Etiqueta: Psicología

  • Botox y Felicidad

    Botox y Felicidad

    El botox está de moda, así se puede desprender teniendo en cuenta el número creciente de personas que lo usan.
    Cada día se incrementan más y más el número de tratamientos médicos en busca de esa imagen tan deseada, obtenida mediante intervenciones quirúrgicas o inyectando botox (toxina botulinica); con la firme convicción de que eso nos hará más felices, al vernos más jóvenes y tener mejor presencia ante los demás.
    Desde hace unos años, dentro de la Psicología existe una controversia relacionada con el mundo de las emociones, al tratar de distinguir qué es primero, si la respuesta fisiológica de la emoción o la sensación que se provoca. Esto es, algunos autores defienden que nuestro cuerpo expresa una emoción y que la persona lo capta y lo siente. Las emociones provendrían de fuera a dentro; otros autores en cambio, defienden que las emociones se originan en el interior y que se reflejan en nuestro organismo, es decir que van de dentro a fuera.
    Los primeros autores, que defienden el modelo de fuera a dentro, invitan a realizar ejercicios conscientes por expresar la emoción que «queremos tener»; de forma que si queremos estar contentos, únicamente debemos poner una sonrisa en nuestra cara durante todo el día, y esos músculos se encargarán de hacer comprender al cerebro nuestra alegría.
    Los autores que defienden el modelo de dentro a fuera, consideran que no podemos expresar algo que no sintamos, convirtiéndose así, nuestro organismo en el reflejo de nuestro interior. Gracias a ésta aportación se realizan estudios de detección de emociones basados en rasgos faciales y comportamentales de la persona, empleando para ello cuestionarios como el F.A.C.S. (Facial Action Coding System).
    Pues bien, una vez conocida ésta distinción, entramos al fondo del asunto de éste artículo, ¿el Botox nos hace más felices?
    Lotus Carroll / Foter.com / CC BY-NC-SA
    En principio el botox nos satisface una necesidad de aparentar una mejor imagen, pudiendo conseguir algunos «beneficios secundarios» como la aceptación social, un contrato de trabajo, en el caso de que se trabaje para un medio audiovisual,…
    Pero un estudio realizado por la University of Wisconsin informa de los efectos contrarios del botox. No se trata de un estudio médico sino psicológico, publicado en el Psychological Science.
    En dicho estudio se analiza la empatía que muestran personas que han sido sometidas a botox frente a otras que no lo han usado.
    La tarea consistió en leer un texto cargado emocionalmente, y tras finalizarlo responder lo antes posible sobre cuál es la emoción que contenía dicho texto.
    Para ello se emplearon tres tipos de textos, de alegría, tristeza y enojo.
    Si el botox (único factor diferenciador entre los dos grupos de estudio) no tiene incidencia en las emociones, no se encontrarían diferencias en los resultados.
    Pues bien, el citado artículo informa de que existe una notable diferencia a la hora de identificar las emociones negativas de enojo y tristeza, mientras que en la de la alegría no hay diferencias, ¿Qué significa ésto exactamente?
    Teniendo en cuenta que el botox se pone en aquellas zonas de expresividad de las emociones negativas, que son las que provocan esas marcas a modo de surcos tan característicos; es «comprensible» y esperable, que si nos atenemos a la primera aproximación de las emociones de fuera a adentro, no podamos sentir aquello que no podemos expresar, es decir, el botox impediría que «sintiésemos» con la misma intensidad emociones negativas.
    ¿Pero cómo sabemos que la lectura del texto tiene que provocarnos una emoción?
    Debido a un fenómeno denominado «embodied cognition», cuya traducción sería algo así como cognición corpórea o encarnada, sabemos que para poder identificar emociones de otros, o en éste caso de un texto, utilizamos microexpresiones faciales que nos facilitan ésta labor empática.
    En cambio, si tenemos botox, ésta cognición corpórea o encarnada no se va a producir correctamente, de modo que vamos a ser «más torpes» para identificar aquellas emociones involucradas con los músculos afectados por el botos (emociones negativas).


    https://youtu.be/eu9OvaUZGsE

    En definitiva, el botox sirve para dar apoyo a la teoría sobre las emociones que defiende un modelo de fuera a dentro, a la vez que nos avisa de los efectos no deseados sobre nuestra vida íntima, afectando a cómo somos capaces de percibir las emociones en los demás, lo que nos lleva a reaccionar de una determinada manera.
    Bibliografía Recomendada:
    Havas, D.A. y cols. (2010). Cosmetic Use of Botulinum Toxin-A Affects Processing of Emotional Language. Psychological Science

    Fernández, A.M. y cols. (2007). Expresión y reconocimiento de emociones: un punto de encuentro entre evolución, psicofisiología y neurociencias. Revista Chilena de Neuropsicología.

    Fernández, R.A. y cols. (2006). Toxina botulínica para uso terapéutico. Revista Médica Universitaria.
    Última modificación: 28/10/2013


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  • Diada madre hijo

    Diada madre hijo

    En éstas líneas vamos a abordar la importancia de la relación entre la madre y su bebé, a lo que en el contexto de la Psicología Evolutiva se ha denominado diada madre-hijo.

    Ésta diada adquiere especial relevancia ya que va a ayudar a conformarse la personalidad del pequeño, así como ofrecerle las primeras experiencias con el mundo exterior, donde el pequeño va adquiriendo destrezas y autonomía con respecto a su propio cuerpo.
    La investigación sobre la importancia de los primeros años de vida se puso en evidencia en el siglo XVII, debido a los famosos casos de los niños salvajes, como el de Aveyron. Niños que no recibieron ningún tipo de estimulación social y que tenían importantes carencias en cuanto a sus habilidades de comunicación, que además, y a pesar de los esfuerzos de los investigadores de la época, no pudieron ser superadas para equipararse al del resto de los niños de su edad, surgiendo así la teoría del periodo crítico, por el cual lo que no se aprende en su momento no se puede aprender con posterioridad.
    Igualmente a como se había observado en los casos de raquitismo infantil producido por la falta de vitamina D, debido a una carencia alimenticia de calcio y fósforo, lo que conllevaba a la desminarilización de los huesos y cartílagos; igualmente, se planteó a mediados del siglo XIX que la falta de afecto en los pequeños o una relación inadecuada con la madre, desencadenaba una serie de consecuencias sobre el menor que con frecuencia no llegaba a recuperase, entre las cuales se encontraba, un retardo en el desarrollo, con lenguaje incompleto, sin hábitos sociales, con gran demanda de afecto y baja tolerancia a la frustración.
    En la misma época se comprobó algo que se había documentado desde hace tiempo, fue en los orfanatos alemanes, donde trataron de incrementar la esperanza de vida de sus menores, que era muy inferior a la de aquellos niños que vivía en una familia normal. A pesar de los esfuerzos en cuanto a incrementar las condiciones de salubridad de los orfanatos, al final se constató que lo importante era el cariño y la afectividad del cuidador, y su ausencia provocaba trastornos físicos y psicológicos del desarrollo, denominándose a éste efecto como hospitalismo.



    Estos antecedentes pusieron en evidencia la importancia de las primeras relaciones más allá de proporcionar cuidado y alimentación. Freud, consideraba a la madre como el primer objeto de deseo, ya que es a través de ella como se consigue la comida, la cual será la primera relación objetal que irá evolucionando, incorporando los elementos del mundo exterior a medida que aumentan las capacidades del pequeño.
    En la diada madre-hijo, el pequeño va a ir conformando su personalidad, de forma que al principio va a reflejar las necesidades y carencias de su madre, antes de establecer sus propias características. Algunos autores han planteado precisamente en éste reflejo del bebé, el origen de las enfermedades psicosomáticas, proveniente de la personalidad de la madre, debido a su permeabilidad por no tener aún conformada su propia identidad diferenciada. Así una personalidad represora por parte de la madre, va a hacer que el pequeño interiorice ciertos hábitos sobre el manejo de sus emociones que van a conformar parte de su personalidad, lo que va a hacer que tenga más probabilidades de enfermar, tal y como se ha observado en adolescentes.
    Estudios sobre depresiones infantiles y fenómenos como el de hospitalismo corroboran la importancia de la madre, no sólo de su presencia física, sino de su implicación emocional con el menor, el cual por un proceso de introyección va a asumir la vida emocional de la madre.
    En éste caso el término represor no hace mención al término psicoanalítico, que se refiere a un mecanismo de defensa, por el cual se mantienen las pulsiones en el inconsciente sin que puedan acceder al consciente; sino a una concepción en donde la persona exhibe una personalidad tipo C, que va a caracterizarse principalmente por una incapacidad de identificar y expresar sus propias emociones, sobre todo las negativas, como ansiedad, ira, rabia o agresividad.

  • Viviendo las emociones

    Viviendo las emociones

    Las emociones son parte de nuestra vida, seamos conscientes o no de ello, están presentes en cada una de las acciones y decisiones que tomamos, de ahí la importancia de su estudio.

    Entre los teóricos de las emociones, existen dos principales corrientes, aquellos que consideran a las emociones como un concepto univoco e inseparable que se extiende desde los afectos positivos hasta los negativos, en un continuo; y aquellos que lo consideran como un concepto multidimensional, compuesto por elementos cognitivos, conductuales y fisiológicos.
    La emoción puede considerarse como un estado particular del sujeto, que le permite percibir y responder al medio ambiente (al modo del arousal). Simplificando, podríamos considerar tres estados posibles, el positivo (alegría o felicidad), el neutro (indiferencia) y el negativo (tristeza, displacer o infelicidad); se trataría por tanto de un modo de percibir y responder ante el ambiente; cuando este estado se cronifica, pasa a considerarse como un “rasgo” de la personalidad, es decir, la persona lo convierte en su modo habitual de respuesta, ante la estimulación interna o externa. Cuando los estados emocionales cronificados se “desajustan”, aparecen desviaciones anómalas del procesamiento emocional, que van desde la acentuación de rasgos ansiosos o fóbicos, a patologías como el Trastorno por Ansiedad Generalizada o el Trastorno Depresivo Mayor.
    Otra aproximación a la emoción, es considerarla como un procedimiento adaptativo de reacción cognitiva, fisiológica y conductual ante la estimulación ambiental o interna que puede ser positiva o negativa; por tanto, la emoción influye tanto en nuestros pensamientos, como en nuestro organismo y nuestra conducta.
    Entre las funciones de la emoción destacamos: coordina el sistema de respuesta conductual; modifica la jerarquía de conductas; proporciona mecanismos de comunicación y vinculación social; detiene o retiene brevemente los procesos cognitivos; facilita el almacenamiento y recuperación de información.
    Podemos distinguir dos procesos implicados en el procesamiento de la emoción, la percepción y experiencia emocional; así el primero implica un procesamiento cognitivo de bajo nivel, donde se percibe y evalúa el estimulo emocional; mientras que el segundo implica un procesamiento cognitivo de alto nivel, en el que se contextualiza lo percibido, y se interpreta según las experiencias previas.
    Estos parecen ser procesos independientes, por lo que el procesamiento de la percepción emocional puede o no involucrar una experiencia emocional.
    Con respecto a la relación entre cognición y emoción, han sido tres las posturas principales que se han adoptado; así por un lado nos encontramos quienes defienden que en determinadas circunstancias, las emociones bloquean y anulan la cognición, siendo precisamente nuestras habilidades y capacidades afectivas, el rasgo que nos caracteriza como humanos, en comparación con el simple procesamiento matemático o categorial de datos que sucede en un ordenador.



    La postura opuesta defiende que aquello que nos hace humanos y por tanto diferentes de los animales, son nuestros procesos cognitivos superiores, dejando relegadas las emociones a procesos secundarios, irracionales y casi siempre equívocos, propios de los animales. Una tercera postura, seria aquella que considera ambos procesos cognitivos como independientes, pero que en determinadas circunstancias trabajan de forma conjunta.
    La existencia del circuito emocional-perceptual-memoristico en el cerebro humano está ampliamente consensuado, en donde la amígdala tiene un papel crucial registrando las ocurrencias de los estímulos emocionales. Así la información con contenido emocional tiene significativamente más probabilidad de ser mejor almacenada y recuperada frente a la información con contenido neutro.
    La extensa conexión entre la amígdala y las regiones visuales extraestriado y del hipocampo, permite a la amígdala modular su funcionamiento y facilitar la función perceptiva y mnesica en esas áreas.
    Sin embargo, hay evidencias que indican que el aprendizaje emocional asociado con la amígdala está limitado temporalmente, y que los efectos posteriores sobre la memoria podrían deberse a la participación de otras regiones del cerebro, como la corteza orbitofrontal.
    Según lo comentado anteriormente, estaríamos ante un circuito de procesamiento emocional, que contrastaría con la vía de procesamiento cognitivo especifica. En el circuito emocional los estímulos parecen ser analizados automáticamente de forma más ruda y rápida, siguiendo una estrategia configuracional, se trata de una comunicación simplificada pero con información de gran relevancia, necesaria para la supervivencia y el desarrollo adecuado dentro del nicho ecológico.
    Por lo tanto, esta capacidad de procesamiento en paralelo representa una ventaja competitiva para sobrevivir en el medio ambiente, ya que permite al sujeto evitar amenazas y peligros de forma inmediata, incluso antes de ser evaluada la información conscientemente en la corteza prefrontal.

  • Cronobiología: La ciencia del Tiempo

    Cronobiología: La ciencia del Tiempo

    La naturaleza tiene una gran influencia en nuestra vida, quizás más de lo que nos habíamos percatado hasta ahora.
    Para conocer cómo afecta, primeramente hay que saber cuáles son sus ciclos, estos van desde los más cortos hasta los más largos, desde el circadiano (24 horas), el lunar (29 días), el estacional (4 estaciones) hasta el anual (365 días).
    Cada uno de estos tiene su incidencia en nuestro organismo, sobre todo en el sistema endocrino, responsable de la segregación de las hormonas, que afectan directamente al estado de ánimo y están implicadas entre otras, en funciones tan importantes como el crecimiento, todo ello va a repercutir en nuestro humor y estado de concentración, que afectará a su vez al rendimiento intelectual y las relaciones sociales.
    De ahí la importancia de conocerlos y tenerlos en cuenta, pues el paso del tiempo no se limita a “traernos” un resfriado cuando empieza el otoño, sino que va mucho más allá, pudiendo hacernos padecer enfermedades graves como la depresión estacional entre otras.


    Vídeo Recomendado: Cronobiología y ritmos biológicos

    Pero por si fuera poco, además de vernos afectados por los cambios externos de la naturaleza, es decir, por los ritmos extrínsecos; vamos a estar también influidos por ritmos internos de nuestro organismo, denominados endógenos, esto es, dentro de cada uno, existe una serie de procesos que se repiten y suceden de forma cíclica, que van a tener igualmente una gran influencia en nuestro rendimiento y nuestras relaciones sociales. La rama de la ciencia que se encarga de estudiarlos se llama cronobiología.
    Quizás el ritmo interno más evidente que coincide con el del ciclo día-noche sea el del vigilia-sueño de 24 horas; de hecho el fenómeno del jet lag es un claro ejemplo de que tenemos “algo” dentro que nos hace tener “nuestro ritmo” independientemente del tiempo que haga y que si nos desplazamos y variamos nuestra relación día-noche, nos veremos sometido a algunos efectos del reajuste.
    Aunque existían experiencias de jet lag desde que se empezó a viajar, sus efectos se fueron haciendo más evidentes a medida que los medios aéreos y de locomoción se mejoraban, acercando localidades que con anterioridad se podían tardar días e incluso semanas en recorrer, llegándose a denominar “el mal del viajero”.


    Pero estos datos eran anecdóticos, y sin ninguna explicación científica al respecto, un mal necesario para los comerciantes y aventureros, asemejado al mareo que sufren los que utilizaban el barco para sus desplazamientos; por lo que se tuvo que esperar hasta la década de los 60, a que los padres de la cronobiología empezaran a idear una forma de poner en evidencia éste reloj interno también denominado reloj biológico, y fue preparando un habitáculo en condiciones controladas de ruido, temperatura y humedad, donde se suprimió la luz. Los resultados fueron sorprendentes, al observar cómo a pesar de permanecer largos períodos sin luz mantenían su ritmo de actividad normal de temperatura, ingesta o sueño, de un poco más de 24 horas.
    Similares resultados se obtuvieron por distintos espeleólogos que permanecieron varios meses encerrados bajo tierra, aislados de los cambios externos de luz y temperatura; incluso en el caso de los astronautas.
    El descubrimiento del reloj interno posibilitó el desarrollo de un campo de investigación, que estudia cómo los ciclos externos, y ahora internos, influyen en todos los órdenes de la vida cotidiana, tanto en las relaciones sociales, rendimiento laboral o educativo, y en la salud.


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  • Ante un Dilema Moral

    Ante un Dilema Moral

    Cuando nos enfrentamos a un Dilema Moral, tenemos que tomar una decisión donde surgen «sentimientos enfrentados», pero ¿Hasta qué punto ésta es susceptible de variar nuestra moral?

    Desarrollo de la moralidad

    Los recientes acontecimientos sobre personas que han dejado al descubierto secretos sobre el funcionamiento interno de las empresas, ha dado la voz de alama sobre ésta temática.
    Las teorías sobre la moralidad que hasta ahora habían funcionado se ponen en tela de juicio, ya que no explican correctamente cómo un empleado integrado con sus compañeros y satisfecho con su trabajo, puede poner en riesgo su futuro al denunciar irregularidades dentro de su empresa.
    Los psicólogos sociales rápidamente han puesto en marcha distintos estudios para tratar de explicar éste fenómeno, que aunque no es novedoso, sí ha acaparado buena parte de las portadas de los principales periódicos en los últimos tiempos.
    ¿Qué haríamos nosotros si fuésemos testigos de alguna irregularidad por parte de algún compañero o jefe?, ¿Lo denunciaríamos o lo «dejaríamos pasar»?
    Desde la University of Northwestern, han encontrado que la respuesta se basa en nuestra moral, y en concreto en dos conceptos como son, la lealtad y la justicia.
    Lealtad, en éste contexto, a la empresa en donde se trabaja y de la cual se cobra, a la vez que a los jefes y compañeros a pesar de que cometan irregularidades.
    Justicia, en denunciar aquello que es inadecuado y contrario a la moral, independientemente de quién lo lleve a cabo, ni del riesgo que conlleve sobre el propio empleo.



    El dilema moral

    En el estudio publicado en el Journal Experimental Social Psychology se informa, que las personas tienen ciertas «tendencias» morales por las que se rigen. Así alguien que se guíe por la lealtad, nunca denunciará. En cambio, aquella persona que se rige por la justicia, denunciará cuando se presente una irregularidad en su empresa.
    El estudio además trata de comprobar cómo de «rígidas» son nuestras convicciones morales, para lo cual se pidió a 293 participantes que escribieran un breve ensayo sobre la justicia o la lealtad, según en el grupo que les hubiera tocado. Posteriormente tenían que resolver  una situación en donde debían adoptar una decisión sobre denunciar o no una irregularidad.
    Los resultados indicaron que aquellos participantes que tuvieron la tarea de escribir sobre la justicia, tomaron mayoritariamente la decisión de denunciar; mientras que aquellos que tuvieron que escribir sobre la lealtad, casi todos decidieron no denunciar las irregularidades.


    Diferencias en el desarrollo moral

    A pesar de ser un estudio experimental, las conclusiones que plantea parecen claras. Todos los días tenemos que enfrentarnos a distintas decisiones y lo hacemos en función de los conceptos morales interiorizados durante nuestra infancia. Pero ésta moralidad puede ir cambiando en función de nuestras nuevas experiencias, ya sean directas o vicarias (experiencias de otros observadas por nosotros). Además en éstas experiencias van a influir las demandas del exterior, esto es, las normas de conducta, manual de comportamiento y reglas establecidas dentro de la empresa; así como la información y publicidad recibida por parte de los medios masivos de comunicación, que pueden hacer variar «temporalmente» nuestra propia moralidad, en favor de un comportamiento u otro.
    Como vemos, aunque el componente moral no es parte de nuestra personalidad, sí va a tener un desarrollo parecido, en cuanto a que los primeros años van a ser determinantes para interiorizar las normas y reglas de la sociedad en la que nos desarrollamos. Pero a diferencia de la personalidad, la moralidad va a ser más variable, siendo susceptible de ser más flexible o rígida, en función de las experiencias que en cada momento se van teniendo, y maleables desde el exterior, sobre todo por personas que sean nuestros referentes, o por los medios de comunicación masivos.
    Un estudio por tanto, que muestra la «debilidad» de nuestra moral, con la cual nos regimos a la hora de tomar cualquier decisión en nuestra vida.

  • ¿Es posible alcanzar la Felicidad Eterna?

    ¿Es posible alcanzar la Felicidad Eterna?

    La Psicología Positiva, y en concreto el ámbito de estudio de la Felicidad, día a día nos va desvelando los secretos de esa ansiada «fuente» de las que todos querríamos beber; y si además sus efectos pueden durar en el tiempo, mejor que mejor. Habríamos encontrado la «Felicidad Eterna».

    Personalidad y longevidad

    Pues bien, esto es lo que afirma haber hallado un grupo de investigadores de la University of Southampton junto con la University of Edimburg y la University College London publicado recientemente en el Journal of Research in Personality.
    El estudio que se inició en 1946 con 4583 participantes, trataba de averiguar si la Felicidad es duradera en el tiempo, y de serlo a qué factores podía deberse.
    Para ello se empleó la aproximación más moderna en esos momentos, siguiendo la Teoría de los rasgos de personalidad, en los que se considera que cada individuo muestra una serie de características, y que todos ellos unidos van a conformar la personalidad del individuo. En concreto siguieron los planteamientos de Eysenck quien expuso que la personalidad estaba compuesta por tres dimensiones:



    Tipos de Personalidad

    Extraversión, que evalúa la dimensión social de la persona, proponiendo dos conceptos enfrentados en un continuo, la extraversión frente a la introversión.
    En ésta dimensión se recogen rasgos como la sociabilidad, vivacidad, actividad, asertividad, buscador de sensaciones, despreocupación, dominancia, espontaneidad y aventurero.
    Así, una mayor puntuación en extroversión implicará una menor en introversión.
    Neuroticismo (ansiedad), que evalúa la dimensión emocional de la persona, en éste caso se enfrenta el neuroticismo frente al control de las emociones.
    En ésta dimensión se recogen rasgos como la ansiedad, la depresión, el sentimiento de culpa, la baja autoestima, la tensión, la irracionalidad, la timidez, la tristeza y la emotividad.
    Altos niveles de neuroticismo, es decir, bajo control de sus emociones, parecen estar especialmente relacionados con la aparición de síntomas psicosomáticos.
    Psicoticismo, evalúa la dimensión de impulsividad de la persona.
    En ésta dimensión se recogen rasgos como la agresividad, la frialdad, el egocentrismo, la impersonalidad, la impulsividad, antisocial, la ausencia de empatía, la creatividad y la rigidez.
    Donde altos niveles de psicoticismo se corresponden con un escaso control de los impulsos.
    Según Eysenk, estas dimensiones son complementarias entre sí, presentándose a distintos niveles en cada uno de nosotros. De forma que una persona, por ejemplo, puede tener un nivel bajo de extraversión, alto en neuroticismo y medio en psicoticismo; o cualquiera de las combinaciones posibles.
    Conceptos que serían recuperados y ampliados en el cuestionario de los Big Five, que es el que actualmente se emplea en la investigación sobre personalidad.


    Personalidad y Felicidad

    Los investigadores de éste estudio, trataron de averiguar si alguna de estas dimensiones de la personalidad, según Eysenck, estaba relacionado con la Felicidad, y si además podía ser un buen predictivo de la Felicidad futura de los participantes del estudio.
    Para ello iniciaron el estudio evaluando estos factores de personalidad cuando tenían 16 años. El mismo análisis se realizó cuando éstos tenían 26 años, es decir, 10 años después.
    Los resultados indicaban que existe una estabilidad en el tiempo, en cuanto a las puntuaciones obtenidas con respecto a la personalidad.
    ¿Pero ésta tendencia se mantendría en el tiempo?, para ello han recuperado ese estudio y han vuelto a administrar los cuestionarios de personalidad, a los participantes que han podido localizar, los cuales ahora únicamente han sido 2529, es decir un poco más de la mitad de los que iniciaron el estudio. Ahora, después de más de 30 años los hallazgos son cuanto menos sorprendentes:
    Los resultados indican una gran estabilidad de las características de personalidad a lo largo del tiempo, pero lo más destacable del estudio es lo relacionado con la Felicidad, evaluado por un componente subjetivo de satisfacción con su vida, y otro objetivo, como la ausencia de enfermedad física o psicológica.
    Encontrando que aquellas personas que habían exhibido durante toda su vida altos niveles de extroversión mostraron un mayor bienestar y satisfacción en la vida. Mientras que las personas que habían exhibido desde el principio altos niveles de neuroticismo habían sido más susceptibles de padecer trastornos psicológicos, con una menor calidad de vida.


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