Una nueva investigación constata que el trabajo temporal aumenta tanto el riesgo de padecer problemas asociados a la salud como las conflictividad laboral.
El mundo laboral está cambiando en los últimos años hacia un mayor «dinamismo» en el puesto de trabajo, esto significa que el concepto que hasta ahora se tenía de un puesto fijo de por vida, se ha ido sustituyendo por otros temporales, en función de los clientes esperados por parte del empleador.
Aunque a veces, la cualificación y preparación específica para un determinado puesto supone una importante inversión por parte de la persona y de la propia empresa encargada de formarle, cuando hay que enfrentarse al dilema de optimizar los resultados, a veces se tiende a «flexibilizar» la plantilla. Aunque existe muchas formas de abordar dicha «flexibilización», casi todas incluyen la temporalización del trabajo, y con ello el aumento de la incertidumbre, por parte de los trabajadores, los cuales, además de tener que rendir en su puesto, tienen un estrés añadido en no saber si en la siguiente «temporada» van a seguir en la misma empresa, o tienen que empezar a pensar en «echar currículums».
Si ya de por sí el estrés continuado debido al trabajo es negativo, a medio y largo plazo, ya que va a tener consecuencias en la salud; cuando a ello se le añade la incertidumbre de la continuidad en el puesto, esto va a hacer que se aumenten aún más los niveles de estrés que va a sufrir el trabajador.
Lejos de depender de la vivencia e historia personal de cada uno, estos efectos del estrés continuado van a repercutir tanto en su salud física como mental, exponiendo al trabajador a sufrir enfermedades que de otra forma no tendría porqué padecer, lo que a su vez va en contra de sus posibilidades de renovación, ya que si tiene que pedir bajas médicas repetidamente se ve en desventaja a la hora de que le vuelvan a llamar, frente a otro trabajador que no «se enferme tanto».
Igualmente el estrés está relacionado con un mayor caso de insomnio, lo que a su vez va a repercutir en que al no haber descansado correctamente se tiene un nivel de tolerancia y capacidad de atención menor, con peor desempeño en tareas cognitivas, y mayor irritabilidad, todo lo cual puede conducir a que el desempeño general se vea mermado, y con ello, nuevamente, se merman sus posibilidades de renovación cuando se tiene un trabajo temporal, frente a otros trabajadores que mantengan o mejoren sus niveles de desempeño laboral.
Igualmente la mayor irritabilidad puede generar que el ambiente de trabajo se vea enrarecido y viciado, con altos niveles de suspicacia por parte del trabajador que padece esos episodios de insomnios lo que va facilitar que se generen tensiones con los compañeros e incluso con el jefe, dando lugar a un mayor número de casos de conflictividad laboral.
Así al menos lo constata un reciente estudio realizado por la Universidad de Nihon (Japón), recientemente publicado en Archives of Environmental & Occupational Health.
En el estudio participaron 37.646 empleados, a los cuales se les separó en función de si tenían un trabajo fijo o temporal y se observó su nivel de conflictividad laboral así como el número de casos de insomnios padecidos durante un año.
Los resultados son claros, tanto en conflictividad laboral como en insomnio se producen en mayor grado en aquellos trabajadores que tienen puestos de trabajo temporal frente a los que gozan de un puesto fijo, donde a pesar de comprobarse la relación entre la conflictividad laboral y el insomnio, el número de casos es significativamente inferior.