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  • Entrevista a D. José Ramón Ponce quien nos habla de los jóvenes

    Entrevista a D. José Ramón Ponce quien nos habla de los jóvenes


    Entrevista a D. José Ramón Ponce quien nos habla de los jóvenes y sus problemas desde un punto de vista psicológico.




    – ¿Cuáles son los problemas emocionales más presentes entre los jóvenes?

    Cuando se abandona la infancia comienza la etapa intermedia y de preparación para la vida adulta. Esta etapa, la cual abarca desde los doce hasta los dieciocho o veinte años de edad aproximadamente, es sumamente difícil. Los adolescentes se hallan inmersos en un torbellino de pasiones, sus desbalances emocionales son intensos y sufren por los cambios en los cuales se adentran. Los padres se equivocan a menudo al ver la sonrisa de sus hijos, pero en realidad esas manifestaciones son escape inconsciente a su incertidumbre, desorientación y angustia, por una sociedad que los espera pero no saben cómo enfrentar.
    Se muestran muy ansiosos, irritables, y a menudo agresivos. Se deprimen fácilmente debido a que es muy escabrosa la «tarea» de la inserción social. Sus intereses se modifican, lo que antes las gustaba, o donde se desenvolvían exitosamente, a partir de un momento dado le es indiferente. Sus miras corren en otra dirección, ya no interesa el estudio docente, orden en su habitación, o tareas del hogar.


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    – ¿A qué se cree que se debe?

    Las causas de conflictos emocionales en adolescentes, y su comportamiento peculiar, debe ser analizada desde dos ángulos diferentes. Por una parte, sus cambios internos, los cuales se inician con su modificación biológica, y por otra su interacción con el entorno socio-ambiental, incluidos padres, tutores y maestros.
    Los cambios internos, para mejor comprensión, siguen una secuencia sistémica. Se inician en la etapa preliminar de la pubertad, donde la maduración física y psíquica, promovida por el desarrollo endocrino, le imprime al joven nuevas características. Aparecen necesidades sexuales, determinadas por la producción de hormonas rectoras; andrógenos y testosterona en el masculino, y estrógenos en la femenina. Con ello surgen tendencias e impulsos que el púber requiere satisfacer, pero no comprende, no sabe cómo hacerlo, o no se atreve a lo ignoto para él.
    En consecuencia, trata de orientarse y conocer el mundo, requiere insertarse en la vida social que observa en adultos a su alrededor. En su conflicto, indaga y ensaya recursos para lograr sus objetivos, o apela a conductas compensatorias para ello. Por consiguiente, intenta obtener a cualquier costo el reconocimiento de quienes le rodean, explora modelos de identificación e intenta imitarlos, dado que estos lograron lo que él o ella no han logrado aún.
    Se acerca e integra al grupo de otros jóvenes de su edad y se amolda a estos, asume sus características para encontrar su orientación. Trata de sobresalir entre ellos de alguna manera, pretendiendo aceptación y admiración; incluso no solo en su entorno grupal sino también ante la comunidad y la sociedad en general. Por consiguiente es proclive a extravagancia, excentricismo y conductas bizarras.
    Se agrega la necesidad de negar la autoridad y la familia porque simbolizan su infancia, y aceptarlos es para ellos como regresar a su condición de niño. Desde luego, como resultado de todos estos conflictos disminuyen los intereses escolares, incluso resultados docentes.
    Tratan de lograr su reafirmación a cualquier costo, y en la medida que fracase en sus intentos, se siente intensamente frustrado. Puede por consiguiente ser factible a depresión, ansiedad, se torna distraído y angustiado, busca un “escape” a su estado, lo cual se hace más agudo si padres, tutores o maestros no lo comprenden.

    – ¿Qué papel tiene la tecnología en las emociones de los más jóvenes?

    Es evidente que el desarrollo tecnológico ha impuesto formas nuevas en las relaciones interpersonales, de lo cual no escapan los adolescentes; quizás estos cambios han encontrado en ellos mayor aceptación. Es natural que así sea, la necesidad de conocer el mundo, “estar en la cima”, insertarse al medio social, y la facilidad de comunicación misma, los hace proclives a acudir a la obtención del dominio y uso de las nuevas tecnologías.
    Se agrega que estos avances se erigen como medio de “escape” a su incertidumbre y ansiedad. La dedicación a la comunicación y uso digital constituye para ellos un mecanismo compensatorio a sus estados emocionales. Al mismo tiempo, constituyen un expedito canal de interacción con relaciones y grupos; de hecho es una vía para encontrar apoyo afectivo y orientación para el comportamiento eficiente.
    No hay que olvidar tampoco que la tecnología constituye un medio de realización personal, lo cual es muy útil en el adolescente. Eso le permite destacarse en la sociedad, un medio para hacerse sentir, y de manera constructiva.
    Sin embargo, ante esta nueva era comunicacional los padres se sienten a menudo impotentes, o al menos no comprenden la situación, y sienten que pierden el control de sus hijos y nietos. Más aun cuando, de la misma manera que la tecnología actual facilita la vida de los jóvenes, puede constituirse en un canal muy nocivo. Estos medios han servido para el abuso escolar, prostitución, y otras agresiones, desembocando en algunos casos en el suicidio de las víctimas.
    Claro está, el problema se complica por el hecho de que familiares de los adolescentes arrastran prejuicios y tabúes sexuales que pretenden infructuosamente impedir su circulación por carreteras digitales. No saben cómo abordar el problema, no comprenden, y en ocasiones las medidas tomadas son contraproducentes.
    Dada la situación como se presenta, no queda más alternativa que, en primer lugar, los padres obtengan conocimiento y destreza de los mismos medios tecnológicos que sus hijos operan. Segundo, educarlos en las consecuencias de su uso dañino e indiscriminado. Tercero, mantener, como se requiere sobre todo adolescente, un control prudencial de los contenidos comunicacionales que reciben o hacen circular; sin interferir su privacidad en lo posible. En fin, la tecnología tiene su lado favorable y el desfavorable, por lo cual se requiere un balance y control correcto de su uso, pero lo cierto es que no se puede negar ni impedir.


    – ¿Qué nivel de éxito tiene el tratamiento psicológico entre los jóvenes?

    El tema del nivel de éxito en el tratamiento de adolescentes es polémico por diversas razones. En primer lugar se requiere determinar la causa por la cual se acude a buscar ayuda profesional con respecto al hijo adolescente. Es muy común ver que los padres o tutores los conducen a psicólogos o psiquiatras simplemente porque no pueden “controlarlos”, son contestarios”, o presentan conductas divergentes con hogar o familia. Es diferente cuando presentan un franco trastorno, como esquizofrenia, estados obsesivo-compulsivos crónicos, u otros.
    Se agrega un hecho, no siempre comprendido, y es que las adversidades sufridas por sus miembros, como preocupaciones, problemas o fracasos, provocan irritaciones que tienden a desplazarse hacia el «eslabón débil», el «chivo expiatorio», la «oveja negra», y estos son usualmente adolescentes del hogar. Lo cierto es que los padres pretenden que el joven se comporte a su “imagen y semejanza”, y no es posible.
    Por otra parte, a menudo cuando existen realmente conductas anómalas o antisociales en el adolescente, los padres, tutores e incluso maestros, pretenden que el psicólogo resuelva en horas lo que ellos han fomentado durante años.
    De cualquier manera se requiere tomar en cuenta un hecho del cual me he percatado durante largo tiempo en el ejercicio profesional de la psicología. Los adolescentes calificados de “problemáticos” por su entorno, pueden presentar una conducta conflictiva en mayor o menor medida, incluso antisocial. Sin embargo, en la mayoría de los casos es solo apariencia. Es como si crearan una «coraza» defensiva, la cual es presentada a la familia y sociedad, pero debajo se encuentra el verdadero individuo. A medida que su entorno sea más desfavorable, dicha «coraza» penetra en su interior, y cuando alcanza su personalidad, ya es tarde.
    En consecuencia, al reflexionar sobre la conducta del adolescente se requiere primero definir, si hay un trastorno que merite tratamiento, son conductas normales de un adolescente, o es un comportamiento resultante de los errores de padres, maestros o tutores.

    – ¿Deja «secuelas» psicopatologías asociadas a la depresión o el estrés si no se tratan a tiempo?

    Sin embargo, el trastorno que constituye un llamado de alerta son las manifestaciones de depresión en el adolescente. Es explicable que el cumulo de conflictos que sufre propicien dicho estado, máxime si los padres no lo han capacitado suficientemente para afrontar los embates de la vida. En ello se incluyen tanto adversidades propias de su edad, como causadas por su entorno socio-ambiental; por ejemplo, el fallecimiento de sus padres, crisis sociales, carencias financieras en el hogar, víctima de guerra, migración, entre otras.
    No es necesario ofrecer cifras, todos saben que el índice de suicidio en esas edades es elevado, y en Conversando con adolescentes, se ofrecen ejemplos de las consecuencias de no tomar en cuenta estos cambios en los jóvenes. Se enumeran sus causas y señales, así como el modo de proceder cuando surge este trastorno.

    – ¿Qué relación existe entre los problemas emocionales y otras psicopatologías como los trastornos de la alimentación?

    Diferentes teorías indican asociación entre los conflictos emocionales y los trastornos alimentarios en los adolescentes, predominantemente mediando estados severos de ansiedad; principalmente en anorexia y bulimia. En mi opinión, puede existir un factor educativo en la etiología de estos trastornos, al margen de una explicación psicoanalítica.
    Se sugiere una relación estrecha entre el estado obsesivo por la figura, especialmente en mujeres jóvenes en su afán por una presencia física delgada. Esta actitud alcanza un nivel morboso, de enfermedad, cuando se produce férreo condicionamiento obsesivo-compulsivo por la delgadez. Desde luego, este estado puede conducir a la muerte si no es tratado con los medios psiquiátricos y psicológicos disponible; aunque el nivel de éxito sea bajo.
    Por otra parte, la bulimia sigue un curso similar. Incluso es común observar como numerosas personas sin llegar a ese nivel de enfermedad, aumentan de peso por la obsesión de comer. Sin embargo, en este trastorno el mecanismo parece ser diferente, el acto mismo de “llevar” porciones de alimento a la boca constituye en sí mismo liberador de ansiedad.


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    – ¿Cuál es la relación entre los problemas emocionales y las adicciones?

    Aunque no poseo vasta experiencia en drogadicción y abuso de sustancias, los pocos casos que he atendido encajan dentro de los planteamientos de la teoría y práctica clínica. Se indican varios factores fundamentales en general; entre ellos el exceso de permisividad desde la infancia, y la falta de autoridad. También se indica la carencia afectiva, concretada en la escasez de muestras de afecto, frialdad, abandono, o alejar al niño del hogar desde temprana edad. Quizás interviene en alguna medida el vecindario, grupo de amigos, y entorno social. Pero lo cierto es que si se consolidan las relaciones de la adolescente con su madre, y el adolescente con su padre, se siembre el antídoto contra conductas nocivas.
    En el libro Conversando con adolescentes (adquirible en amazon.com) se halla el epígrafe “Malos hijos”, y expongo el error que esa idea significa. Los hijos no “salen malos ni buenos”, sino que son producto del entorno familiar y social en que se desenvuelven. Al margen de la posibilidad de transmisión genética, las conductas relacionadas a su vínculo con la sociedad parecen ser más un producto de la educación que de la herencia biológica.
    Al respecto es necesario enfatizar que la educación y la identificación del adolescente con sus padres o maestros no se logra tanto por los sermones a los cuales son sometidos, sino por recursos habilidosos para hacer que presten atención; abundo en medidas prácticas para ello en ese libro. Por encima de todo debemos evitar que cuando “hablemos” mucho, digan para sus adentros “si, para que te calles”
    Es por ello sumamente importante, para padres y tutores, comprender, y saber influir y manejar al adolescente. Una Caja de caudales es muy difícil de abrir, y es casi impenetrable si no se tiene la combinación requerida, podemos estar días golpeándola sin poder abrirla. La mentalidad del adolescente es similar, es imposible que responda si no nos relacionamos con ellos correctamente.




    Desde aquí mi agradecimiento a D. José Ramón Ponce por habernos acercado a las dificultades psicológicas que se pueden presentar entre los más jóvenes.

  • Síntomas emocionales habituales en adolescentes

    Síntomas emocionales habituales en adolescentes

    Diversas conductas de riesgo se pueden traducir en síntomas o en alteraciones somáticas, emocionales o conductuales en el adolescente.

    Artículo escrito por D. José Darío León, estudiante de la Corporación Universitaria Minuto de Dios (Colombia) gracias al acuerdo de colaboración con dicha institución representada por la docente Dª. Nancy Jiménez.

    La Adolescencia, el período de los grandes cambios

    Muchas veces estos síntomas corresponden sólo a una manifestación externa transitoria de la metamorfosis por la que está atravesando el joven. Sólo en algunas oportunidades se trata del comienzo de enfermedades mentales en el sentido tradicional.
    Hoy es claro que cierta cantidad de síntomas forma parte del proceso evolutivo normal de la adolescencia, hecho mostrado primero en nuestro medio por la doctora Silva Riesco “el diagnóstico que más frecuentemente se formula al estudiar adolescentes en un policlínico especializado, es el de crisis de la adolescencia».
    Estas, que en la nomenclatura psiquiátrica actual se denominan «Reacciones de adaptación», se caracterizan en la pre-adolescencia por el predominio de síntomas conductuales, seguidos por trastornos somáticos, para pasar a ser en la adolescencia final síntomas de naturaleza emocional propiamente tal.
    El punto de vista anterior plantea la existencia de síntomas emocionales «normales» característicos de la adolescencia. Este enfoque, que coincide con la descripción de Aberastury y Knobel de un a quien atribuye como un síndrome de adolescencia normal, indica que en éste período se suceden fluctuaciones rápidas en las que la angustia y depresión son síntomas frecuentes, seguidas por una posterior normalización del estado de ánimo.


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    Depresión durante la adolescencia

    En un estudio realizado en 428 adolescentes escolares no consultantes en la Comuna de La Reina, encontramos que relataban síntomas psicológicos transitorios de tipo depresivo el 60% de los jóvenes entrevistados, así como de tipo angustioso lo hacía el 40% . En otra encuesta acerca de características de adolescentes santiaguinos, encontramos cifras semejantes de síntomas emocionales, sean angustiosos (25.8%), sean depresivos (22.5%).
    Un 12.6% de los adolescentes habían consultado en el último año a un profesional de la salud mental. Las preocupaciones somáticas son también frecuentes y, cuando son transitorias, normales.
    Para Noshpitz la excesiva preocupación por lo somático corresponde al encuentro repentino del adolescente con un «cuerpo nuevo», que el relaciona también con el duelo correspondiente por el cuerpo infantil que se ha perdido. Los cambios del timbre y tono de la voz, el acné, el aumento de tamaño de la nariz, de los senos o del pene, o de cualquier elemento que sea considerado como una apariencia física poco común, puede ser para el joven motivo de excruciantes cavilaciones y dudas. Existen finalmente alteraciones conductuales «normales», tales como una impredictibilidad de reacciones, una rebeldía aparentemente inmotivada, y a veces episodios antisociales esporádicos.


    Problemas psicológicos asociados a la adolescencia

    Efectivamente para muchos autores la adolescencia es considerada como un momento «crítico» del crecimiento donde se producen cambios hormonales, físico y sobre todo psicológicos, es el momento del paso del niño al adulto, y de la diferenciación de género a través de los caracteres secundarios y la asunción de nuevos roles, aunque no todos los jóvenes lo viven igual.
    Los problemas emocionales y de comportamiento son habituales, ya sea por los propios cambios que vivencia, como por el papel que juega el «otro» en esta fase, en donde el sentimiento al grupo de pertenencia de «colegas» es ahora más fuerte. Igualmente es el momento del descubrimiento sexual y del otro género.
    De ahí que los adolescentes puedan padecer de ansiedad o depresión, ya que no saben exactamente cómo deben de comportarse y se fijan metas demasiado elevadas, que al no conseguirlas les puede llevar a la frustración.

    Desde aquí mi agradecimiento a D. José Darío León, por su trabajo aquí expuesto sobre la adolescencia y los problemas que entraña sobre la salud mental, y a Dª. Nancy Jiménez, docente de la Corporación Universitaria Minuto de Dios (Colombia).

  • Dime con quien andas…, y te diré quién eres

    Dime con quien andas…, y te diré quién eres

    Desde la etapa etapa de la preadolescencia, el individuo toma a sus semejantes como punto de referencia y de construcción de su propia identidad, dejando los modelos que hasta ese momento le han servido, tales como los padres, profesores u otras figuras de autoridad, para ser sus compañeros de curso o el grupo de pandilla al que pertenece dicho referente.
    La moral lo que es adecuado, bueno y conveniente, que hasta ahora ha aprendido en la escuela o en la casa, ahora se pone en tela de juicio, siendo lo conveniente aquello que entre todos los de la “pandilla” deciden.
    La adhesión y pertenencia al grupo es fundamental en ésta etapa, definiéndose las personas por los colores, forma de pensar y vestir de su equipo de fútbol o grupo musical favorito.
    Los demás se convierten en el espejo donde se mira uno, y adquiere su propia identidad, siendo más o menos que el resto dentro del grupo, así cada uno podrá destacar en uno u otro aspecto ya sea por exceso o defecto en comparación con los demás, exhibiendo dentro de ese ambiente de confianza distintos aspectos, explorando sus habilidades y capacidades hasta encontrar su papel, “el más chistoso”, “el atrevido”, “el serio”…, todo lo cual le permite tomar conciencia de sí mismo, como persona única.
    Es precisamente en ésta época donde se van a “activar” una serie de cambios a todos los niveles, en el organismo del adolescente debido a la expresión secundaria de su sexualidad, transformando y moldeando los cuerpos hasta ahora casi indiferenciados de niños y niñas, en cuerpos de hombres y mujeres, totalmente distintos, mostrándose todos los caracteres secundarios propios de su sexo.
    Entre los cambios más evidentes desde el exterior, al hombre le aparecerá la barba y cambiará su voz hacia tonalidades más graves, y en la mujer le crecerá los pechos.

    A nivel neuronal va a producirse lo que se denomina una tormenta hormonal, donde van a afluir al torrente sanguíneo gran cantidad de neurohormonas de forma “descontrolada”, lo que va a provocar cambios de humor constantes, experiencias y sensaciones nuevas del organismo, por ejemplo, en el caso de la niña que se convierte en mujer, va a tener la primera regla o menarquía y a partir de ahí va periódicamente a experimentar cambios hormonales cíclicos asociados a su capacidad de concebir, lo que va a cambiar su concepción sobre sí misma y sobre los demás.
    Los grupo de iguales, compañeros y pandillas, van a ir aumentando en miembros, incorporando a las “novias y novios”, y el adolescente va a iniciar una nueva realidad como pareja, en donde le queda todo un mundo por explorar en su camino por convertirse en adulto.
    Pero también es la etapa, en donde dentro de los grupos, se ríen de las “gracias” de sus miembros, actuaciones absurdas, transgresoras, que a veces incluso pueden ser peligrosas, sin que cumpla ninguna función, más allá de la de divertirse uno y a los demás.
    Es el momento de explorar los límites de la sociedad, poniendo en tela de juicio su utilidad, y en algunos casos provocando actuaciones amorales o asociales, y todo ello para sentirse “a gusto” dentro del grupo de iguales, los cuales pueden fomentar o “reprimir” dichos comportamientos, moldeando así la identidad de sus miembros.
    A pesar de ésta “explosión” de individualidad, el haber ofrecido un ambiente familiar estable, con un buen ejemplo de vida, con unas normas de conducta y de comportamiento adecuado, va a hacer que a la hora de estar con “sus amigos” la persona sea “más juiciosa” y pueda anteponer sus propios valores a los desatinos del momento.
    Es el momento de descubrir los propios límites, pero no sólo físicos sino también intelectuales, por lo que bien orientado es una etapa enriquecedora para el adolescente, en la que puede formarse como un hombre o mujer de provecho para sí mismo y para la sociedad en la que se desarrolla.
    La opinión del resto del grupo, más o menos fundamentada, se convierte en criterio “objetivo” sobre nuestro comportamiento, asumiendo como “normal” hábitos o conductas reprobables y reprobadas fuera del ámbito del grupo de amigos.



    Desarrollando el modelo de Erikson se puede hablar de dos “motores” de la identidad que va a ser la exploración y de compromiso. El primero hace referencia al tiempo y esfuerzo dedicado para explorar nuevas alternativas en su búsqueda de una identidad, tratando de encontrar “su camino”; mientras que el compromiso hace referencia a una inversión en una decisión en su vida, ya sea en cuestión de género, pertenencia a grupo, valores y propias creencias, etc…
    La combinación de un mayor o menor grado de exploración y compromiso, va a generar distintos tipos de identidad en la adolescencia:
    – Identidad difusa, donde todavía existe escasa exploración y nulo compromiso.
    – Identidad hipotecada, que es cuando el adolescente no ha pasado por la crisis de identidad propia de su edad, con nula exploración y en cambio un rígido compromiso con aquello que le han estado educando desde pequeño en el ámbito familiar fundamentalmente.
    – Identidad moratoria, en donde se exhibe gran cantidad de conductas y comportamientos en busca de la propia identidad, primando la exploración y con un escaso nivel de compromiso.
    – Identidad alcanzada, que se logra una vez finalizada la etapa de identidad moratoria, donde se ha explorado activamente y tras ello se asumen una serie de decisiones sobre su vida y su futuro con los que se compromete, conformando así el paso necesario para la vida adulta.
    Dentro del grupo de iguales el adolescente va a pasar por un proceso de asunción de valores propios (intragrupo) exaltando sus bondades frente a los otros grupos (exogrupo), lo que va a acentuar el sentimiento de pertenencia al mismo, lo que en algunos casos va a generar el germen de la discriminación, xenofobia o el racismo; en donde el individuo va a verse abocado a una identidad debido a la presión grupal, que en otras circunstancias no asumiría como propias.
    Cobrando mayor relevancia si puede el dicho popular, “Dime con quien andas y te diré quien eres”, pues aunque pensemos que el grupo de amigos tiene una mínima o escasa incidencia, ésto va a determinar de forma significativa la identidad de la persona en “construcción”, que le va a acompañar y guiar el resto de su vida.

    El final de la adolescencia y el paso a la edad adulta suele asociarse a la asunción de responsabilidad en su vida, al adquirir una casa donde vivir fuera del ámbito familiar, tener un trabajo en el que poder desarrollarse y con el que mantenerse económicamente e incluso estar en pareja, con la que proyectar y planear formar una familia.

    Los últimos avatares económicos y cambios sociales, en que los adolescente permanecen en el ámbito familiar más allá de la treintena, sometidos y sostenidos por los progenitores, han hecho replantearse a los psicológicos la definición del adolescente que se solía superar con la mayoría de edad, extendiéndolo ahora hasta la independencia económica y de convivencia familiar.

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