Evolución Interactiva del Concepto de Discapacidad Intelectual en el DSM y CIE

Evolución Interactiva del Concepto de Discapacidad Intelectual en el DSM y CIE

¡Atención! La conceptualización de la Discapacidad Intelectual ha experimentado cambios significativos a lo largo del tiempo. Desde términos estigmatizantes hasta enfoques más respetuosos y basados en el funcionamiento, la evolución de este concepto refleja cambios importantes en la comprensión científica, las actitudes sociales y los enfoques de tratamiento y apoyo.

1952 – DSM-I

Utiliza el término «Deficiencia Mental» con subcategorías basadas en niveles de CI.

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El DSM-I, publicado en 1952, utilizaba el término «Deficiencia Mental» para describir lo que hoy conocemos como Discapacidad Intelectual. Se dividía en subcategorías basadas en niveles de Coeficiente Intelectual (CI): Leve (CI 70-85), Moderado (CI 50-69), Grave (CI 20-49) y Profundo (CI por debajo de 20). Este enfoque reflejaba una visión principalmente centrada en las medidas de CI, con poca consideración de las habilidades adaptativas o el contexto social.

1967 – CIE-8

Utiliza «Retraso Mental» con clasificaciones similares basadas en CI.

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La CIE-8, publicada en 1967, adoptó el término «Retraso Mental». Al igual que el DSM-I, se basaba principalmente en niveles de CI para la clasificación. Esta terminología y enfoque reflejaban las actitudes y el conocimiento científico de la época, que se centraban en las limitaciones cognitivas medidas por pruebas estandarizadas, sin considerar completamente otros aspectos del funcionamiento o el impacto del entorno.

1980 – DSM-III

Mantiene el término «Retraso Mental» pero introduce criterios adicionales además del CI.

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El DSM-III, publicado en 1980, mantuvo el término «Retraso Mental» pero introdujo cambios significativos en los criterios diagnósticos. Además del CI, se incluyó el criterio de déficits en el comportamiento adaptativo. Esta adición reflejó un reconocimiento creciente de que las limitaciones intelectuales por sí solas no eran suficientes para el diagnóstico, y que el funcionamiento en la vida diaria era igualmente importante. Se mantuvo la clasificación en niveles de gravedad (leve, moderado, grave, profundo), pero ahora considerando tanto el CI como el funcionamiento adaptativo.

1992 – CIE-10

Continúa usando «Retraso Mental» con énfasis en habilidades adaptativas.

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La CIE-10, publicada en 1992, mantuvo el término «Retraso Mental» pero, siguiendo la tendencia del DSM-III, puso mayor énfasis en las habilidades adaptativas además del CI. Se definió el trastorno como una detención o desarrollo incompleto del funcionamiento intelectual, caracterizado por la afectación de las habilidades que contribuyen al nivel global de inteligencia (cognitivas, de lenguaje, motrices y sociales). Esta definición reflejó un enfoque más integral, reconociendo la importancia del funcionamiento en diversos dominios.

2000 – DSM-IV-TR

Mantiene «Retraso Mental» pero enfatiza más el funcionamiento adaptativo.

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El DSM-IV-TR, publicado en 2000, mantuvo el término «Retraso Mental» pero continuó la tendencia de enfatizar el funcionamiento adaptativo. Los criterios incluían: 1) Funcionamiento intelectual significativamente inferior al promedio, 2) Limitaciones significativas en al menos dos áreas de habilidades adaptativas, y 3) Inicio antes de los 18 años. Esta revisión reflejó una comprensión más matizada de la condición, reconociendo la importancia del contexto y las habilidades funcionales en la vida diaria.

2013 – DSM-5

Cambia el término a «Discapacidad Intelectual (Trastorno del Desarrollo Intelectual)».

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El DSM-5, publicado en 2013, marcó un cambio significativo al adoptar el término «Discapacidad Intelectual (Trastorno del Desarrollo Intelectual)». Este cambio reflejó un movimiento hacia una terminología menos estigmatizante y más alineada con las perspectivas de derechos humanos. Los criterios diagnósticos se centraron más en el funcionamiento adaptativo que en las puntuaciones de CI, aunque estas seguían siendo relevantes. Se enfatizó la evaluación del funcionamiento adaptativo en tres dominios: conceptual, social y práctico. Los niveles de gravedad se basaron principalmente en el funcionamiento adaptativo en lugar de las puntuaciones de CI. Este enfoque reflejó una comprensión más holística y orientada al apoyo de la discapacidad intelectual.

2018 – CIE-11

Adopta «Trastorno del Desarrollo Intelectual» con un enfoque similar al DSM-5.

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La CIE-11, publicada en 2018, adoptó el término «Trastorno del Desarrollo Intelectual», alineándose con la tendencia internacional hacia una terminología más respetuosa. Similar al DSM-5, la CIE-11 enfatiza el funcionamiento adaptativo junto con las medidas de CI. Se describen subdominios de funcionamiento intelectual (por ejemplo, razonamiento, resolución de problemas) y adaptativo (conceptual, social, práctico). La clasificación de gravedad se basa en el funcionamiento adaptativo más que en puntuaciones de CI fijas. Este enfoque refleja una comprensión más completa y contextual de la discapacidad intelectual, reconociendo la importancia del entorno y los apoyos en el funcionamiento del individuo.

2022 – DSM-5-TR

Mantiene «Discapacidad Intelectual» con actualizaciones en el texto y énfasis en factores culturales y contextuales.

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El DSM-5-TR, publicado en 2022, mantiene el término «Discapacidad Intelectual» y los criterios diagnósticos establecidos en el DSM-5, pero incluye actualizaciones en el texto descriptivo. Se enfatiza aún más la importancia de considerar factores culturales y contextuales en la evaluación y diagnóstico. Se proporciona orientación adicional sobre la evaluación del funcionamiento adaptativo en diferentes entornos y culturas. El DSM-5-TR también destaca la importancia de utilizar múltiples fuentes de información para el diagnóstico, incluyendo evaluaciones clínicas, pruebas estandarizadas, e informes de cuidadores y educadores. Se reconoce la naturaleza dinámica de la discapacidad intelectual y la posibilidad de cambios en el funcionamiento a lo largo del tiempo con los apoyos adecuados. Además, se subraya la importancia de evaluar las fortalezas del individuo, no solo las limitaciones, para una planificación de apoyos más efectiva.

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