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  • Entrevista a Dª Virginia Mora sobre el trauma

    Entrevista a Dª Virginia Mora sobre el trauma


    Entrevista a Dª. Virginia Mora. Psicóloga de la Red de Puntos Municipales del Observatorio Regional de la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid. Experta en Violencia y Trauma. Fundadora de Iptra (Instituto Psicoterapia y Trauma).




    – ¿Qué es el trauma?

    Ante un acontecimiento estresante o una situación de naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica (catástrofes naturales, accidentes, atentados terroristas, agresiones, malos tratos, abuso o agresión sexual, tortura, secuestro etc) vivido ya sea de forma directa o indirecta, se produce en las víctimas un sentimiento de miedo intenso, indefensión, amenaza y pérdida de control que tendrá unas consecuencias traumáticas en la persona que lo sufre.
    Cuando ha ocurrido un episodio único, el trauma o daño psicológico habitualmente cursa en fases. En una primera fase hay una primera reacción de sobrecogimiento y embotamiento generalizado, que se caracteriza por lentitud en las reacciones y mecanismos de negación. Es lo que se denomina estado de “shock”. En una segunda fase, aparecen fuertes reacciones emocionales de dolor, rabia, impotencia, culpa, miedo que alternan con periodos de profunda tristeza y abatimiento. Por último, pueden aparecer las reexperimentaciones del suceso de forma espontánea o ante estímulos relacionados. Estas reacciones pueden dar lugar al Trastorno de Estrés Postraumático.
    Cuando la situación de violencia está cronificada en el tiempo, como ocurre en el abuso sexual o maltrato infantil y en la violencia de género, las víctimas pueden presentar alteraciones en la personalidad en cuanto a su capacidad para relacionarse y a su propia identidad. Esto es lo que se ha denominado Trauma complejo.
    Es importante señalar también que, en ocasiones, puede ocurrir un daño psicológico ante situaciones que aparentemente no son traumáticas pero que la persona las vive como tal debido a sus propias características personales, momento evolutivo, consecuencias para su vida etc.

    – ¿Por qué se produce el trauma?

    El trauma o daño psicológico ocurre a consecuencia de que el suceso negativo que ha experimentado la persona desborda su capacidad de afrontamiento y de adaptación. Cuando nos enfrentamos a una situación que nos genera de forma abrumadora dolor, miedo, vergüenza, indefensión o pánico bien sea por su intensidad, por el momento vital en el que ocurre o porque no exista posibilidad de defenderse o de huir de la situación que nos daña, el sistema de defensa de nuestro organismo puede verse colapsado y no es capaz de procesar adecuadamente lo ocurrido ni de elaborar una respuesta de control. Debido a lo cual, el sistema de defensa se mantiene en un inadecuado estado de alerta permanente que va a provocar que ante cualquier estímulo relacionado con la situación traumática se disparen las mismas reacciones a nivel fisiológico, cognitivo, comportamental y emocional que se pusieron en marcha ante el acontecimiento traumático.


    Vídeo Recomendado: Identifica y supera un trauma psicológico

    – ¿Qué relación existe entre la violencia y el trauma?

    Si cualquier experiencia traumática hace que la víctima se cuestione conceptos fundamentales como que el mundo es un lugar lo suficientemente seguro, el valor positivo de uno mismo como persona y el sentido de la vida, en los casos en los que el daño ocurre provocado por otro ser humano de manera intencionada y violenta, las consecuencias traumáticas son mucho más graves.

    – ¿Por qué a unas personas que sufren violencia se traumatizan y otras no?

    La mayor o menor repercusión psicológica de una conducta violenta va a depender de varios factores. Por un lado, depende de la vulnerabilidad tanto psicológica como biológica de la persona, que se refiere a un desequilibrio emocional preexistente a la situación traumática y a contar con un umbral más bajo de activación psicofisiológica. En estos casos, el impacto de la violencia va a ser mayor y/o más incapacitante.
    También la duración e intensidad del suceso violento y el significado que se dé al mismo va a influir, así como que el incidente concurra con otras experiencias negativas actuales o pasadas. Un insuficiente apoyo familiar y/o social y utilizar estrategias de afrontamiento inadecuadas van a empeorar la sintomatología postraumática.
    Por otro lado, existen personalidades más resistentes al estrés y por tanto a la traumatización, que se caracterizan por tener un adecuado control de las emociones, valoración positiva de sí mismo, estilo de vida equilibrado y contar con apoyo social entre otras características. Es a lo que nos referimos cuando hablamos de las capacidades de resiliencia o resilientes de una persona, la capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad, de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación.

    – ¿Son más sensibles los pequeños a sufrir traumas?

    Indudablemente, los niños y las niñas tienen menos recursos de afrontamiento ante una situación traumática y por ello son más vulnerables ante una vivencia violenta. Muchos adultos piensan equivocadamente que los niños no son conscientes de lo que ocurre, que se adaptan rápidamente, que no sienten la pérdida…, sin embargo, las consecuencias del trauma en los niños pueden ser más graves que en un adulto. Lo que pasa es que el reflejo del daño psíquico en los niños no es igual que en los adultos y por ello puede pasar desapercibido, síntomas disociativos, somatizaciones, irritabilidad, aislamiento, comportamientos disruptivos..
    Tal como señala Judith Herman, si en un adulto el trauma provoca un daño en la estructura de personalidad, en la infancia la forma y la deforma.
    En cualquier caso, la repercusión de un evento traumático en un niño y la repercusión en su vida va a depender principalmente del apoyo y la contención que le presten sus figuras de referencia (madre, padre u otros adultos significativos).


    Vídeo Recomendado: Cómo superar un trauma

    – ¿Qué consecuencias futuras tiene el trauma?

    Las consecuencias psicológicas en la vida adulta de un trauma en la infancia son difíciles de predecir con exactitud, pero, sin duda, todo acontecimiento traumático ocurrido en la vida de un niño o una niña provoca una “herida psíquica” que puede incidir o activarse de nuevo en la adultez.
    Que aparezcan consecuencias negativas en el futuro va a depender de si existen más traumas previos, haber sufrido malos tratos en la infancia o si la persona presenta un trastorno de personalidad. Habrá también un peor pronóstico cuando la persona haya sido revictimizada porque la exposición haya sido continuada en el tiempo (es el caso de la violencia familiar, abuso sexual infantil, secuestros prolongados…), o que hayan ocurrido diferentes situaciones traumáticas a lo largo de su desarrollo, que la sintomatología postraumática haya sido intensa o de carácter disociativo, como por ejemplo, amnesia psicógena.

    – ¿Cómo se trata el trauma?

    La intervención psicológica con las personas que han sufrido un trauma va a depender en gran medida del enfoque y abordaje terapéutico que utilice cada profesional.
    Diferentes autores especializados en trauma como Pierre Janet, Van del Kolk o Herman, establecen la necesidad de abordar la intervención por fases.
    En una primera fase de Estabilización, el objetivo será la reducción o eliminación de sintomatología postraumática. Se trata de dotar a la persona de recursos y herramientas para la regulación y autocontrol emocional, aprendizaje de estrategias de afrontamiento y fortalecimiento de sus recursos personales. En definitiva, tiene que ser una fase de empoderamiento.
    En una segunda fase nos centraremos más en una intervención sobre el hecho traumático. Se trata de superar la fobia al recuerdo, procesando adecuadamente lo vivido de tal forma que pueda ser “engranado” en la narrativa biográfica de la persona. La memoria traumática suele estar fragmentada, sin narrativa, con recuerdos sensoriales de gran impacto y sin integración. El objetivo por tanto es integrar. En esta fase pueden utilizarse técnicas como el EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) que están demostrando una gran eficacia en el abordaje del Trastorno por Estrés Postraumático y otros trastornos derivados de una situación traumática.
    Finalmente, se trata de consolidar la integración, facilitar el duelo y reconectar a la persona de nuevo con su ambiente consiguiendo una adaptación óptima a su vida diaria y en sus relaciones interpersonales.




    Desde aquí mi agradecimiento a Dª Virginia Mora, Psicóloga Sanitaria. Experta en violencia y trauma, por habernos acercado al mundo del trauma.

  • Entrevista a Dª Virginia Mora, sobre la violencia

    Entrevista a Dª Virginia Mora, sobre la violencia


    Entrevista a Dª. Virginia Mora. Psicóloga de la Red de Puntos Municipales del Observatorio Regional de la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid. Experta en Violencia y Trauma. Fundadora de Iptra (Instituto Psicoterapia y Trauma).




    – ¿Qué es el trauma?

    Ante un acontecimiento estresante o una situación de naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica (catástrofes naturales, accidentes, atentados terroristas, agresiones, malos tratos, abuso o agresión sexual, tortura, secuestro etc) vivido ya sea de forma directa o indirecta, se produce en las víctimas un sentimiento de miedo intenso, indefensión, amenaza y pérdida de control que tendrá unas consecuencias traumáticas en la persona que lo sufre.
    Cuando ha ocurrido un episodio único, el trauma o daño psicológico habitualmente cursa en fases. En una primera fase hay una primera reacción de sobrecogimiento y embotamiento generalizado, que se caracteriza por lentitud en las reacciones y mecanismos de negación. Es lo que se denomina estado de “shock”. En una segunda fase, aparecen fuertes reacciones emocionales de dolor, rabia, impotencia, culpa, miedo que alternan con periodos de profunda tristeza y abatimiento. Por último, pueden aparecer las reexperimentaciones del suceso de forma espontánea o ante estímulos relacionados. Estas reacciones pueden dar lugar al Trastorno de Estrés Postraumático.
    Cuando la situación de violencia está cronificada en el tiempo, como ocurre en el abuso sexual o maltrato infantil y en la violencia de género, las víctimas pueden presentar alteraciones en la personalidad en cuanto a su capacidad para relacionarse y a su propia identidad. Esto es lo que se ha denominado Trauma complejo.
    Es importante señalar también que, en ocasiones, puede ocurrir un daño psicológico ante situaciones que aparentemente no son traumáticas pero que la persona las vive como tal debido a sus propias características personales, momento evolutivo, consecuencias para su vida etc.

    – ¿Por qué se produce el trauma?

    El trauma o daño psicológico ocurre a consecuencia de que el suceso negativo que ha experimentado la persona desborda su capacidad de afrontamiento y de adaptación. Cuando nos enfrentamos a una situación que nos genera de forma abrumadora dolor, miedo, vergüenza, indefensión o pánico bien sea por su intensidad, por el momento vital en el que ocurre o porque no exista posibilidad de defenderse o de huir de la situación que nos daña, el sistema de defensa de nuestro organismo puede verse colapsado y no es capaz de procesar adecuadamente lo ocurrido ni de elaborar una respuesta de control. Debido a lo cual, el sistema de defensa se mantiene en un inadecuado estado de alerta permanente que va a provocar que ante cualquier estímulo relacionado con la situación traumática se disparen las mismas reacciones a nivel fisiológico, cognitivo, comportamental y emocional que se pusieron en marcha ante el acontecimiento traumático.


    Vídeo Recomendado: Identifica y supera un trauma psicológico

    – ¿Qué relación existe entre la violencia y el trauma?

    Si cualquier experiencia traumática hace que la víctima se cuestione conceptos fundamentales como que el mundo es un lugar lo suficientemente seguro, el valor positivo de uno mismo como persona y el sentido de la vida, en los casos en los que el daño ocurre provocado por otro ser humano de manera intencionada y violenta, las consecuencias traumáticas son mucho más graves.

    – ¿Por qué a unas personas que sufren violencia se traumatizan y otras no?

    La mayor o menor repercusión psicológica de una conducta violenta va a depender de varios factores. Por un lado, depende de la vulnerabilidad tanto psicológica como biológica de la persona, que se refiere a un desequilibrio emocional preexistente a la situación traumática y a contar con un umbral más bajo de activación psicofisiológica. En estos casos, el impacto de la violencia va a ser mayor y/o más incapacitante.
    También la duración e intensidad del suceso violento y el significado que se dé al mismo va a influir, así como que el incidente concurra con otras experiencias negativas actuales o pasadas. Un insuficiente apoyo familiar y/o social y utilizar estrategias de afrontamiento inadecuadas van a empeorar la sintomatología postraumática.
    Por otro lado, existen personalidades más resistentes al estrés y por tanto a la traumatización, que se caracterizan por tener un adecuado control de las emociones, valoración positiva de sí mismo, estilo de vida equilibrado y contar con apoyo social entre otras características. Es a lo que nos referimos cuando hablamos de las capacidades de resiliencia o resilientes de una persona, la capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad, de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación.

    – ¿Son más sensibles los pequeños a sufrir traumas?

    Indudablemente, los niños y las niñas tienen menos recursos de afrontamiento ante una situación traumática y por ello son más vulnerables ante una vivencia violenta. Muchos adultos piensan equivocadamente que los niños no son conscientes de lo que ocurre, que se adaptan rápidamente, que no sienten la pérdida…, sin embargo, las consecuencias del trauma en los niños pueden ser más graves que en un adulto. Lo que pasa es que el reflejo del daño psíquico en los niños no es igual que en los adultos y por ello puede pasar desapercibido, síntomas disociativos, somatizaciones, irritabilidad, aislamiento, comportamientos disruptivos..
    Tal como señala Judith Herman, si en un adulto el trauma provoca un daño en la estructura de personalidad, en la infancia la forma y la deforma.
    En cualquier caso, la repercusión de un evento traumático en un niño y la repercusión en su vida va a depender principalmente del apoyo y la contención que le presten sus figuras de referencia (madre, padre u otros adultos significativos).


    Vídeo Recomendado: Cómo superar un trauma

    – ¿Qué consecuencias futuras tiene el trauma?

    Las consecuencias psicológicas en la vida adulta de un trauma en la infancia son difíciles de predecir con exactitud, pero, sin duda, todo acontecimiento traumático ocurrido en la vida de un niño o una niña provoca una “herida psíquica” que puede incidir o activarse de nuevo en la adultez.
    Que aparezcan consecuencias negativas en el futuro va a depender de si existen más traumas previos, haber sufrido malos tratos en la infancia o si la persona presenta un trastorno de personalidad. Habrá también un peor pronóstico cuando la persona haya sido revictimizada porque la exposición haya sido continuada en el tiempo (es el caso de la violencia familiar, abuso sexual infantil, secuestros prolongados…), o que hayan ocurrido diferentes situaciones traumáticas a lo largo de su desarrollo, que la sintomatología postraumática haya sido intensa o de carácter disociativo, como por ejemplo, amnesia psicógena.

    – ¿Cómo se trata el trauma?

    La intervención psicológica con las personas que han sufrido un trauma va a depender en gran medida del enfoque y abordaje terapéutico que utilice cada profesional.
    Diferentes autores especializados en trauma como Pierre Janet, Van del Kolk o Herman, establecen la necesidad de abordar la intervención por fases.
    En una primera fase de Estabilización, el objetivo será la reducción o eliminación de sintomatología postraumática. Se trata de dotar a la persona de recursos y herramientas para la regulación y autocontrol emocional, aprendizaje de estrategias de afrontamiento y fortalecimiento de sus recursos personales. En definitiva, tiene que ser una fase de empoderamiento.
    En una segunda fase nos centraremos más en una intervención sobre el hecho traumático. Se trata de superar la fobia al recuerdo, procesando adecuadamente lo vivido de tal forma que pueda ser “engranado” en la narrativa biográfica de la persona. La memoria traumática suele estar fragmentada, sin narrativa, con recuerdos sensoriales de gran impacto y sin integración. El objetivo por tanto es integrar. En esta fase pueden utilizarse técnicas como el EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) que están demostrando una gran eficacia en el abordaje del Trastorno por Estrés Postraumático y otros trastornos derivados de una situación traumática.
    Finalmente, se trata de consolidar la integración, facilitar el duelo y reconectar a la persona de nuevo con su ambiente consiguiendo una adaptación óptima a su vida diaria y en sus relaciones interpersonales.




    Desde aquí mi agradecimiento a Dª Virginia Mora, Psicóloga Sanitaria. Experta en violencia y trauma, por habernos acercado al mundo del trauma.

  • ¿Se puede prevenir el maltrato machista?

    ¿Se puede prevenir el maltrato machista?


    Entrevista con D. Pedro José Horcajo Gil, Máster en Psicología General Sanitaria (Doctorando en Psicología Forense: eficacia de un programa de tratamiento a hombres condenados por maltratar a sus mujeres), sobre su investigación respecto a la eficacia de los programas de prevención del maltrato machista.




    – ¿En qué está investigando con respecto a la violencia de género?

    Mi tesis está enfocada a analizar la eficacia de un programa de tratamiento psicológico.

    – ¿Es sobre lo que actualmente se llama violencia machista?

    Efectivamente, existe el machismo como constructo bien definido y como percepción socialmente compartida.

    – ¿Sé analizan rasgos de personalidad que puedan estar implicados?

    Sí, el descubrimiento de grupos de rasgos psicopatológicos de personalidad es muy importante, porque obviamente la intervención debe ser distinta en cada caso particular.

    – ¿Cuál es el origen de la violencia machista?

    Existen datos sobre el ciclo intergeneracional de la violencia y la transmisión de la misma de padres a hijos.
    Muchos de los hombres que han cometido actos de maltrato contra sus mujeres, fueron o bien hijos maltratados o bien observaron cómo sus padres maltrataban a sus madres.
    tTodo esto tiene que ver con el modelo de aprendizaje vicario de Bandura (el fenómeno del maltrato puede ser analizado desde muchas perspectivas y marcos teóricos).
    Sin embargo, estos datos no son concluyentes, a día de hoy se sabe que no todos los hombres que fueron víctimas de violencia (directa o indirectamente) han maltratado en la adultez, ni todos los que han maltratado fueron víctimas de violencia.
    Hay variables que todavía se «escapan».



    – ¿Se puede identificar un perfil del maltratador?

    En cuanto a perfiles, depende de lo que definamos por perfil.
    Muchos autores prefieren analizar cada caso de manera particular, puesto que no hay dos personas iguales.
    Pero de cara a la investigación a veces se hace necesario tener que reunir características comunes; en este sentido, es más interesante hablar de tipos de maltrato.
    Los 4 perfiles más destacados serían:
    – El de dominancia/intimidación (en el que predomina la agresión física y se intenta someter a la pareja).
    – El de denigración (en el cual se pretende dañar la autoestima de la pareja).
    – El de aislamiento (privar a la pareja, tanto de poder relacionarse con su familia y amistades como de buscar empleo; el principal objetivo es aislarla económica y emocionalmente)
    – El de retirada de atención (mediante compoortamientos de evitación, se le niega a la pareja la atención de cosas importantes para ella, a modo de castigo).
    Existe una «categoría» adicional denominada violencia económica (donde los recursos económicos son estrictamente controlados, proporcionando el dinero justo para actividades puntuales).
    Pero como te comentaba, es raro que se dé un tipo «puro», en la práctica clínica nos encontramos con que se suelen dar conductas pertenecientes a varios «tipos» de violencia».
    Así como la violencia física, la psicológica y la sexual no suelen darse aisladamente.

    – ¿En qué consiste un programa de prevención de este tipo?

    En cuanto a la prevención, se está llevando a cabo la impartición de un módulo específico de violencia en las relaciones de pareja en el noviazgo en institutos de la Comunidad de Madrid (junto con módulos de prevención de consumo de sustancias y de conductas antisociales).
    Como todas las conductas desadaptadas, se puede prevenir.

    – ¿Cual es el objetivo del programa de prevención de recaídas?

    El objetivo concreto de este programa es procurar evitar bajo todos los medios posibles de que disponemos que se vuelvan a producir actos violentos, incluyendo el fortalecimiento de los recursos de afrontamiento de estos hombres de cara a una mayor tolerancia a la frustración, disminución de errores cognitivos hacia la mujer y otros aspectos relevantes.



    – ¿Sobre qué tipo de población se aplican estos programas?

    Deben ser hombres (en algún caso se ha intervenido con mujeres condenadas por violencia de género) condenados a una pena inferior a 2 años.

    – ¿Cree que se invierte lo suficiente en la prevención de este tipo de conductas?

    Al menos bajo mi humilde opinión, los que toman las decisiones deberían invertir más en estas labores.

    – ¿Qué queda por descubrirse todavía con respecto a la previón de este tipo de violencia?

    Se necesita un sólido conocimiento de los factores de riesgo, modificables y no modificables (sexo, estatus socio-económico y cultural de la familia de crianza, educación temprana, etc.).
    Aunque se ha avanzado bastante, aún queda bastante por conocer sobre el tema.




    Desde aquí mi agradecimiento a D. Pedro José Horcajo Gil, Máster en Psicología General Sanitaria (Doctorando en Psicología Forense: eficacia de un programa de tratamiento a hombres condenados por maltratar a sus mujeres), por habernos acercado a este tipo de intervención.

  • Enfermedades provocadas por una vida llena de agresividad

    Enfermedades provocadas por una vida llena de agresividad

    El sentimiento de agresividad se convierte en algo primario dentro de nuestro desarrollo, que nos sirve para definirnos como individuo, con lo que poder establecer los límites de territorialidad y posesión, aspectos que la sociedad actual ha educado para realizarlo de forma más “civilizada”, pero que cuando se dan las circunstancias de desinhibición, por el consumo de alcohol u otra sustancia, reaparecen como un instinto de supervivencia.
    Todavía no está claro sobre el papel que juega la genética o el ambiente social en la “determinación” de la agresividad, entendiéndose que es una combinación de ambos, el desarrollo en un ambiente “marginal” en donde el miedo por la inseguridad es constante, la agresividad se va a “activar” como forma de autodefensa de sí mismo y de los demás, vivenciando desde pequeño como “normal” actos delictivos, ofensivos y agresivos.
    Además la violencia conlleva un plus, al ir revestida de poder, aquel que es más agresivo es temido y “respetado” por los demás, que procuran no contrariarle en nada ni “ponerse en su camino” para no sufrir las consecuencias.
    Los pequeños que han sido víctimas de ésta agresividad intrafamiliar, cuando crecen van a tender a repetir dicho modelo con sus parejas, sobre todo en la adolescencia temprana van a “rebelarse” contra su posición de víctima para convertirse ahora en los agresores, buscando que los demás le teman y “respeten” tanto como lo hacían con su agresor.

    En ocasiones no es capaz de “devolver” la agresividad recibida a quien le ha estado “castigando” injustamente, porque es más fuerte o porque ya no está, lo que genera gran frustración, en este caso orienta toda esa “rabia” contenida en otra tercera persona o en un objeto.
    Por lo que se convierte en un círculo vicioso dentro de las familias y en los barrios “marginales”, donde la forma de sobrevivir es con y para la agresividad.
    La agresividad puede ser directa o indirecta, en el primer caso estamos hablando de golpear, pegar a algo o a alguien física o verbalmente, en el segundo caso, más empleado por las mujeres, se trata de una agresión “psicológica”, en el que con murmuraciones, comentarios a la espalda,… trata de minar la credibilidad de la persona y burlarse de ella ante los demás.
    Pero si hasta ahora hemos hablado de agresividad hacia alguien o algo externo, también hay que mencionar la posibilidad de que ésta agresividad esté dirigida contra uno mismo, ya sea por un alto nivel de frustración, unido a una baja autoestima o un elevado sentimiento de culpabilidad que le hace sentirse constantemente mal consigo mismo.
    Los pequeños aprenden desde etapas muy tempranas, cómo canalizar la frustración de sus deseos, y es mediante la corrección y supervisión de sus progenitores, especialmente del padre, cuya ausencia puede facilitar la agresividad.
    La agresividad a parte de las consecuencias físicas que entraña al golpear a otro, va a conllevar una serie de problemas en la salud provenientes de la expresión de la conflictividad interna mostrándose como enfermedades psicosomáticas, dependiendo de la intensidad sentida va a influir:
    – A nivel digestivo, con expresiones como anorexia, bulimia, “bola esofágica”, náuseas, vómitos o diarreas, ante los casos “más leves” de agresividad; a niveles “intermedios”, obesidad y colitis espasmódica; y a niveles “elevados” de agresividad úlceras gastroduodenales y rectocolitis hemorrágica.
    – A nivel cardiovascular con taquicardia, palpitaciones, alteraciones de la presión arterial, a nivel más “superficial”; dolores precondiales, lipotimias, desvanecimientos, distonía vegetativa o trastorno vasosimpático, a nivel “intermedio”, y a niveles altos de agresividad, infartos de miocardio e hipertensión arterial crónica.
    Un elevado nivel de agresividad contenida, además de los efectos psicosomáticos citados, va a afectar a otros órganos, siendo generador de enfermedades como, a nivel respiratorio provocando asma; o en la piel, alergia con manifestaciones de palidez y sonrojo.


    Vídeo Recomendado:

    Las consecuencias de las Enfermedades psicosomáticas, asociadas a altos niveles de ansiedad, debido a la relación del sistema P.N.I.E., es aplicable en el caso de personas con altos niveles de agresividad, ya que van a estar “siempre” dispuestas para la lucha, lo que va a provocar un agotamiento prematuro de los órganos del cuerpo, producido por los niveles de estrés elevados, que con ello facilita la aparición de las enfermedades psicosomáticas. Es por ello, que hay que enseñar a los más pequeños a canalizar correctamente su frustración y agresividad, no sólo porque eso le ayudará a su desarrollo en sociedad, sino porque así se le ayuda a prevenir la aparición de enfermedades psicosomáticas.

    Un reciente estudio realizado por la Universidad Case Western Reserve (EE.UU.), publicado en el 213 en la revista científica Child Abuse & Neglect, analiza la relación de la violencia intrafamiliar con la que luego expresan pequeños entre los 3 y 8 años de edad. Los resultados informan de que los pequeños exhiben más comportamientos agresivos cuando la madre tenía problemas psicológicos y mostraba baja calidez hacia el menor, en cambio, y al contrario de lo que se podría esperar, no encontraron una mayor agresividad entre los menores que vivían en un ambiente con violencia intrafamiliar ni entre los que habían sufrido abusos físicos.

    Ésta agresividad como se ha indicado se puede generar desde pequeño por vivir en un ambiente “inadecuado” e inseguro, pero también ante la ausencia del padre, quien al no poner “límites” va a hacer que el pequeño no refrene sus deseos, lo que va a “chocar de frente” con el “mundo exterior”, que le generará gran frustración que va a exteriorizar a través de la agresividad. Igualmente una figura rigurosa y estricta va a provocar que durante la adolescencia se produzca una respuesta “inversa” con agresividad como forma de “liberarse”.
    Incluso los sentimientos de culpa que para unos es invalidante, “aplanando” su quehacer diario por esa excesiva carga que le “atormenta”, para otros en cambio se convierte en escusa para expresar su agresividad, debido a la frustración que los pensamientos recurrentes le generan sobre su “mal hacer”.
    Realizar una breve mención en éste momento sobre la estrecha relación existente entre la agresividad y la ansiedad, definida ésta segunda, como la preparación para la acción, ya sea de huida o de evitación en el caso de que “venga” un peligro, pero también cuando es la propia persona quien “inicia” la acción.




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