Si bien es cierto que todos tenemos un cierto sentido de libertad en nuestra forma de ser o pensar, a veces no nos damos cuenta que esta viene determinada en gran medida por nuestro pasado.
La formación de la personalidad
La forma en que pensamos, sentimos y actuamos determinan cómo somos, y nos hace diferente del resto, es decir, nuestra personalidad. Esta se forma durante la infancia y la adolescencia, aunque los acontecimientos actuales pueden influir decisivamente en un cambio «de rumbo» en cómo somos.
Sobre todo, cuando se trata de hechos imprevistos y de gran relevancia, e incluso que puedan poner en riesgo la vida de la persona, esta puede variar su forma de sentir, pensar y actuar.
Un atraco, un divorcio o un «simple» cambio de trabajo pueden generar suficiente estrés para hacer variar cómo la persona se ha ido comportando hasta el momento.
Esto también se va a ver reflejado en nuestros recuerdos, o más bien, en cómo narramos estos. Así, antes y después de uno de estos acontecimientos «traumáticos» la persona puede narrar un hecho del pasado, por ejemplo, de diez años atrás, de forma totalmente diferente.
Nada más hay que ver cómo cuando uno se casa, dice eso de «Es el día más feliz de mi vida», pero cuando tiene un hijo vuelve a decir «Es el día más feliz de mi vida»; pero lo mismo pasa si alguien, diez años después secuestra a su hijo y la policía lo rescata, diciendo de nuevo «Es el día más feliz de mi vida».
Como vemos, los acontecimientos pasados, o al menos cómo los recordamos no son inmutables, si no que varían en función de cómo sentimos, pensamos y actuamos en esos momentos.
Por ejemplo, después de un divorcio, sobre todo si este no ha sido amistoso, a nadie se le ocurre recordar el día de la boda como el «El día más feliz de mi vida».
Pero si hasta ahora se ha comentado de vivencias personales que cambian nuestros recuerdos todavía queda por dilucidar ¿Se modifican los recuerdos con los amigos?
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El recuerdo de hechos pasados
Esto es lo que se ha tratado de resolver con una investigación realizada desde el Departamento de Ciencias de la Educación y Psicología y el Departamento de Ciencias de la Salud, Universidad de Florencia (Italia) junto con el Departamento de Psicología, Universidad Memorial de Newfoundland (Canadá) cuyos resultados han sido publicados en el 2016 en la revista científica The Open Psychology Journal.
En el estudio participaron ciento setenta y siete estudiantes universitarios, con edades comprendidas entre los 18 a 24 años, de los cuales ochenta y ocho eran mujeres.
A todos ellos se les solicitó que escribiesen episodios de su vida durante media hora.
Estos episodios fueron analizados y codificados lingüísticamente en función del tema narrado, el número de personajes mencionados, la edad del participante cuando ocurrió el hecho narrado, el número de palabras, el tono afectivo del acontecimiento, …
"Una persona que se siente mal se comporta mal. Hay un déficit de formación de la personalidad", dice Fernando Sarráis #44CongresoCECE pic.twitter.com/mOfSdN7YPW
— Actualidad Docente (@ADocenteRevista) 21 de octubre de 2016
El papel de los amigos en la memoria
Los resultados muestran cómo cuando narramos un acontecimiento familiar lo hacemos identificándonos con los participantes, mientras que cuando se hace de un acontecimiento entre amigos, se usa términos referentes al sentimiento de grupo.
Esto es, a pesar de que en ambos casos se pueda tener la misma experiencia, el vivirlo en familia va a «marcar» el acontecimiento de forma totalmente diferente a si se vive con amigos.
Siendo significativamente más fácil acordarse de aspectos positivos vividos entre amigos que en familia.
Una de las limitaciones del estudio está en la edad de los participantes, donde los amigos juegan un papel destacado, sobre todo en lo que respecta a las «juergas» y momentos de ocio. Probablemente este resultado no se tendría con poblaciones más mayores donde la amistad significa otra cosa.
Como vemos los amigos, van a modificar nuestros recuerdos, resaltando lo positivo que hemos vivido con ellos.
Un aspecto que no se ha tenido en cuenta es el tiempo de convivencia entre uno y otro, así con la familia se vivencian acontecimientos positivos y otros que no lo son tanto, mientras que con los amigos se suele acudir únicamente a «pasarlo bien», lo que puede explicar las diferencias en el recuerdo.
Sea como fuere, parece que nuestra memoria es más flexible de lo que hasta ahora se pensaba, siendo los recuerdos modulados por multitud de variables tal y como se ha constatado con esta investigación.