Etiqueta: sistema límbico

  • Influencia del sistema límbico en nuestra vida

    Influencia del sistema límbico en nuestra vida

    La información proveniente del exterior va a pasar por un primer tamiz, en el cual el sistema límbico debe de “dar el visto bueno” antes de ser consciente.

    En éste sistema la amígdala juega un papel destacable, para identificar si los estímulos entrantes representan algún tipo de peligro o no, de serlo pone en marcha al organismo para que pueda dar lo antes posible una respuesta de huida o evitación, es decir, “quitarse de en medio” del peligro, o de quedarse “helado”, intentando así que ese peligro “no le vea”, lo cual son restos de nuestros ancestros que tenían que enfrentarse a animales que únicamente les podían ver en movimiento.
    Alegría, tristeza, rabia, culpa, son sentimientos que van a “teñir” nuestra forma de ser y pensar, y en definitiva guiar nuestro comportamiento, de hecho la publicidad busca precisamente incidir en las emociones del consumidor, asociándolas con un determinado producto o servicio, de forma que cuando vea éste, recuerde la emoción que le provocó el anuncio y con ello tenga una mayor predisposición a adquirirlo.
    Pero el mundo de las emociones, y por tanto la influencia del sistema límbico va mucho más allá de servir como filtro o para “sentir” emociones, ya sean estas positivas o negativas, además juega un papel fundamental en la atención, el aprendizaje o la toma de decisiones.
    – La atención se ve inmediatamente captada por aquellos estímulos afectivamente cargados, frente a los “neutros”, además de entre ellos, se atiende antes y con más intensidad a los que tienen una carga negativa, es decir, aquellos que pueden suponer un peligro para la persona y por ende, requieren de una respuesta más inmediata para su supervivencia.
    Una vez captada la atención, por parte del estímulo afectivo, es más fácil que aprendamos, o que estemos dispuestos a tomar la decisión, por lo que se trata de un proceso básico, necesario y previo a cualquier otro proceso, que se produce de forma “instintiva”, sin poder elegir aquello que nos llama la atención o no, aunque con posterioridad si se puede decidir, una vez que seamos consciente de lo que sucede a nuestro alrededor, seguir prestando atención o dejar de atenderlo.
    – El aprendizaje, cuando pensamos en ello, lo hacemos en los estudios “reglados”, donde se debe uno sentar delante de un libro para “engullir” lo allí escrito. Lejos de ser algo monótono y repetitivo, se puede aprender “de todo”, no sólo nombres, datos y fechas que es lo que se denomina conocimiento explícito, sino también a cómo realizar las cosas, por ejemplo conducir, conocimiento implícito. Todo lo anterior puede ser estimulado en un ambiente afectivo afable, agradable y positivo, o entorpecido, cuando no se dan las condiciones anteriores.



    Además de lo anterior, cualquier situación que vivamos o que nos hallan contado, va a quedar fuertemente registrada y por tanto aprendida, cuando ésta va acompañada de estímulos cargados afectivamente. Por ejemplo, casi todo el mundo puede describir multitud de detalles que se produjeron alrededor de aquellos acontecimientos positivos, como por ejemplo la boda, el nacimiento del primer hijo,…; aspectos que por muchos años que pasen, estarán “tan vívidos como el primer día”.

    Igualmente un acontecimiento desagradable como un robo, un accidente de tráfico,… va a hacer que recordemos esos momentos y los detalles de las circunstancias que lo rodearon, durante mucho tiempo. De ahí que a veces a las personas les cueste superar el duelo, por un familiar o amigo perdido, ya que tiene vívidos recuerdos de todo aquello durante largo tiempo, lo que le provocará un daño psicológico continuado.
    – La toma de decisiones, lejos de ser algo “frío y calculado”, en que se busca el máximo beneficio para la persona, está mayoritariamente influido por el mundo emocional de la misma. Si nos ponemos a pensar en las grandes decisiones de nuestra vida, con quien compartimos pareja, qué estudios realizamos, dónde adquirimos la vivienda,…., podemos “autoengañarnos” pensando que era la mejor opción y por eso la elegimos, si reflexionamos sobre ello, nos daremos cuenta de que existieron multitud de aspectos emocionales, implicados en dichas decisiones; ya sean sentidas por nosotros mismos, como aconsejadas por personas que nosotros estimamos y valoramos.

    Una reciente estudio realizado conjuntamnete por University of Cambridge (Inglaterra), Radboud Universiteit y U.M.C. St. Radboud (Netherlands)  publicado en Frontiers in Human Neuroscience en donde se realiza una exhaustiva revisión de los artículos publicados sobre la toma de decisión hasta la fecha. Así se analizan los distintos factores que influyen a la hora de decidir entre varias opciones, prestando especial atención a la influencia social del contexto como modulador de nuestros propias decisiones, ya sea desde el aprendizaje de conductas y valores dado por el aprendizaje social, como por fenómenos como la presión grupal, el conformismo social, la cooperación y estrés social entre otros, todo ello modulado por el campo de las emociones.

    Bibliografía Recomendada:
    Van Den Bos, R. y cols. (2013). Social modulation of decision-making: a cross-species review. Frontiers in Human Neuroscience.

  • ¿Existe un cerebro emocional?

    ¿Existe un cerebro emocional?

    El mundo emocional forma parte fundamental de nuestra vida, y se procesa de forma diferencial al resto de los estímulos, descubre dónde.
    Existe un componente “primitivo” que nos hace actuar de forma instintiva, sin pensar ni tener en cuenta, la moral, ni el bagaje cultural aprendido, estas son las emociones.
    Cuando pensamos en emociones, podemos hacerlo rápidamente en las más básicas y universales, el amor, el odio, la tristeza o el miedo, de hecho han sido muchos los que han intentado catalogarlas, buscando la clasificación más simple, agrupándolas todas en cuatro, y hay hasta quien ha llegado a recoger después de mucho trabajo más de cien emociones diferentes, las cuales no son sino combinaciones, matices sutiles y diferencias de intensidad o duración de las cuatro iniciales.
    Las emociones si por algo se caracterizan, es por ese componente de irracionalidad que roza lo instintivo, nadie se enamora preparando una ecuación, ni decide tener miedo a las alturas; son acontecimientos que suceden como si la persona tuviese dos realidades:
    – La racional y ordenada, lo que en palabras del psicoanálisis equivaldría al Ello, una parte de nuestra personalidad que acata y cumple con lo que se espera de ella, acorde a las normas sociales y la moral del momento.
    – Las emociones son instintivas e imprevisibles y llegan a dominar la voluntad de la persona, que en palabras de Freud equivaldría al Yo, y sería esa faceta de la personalidad la que nos lleva a querer, desear, buscar y conseguir lo que en cada momento se nos “antoja”.
    Y en medio de los dos, como si se tratase de un juez, el Superyo, encargado de evaluar y sopesar las influencias del Yo y el Ello, y de decidir en cada momento a cuál de los dos se le hace más caso.
    Algunos autores han querido equiparar a ese “juez central” con el prefrontal, ya que realiza una función “parecida”, el de ser quien toma las decisiones e inicia la acción. Otros ven en éste área la “mente racional” que sigue las indicaciones de la cultura en la que vive, equiparándolo al Ello, pero ¿Dónde está el Yo?, es decir nuestra parte instintiva o emocional.
    MacLean (1949) planteaba la evolución del cerebro en tres grandes etapas, el reptiliano, paleomamífero y el neomamífero; siendo el segundo (donde aparece el sistema límbico) el responsable del procesamiento emocional, lo que indicaría que este sistema emocional es anterior al prefrontal, y justificaría sus cualidades en el procesamiento de estímulos afectivos.



    Pero cuando hablamos de emociones normalmente lo hacemos refiriéndonos a un concepto unitario. Según Lang, Bradley y Cuthbert (1997a) las emociones están compuestas por tres dimensiones, la valencia, el arousal y el dominio:
    – La dimensión valencia, haría referencia a la calidad de estímulo en su componente placentero o displacentero (positivo o negativo).
    – La dimensión nivel de activación (arousal), se refiere a la intensidad o excitabilidad provocada por estímulo definido como activante o relajante (alto o bajo arousal).
    – La dimensión dominancia, hace referencia a la fuerza de sumisión o dominancia que provoca el estímulo.
    En la dimensión de valencia, es decir, la dicotomía estímulo positivo vs. estímulo negativo, estos estímulos parecen procesarse de forma distinta, reportándose una mayor activación de la amígdala ante estímulos emocionales negativos, mientas que en regiones frontales la activación resulta mayor ante la exposición a estímulos positivos. Esta diferencia entre el procesamiento de estímulos positivos frente a negativos, se observa también en el impacto que tiene cada uno en las tareas atencionales, existiendo un claro sesgo de negatividad, por el cual los estímulos negativos tienen mayor impacto atencional que los positivos.
    Con respecto a las bases neuronales de la actividad emocional, las áreas que tienen mayor implicación en el procesamiento de las emociones son las subcorticales (amígdala y ganglios basales) y algunas áreas corticales, principalmente la corteza prefrontal, la corteza temporal y cingulada .

    Respecto a la localización del procesamiento de los estímulos positivos frente a los negativos, no se ha llegado todavía a un consenso, así algunos autores defienden que la activación hemisférica se produce por igual ante los estímulos positivos y negativos. Davidson (1984) propuso un modelo de distribución hemisférica del procesamiento de estímulos afectivos según el cual, el lóbulo temporal derecho procesaría los estímulos negativos, mientras el izquierdo procesaría los positivos.
    Completando lo anterior, Heller (1993) postuló la existencia de un área cerebral más amplia (parieto-temporal) como la responsable de analizar el componente de la activación (arousal) de los estímulos; así las zonas frontales anteriores estarían implicadas en el procesamiento de la valencia y la experiencia emocional, mientras que las zonas posteriores lo serían del componente arosual y de los aspectos perceptuales de las emociones.

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