Diariamente estamos expuestos a los anuncios, ya sean en prensa, radio, televisión o Internet que tratan de modificar nuestras preferencias para que lo compremos.
Los cuales tratan de influir en nuestra forma de sentir sobre un determinado producto o servicio, de forma que cuando tengamos que elegir entre varios escojamos aquel que hemos oído o visto anunciado.
Las empresas de publicidad invierten millones en ofrecer un anuncio «espectacular», que «deje huella» y sobre todo que se diferencie del resto.
El objetivo de todos ellos es crear en nosotros “micro-emociones” suficientemente significativas para que seamos capaces de recordarlo cuando nos enfrentemos a una situación “real” de elección, donde además del producto o servicio anunciado vamos a tener una amplia gama de alternativas, de parecidas características y de precios similares, lo que hace que ante tan parecidas opciones nos decantemos por aquel que ya nos había “removido” algo por dentro, cuando vimos o escuchamos el anuncio.
¿Pero son efectivos estos anuncios de unos escasos minutos para provocarnos una emoción?
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Esto es lo que ha tratado de averiguar un estudio realizado por la Universidad de Tel-Hai (Israel) publicado recientemente en la revista científica Psychology.
Para hecho han hecho pasar 294 participantes, 119 mujeres y 175 hombres por distintas condiciones experimentales.
En una ocasión se le presentaba la estimulación de forma auditiva, bien positiva o negativa, y los participantes debían de valorar aquello mediante una escala estandarizada.
A otro parte de los participantes se le pasaba la tarea anterior, pero cambiando la estimulación, en vez de ser auditiva, ahora se presentaba visualmente.
En ambos grupos se registraba qué tan agradable o desagradable habían resultado los estímulos(valencia), así como si había provocado un mayor o menor impacto emocional (arousal).
Los resultados informan de que tal y como cabría esperar, los estímulos tanto positivos como negativos, ya sean visualmente como sonoros provocan en los participantes las emociones esperables.
Un resultado inesperado fue al encontrar que los estímulos empleados no despertaban demasiado interés cuanto estos eran negativos, probablemente debido a una incorrecta selección de los estímulos por una falta de un estudio exploratorio previo.
Pensemos que en nuestras elecciones tanto la valencia como el arousal van a tener un papel predominante, es decir, nos debe de agradar, pero además debe de ser mucho lo que nos guste para que al final nos decantemos por ese producto o servicio y no por otro con similares características y precio que se encuentra en el mismo estante del supermercado.
A pesar del diseño del experimento podría mejorarse si se tuviese en cuenta el amplio rango de edad de los participantes así como una separación por género de los resultados.