Categoría: Psicopedagogia

Temática de la Psicopedagogia

  • ¿Cómo se forma la personalidad?

    ¿Cómo se forma la personalidad?

    Lo primero que hay que aclarar es el concepto de Persona, cuya etimología (origen del significado de las palabras) hace referencia a las máscaras que utilizaban los griegos, en sus representaciones de teatro.

    Es decir, la persona (máscara) es la imagen con la que nos presentamos ante los demás; sin ser tan estrictos, el término se empela para designar a un individuo sustancialmente distinto del resto, que pertenece a una determinada especie.
    Ésta persona va a tener una serie de cualidades, además de sus característica físicas, como son el peso, la altura, el color de pelo, piel u ojos, entre otros; también va a presentar una forma sentir y de relacionarse consigo mismo y con los demás, mostrando un estilo de conducta y formas de hacer propias.

    A éste conjunto de estilos de pensar, sentir y actuar, es a lo que se denomina personalidad, en la que se pueden distinguir tres facetas:

    Biológica, que se corresponde tanto a la información genética adquirida por combinación de las de los progenitores (genotipo); como a los caracteres morfológicos, funcionales y bioquímicos que presenta la persona (fenotipo); el primero se correspondería a nuestra carga genética, mientras que el segundo se refiere a cómo se expresa esa genética de una determinada manera.

    Individual, que abarca las necesidades, deseos y anhelos, es decir, es la motivación de la persona, que será lo que la va a conducir a actuar de una determinada manera para conseguir alcanzar sus metas, igualmente tratará de evitar aquello que le resulte poco atractivo o desagradable.

    Social, a través de las relaciones interpersonales, aprendemos no sólo a convivir con los demás, sino también a pensar y sentir de una determinada manera. La cultura, el idioma, los usos y costumbres, van a ir configurando desde los primeros meses las tendencias de pensar, sentir y comportarse del individuo a lo largo de su vida.

    Desarrollo de la personalidad y conducta infantil de niños

    Con esto podemos tener una idea aproximada de lo que es la personalidad, como la tendencia a pensar, sentir y actuar de una determinada manera, que va a estar condicionada, por un conjunto de normas que regulan la convivencia, dentro de la sociedad en que se vive, así como por la expresión de una genética trasmitida por nuestros padres, pero, ¿Cómo se forma la personalidad?

    Dos son los principales mecanismos que empleamos para conformar la personalidad a lo largo del tiempo:

    La experiencia directa, permite a la persona, desde muy pequeño ir probando distintas acciones, y por ensayo y error, aprender aquello que es agradable o desagradable. Lo primero, se convierte en fuente de deseo, generando tendencias hacia su logro; mientras que lo desagradable, se tiende a evitar o incluso huir de ello.

    El aprendizaje vicario, también conocido como aprendizaje observacional, por el cual la persona es capaz de aprender las consecuencias de determinadas acciones, viendo los resultados que estas generan en otros. Por ejemplo, un bebé es capaz de aprender a no tocar las cosas puntiagudas si ve cómo otra persona se lastima al hacerlo.

    Autoestima: cómo ayudar en la formación de la personalidad de los menores Https://t.co/6G8x6TLF0T Pic.twitter.com/I9iPVoG4kJ — CDNLaRioja (@CDNLaRioja) 29 de agosto de 2016

    A través de estos dos mecanismos, vamos a aprender a identificarnos como individuos, distinto del resto, con características propias, como son nuestro cuerpo, nuestra forma de pensar y de actuar. Pero para llegar a este punto han de pasar un tiempo de experiencia y aprendizaje por parte del bebé, tal y como lo demuestra la prueba de la mancha; previamente a la prueba, al pequeño se le ha puesto una mancha (de carmín) en alguna parte de su frente, para con posterioridad colocarle frente a un espejo, para observar su reacción. Si éste trata de tocarse la mancha, se puede concluir de que el bebé tiene conciencia de que ese que está viendo en el espejo es él, es decir, es su reflejo; por lo tanto ya tendría conciencia de sí mismo, como individuo diferente del resto.

    Igualmente con el tiempo, va a ir adquiriendo la conciencia moral, que es aquella que va a regir nuestra conducta a lo largo de la vida, y por la cual, aprendemos qué es lo que está establecido como correcto o incorrecto, dentro de una determinada sociedad. Así, estarán permitidos e incluso fomentados determinados deseos, pensamientos y formas de actuar; mientas otros quedarán prohibidos, perseguidos y castigados.

    Todo ello va a ir conformándonos como persona y estableciendo una determinada forma de sentir, pensar y actuar que fijará nuestra personalidad.

  • Diada madre hijo

    Diada madre hijo

    En éstas líneas vamos a abordar la importancia de la relación entre la madre y su bebé, a lo que en el contexto de la Psicología Evolutiva se ha denominado diada madre-hijo.

    Ésta diada adquiere especial relevancia ya que va a ayudar a conformarse la personalidad del pequeño, así como ofrecerle las primeras experiencias con el mundo exterior, donde el pequeño va adquiriendo destrezas y autonomía con respecto a su propio cuerpo.
    La investigación sobre la importancia de los primeros años de vida se puso en evidencia en el siglo XVII, debido a los famosos casos de los niños salvajes, como el de Aveyron. Niños que no recibieron ningún tipo de estimulación social y que tenían importantes carencias en cuanto a sus habilidades de comunicación, que además, y a pesar de los esfuerzos de los investigadores de la época, no pudieron ser superadas para equipararse al del resto de los niños de su edad, surgiendo así la teoría del periodo crítico, por el cual lo que no se aprende en su momento no se puede aprender con posterioridad.
    Igualmente a como se había observado en los casos de raquitismo infantil producido por la falta de vitamina D, debido a una carencia alimenticia de calcio y fósforo, lo que conllevaba a la desminarilización de los huesos y cartílagos; igualmente, se planteó a mediados del siglo XIX que la falta de afecto en los pequeños o una relación inadecuada con la madre, desencadenaba una serie de consecuencias sobre el menor que con frecuencia no llegaba a recuperase, entre las cuales se encontraba, un retardo en el desarrollo, con lenguaje incompleto, sin hábitos sociales, con gran demanda de afecto y baja tolerancia a la frustración.
    En la misma época se comprobó algo que se había documentado desde hace tiempo, fue en los orfanatos alemanes, donde trataron de incrementar la esperanza de vida de sus menores, que era muy inferior a la de aquellos niños que vivía en una familia normal. A pesar de los esfuerzos en cuanto a incrementar las condiciones de salubridad de los orfanatos, al final se constató que lo importante era el cariño y la afectividad del cuidador, y su ausencia provocaba trastornos físicos y psicológicos del desarrollo, denominándose a éste efecto como hospitalismo.



    Estos antecedentes pusieron en evidencia la importancia de las primeras relaciones más allá de proporcionar cuidado y alimentación. Freud, consideraba a la madre como el primer objeto de deseo, ya que es a través de ella como se consigue la comida, la cual será la primera relación objetal que irá evolucionando, incorporando los elementos del mundo exterior a medida que aumentan las capacidades del pequeño.
    En la diada madre-hijo, el pequeño va a ir conformando su personalidad, de forma que al principio va a reflejar las necesidades y carencias de su madre, antes de establecer sus propias características. Algunos autores han planteado precisamente en éste reflejo del bebé, el origen de las enfermedades psicosomáticas, proveniente de la personalidad de la madre, debido a su permeabilidad por no tener aún conformada su propia identidad diferenciada. Así una personalidad represora por parte de la madre, va a hacer que el pequeño interiorice ciertos hábitos sobre el manejo de sus emociones que van a conformar parte de su personalidad, lo que va a hacer que tenga más probabilidades de enfermar, tal y como se ha observado en adolescentes.
    Estudios sobre depresiones infantiles y fenómenos como el de hospitalismo corroboran la importancia de la madre, no sólo de su presencia física, sino de su implicación emocional con el menor, el cual por un proceso de introyección va a asumir la vida emocional de la madre.
    En éste caso el término represor no hace mención al término psicoanalítico, que se refiere a un mecanismo de defensa, por el cual se mantienen las pulsiones en el inconsciente sin que puedan acceder al consciente; sino a una concepción en donde la persona exhibe una personalidad tipo C, que va a caracterizarse principalmente por una incapacidad de identificar y expresar sus propias emociones, sobre todo las negativas, como ansiedad, ira, rabia o agresividad.

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