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  • Dime cómo respiras y te diré si estas sano

    Dime cómo respiras y te diré si estas sano


    Los síndromes son síntomas y signos que aparecen previos a una enfermedad o como expresión de ésta.

    Los signos son datos objetivos, que extrae el profesional de la salud, directamente utilizando algún elemento para medir, mientras que los síntomas, son las sensaciones y vivencias subjetivas de los pacientes, a los cuales hay que preguntar para saber qué es lo que les pasa, dónde, con qué frecuencia e intensidad.
    Desde la aproximación psicosomática se da el mismo valor a los síntomas que a los signos, siendo cualquiera de los dos indicativos de que “algo” va mal en el organismo y que “hay que poner remedio”, además, desde ésta perspectiva, se entiende que los síntomas, a la larga acarrearán signos de la enfermedad y que los signos traerán consigo síntomas, debido a la interdependencia de sistemas que forman el cuerpo humano.

    Los síndromes son cuadros que pueden aparecer como consecuencia de una enfermedad o ser la expresión previa de la misma, pudiendo tener un origen de tipo biológico (genético), como en el caso del síndrome de Down, o de tipo psicológico, como en el caso del síndrome de Estocolmo.
    En el primer caso, en el síndrome de Down, durante la gestación se produce una alteración en la transmisión genética, produciéndose una trisomía en el cromosoma 21. Por su parte, en el síndrome de Estocolmo, se produce un cambio de actitud y conducta, debido a una identificación con los ideales y formas de actuar de las víctimas de un secuestro, una vez han sido liberadas.
    Desde la perspectiva psicosomática, los síndromes más “comunes”, que tienden a aparecer de forma más frecuente en la consulta, son los relacionados con la ansiedad, la distonía neurocirculatoria, el dolor o la hiperventilación.

    La hiperventilación, hace referencia a una alteración del normal proceso de respiración, el cual es muy sensible a las variaciones en los estados emocionales de la persona, pudiéndose distinguir desde las aspiraciones más profundas y pausadas de los ejercicios de relajación, hasta los más aceleradas y entrecortadas de la euforia o la agresividad, pasando por los más livianos suspiros de la melancolía, e incluso la detención de la respiración con el miedo.
    Que se produzcan hechos puntuales de respiración forzadas, lenta o supresión de la misma, es natural, y parte de la expresión de las emociones, pero cuando éstas alteraciones permanecen pueden dar pistas de que algo no funciona adecuadamente en el organismo.
    En ocasiones se produce una respiración rápida y superficial, denominada taquipnea, debido a estar realizando o haber acabado algún ejercicio físico, o actividad que requiere cierto grado de esfuerzo por parte del organismo, igualmente puede darse en situaciones de mucho calor, como forma de “refrescarse” internamente.
    Pero cuando ésta respiración acelerada se produce de forma continuada y sin causa que lo justifique, además de ser molesto para quien está a su lado, puede ser indicativo de neumopatía (enfermedades pulmonares como asma, asfixia o neumonía) o de otros problemas de salud, como insuficiencia cardíaca.
    En cambio una hiperventilación, es decir, una respiración rápida o profunda, suele producirse de forma natural en estados de sobreactivación por ansiedad o pánico, donde además se acompaña con la sensación de que “le falta a uno el aliento”, volviéndose a su ritmo normal cuando ha pasado la circunstancia que lo ha provocado.

    Si ésta se produce de forma continuada, se estará ante un caso de síndrome de hiperventilzación, generado por una vivencia “exagerada” de emociones de estrés, ansiedad, depresión o ira. Con éste síndrome, además de la alteración en la respiración, y precisamente debido a ello, van a aparecer hormigueos en las extremidades superiores, dolor en el tórax, mareos, sequedad en la boca, piernas débiles, temblores, palpitaciones, vértigo, debilidad, trastornos del sueño y confusión, entre otros.
    Todo ello explicado por la función misma de la respiración, al inhalar aire, se inspira oxígeno y al exhalar se expira principalmente dióxido de carbono. El organismo mantiene así un equilibrio que se ve roto con la hiperventilación, donde se produce una entrada masiva de oxígeno, que no llega a ser “procesada” suficientemente rápido para exhalarlo como dióxido de carbono.
    Vídeo Recomendado:
    En una última revisión al respecto realizado por la All India Institute of Medical Sciences recientemente publicado en el Al Ameen Journal of Medical Sciences en donde se analizan las distintas aproximaciones diagnósticas de las enfermedades pulmonares, como asma, rinitis alérgica, bronquitis,…

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