Uno de los grandes problemas desde la psicología forense es determinar si se dice o no la verdad por parte de los testigos.

El papel del psicólogo forense

Cuando se está ante un tribunal, el perito judicial es un experto que determina la veracidad o no de los hechos presentados, este puede ser un científico de reconocido renombre o un profesional de la salud habilitado como perito.
Tal es el caso de criminólogo o psicólogo forense, el cual es requerido para diversas funciones en los juzgados, entre ellas la de determinar si un testimonio es válido o no.
El testimonio es en muchas ocasiones la única prueba de un caso, de una persona que ha presenciado el acto allí juzgado.
El problema se presenta en el caso de los «falsos recuerdos», donde el testigo, de forma involuntaria «recuerda» detalles o acontecimientos que no sucedieron, pero que es capaz de «jurar» por ello.
Estos falsos recuerdos parecen estar relacionados directamente con la implicación emocional del acontecimiento, si el hecho ha sucedido a un extraño, por ejemplo, ha visto que atracan a un desconocido, el número de falsos recuerdos es inferior a si el acontecimiento le sucede a alguien con el que se tiene un vínculo emocional, por ejemplo, si atracan a nuestra pareja.
Pero si hay un caso difícil a la hora de determinar la veracidad del testimonio, es cuando el testigo y la víctima es la misma persona, es decir, cuando somos nosotros los atracados, en donde es fácil confundir los recuerdos con las emociones de ese momento, entonces ¿Es fiable el testimonio de un maltratado?


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El problema del falso testimonio

Esto es precisamene lo que ha tratado de averiguarse con un estudio realizado por el Department of Psychology, Unversity of Oslo (Noruega) junto con el Department of Psychology, City University London (Inglaterra) cuyos resultados acaban de ser publicados en la revista científica Journal of Experimental Child Psychology.
En el estudio participaron cincuenta y siete menores, de los cuales el 40,4% eran niñas, con edades comprendidas entre los 8 a 12 años; veintiséis de los cuales habían sufrido maltrato, sirviendo el resto como grupo de comparación.
A todos ellos se les administró una prueba para evaluar falsos recuerdos denominada Deese/Roediger-McDermott (DRM).
La tarea experimental consistía observar en la pantalla del ordenador listas de palabras en donde había bloques de palabras emocionales y neutras.
Cada palabra era presentada durante tres segundos, después de presentarle una lista de diez palabras, se le daba un tiempo de 15 segundos con una tarea distractora, para al final preguntarle sobre si la palabra había sido o no presentada, de forma que se registraba los aciertos y errores de las palabras recordadas.
Para el control de variables extrañas, como la inteligencia o el desarrollo lingüístico desigual se evaluaron a los participantes mediante el Wechsler Abbreviated Scale of Intelligence (WAIS).
Entre los resultados se hallaron diferencias significativas en cuanto a los aciertos, siendo más elevados en el caso de los pequeños que no habían sufrido maltrato.
Se encontraron diferencias significativas en los falsos recuerdos entre pequeños que habían sufrido maltrato y los que no.
Esto es, los pequeños que habían sufrido maltratado identificaban una mayor cantidad de estímulos como «presentados» cuando en realidad no lo eran.
No existen diferencias de género en los aciertos y errores en función del género.


El papel del psicólogo en un juicio

Hay que tener en cuenta que el estudio carece validez ecológica, debido al diseño de la prueba experimental.
Igualmente, y tal y como señalan los autores, las diferencias encontradas no se pueden explicar únicamente por los efectos del maltrato en el pequeño, sino de una consecuencia secundaria del mismo sobre el ejecutivo central, es decir, se ha observado cómo estos pequeños sufran de problemas de concentración y atención, lo que podría explicar los malos resultados.
Con las salvedades anteriores, hay que destacar la manipulación no consciente que hace el pequeño sobre su realidad en función de la experiencia traumática vivida.
Esto va a hacer que este pueda sufrir en una realidad «normal» lo que a cualquier otro pequeño no le afectaría. Lo que hace necesario una supervisión por parte de personal especializado para ofrecer el apoyo que el pequeño necesite.
Sobre todo, con menores se tiende a pensar que «el tiempo lo cura todo» y que de alguna forma «natural» el pequeño olvidará el trauma vivido sin efectos.
Este estudio demuestra que no sólo no es así, si no que su experiencia está marcando cómo ve y vive el mundo que le rodea, por lo que es imprescindible una terapia adecuada para devolverle al pequeño a su «infancia normal».