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    Homeopatía: terapia alterantiva


    Desde tiempos inmemorables el hombre ha buscado los mejores remedios para combatir las enfermedades, de ahí han surgido muchas técnicas terapéuticas y formas de intervenir en la salud, entre ellas están las denominadas terapias alternativas, de entre las cuales destaca la homeopatía, con la cual se aborda a la persona de forma holística, no sólo se encarga de la prevención y tratamiento de los síntomas y las enfermedades agudas o crónicas, sino que atiende también a las características individuales de cada paciente, para ayudarle a restablecer su equilibrio global natural. Además del historial y el diagnóstico clínico, se tienen en cuenta las características físicas y emocionales de quien acude a consulta.

    La técnica desarrollada a finales del siglo XVIII por el Dr. Hahnemann, abandona los tratamientos empleados por sus contemporáneos, que utilizaban métodos tan agresivos como purgantes y sangrías, para pasar a emplear sustancias llamadas esencias con dosis mínimas; diluidas en alcohol o agua, para ser posteriormente ingeridas por los pacientes.
    La premisa fundamental de ésta técnica, es que lo similar cura a lo similar (simila similibus curantur), de forma que aquello que provoca una enfermedad en una persona sana, puede curar en bajas dosis a una persona enferma; así empleando la quinina, que produce efectos similares a la malaria, se puede tratar ésta.

    Es por ello que la cantidad a ingerir debe de ser mínima, pues una sobredosis provocaría los efectos contrarios a los deseados incrementado así las consecuencias de la enfermedad; igualmente con dosis bajas se impide que se produzca un efecto de adicción a dichas sustancias.
    Asumiendo que el cuerpo tiene la capacidad de curarse así mismo y recuperar su equilibrio natural, las esencias van a ayudarle por un proceso de “dinamización” proporcionando las cantidades “mínimas” necesarias para que se produzca la curación.

    Basado en la ley de la susceptibilidad, una persona que se ha visto afectada en su “fuerza vital” por algún acontecimiento interno o externo, denominado “miasmas”, y por tanto sufre sus síntomas debido a dicha perturbación, tiene la capacidad de recuperarse.
    Originariamente se empleó el término “miasmas”, para denominar al origen de toda enfermedad, entendida ésta como aquella que surge cuando las condiciones son inadecuadas para la salud.
    Posteriormente, el término ha sido equiparado al de los gérmenes, microorganismos capaces de infectar un organismo y trasmitirle determinadas enfermedades. Después del descubrimiento de Pasteur sobre los efectos nocivos de las bacterias, y durante un tiempo, predominó dentro de la medicina tradicional la idea de que cada enfermedad había sido provocada por un tipo diferente de microbio (teoría de los gérmenes).
    A los tres miasmas inicialmente identificados como causantes de psora (sarna), sífilis y sicosis (gonorrea), se añadieron con posterioridad otros ocho más, responsables de las siguientes enfermedades: tuberculosis, vaccinosis, cáncer, malaria, tiña, fiebre tifoidea, lepra y viruela.
    Además de éstos “miasmas” existen otros factores que se consideran origen de la enfermedad, ya que se puede producir por una alteración dinámica interna.



    En la práctica homeopática se rechaza que la enfermedad tenga una entidad propia y ajena a la persona que sufre sus consecuencias;  por el contrario asume que se ha generado en ella, precisamente atendiendo a un desequilibrio interno de dicha “fuerza vital”.
    Dicho desequilibrio se mostraría inicialmente en una alteración en el mundo emocional de la persona, con síntomas como ansiedad; si estos no son tratados, los síntomas pasarán a ser mentales, como irritabilidad, luego a ser conductuales, como el llanto y al final a físicos, como fiebres, erupciones cutáneas o inflamaciones; de ahí la importancia de realizar un correcto diagnóstico para conocer en qué ámbitos de la persona se focalizan los síntomas.
    Para llevar a cabo el diagnóstico sobre los síntomas del paciente, éste debe de pasar por una extensa entrevista, en la cual se le preguntarán distintas cuestiones, no sólo sobre los síntomas que han motivado la consulta, sino también sobre su salud en general, así como sobre su vida mental y emocional, además de algunos hábitos y costumbres, y también sobre los antecedentes familiares de situaciones similares.

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