Evolución del Concepto de Trastornos del Aprendizaje en el DSM y CIE – Línea de Tiempo y Descubrimientos Clave

Evolución Interactiva del Concepto de Trastornos del Aprendizaje en el DSM y CIE

¡Atención!Los trastornos del aprendizaje, como la dislexia, la discalculia y la disgrafía, son dificultades específicas que afectan la adquisición y el uso de habilidades como la lectura, la escritura y las matemáticas. A lo largo de los años, hemos avanzado significativamente en nuestra comprensión de estas condiciones, lo que ha permitido desarrollar estrategias y herramientas más efectivas para apoyar a las personas con estos trastornos.

1952 – DSM-I

No se mencionan específicamente los trastornos del aprendizaje.

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En el DSM-I, publicado en 1952, no existía una categoría específica para los trastornos del aprendizaje. Las dificultades de aprendizaje se consideraban generalmente como síntomas de otros trastornos, como la deficiencia mental o problemas de comportamiento. Esta ausencia reflejaba la limitada comprensión de la época sobre las dificultades específicas de aprendizaje como entidades diagnósticas distintas. Los problemas académicos se atribuían principalmente a factores como la inteligencia general o cuestiones de comportamiento y motivación.

1967 – CIE-8

No incluye una categoría específica para trastornos del aprendizaje.

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La CIE-8, publicada en 1967, al igual que el DSM-I, no contenía una categoría específica para los trastornos del aprendizaje. Las dificultades en el aprendizaje se consideraban generalmente como parte de otros trastornos del desarrollo o problemas de comportamiento. Esta clasificación reflejaba la tendencia de la época a atribuir las dificultades de aprendizaje a factores más generales como la inteligencia o problemas emocionales, sin reconocer la especificidad de los trastornos del aprendizaje como condiciones neurobiológicas distintas.

1968 – DSM-II

Introduce «Trastornos específicos del aprendizaje» como una subcategoría.

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El DSM-II, publicado en 1968, introdujo por primera vez la categoría de «Trastornos específicos del aprendizaje» como una subcategoría dentro de los trastornos del comportamiento de la infancia y la adolescencia. Aunque esta inclusión representó un avance en el reconocimiento de las dificultades de aprendizaje como un problema específico, la descripción y los criterios eran muy limitados. Se mencionaban problemas en la lectura, las matemáticas y la escritura, pero sin proporcionar criterios diagnósticos detallados. Esta categorización inicial sentó las bases para un mayor desarrollo y especificación en futuras ediciones.

1975 – CIE-9

Incluye «Trastornos específicos del desarrollo» que abarcan dificultades de aprendizaje.

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La CIE-9, publicada en 1975, incluyó por primera vez una categoría de «Trastornos específicos del desarrollo» que abarcaba dificultades de aprendizaje. Esta categoría incluía trastornos específicos de la lectura, la ortografía y las habilidades aritméticas. Aunque esta inclusión representó un avance significativo en el reconocimiento de los trastornos del aprendizaje como condiciones específicas, los criterios diagnósticos eran aún bastante generales. Esta clasificación reflejó un creciente reconocimiento de que las dificultades de aprendizaje podían existir independientemente de la inteligencia general o de otros factores psicosociales.

1980 – DSM-III

Introduce criterios específicos para trastornos de lectura, aritmética y expresión escrita.

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El DSM-III, publicado en 1980, marcó un avance significativo en la conceptualización de los trastornos del aprendizaje. Introdujo criterios específicos para el trastorno de la lectura (dislexia), trastorno de la aritmética (discalculia) y trastorno de la expresión escrita. Estos criterios incluían una discrepancia significativa entre el rendimiento académico y la capacidad intelectual, medida por pruebas estandarizadas. También se estableció que estos trastornos debían interferir significativamente con el rendimiento académico o las actividades de la vida diaria que requerían habilidades de lectura, aritmética o escritura. Esta clasificación más detallada facilitó la investigación y el diagnóstico más preciso de los trastornos del aprendizaje.

1987 – DSM-III-R

Refina los criterios para trastornos de aprendizaje y añade el trastorno de habilidades motoras.

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El DSM-III-R, publicado en 1987, refinó aún más los criterios para los trastornos de aprendizaje. Mantuvo las categorías de trastorno de la lectura, trastorno de la aritmética y trastorno de la expresión escrita, pero añadió el trastorno del desarrollo de la coordinación (habilidades motoras). Se enfatizó la necesidad de que el rendimiento en pruebas estandarizadas fuera sustancialmente inferior al esperado dada la edad, la escolarización y el nivel de inteligencia del individuo. Esta revisión también introdujo el concepto de comorbilidad entre diferentes trastornos del aprendizaje y con otros trastornos del desarrollo, reflejando una comprensión más compleja de estas condiciones.

1992 – CIE-10

Incluye «Trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar» con subcategorías detalladas.

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La CIE-10, publicada en 1992, incluyó una categoría más detallada de «Trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar». Esta categoría abarcaba trastornos específicos de la lectura, del cálculo, de la expresión escrita y otros trastornos del desarrollo del aprendizaje escolar. La CIE-10 proporcionó criterios más específicos para cada subtipo, incluyendo la discrepancia entre el rendimiento y la capacidad intelectual general. También reconoció la posibilidad de que estos trastornos persistieran en la adolescencia y la edad adulta. Esta clasificación reflejó un enfoque más detallado y específico de los trastornos del aprendizaje, alineándose más estrechamente con la investigación contemporánea en el campo.

1994 – DSM-IV

Mantiene las categorías anteriores y añade el «Trastorno del aprendizaje no especificado».

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El DSM-IV, publicado en 1994, mantuvo las categorías de trastornos de aprendizaje establecidas en versiones anteriores (lectura, matemáticas, expresión escrita) y añadió el «Trastorno del aprendizaje no especificado». Esta nueva categoría permitía el diagnóstico de dificultades de aprendizaje significativas que no cumplían los criterios para un trastorno específico. El DSM-IV continuó enfatizando la discrepancia entre capacidad y rendimiento, pero también reconoció la importancia de considerar factores culturales y educativos en el diagnóstico. Se incluyeron criterios más detallados para cada trastorno, facilitando una evaluación más precisa y permitiendo una mejor diferenciación entre los diversos trastornos del aprendizaje.

2000 – DSM-IV-TR

Mantiene los criterios del DSM-IV con actualizaciones menores en el texto descriptivo.

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El DSM-IV-TR, publicado en 2000, mantuvo los criterios diagnósticos para los trastornos de aprendizaje establecidos en el DSM-IV. Las revisiones fueron principalmente en el texto descriptivo, incorporando nueva información de investigación sobre prevalencia, curso y factores asociados. Esta versión continuó enfatizando la importancia de la discrepancia entre capacidad y rendimiento en el diagnóstico. También proporcionó información actualizada sobre la comorbilidad con otros trastornos del desarrollo y condiciones psiquiátricas. El DSM-IV-TR reforzó la idea de que los trastornos de aprendizaje pueden persistir en la adolescencia y la edad adulta, afectando no solo el rendimiento académico sino también el funcionamiento ocupacional y social.

2013 – DSM-5

Introduce «Trastorno específico del aprendizaje» como categoría única con especificadores.

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El DSM-5, publicado en 2013, introdujo cambios significativos en la conceptualización de los trastornos del aprendizaje. Se creó una categoría única de «Trastorno específico del aprendizaje» con especificadores para las áreas de dificultad (lectura, expresión escrita, matemáticas). Esta reestructuración reflejó la evidencia de que las dificultades en estas áreas a menudo coexisten y comparten factores de riesgo. Se eliminó el criterio de discrepancia entre CI y rendimiento, enfocándose más en el impacto funcional de las dificultades. El DSM-5 también introdujo niveles de gravedad (leve, moderado, grave) basados en el grado de apoyo necesario. Este enfoque más dimensional y funcional representó un cambio significativo en la comprensión y diagnóstico de los trastornos del aprendizaje.

2018 – CIE-11

Adopta «Trastorno del desarrollo del aprendizaje» con subcategorías específicas.

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La CIE-11, publicada en 2018, adoptó el término «Trastorno del desarrollo del aprendizaje» con subcategorías específicas para dificultades en lectura, expresión escrita y matemáticas. Esta clasificación se alineó más estrechamente con el enfoque del DSM-5, reconociendo la naturaleza a menudo coexistente de estas dificultades. La CIE-11 enfatiza la persistencia y el impacto significativo de estas dificultades en el funcionamiento académico, ocupacional o de la vida diaria. También reconoce que estos trastornos no se explican mejor por discapacidad intelectual, déficits sensoriales u otros trastornos neurológicos o mentales. Este enfoque refleja una comprensión más actualizada y global de los trastornos del aprendizaje, considerando su impacto a lo largo de la vida.

2022 – DSM-5-TR

Mantiene el «Trastorno específico del aprendizaje» con actualizaciones menores en el texto y ejemplos.

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El DSM-5-TR, publicado en 2022, mantiene la categoría de «Trastorno específico del aprendizaje» introducida en el DSM-5, con actualizaciones menores en el texto descriptivo y los ejemplos. Esta revisión incorpora nueva investigación sobre la presentación del trastorno en diferentes grupos de edad y poblaciones culturalmente diversas. Se proporciona información actualizada sobre prevalencia, factores de riesgo y curso del trastorno. El DSM-5-TR continúa enfatizando la importancia de evaluar el impacto funcional de las dificultades de aprendizaje en diversos contextos. También ofrece orientación adicional sobre el diagnóstico diferencial y la comorbilidad, reflejando una comprensión más matizada de cómo los trastornos específicos del aprendizaje interactúan con otros trastornos del neurodesarrollo y condiciones de salud mental.

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