ser de joven en desarrollo, pero ¿Puede La amistad prevenir la depresión en la adolescencia?
Amistad y Depresión
Esto es precisamente lo que se ha investigado desde la Universidad Victoria de Wellington y la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) cuyos resultados se publicaron en el 2014 en la revista científica Open Journal of Depression.
En el estudio han participado 1.774 jóvenes entre los 9 y 16 años, 51,9% chicas y 48,1% chicos, estudiados durante un período de tres años, con una evaluación cada año.
Se analizaron la relación existente entre tres variables: la conectividad social, mediante cuestionario sobre la conectividad familiar, la conectividad en la escuela, la conectividad con iguales y la conectividad en la comunidad, todo ello evaluado mediante cuestionario; la soledad, donde debían de responder a una pregunta; y síntomas depresivos mediante cuestionario estandarizado extraído del Center for Epidemiological Studies-Depression Scale (CES-D).
Los resultados informan de una relación significativa negativa entre la conectividad y la soledad y los síntomas de depresión, esto quiere decir que a mayor contactos sociales menores posibilidades sentirese sólo o de sufrir depresión.
Jugando un papel decisivo la conectividad como intermediario, es decir, un joven se puede sentir sólo, pero si tiene suficientes amigos, compañeros o familia,no llegará a desarrollar depresión; en cambio ante el mismo sentimiento sin amigos, compañeros o familia se observa la aparición de depresión.
Aspecto que está mediado por el género, siendo los resultados observado sólo en chicos, mientras en las chicas no se da ese factor de intermediación de la conectividad.
Igualmente «el otro» sobre todo «los iguales» tienen un papel destacado en la pubertad o preadolescencia, no siendo crítico en etapas previas cuando es aún más joven y todavía no busca en el otro la identificación, la confirmación y conformidad de su personalidad, ni la aprobación de los demás como modo de saber qué es lo correcto y qué no.
Entre las limitaciones del estudio se encuentra la evaluación de la soledad con una única pregunta dentro del cuestionario, algo que es insuficiente si se quieren obtener resultados fiables para poder ser luego comparados.
A pesar de que los resultados parecen claros, hay que tener en cuenta que no sólo debe de contar la cantidad, en cuanto al número de amigos que se tenga, si no también la calidad de los mismos, lo que significa, encontrar una persona con la que poder contar confidencias y con la que se sienta uno seguro, más allá de acompañarle a las fiestas o compartir aficciones.
Una de las preocupaciones más importantes de los padres es con respecto a la salud de sus hijos, sobre todo la salud mental, cuando ellos mismos lo han sufrido.
Depresión en la familia
Los padres que han sufrido algún tipo de psicopatología suelen tener mucho miedo de que sus hijos puedan pasar por lo que ellos mismos han pasado, tanto en lo que se refiere a la enfermedad, el diagnóstico y el tratamiento.
Aunque no todas las enfermedades mentales tienen un elevado índice de heredabilidad, el porcentaje de casos en que un hijo pueda expresar un psicopatología aumenta en el caso de que alguno de los padres lo haya sufrido. Las causas, si no se explican por una base genética lo hacen por el ambiente, en este caso el ambiente familiar en donde se desarrolla el pequeño, el cual puede haber sido «testigo» de los episodios agudos de la enfermedad de alguno de sus padres lo que les puede haber servido de «modelo»; igualmente la forma en que una persona que sufre una psicopatología puede que no sea la más indicada y «sana» para su hijo, todo lo cual puede generar el germen sobre el que cimentarse una futura psicopatología por parte del pequeño cuando este crezca.
Tal y como se ha observado en el caso de padres que sufren de trastornos de ansiedad o de depresión mayor, donde se ha observado un incremento significativo de padecer estas psicopatologías por parte de los hijos. Es decir, los hijos de los padres ansiosos muestran mayores niveles de ansiedad incluso llegando ser patológico, e igualmente con un estado deprimido que llega a transformarse en un trastorno de depresión mayor, pero ¿hasta que punto puede un padre advertir la presencia de su misma sintomatología en su hijo?
Depresión en los hijos
Esto es lo que se ha tratado de responder con una investigación realizada desde el Departamento de Psicología Clínica y Psicopatología, Universidad de Groningen; el Centro Médico Universitario Leiden (Países Bajos) y el Centro Médico Universitario VU (Amsterdam) cuyos resultados han sido publicados en el 2014 en la revisa científica BMC Psychology.
En el mismo participaron 25 padres que habían sufrido un trastorno del humor unipolar o de ansiedad y con hijos entres lo 8 a 18 años.
A todos ellos se les administró una entrevista semiestructurada sobre diversas cuestiones de su manera de educar y de la salud psicológica de sus hijos.
Los resultados informan que pesar de que los padres consideran que ofrecen la misma calidad en el cuidado y atención de sus hijos que cualquier otro padre, están más preocupados por la presencia o no de la sintomatología que ellos han sufrido como parte de su psicopatología.
Casi todos los padres coinciden en que sus hijos deberían de recibir atención especializada en cuanto surgiesen los primeros síntomas que pudiesen señalar que podían padecer su misma enfermedad mental, como medida preventiva y para evitar que se agravase.
Especialmente polémico fue el punto sobre si contarían a sus hijos que ellos mismos han sufrido una psicopatología.
Aunque el estudio es pionero en poner en evidencia los temores de los padres que han sufrido una psicopatología, el escaso número de participantes y el realizar una entrevista de forma semi-estructurada no permiten obtener conclusiones extrapolables al respecto. A pesar de ello hay que reconocer la ausencia de cursos orientados hacia éste colectivo, que les ayude en su tarea de crianza de sus hijos, para que sepan identificar correctamente los primero síntomas de sus propias enfermedades y con ello que mitiguen el miedo que ellos tienen sobre la salud psicológica de sus hijos.
Entrevista a Dª. Mayca Marín Valero, psicóloga y responsable de Formación Federación Española de Párkinson, quien nos comenta sobre la relación existente entre el padecimiento de la depresión y la enfermedad de Párkinson.
– ¿Es cierto que se suele anteceder síntomas depresivos en personas que muestran los primeros síntomas de párkinson?, ¿A qué cree que se debe?
Efectivamente hoy en día sabemos, gracias a estudios realizados con técnicas de neuroimagen funcional, como el SPECT y la PET, que el párkinson en realidad comienza varios años antes de que la persona empiece a experimentar las primeras manifestaciones motoras.
En ese período de tiempo previo, que puede ser de unos cuatro o cinco años, la persona con párkinson, y como consecuencia de las regiones del cerebro que se ven afectadas por la EP, ya comienza a mostrar síntomas no motores como pérdida de olfato, estreñimiento, trastornos del sueño REM y/o la depresión que mencionas. De hecho hay datos que apuntan a que la depresión precede al desarrollo de los síntomas motores en el aproximadamente 1/3 de los casos de enfermedad de Parkinson.
– ¿Puede ser que el haber sufrido depresión mayor en la mediana edad o posteriormente pueda ser un factor de riesgo para padecer párkinson?
Actualmente la etiología de la enfermedad de Parkinson está poco clara. Sabemos que un 10-15% de los casos son hereditarios y que en una serie pequeña de casos se ha identificado un gen causante de la enfermedad, pero la gran mayoría de casos con enfermedad de Parkinson son esporádicos y sin causa evidente.
La hipótesis más extendida es la que defiende que la EP puede obedecer a una interacción compleja entre factores tóxicos ambientales, rasgos de predisposición genética y envejecimiento.
Por eso aunque existen investigaciones que sugieren que la depresión podría ser un factor de riesgo para enfermedades como el cáncer, los accidentes cerebro-vasculares o el párkinson, son estudios en los que todavía quedan muchas preguntas abiertas, incluyendo si la propia depresión de la que estamos hablando sería un factor de riesgo o tal vez un síntoma precoz de la enfermedad.
– ¿Tiene relación la reducción de dopamina dado por la degeneración de las neuronas en la sustancia negra presente en el párkinson con la aparición o mantenimiento de la depresión?
Sí. Los trastornos del estado de ánimo suelen producirse como resultado de las alteraciones cerebrales que mencionabas antes y que afectan a los ganglios basales, lóbulos frontales y algunos agentes químicos cerebrales como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina.
No obstante es importante añadir que la depresión también puede precipitarse por factores psicosociales que no tienen nada que ver con los cambios que se producen en el cerebro. Nos referimos a que en ocasiones surge como reacción psicológica ante las múltiples situaciones que puede vivir la persona: recibir el diagnóstico, valorar su estado y sus recursos personales para afrontar la situación, ante los cambios que se van produciendo en su forma de vida o debido al aislamiento que puede sentir en un momento dado, etc.
– ¿Cómo afecta en el estado de ánimo la pérdida progresiva de independencia a medida que avanza la enfermedad de párkinson?
Bueno, todos podemos comprender que la pérdida progresiva de independencia empeore el estado general de salud y bienestar de cualquier persona.
Pero pensemos en el caso de una persona con párkinson que presenta rigidez, trastornos de la postura, del sueño… si a medida que la enfermedad avanza va experimentando nuevos síntomas como por ejemplo falta de energía, enlentecimiento psicomotor y cognitivo, dificultades en la concentración, etc. entenderemos que surjan en esta persona sentimientos de tristeza, impotencia o desesperación.
– ¿Afecta negativamente en la progresión del párkinson la aparición de sintomatología depresiva?, y de ser así ¿Existe algún procedimiento establecido para tratarlo?
Sí, sabemos que los factores psicológicos influencian considerablemente la condición física y el nivel de autonomía de las personas con párkinson. Se ha comprobado que la sintomatología depresiva constituye a largo plazo uno de los problemas más incapacitantes y que más disminuyen la calidad de vida de estas personas, y además se encuentra asociada a una mayor rapidez en el deterioro de las funciones cognitivas y motoras, a los trastornos del sueño, al dolor, a la disfunción sexual, etc.
En cuanto al procedimiento establecido para poder poner en marcha el tratamiento adecuado, en primer lugar es necesario alcanzar un diagnóstico clínico certero. En ocasiones esto no resulta fácil ya que algunos de los síntomas característicos de la depresión pueden también estar presentes en la enfermedad de Parkinson sin depresión, por ejemplo sentirse cansado. Además algunas personas no se dan cuenta o no admiten que están deprimidos.
Posteriormente el abordaje de la depresión en la EP suele hacerse desde la doble perspectiva psicofarmacológica y psicoterapéutica.
Aunque hoy en día existen un buen número de medicamentos disponibles, hasta la fecha no contamos con el antidepresivo ideal, por lo que los tratamientos deben adaptarse a las necesidades de cada persona, a la complejidad de sus síntomas, al potencial determinado que tenga el afectado de experimentar efectos adversos ante los psicofármacos, etc.
Por otro lado, las técnicas de psicoterapia también han demostrado su utilidad en el tratamiento de la depresión en la EP. Entre ellas las que se centran en los cambios del pensamiento y de la conducta que ocurren durante la depresión y también las que proporcionan apoyo, comprensión y educación a la persona. Participar en grupos de apoyo, llevar a cabo algún tipo de actividad física y otro tipo de terapias, también nos permite, en algunas ocasiones, mejorar el estado emocional de la persona con párkinson y disminuir también el agotamiento que estos síntomas pueden provocar en el cuidador.
– ¿Cómo se compatibiliza el tratamiento farmacológico del párkinson con el de la depresión?
Las diferentes alternativas terapéuticas se plantean siempre en función de la sintomatología clínica de la persona con párkinson y teniendo en cuenta el riesgo de interacción farmacológica que pueda producirse entre los distintos fármacos, la presencia de otras enfermedades y por lo tanto de otros tratamientos, etc.
Con todo esto, comentar que los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son los fármacos más utilizados actualmente para el tratamiento en la EP junto con la quetiapina. Son medicamentos que trabajan bien, aunque pueden producir efectos secundarios como alteración del apetito, pesadillas o alteración de la libido.
– ¿Es posible prevenir la sintomatología depresiva en los pacientes de párkinson? y de ser así ¿cómo se realiza?
Está comprobado que hay algunas estrategias que ayudan a prevenir, controlar y/o reducir los problemas emocionales. Entre ellas, seguir unos hábitos saludables de alimentación y de sueño, mantenerse activo tanto física como mentalmente, practicar ejercicios de relajación y respiración, evitar el aislamiento compartiendo experiencias y sentimientos con los demás, etc.
Para contactar con nuestros profesionales se puede hacer a través del teléfono de la Federación Española de Parkinson 902113942 o a través de su e-mail: consultas@fedesparkinson.org
Desde aquí mi agradecimiento a Dª. Marian Carvajal Paje, psicóloga del Programa Contigo, por habernos acercado a la importante labor de la Federación Española de Parkinson.
Uno de los procesos más sensibles de nuestra salud es el la calidad del sueño, viéndose éste alterado cuando estamos preocupados por algo o sufrimos ansiedad.
Igualmente se ha observado cómo el sueño puede verse alterado cuando la personas experimenta alguna psicopatología, tal y como es el trastorno por depresión mayor o el trastorno de ansiedad, ambos correspondiente a trastornos del estado de ánimo.
Por otra parte, se conoce desde hace tiempo que las mujeres son más sensibles a padecer estos trastornos del estado de ánimo, especialmente con respecto a lo que se refiere a la depresión.
Pero ésta relación entre el estado de ánimo no parece ser igual durante toda la vida de la mujer, si no que va cambiando en función de su ciclo de fertilidad, que se concentra en tres períodos principalmente, antes de la menarquía (o del primer sangrado de origen menstrual), durante la etapa de fertilidad femenina, y la menopausia (en que se detiene la menstruación).
Siendo la mujer especialmente sensible a estos trastornos del estado de ánimo durante la segunda fase, que suele ser la más longeva, abarcando desde la pubertad hasta la madurez tardía, ¿Pero se puede encontrar relación entre las distintas fases, el estado de ánimo y la calidad del sueño?
gVv4av18vEc https://youtu.be/gVv4av18vEc
Esto es precisamente lo que trata de averiguar conjuntamente la Universidad de Turku, la Universida de Helsinki, el Hospital Central Universitario de Helsinki, el Hospital del Distrito de Pirkanmaa, la Universidad de Tampere y el Hospital Universitario de Turku (Finlandia), publicado recientemente en la revista científica BMC Psychiatry.
En el estudio participaron 61 mujeres, separadas en tres grupos, 11 entre 20 y 26 años (en pleno ciclo menstrual), 21 entre 43 y 51 años (en fase pre-menopáusicas), y 29 entre 58 y 71 años (en plena fase menopáusicas). Con respecto al segundo y tercer grupo, se garantizó que ninguna de las participantes habían empleado terapia hormonal durante el primer año previo al estudio. Igualmente sólo se incluyeron participantes que no mostraron ningún trastorno del sueño específico.
A todas las participantes se les administró un cuestionario estandarizado para evaluar la presencia de sintomatología depresiva (BDI), igualmente se evaluó la calidad del sueño a través de un cuestionario sobre el insomnio subjetivo a través de un cuestionario estandarizado sobre el sueño (BNSQ).
Todas llevaron un diario del sueño durante tres semanas antes y después del estudio donde debían de registrar la hora de ir a dormir y la de levantarse.
Además se realizó una análisis de la sangre para evaluar los niveles de estradiol conocida como la hormona esteroide sexual femenina.
Y por último se tomaron datos sobre las primeras fases del sueño a través de la actividad eléctrica cerebral (EEG), de la conductancia eléctrica (ECG) y de la mandíbula (EMG).
Los resultados muestran cómo con respecto a los síntomas depresivos evaluados con BDI, no se mostraron síntomas entre las más jóvenes, presentando sintomatología leve o moderada en las mujeres pre-menopaúsicas y menopaúsicas.
Siendo las mujeres más jóvenes las que tienen más tiempo de sueño, con menos interrupciones durante la noche, con menores puntuaciones de insomnio.
Encontrando una relación entre los niveles más elevados de sintomatología depresivo con el insomnio, que sufrían las mujeres pre-menopáusicas y especialmente las menopáusicas.
A pesar del esfuerzo de la investigación, son pocas las participantes para poder establecer una correcta relación, además de necesitar incluir un grupo de previo de comparación con mujeres antes de que tengan su primera menstruación.
La relación entre la salud física y la psicología está desde hace mucho bien establecida, aunque actualmente se están realizando nuevos descubrimientos.
Salud y Calidad de Vida
Si hasta ahora se conocía que cuando «maltratábamos» al cuerpo con demasiada presión esto provocaba un gran desgaste del mismo y que por tanto tuviese más posibilidades de «fallar» prematuramente.
Al menos así lo han confirmado los estudios desde los años 60 en el que surgió el término de Personalidad Tipo A, para definir a aquellas personas que se mostraban especialmente competitivas, inquietas y con elevados niveles de estrés y ansiedad en su día a día.
En estas personas se comprobó que tenían más posibilidades de sufrir alguna patología cardíaca, como el ataque al corazón, el cual de producirse, no sólo aumenta la posibilidad de tener otro ataque cardíaco si no que debilita sensiblemente este músculo tan importante como es el corazón, pudiendo acortar en muchos casos meses e incluso años de vida.
Por contraposición surgió el término de personalidad tipo B, como una personalidad protectora de la salud, caracterizada por una persona en calma, con una mente en paz, donde se rige por los valores de la cooperación y la creatividad, pudiendo ser igualmente eficaz en sus tareas.
En éste caso el corazón lejos de sufrir los «envites» diarios, parece estar protegido y con ello se producen menos ataques que en los de la personalidad tipo A, ¿Pero qué pasa con aquellas personas que sufren depresión?
Depresión y Calidad de Vida
Esto es lo que ha tratado de responder con una investigación desde la Facultad de Psicología Experimental, Universidad de Bristol cuyos resultados han sido publicados en el 2014 en la revista científica Open Journal of Depression.
En el estudio participaron 1413 personas, de los cuales 685 habían sufrido depresión (480 endógena y 205 reactiva), cuyas edades medias oscilaban desde los 44 a los 58 años en los que han sufrido depresión reactiva y depresión endógena respectivamente.
De entre los participantes más de la mitad, el 67,7% fueron mujeres.
Como grupo control se usaron los datos del Registro del Servicio Nacional de Salud (de Inglaterra) donde se obtuvo los datos de el número de ataques cardíacos sufridos así como la tasa de supervivencia de las personas con sus mismas edades.
El ataque cardíaco es un problema preocupante en Inglaterra ya que anualmente provoca más de 82.000 muertes al año.
Los resultados encontraron que los hombres tienden a sufrir un acortamientos significativo de la vida debido a problemas asociados al corazón, pero esta relación solo se produce en el caso de la depresión endógena.
El estudio no entran a valorar las diferencias entre hombres y mujeres, las cuales ya habían sido informadas en estudios anteriores, pero sólo durante la época fértil de la mujer, en que se produce un menor número de incidencias en el corazón, equiparándose en porcentaje de casos a partir de la menopausia.
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