Resumen:La hipertensión es un signo de que algo no está funcionando bien en nuestro organismo, pero ¿Cuáles son sus causas?, y ¿Cómo se trata?
La presión arterial
La presión arterial se define como la fuerza con la que la sangre choca con las paredes de las arterias, dado por el incesante bombeo de sangre proveniente del corazón. La Hipertensión, tal y como indica su nombre, se trata de niveles anormalmente altos de presión arterial.
La importancia de ésta medida, es que una cantidad demasiado alta, podría estar indicando posibles problemas circulatorios en un futuro, debido a la mayor presión sobre el sistema y con ello, más posibilidades de que aparezcan lesiones en alguno de sus conductos, pudiendo provocar accidentes cerebrovasculares, ataques cardíacos, insuficiencia cardíaca, enfermedad renal e incluso la muerte temprana.
La presión o tensión arterial se mide gracias a un tensiómetro o manómetro, que indica por dos medidas, la correspondiente a la contracción del corazón (sístole) y la de la relajación (diástole); siendo una medida normal entre 120 y 80 respectivamente; se considera prehipertensión cuando estas cantidades suben hasta 140 o 90, cuando llegan a ésta cantidad o la superan se denomina hipertensión.
Existen dos tipos de hipertensión, la primaria o esencial y la secundaria, la primera, que es más común, está relacionada con el sobrepeso, la diabetes, estados ansiosos, y la ingesta de sal, alcohol o tabaco. Mientras que la secundaria, es producto de otros “achaques” que afectan a la salud, tal como enfermedades renales, trastornos del sistema endocrino, problemas congénitos o yatrogénia.
Hay que tener en cuenta que la presión arterial aumenta con la edad, debido a la pérdida de la elasticidad de las arterias con el paso del tiempo; igualmente la presión no es estable a lo largo del día, sino que varía de hora en hora y en función de la actividad que estemos desempeñando.
El Tratamiento de los problemas relacionados con la presión arterial se centra en tres aspectos:
– Hábitos saludables de vida, entre los que se incluye la pérdida de peso en las personas que sufren de obesidad, ejercicios moderados, dieta de fruta, abandonar el alcohol, el tabaco, café, sal y alimentos ricos en grasas saturadas y colesterol.
– Intervención farmacológica con diuréticos, beta bloqueadores o bloqueantes de canales de calcio.
– Intervención psicológica, orientada principalmente a combatir las situaciones de estrés diario y a la consolidación de hábitos saludables de vida.
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La hipertensión
Desde la Perspectiva psicosomática, las personas hipertensas están más relacionadas con la hostilidad contenida, que con la ansiedad, empeñadas en luchar contra sus sentimientos agresivos que es incapaz de expresar, sintiéndose siempre amenazada y dispuesta a defenderse, viviendo una situación de atención crónica. Además estas personas van a estar caracterizadas por una escasa valoración de sí mismos, con elevada ambición, miedo constante de no alcanzar sus metas, tendencia a la perfección, y a adquirir responsabilidades. A pesar de su hostilidad, propiciada por ceder hacia los deseos de los demás, como forma de alcanzar los suyos propios y conseguir aceptación social, no es capaz de expresar ésta agresividad, mostrándose comprensivo y afable.
Con respecto al Tipo de personalidad más habitual en éstos pacientes, se suele presentar tanto en la Personalidad tipo A como en la Personalidad tipo D:
– La personalidad tipo A está relacionado con problemas coronarios, asociados a la agresividad y la competitividad.
– La Personalidad tipo D está más relacionado con la probabilidad de sufrir trastornos del estado de ánimo, como depresión y ansiedad. Además estas personas se muestran hiperactivas, debido a una excesiva autoexigencia motivada por su baja autoestima, mostrando altos niveles de alexitimia.
Sus rasgos de inhibición emocional de la Personalidad tipo D, podrían asemejarse con los de la Personalidad tipo C, donde también aparece un constante autocontrol, con falta de asertividad, con dificultad de expresar las emociones negativas. Pero en éste caso, en la Personalidad tipo C se dan además una excesiva aparición de expresividad de sentimientos positivos, para “compensar” a los negativos, mostrándose amoroso, solidario, amable y carente de problemas. Pero además se muestra pasivo, introvertido, obsesivo, con dificultad de iniciar nuevas relaciones sociales o de asumir cambios en su vida cotidiana, inconformista con sus propios logros, deseando el de los demás, complaciente e inseguro y propenso a sufrir depresiones.
Como vemos es cuestión de matices, la diferencia entre ambos tipos de personalidad, pero esos rasgos distintivos son los que van a hacer reaccionar de forma diferente al organismo, así las personas con Personalidad tipo C son más propensas a sufrir reumas, infecciones, alergias, afecciones cutáneas y cáncer. Mientras que las pErsonas tipo D van a ser más propensas de sufrir trastornos del estado de ánimo, como depresión y ansiedad, úlceras pépticas y trastornos vasculares, como hipertensión, cardiopatías isquémicas o arritmias, con mayor riesgo a padecer infartos de miocardio.
En éste artículo se analiza la relación existente entre el estrés y las enfermedades psicosomáticas.
El estrés es aquello que sentimos cuando debemos dar una respuesta lo más rápido y certera posible, ante un examen, un informe que hay que entregar en el día,… todo ello provoca una tensión emocional que se va acumulando si no se libera.
Existe una relación directa entre el estrés y las enfermedades psicosomáticas, se ha comprobado que ante el aumento del estrés acumulado se incrementa la probabilidad de sufrir dichas enfermedades.
En caso de que la situación que genera estrés (estresor), se mantenga a durante semanas o meses, se puede ver afectado, el sistema digestivo, provocando gastritis, úlceras o colon irritable; igualmente afectará a la piel con la aparición de dermatitis, urticaria o caída de pelo; a nivel pulmonar puede aparecer tos o ataques de asma; y a nivel muscular se puede experimentar lumbalguia o dolores musculares.
Si el estrés se mantiene durante más tiempo, se considera una situación de estrés crónico y puede producir hasta las más graves enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple.
Éste tipo de afecciones, cuando el estrés es de origen psicológico, ha proporcionado el respaldo definitivo para dar cuerpo teórico y práctico a la aproximación psicosomática, más allá de una somatización de emociones mal manejadas, tal y como se solían atribuir en estos casos, en que se equiparaban a los trastornos psicológicos.
En cambio, la expresión de signos y síntomas físicos, tan graves e importantes como los provocados a nivel muscular, pulmonar, gástrico e incluso inmune, siendo su responsable un acontecimiento psicológico como es el estrés, no deja duda alguna a que existe una relación directa entre lo psicológico y lo físico, y que la salud de uno, influye en el otro, principios fundamentales de la aproximación psicosomática.
El Estrés y sus Efectos en la Salud
¿Qué es el Estrés?
El estrés es una respuesta natural que experimentamos cuando enfrentamos situaciones que requieren una respuesta rápida y precisa, como:
Exámenes
Informes con plazos ajustados
Situaciones de presión laboral
Esta tensión emocional puede acumularse si no se maneja adecuadamente.
Efectos del Estrés Prolongado
Sistema Digestivo
Gastritis
Úlceras
Colon irritable
Piel
Dermatitis
Urticaria
Caída de pelo
Sistema Respiratorio
Tos
Ataques de asma
Sistema Muscular
Lumbalgia
Dolores musculares
Estrés Crónico
Cuando el estrés se mantiene durante períodos prolongados, puede derivar en estrés crónico, que puede provocar enfermedades autoinmunes graves como la esclerosis múltiple.
Aproximación Psicosomática
Existe una relación directa entre lo psicológico y lo físico. La salud de uno influye directamente en el otro, siendo estos los principios fundamentales de la aproximación psicosomática.
Pero ésta aproximación no sólo tiene que ver con el origen de los signos y síntomas de las enfermedades, sino también con su tratamiento, entendiendo que cualquier intervención, única y exclusivamente física, no hará sino “parchear” lo que no funciona bien, pero mientras que no exista una intervención terapéutica completa, que incluya los aspectos psicológicos, aquello que lo genera y mantiene (el estrés) seguirá haciendo estragos, en ese mismo órgano o músculo, o en otros.
De ahí que a veces, cuando desde el ámbito exclusivamente médico se trata un órgano o músculo, a pesar de que se observe una mejoría en éste; otro órgano normalmente próximo, muestra signos y síntomas de enfermedad que antes no mostraba, por lo que en ocasiones el diagnóstico parece difuso y errático, y todo ello porque no se está tratando la causa psicológica que lo genera y mantiene.
Ante un caso de úlcera, por mucho “antiácido” que se beba tras la comida, para reducir el nivel de acidez del estómago y proteger así a las úlceras, no hará sino mitigar los síntomas y evitar que estas provoquen malestar y dolor; pero ese estrés acumulado y agotador del sistema se expresará de otra manera, pues todo el organismo está siendo sobrecargado continuamente.
Esto se ejemplifica claramente con las piezas de un motor de cualquier vehículo, al cual si se le da un uso correcto puede durar mucho tiempo, pero si se está continuamente pisando el acelerador, éstas “sufren” más de la cuenta, erosionándose las piezas, y pudiendo llevar a la rotura de alguna de ellas.
Pues lo mismo le sucede a nuestro organismo, las primeras “piezas” que se verían afectadas serían, precisamente aquellas que genéticamente tuviésemos más propensas a la enfermedad, o que por algún motivo ya hubiesen sufrido con anterioridad y estuviesen más débiles. Es por ello que el mismo nivel de estrés (aunque como cada uno lo vive de forma individual, basado en su historia personal, nunca es el mismo), va a provocar una sintomatología diferente según la persona que lo está sufriendo, viéndose en unos casos afectados el sistema muscular, gástricos, pulmonar, o el inmune.
Con posterioridad, y gracias a los estudios realizados sobre el eje Hipotálamo Hipófiso Adrenal (H.H.A.), se ampliará el espectro de las causas psicológicas generadoras de trastornos psicosomáticos, dejando así de circunscribirse únicamente en el estrés, para ampliar también al ámbito de la vida emocional del paciente y que como se viene comentando, no es sino con una intervención global que afecte tanto a la parte física como psicológica, como se va a conseguir restaurar la salud de la persona y no sólo “parchear” aquella expresión de signos y síntomas.
Aproximación Psicosomática al Tratamiento
Más allá del tratamiento físico: Una perspectiva integral
El Problema del Tratamiento Parcial
La intervención únicamente física actúa como un «parche» temporal. Sin abordar los aspectos psicológicos subyacentes, el problema persistirá o se manifestará de otras formas.
Consecuencias del Tratamiento Incompleto
Mejoría temporal del órgano tratado
Aparición de síntomas en órganos próximos
Diagnósticos difusos y erráticos
La Analogía del Motor
Al igual que un motor sometido a excesiva aceleración, nuestro organismo bajo estrés constante sufre:
Desgaste acelerado de componentes
Mayor propensión a fallos
Deterioro progresivo del sistema
Manifestación Individual del Estrés
El impacto del estrés varía según cada persona, afectando principalmente a:
Áreas genéticamente predispuestas
Zonas previamente debilitadas
Sistemas más vulnerables (muscular, gástrico, pulmonar, inmune)
Avances en la Comprensión
Los estudios sobre el eje Hipotálamo Hipófiso Adrenal (H.H.A.) han expandido nuestra comprensión, incluyendo:
Factores emocionales
Aspectos psicológicos
Conexiones mente-cuerpo
La Importancia del Tratamiento Integral
Solo mediante una intervención que aborde tanto los aspectos físicos como psicológicos se puede lograr una verdadera restauración de la salud.
Quien ha sufrido una jaqueca sabe lo incapacitante que puede llegar a ser un dolor agudo e intenso, descubre todas las claves sobre qué es y cómo se trata.
La Jaqueca también conocida como hemicránea o migraña, es una afección de la cabeza caracterizada por un dolor intenso que puede llegar a ser incapacitante de duración entre 6 a 48 horas. Éste dolor se debe de distinguir de otros con sintomatología parecida, como las cefaleas.
Además del síntoma principal de dolor, puede ir acompañado por otros, como trastornos visuales, entumecimiento, nauseas, vómito o fotofobia (sensibilidad a la luz).
En ocasiones, antes de que aparezca la jaqueca, se suele dar un fenómeno denominado Aura, consistente en un conjunto de síntomas como la alteración en la visión, dificultad para concentrarse, náuseas o entorpecimiento del habla, que sirve como “aviso” de que la jaqueca va a presentarse a continuación.
La jaqueca es una actividad anormal del cerebro con base genética, donde el estrés y otros estimulantes, como el tabaco, el café, los ruidos fuertes o las luces brillantes juega un papel fundamental en su desencadenamiento.
Existen distintos tratamientos en función del momento de la intervención:
* Previo a la aparición de la jaqueca, como medida preventiva:
– Llevar a cabo una vida lo más saludablemente posible evitando los estimulantes, y el resto de factores desencadenantes. Dormir aproximadamente ocho horas y hacer ejercicio moderado con regularidad.
– Intervención farmacológica para tratar un problema crónico instaurado, con el objetivo de reducir la aparición de ataques a lo largo de la semana, para ello se emplean betabloqueantes, anticonvulsionantes, antidepresivos tricíclicos o bloqueadores de canales de calcio.
* Cuando se ha producido la jaqueca, en estado agudo,
– Intervención farmacológica, a través de antiinflamatorios no esteroides; triptantes; ergotamina.
Vídeo Recomendado: Dolores de cabeza – ¿Qué es la cefalea tensional y la migraña? – Causas y síntomas
Igualmente y acompañando al tratamiento farmacológico, es conveniente aplicar una serie de Técnicas psicológicas orientadas a controlar situaciones que generen altos niveles de ansiedad, así como las orientadas al manejo del estrés, como:
– Técnica de relajación muscular, para controlar la ansiedad desencadenante de las jaquecas, ya sea la relajación muscular progresiva de Jacokson, entrenamiento autógeno, biofeedback, o de visualización de imágenes mentales.
– Técnica de restructuración cognitiva, donde se combaten los pensamientos inadecuados asociados que pueden desencadenar o mantener las migrañas.
– Técnicas de modificación de conducta, para instaurar las conductas saludables y reducir o eliminar aquellas que sean estimulantes para su aparición.
– Técnicas de gestión del estrés, para aprender a manejar las situaciones percibidas como amenazantes, teniendo herramientas para su correcto manejo, empleando entrenamiento en autoafirmación o el rol play.
Además del papel de las situaciones de estrés, como desencadenantes de las jaquecas, han sido varias las aportaciones teóricas, principalmente desde la orientación psicoanalítica. Desde la perspectiva de la Personalidad de los que sufren la neurodistonía migranoide (jaqueca), Juan Rof Carballo, define a estos pacientes como obsesivos-compulsivos, caracterizados por una personalidad ambiciosa, meticulosa, con tendencia al perfeccionismo, con rigidez de pensamiento, pulcritud, e intolerancia al desorden, a lo inacabado o a la imperfección. Donde las jaquecas se producen ante situaciones que le provocan frustración de sus ideas obsesivas. Igualmente existe un componente depresivo importante que se manifiesta en los síntomas que acompañan a la jaqueca, como búsqueda de la soledad, evitando la luz o el ruido.
Para Alexander, de la Escuela psicoanalítica de Chicago, las enfermedades psicosomáticas se producen por conflictos psíquicos, existiendo dos grandes grupos de éstas enfermedades, aquellas provenientes de tensiones agresivas reprimidas (hipertensión, migrañas y algunos tipos de diabetes) y las que provienen de la pasividad. Describiendo a los pacientes que sufrían jaquecas como perfeccionistas, delicados y tímidos en su niñez, obedientes y con rasgos de terquedad e inflexibilidad, dotados de un alto sentido de la justicia. En la vida adulta se acentúan estos rasgos, convirtiéndose en ambiciosos, necesitados de éxito, con un continuo afán de superación, constante, minucioso y perfeccionista. Unido todo ello con rasgos obsesivos como ser testarudo, maniático del orden, inflexible y resentido.
Frommreichmann, también de la Escuela de Chicago, destaca además el papel de la hostilidad reprimida e inconsciente, dirigida hacia las personas queridas e importantes en su vida, lo que le genera un sentimiento de culpabilidad, energía que se introduce proyectando su odio sobre sí mismo, mediante una crisis de auto-castigo que provoca las jaquecas.
La anorexia nerviosa es una enfermedad de la alimentación que afecta principalmente a los más jóvenes, pero ¿Cuál es su origen?
La anorexia nerviosa, es una enfermedad donde se produce una reducción en la cantidad de alimentos ingerida de forma voluntaria, que llega a poner en riesgo la salud de la propia persona.
Ésta enfermedad está encuadrada dentro del grupo de los trastornos psicológicos de la alimentación, donde se produce una excesiva pérdida de peso, pudiendo llevar al paciente a un estado de malnutrición y en los casos más extremos hasta el fallecimiento.
En ésta enfermedad, que se inicia a partir de la pre-adolescencia, existe un componente hereditario y hormonal, pero la causa más importante es el componente psicológico, sustentado por un miedo intenso a aumentar de peso, lo que le lleva a restringir su comida, sometiéndose a dietas y ejercicios excesivos.
Además es frecuente que utilicen diuréticos, enemas y laxantes; teniendo un peor pronóstico cuando han existido casos de problemas de alimentación o trastornos de ansiedad durante la infancia.
Entre los síntomas que conlleva ésta enfermedad, están los propios de la malnutrición, pérdida de grasa corporal, de peso, debilidad ósea, boca seca, atrofia muscular y piel amarillenta.
El campo de lo psicológico, el paciente tiene pensamientos confusos, con problemas de memoria y depresión.
El tratamiento de ésta enfermedad hay que realizarle principalmente desde el punto de vista psicológico, siendo necesaria también la intervención médica para paliar las consecuencias negativas de la malnutrición, así como para tratar farmacológicamente estados depresivos y de ansiedad que suelen acompañar a ésta enfermedad.
Dentro del abanico de herramientas terapéuticas empleadas en la intervención psicológica se destaca la terapia cognitivo conductual, ya sea aplicada de forma individual, en familia o colectivamente (grupos de apoyo).
A través de ésta terapia se trata, primeramente que el paciente reconozca su enfermedad, así como la necesidad de buscar soluciones, igualmente se trabaja sobre los hábitos saludables de alimentación, estableciendo normas con respecto al horario de comer, limitando el ejercicio físico y aprendiendo a combatir los pensamientos negativos que mantienen dicho comportamiento.
Desde el punto de vista psicoanalítico, la anorexia no es un cuadro clínico sino que se trata de un síntoma que puede provenir de:
– una melancolía, con negación a la ingesta de comida.
– una paranoia, con perturbaciones graves de su imagen corporal, con miedo intenso a ser envenenado y por ello no come.
– un estado catatónico, donde se prevé la aparición de la muerte.
Para Freud se trata de un típico síntoma de histeria debido a una neurosis infantil, llegándose a denominar inanición histérica. Donde se relaciona el rechazo a la comida como forma de obstaculizar las pulsiones sexuales.
Como vemos los pensamientos del paciente van a jugar un papel determinante, tanto en la aparición como en el mantenimiento de la anorexia nerviosa, donde se producen distorsiones en cuanto a la imagen corporal, negación de alimentarse, hiperactividad o temor exagerado a engordar.
Algunos han apuntado al papel de la influencia social, sobre todo de aspectos estéticos, como la moda, al origen de éste desorden psicológico, las personas de referencia de éxito social son modelos delgados, que normalmente “presumen” de su figura gracias a una determinada dieta y a realizar mucho ejercicio.
Otros autores hacen referencia a un origen intrafamiliar, inicialmente denominadas familias anorexigéneas, caracterizadas por ser fusionadas, rígidas, dedicadas al auto-sacrificio y a la lealtad grupal. Familias que tienden a evitar la conflictividad, no solucionando los problemas que se generan, sino ignorándolos, lo que incrementa las tensiones internas.
También se ha señalado, que su origen no se debe tanto al tipo de familia, sino a cómo se viven las relaciones dentro de la misma, constatándose una importante diferencia entre la vivencia de los progenitores y de los hijos.
Igualmente ha sido relacionada la aparición de ésta enfermedad, con la figura de una madre perfeccionista y un padre periférico o ausente, donde existe gran dificultad para la comunicación, con excesiva lealtad y dependencia familiar.
El Sueño en el que pasamos parte de nuestra vida, ¿por qué es tan necesario?
El horario de sueño y vigilia es uno de los elementos que rige el Sol, pudiéndose ver alterado por la luz eléctrica, lo que nos permite a veces trasnochar hasta que termine el programa de televisión, e incluso dormimos con la televisión puesta, o levantarnos antes de que salga Sol para aprovechar para trasladarnos a nuestro puesto de trabajo antes de que el resto lo haga y evitar con ello el tráfico.
Tanto trasnochar como madrugar son alteraciones del ciclo natural del sueño, pero cuándo pensamos en el Sol, y en las horas de luz, se ha de tener en cuenta, que estas no sólo cambian de verano a invierno, sino que también lo hace según el lugar del mundo donde estemos, así en los polos en verano se pueden llegar a tener días de diecinueve horas de luz y en invierno lo contrario, es decir escasamente de tres a cinco horas de luz.
Entonces, ¿Cuál es el mejor momento para dormir?, este deberá estar dado por el lugar donde vive, ajustándose lo más posible al ciclo natural de luz-oscuridad, de forma que se puedan recibir los beneficios de los primeros rayos del día, tal y como lo hacían en la antigua cultura egipcia. E igual se debería hacer para dormir, es decir, cuando se fuese el el Sol, acostarse, y con ello de forma natural estaríamos regulados entres las ocho horas de sueño que suele requerir la persona para descansar y reponerse, además aprovecha el organismo para archivar las huellas de memoria sobre las experiencias aprendidas durante el día, entre otros.
Pero este ciclo de sueño-vigilia que nos parece tan estable va variando ligeramente con el tiempo y una vez estabilizado dura toda la vida. En los primeros días de vida, y todavía dentro el proceso de maduración interno, el bebé duerme entre 16 y 20 horas diarias. Siendo sus interrupciones del sueño cada vez más espaciadas a medida que pasan los meses. Duración que irá disminuyendo progresivamente hasta acercase a las ocho horas en que se estabilizará durante buena parte de nuestra vida, pero con el envejeciendo se produce un ligero acortamiento, reduciéndose en una hora u hora y media, y eso a pesar de que se aumenta el tiempo total en que se está en la cama.
La cronodisrupción es el término técnico empleado para denominar las alteraciones provocadas en los ciclos naturales de la persona, como en el caso del jet-lag que se experimental al desplazarse a otra localidad que se rige por un ciclo día-noche diferente, o como en la privación del sueño acortándose tanto por trasnochar como por madrugar excesivamente, lo que van a provocar alteraciones tanto a corto como a largo plazo, siendo el responsable de una mayor incidencia del síndrome metabólico, de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, trastornos afectivos e incluso del envejecimiento prematuro.
La falta de sueño, es decir el dormir menos de lo que el organismo necesita, a al alarga va a ir en detrimento de la salud de la persona.
Se han realizado experimentos de privación de sueño, y se ha observado, que el no dormir suficientemente, impide realizar nuevos aprendizajes, ya que la huella de memoria no se graba; igualmente el sistema inmunológico, el que nos defiende de las infecciones y ataques del exterior, baja notablemente su rendimiento; se produce una hipersensibilidad a la luz y a los estímulos del exterior, estando más irritable ante cualquier hecho externo. Y eso solo con treinta y seis horas de experimentación sin dormir. Más allá de éste límite temporal, no se ha considerado ético continuar con los estudios, por los perjuicios irreversibles que se pudiesen producir en el paciente.
De ahí la importancia de dormir y hacerlo en un ambiente, ventilado y sin ruido, pues a pesar de estar durmiendo nuestro organismo mantiene un mecanismo de salvaguarda, por el cual, si se produce algún tipo de ruido fuere nos despertamos como medida de seguridad, para que podamos salir corriendo o defendernos; un mecanismo muy útil, para nuestros antepasados cuando vivían en las cavernas, a la hora de enfrentarse a la amenaza de algún carroñero, lo que les daba unos segundos para reaccionar. Pues igualmente nosotros ahora, si se produce un ruido fuerte, rápido nos despertamos, interrumpiendo el ciclo del sueño, y haciendo que luego nos resulte más difícil volvernos a dormir.
Las emociones forman parte de nuestra vida, siendo la de mayor influencia el estrés, ¿en qué consiste es esa influencia?, ¿existe el estrés bueno?
Existen numerosas situaciones a lo largo del día que requieren de nuestra máxima atención, en la que tenemos que dar la mejor respuesta posible, ya sea por la premura o por tener que atender a varios requerimientos a la vez, estas demandas nos producen estrés.
El estrés mantenido a medio o largo plazo puede ser nocivo para la salud, es lo que se denomina como distres, pero también existe el estrés “bueno”, es decir, aquel que durante un corto espacio de tiempo potencia nuestras capacidades y nos hace dar respuestas más acertadas en las actividades que se deben desempeñar, a éste segundo tipo de estrés se denomina eustrés.
Como vemos, el que sea “bueno” o «malo», depende tanto de nuestra valoración psicológica de los acontecimientos y situaciones estresantes como de que estas se mantengan durante un cierto tiempo. Así, una situación valorada como desafiante, pero atractiva como forma de superarse o de “lucirse”, motiva a dar lo mejor de uno mismo, obteniendo éxitos que de otra forma no se alcanzarían; pero si esa situación se mantiene en el tiempo, se produce el agotamiento de los recursos que explicaba Selye en su Sistema General de Adaptación, y con ello dejaría de ser motivador convirtiéndose en a algo “insufrible”, dando el éxito paso a la enfermedad.
Además el estrés por sí solo puede ser fuente de enfermedades psicológicas, como en el caso de los trastornos de ansiedad, los cuales son un conjunto de trastornos cuya característica principal son niveles elevados de ansiedad y miedo.
Dentro de ésta categoría tendríamos (según el D.S.M.), el trastorno de angustia, con y sin agorafobia (miedo a lugares de los que no se puede escapar), fobia social y específica, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés agudo o postraumático, trastorno por ansiedad generalizada o inducido por sustancias.
Como ejemplo del efecto de una situación del estrés, destacamos el trastorno por estrés postraumático, se denomina a éste como un tipo específico de trastorno de ansiedad y se produce cuando una persona se ha visto implicada de forma directa o indirecta en un acontecimiento muy estresante, con amenaza para su integridad; es en estos casos donde se produce un “trauma”, entendido éste como un acontecimiento que la persona es incapaz de asumir.
Esto va a provocar una serie de síntomas, el más importante de ellos es el revivir aquellos acontecimientos de forma esporádica o en sueños, lo que provoca irritabilidad, insomnio, dificultad para concentrarse; igualmente se presenta un intento de olvidar o negar la situación desencadenante, ya sea evitando hablar de ello o sufriendo amnesias parciales. Se ha podido constatar que en estos pacientes, existe una alteración en el eje Hipotálamo Hipófisis Adrenal (H.H.A.), donde se ha observado una hipersecreción del Hormona Liberadora de Corticotropina (C.R.H.) por parte de la hipófisis, generando mayores niveles de cortisol en el organismo, que una persona no afectada por éste trastorno.
Como vemos hasta ahora, el estrés es fuente de motivación a corto plazo, pero su permanencia a medio y largo plazo pueden provocar daños generalizados en el organismo, debido al mantenimiento en el tiempo de la activación en los distintos sistemas implicados en el H.H.A., estimulados algunos e inhibidos otros por el sistema simpático; pero también a que dicha situación va a influir también en nuestros relojes internos, con lo que se verían afectadas además, funciones tan importantes como la frecuencia cardíaca, el sueño o incluso la tasa de regeneración celular, lo que podría desencadenar una mayor tendencia a padecer cáncer.
Además el sistema inmune, que protege al organismo de infecciones externas e internas, es muy sensible a los procesos de estrés; cuando éste se genera, el organismo va a experimentar una inmunodepresión, reduciendo el consumo de estas funciones al mínimo, pero si se mantiene, se daña el sistema.
Los primeros síntomas de que el sistema inmune no está funcionando correctamente, se pueden observar ante la aparición de síntomas como psoriasis o lupus; pero si no se pone remedio y la situación estresante continúa, no sólo se va a producir una ralentización de los procesos de cicatrización y de recuperación de las heridas que pudiese tener, sino que se deja la “puerta abierta” a todo tipo de infecciones, además de producirse un empeoramiento de los síntomas de las enfermedades autoinmunes, entre ellas la esclerosis múltiple.
Como vemos el eje H.H.A., nos va a dar la medida de cómo funciona el organismo, si éste funciona correctamente, es decir, si se produce una activación puntual ante situaciones de estrés, la persona va a poder dar la respuesta adecuada al momento, ya sea de escape o de afrontamiento; mientras que si ésta se mantiene en el tiempo, debido a que el estresor sigue presente, se van a empezar a producir fallos en el proceso normal, y con ello se incrementa la probabilidad de sufrir enfermedades psicosomáticas.
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