Categoría: Psicología de la Felicidad o Psicologia Positiva

Temática de la Psicología de la Felicidad

  • ¿Existe el estrés bueno?,  conoce cómo potenciarlo

    ¿Existe el estrés bueno?, conoce cómo potenciarlo

    Las emociones forman parte de nuestra vida, siendo la de mayor influencia el estrés, ¿en qué consiste es esa influencia?, ¿existe el estrés bueno?

    Existen numerosas situaciones a lo largo del día que requieren de nuestra máxima atención, en la que tenemos que dar la mejor respuesta posible, ya sea por la premura o por tener que atender a varios requerimientos a la vez, estas demandas nos producen estrés.
    El estrés mantenido a medio o largo plazo puede ser nocivo para la salud, es lo que se denomina como distres, pero también existe el estrés “bueno”, es decir, aquel que durante un corto espacio de tiempo potencia nuestras capacidades y nos hace dar respuestas más acertadas en las actividades que se deben desempeñar, a éste segundo tipo de estrés se denomina eustrés.
    Como vemos, el que sea “bueno” o «malo», depende tanto de nuestra valoración psicológica de los acontecimientos y situaciones estresantes como de que estas se mantengan durante un cierto tiempo. Así, una situación valorada como desafiante, pero atractiva como forma de superarse o de “lucirse”, motiva a dar lo mejor de uno mismo, obteniendo éxitos que de otra forma no se alcanzarían; pero si esa situación se mantiene en el tiempo, se produce el agotamiento de los recursos que explicaba Selye en su Sistema General de Adaptación, y con ello dejaría de ser motivador convirtiéndose en a algo “insufrible”, dando el éxito paso a la enfermedad.
    Además el estrés por sí solo puede ser fuente de enfermedades psicológicas, como en el caso de los trastornos de ansiedad, los cuales son un conjunto de trastornos cuya característica principal son niveles elevados de ansiedad y miedo.
    Dentro de ésta categoría tendríamos (según el D.S.M.), el trastorno de angustia, con y sin agorafobia (miedo a lugares de los que no se puede escapar), fobia social y específica, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés agudo o postraumático, trastorno por ansiedad generalizada o inducido por sustancias.



    Como ejemplo del efecto de una situación del estrés, destacamos el trastorno por estrés postraumático, se denomina a éste como un tipo específico de trastorno de ansiedad y se produce cuando una persona se ha visto implicada de forma directa o indirecta en un acontecimiento muy estresante, con amenaza para su integridad; es en estos casos donde se produce un “trauma”, entendido éste como un acontecimiento que la persona es incapaz de asumir.
    Esto va a provocar una serie de síntomas, el más importante de ellos es el revivir aquellos acontecimientos de forma esporádica o en sueños, lo que provoca irritabilidad, insomnio, dificultad para concentrarse; igualmente se presenta un intento de olvidar o negar la situación desencadenante, ya sea evitando hablar de ello o sufriendo amnesias parciales. Se ha podido constatar que en estos pacientes, existe una alteración en el eje Hipotálamo Hipófisis Adrenal (H.H.A.), donde se ha observado una hipersecreción del Hormona Liberadora de Corticotropina (C.R.H.) por parte de la hipófisis, generando mayores niveles de cortisol en el organismo, que una persona no afectada por éste trastorno.
    Como vemos hasta ahora, el estrés es fuente de motivación a corto plazo, pero su permanencia a medio y largo plazo pueden provocar daños generalizados en el organismo, debido al mantenimiento en el tiempo de la activación en los distintos sistemas implicados en el H.H.A., estimulados algunos e inhibidos otros por el sistema simpático; pero también a que dicha situación va a influir también en nuestros relojes internos, con lo que se verían afectadas además, funciones tan importantes como la frecuencia cardíaca, el sueño o incluso la tasa de regeneración celular, lo que podría desencadenar una mayor tendencia a padecer cáncer.
    Además el sistema inmune, que protege al organismo de infecciones externas e internas, es muy sensible a los procesos de estrés; cuando éste se genera, el organismo va a experimentar una inmunodepresión, reduciendo el consumo de estas funciones al mínimo, pero si se mantiene, se daña el sistema.
    Los primeros síntomas de que el sistema inmune no está funcionando correctamente, se pueden observar ante la aparición de síntomas como psoriasis o lupus; pero si no se pone remedio y la situación estresante continúa, no sólo se va a producir una ralentización de los procesos de cicatrización y de recuperación de las heridas que pudiese tener, sino que se deja la “puerta abierta” a todo tipo de infecciones, además de producirse un empeoramiento de los síntomas de las enfermedades autoinmunes, entre ellas la esclerosis múltiple.
    Como vemos el eje H.H.A., nos va a dar la medida de cómo funciona el organismo, si éste funciona correctamente, es decir, si se produce una activación puntual ante situaciones de estrés, la persona va a poder dar la respuesta adecuada al momento, ya sea de escape o de afrontamiento; mientras que si ésta se mantiene en el tiempo, debido a que el estresor sigue presente, se van a empezar a producir fallos en el proceso normal, y con ello se incrementa la probabilidad de sufrir enfermedades psicosomáticas.

  • Influencia del nivel de estrés en el organismo

    Influencia del nivel de estrés en el organismo

    En nuestra vida cotidiana, estamos sometidos a distintos niveles de demanda, ya sea en el trabajo, al ir conduciendo o en la casa; en cada una de estas ocasiones debemos dar respuesta, tratando de hacerlo lo mejor posible, una situación que sin duda nos genera estrés, pero ¿es bueno el estrés?

    Es importante el papel del estrés como preparador de la respuesta, ya sea ésta de escape o para atacar, participando para ello distintos sistemas del organismo, especialmente el sistema autonómico, y en concreto del sistema simpático, con un aumento de las pulsaciones cardíacas, dilatación de la pupila, inhibición de la salivación, relajación de los bronquios, inhibición de la actividad digestiva, estimulando la liberación de glucosas por el hígado, aumentando la secreción de adrenalina y noradrenalina por el riñón, relajando de la vejiga y contrayendo del recto.
    Cuando el agente estresante interno o externo desaparece, el organismo pasa a un estado de relajación, activando los mecanismos contrarios al del estrés, es decir, el sistema inmune se reactiva, el sistema endocrino deja de segregar adrenalina, el sistema simpático deja paso a la activación del parasimpático con un retardo de las pulsaciones cardíacas, contrayendo la pupila, estimulando la salivación, contrayendo los bronquios, estimulando la actividad digestiva y la vesícula biliar, contrayendo la vejiga y relajando el recto.
    El eje hipotalámico hipofiso adrenal (H.H.A.) hace referencia a un conjunto de sistemas neuroendocrinos que se activan ante la presencia del estrés, en éste participa el hipotálamo, la glándula pituitaria (ambos en el cerebro) y la glándula suprarrenal (en los riñones). Su función es la de regulación de sistemas tan dispares como el inmune, el digestivo o el de las emociones.
    La hipófisis va a producir la hormona liberadora de corticotropina (C.R.H.) y vasopresina; que en la pituitaria va a producir corticotropina (A.C.T.H.): que trasportada en la sangre, en la glándula suprarrenal va a provocar la secreción de glucocorticoides, un corticoide conocido como la hormona del estrés que va a afectar a gran parte del organismo en preparación para la respuesta del estrés.
    Este mecanismo de H.H.A., va a formar parte de lo que se denomina como Sistema General de Adaptación de Selye que divide las situaciones de estrés en tres etapas:
    – Reacción de Alarma, desde el momento en que se produce el estímulo o la situación estresante, el organismo se ha de preparar para responder.
    – Resistencia o Adaptación, en ésta fase se pone en marcha el mecanismo H.H.A., para dar respuesta a la demanda estresante; si ésta desaparece, el organismo tenderá a una “desactivación” producida por un mecanismo de retroalimentación negativa, que emplea la misma vía H.H.A., de forma que el cortisol de las glándulas suprarrenales inhibirá la producción de C.R.H. de la hipófisis y con ello desactivará el eje H.H.A., recuperando así los niveles basales previos a la aparición del estrés.



    En cambio si el estímulo estresante se mantiene, el organismo pasará a la siguiente fase.
    – Agotamiento, los recursos del cuerpo son limitados, y están disponibles por un escaso tiempo, pasado el cual se produce un agotamiento de los mismos, así como del estado de tensión que lo origina. Éste agotamiento, va a traer toda una serie de consecuencias en los distintos sistemas implicados que pueden llevar a la persona a enfermar.
    Un estrés a medio plazo va a tener una serie de consecuencias, como dolores musculares, alteración del sueño y del estado de ánimo e inmunodeficiencia.
    Un estrés crónico en cambio va a provocar efectos más graves, siendo el responsable de:
    – Alteraciones digestivas que pueden acarrear úlceras y diarreas.
    – Obesidad por el aumento de apetito y con ello se incrementa la posibilidad de padecer diabetes.
    – Debilitamiento del sistema inmune, estando más expuesto a infecciones y resfriados.
    – Pérdida de memoria, de motivación, sueño, alteración del estado de ánimo.
    – Aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca, acumulación de colesterol y triglicéridos en sangre, con aumento de riesgo de padecer enfermedades cardíacas y derrames.
    A nivel psicológico además va a acrecentar los síntomas de determinados trastornos psicológicos, como en el caso del trastorno de esquizofrenia donde a mayores niveles de estrés, mayor expresión de síntomas psicóticos; y en personas normales, la toxicidad de niveles elevados de cortisol en el cerebro de forma aguda, conlleva la afectación de determinadas estructuras neuronales que va a repercutir en un peor desempeño cognitivo, como en el caso del hipocampo, necesario para el establecimiento de nuevos aprendizajes y la recuperación del material memorizado.

  • ¿Comprar a solas?

    ¿Comprar a solas?

    Comprar es un acto usual de nuestra vida cotidiana, que tiene unas consecuencias en nuestra salud psicológica que a veces no tenemos en cuenta. La compra nos sirve para proveernos de aquello que necesitamos (medio), pero también se convierte en una escusa para salir, ver la moda o compartir el tiempo con nuestros amigos (fin en sí mismo).
    Muchos estudios han avalado los beneficios de la compra, ya sea como forma de incrementar nuestra autoestima, al adquirir aquellos productos y servicios que nos hacen sentir mejor con nosotros mismos, como por los beneficios sociales que proporciona la interacción con nuestras amistades, con las que compartimos esos momentos, así como con el personal de los establecimiento al que nos hemos dirigido. Pero, ¿Eres de esas personas que prefieren comprar a solas?
    Un reciente estudio realizado por la Tilburg University en los Países Bajos, informa de los peligros de aislamiento social que implica ir de compras a solas. Se trata de un estudio longitudinal donde se observó el comportamiento de los consumidores durante 6 años.
    Los 2.500 participantes fueron clasificados según la motivación que les llevaba a ir de compras como fin en sí mismo, así se establecieron tres grupos:
    – Materialistas de posesión: aquellas personas que compran con el fin de poseer aquello que les gusta, agrada o simplemente se han encaprichado con ello.
    – Materialistas de éxito: son los que aspiran con aquello que compran ostentar un mayor estatus social, buscando la admiración e incluso la envidia de los demás.
    – Materialistas de felicidad: que tratan de «solucionar» cualquier problema en sus relaciones familiares, de pareja, o en el trabajo, evadiéndose y adquiriendo productos que le llenen ese vacío, dándoles paz y tranquilidad.
    Como se ha comentado al inicio, muchos estudios avalan los beneficios que a corto plazo generan las compras, tanto en la autoestima como en las relaciones sociales, de ahí que cuando alguien se siente un poco decaído es bueno que salga a comprar, y aunque no adquiera nada, el haber salido a la calle, alterando así su rutina diaria, le proporciona experiencias gratificantes que combaten esos sentimientos de abatimiento y apatía que podía estar sintiendo.
    Además cuando se va de compras con un amigo o amiga, o un grupo de ellos, se aprovecha para charlar relajadamente, contarse las inquietudes y problemas, e incluso compartir confidencias; así todo ello va a aumentar nuestra autoestima, al vernos partícipe de un grupo, a la vez que se realiza una actividad lúdica y desenfadada, ¿Pero qué sucede si en vez de eso, somos de esas personas que preferimos comprar «a solas»?
    Pues bien, parte de los «beneficios secundarios» no se obtienen, con lo que las relaciones sociales se ven mermadas, ya que el tiempo que pasa comprando no se lo dedica a otras personas.



    Al respecto, el citado artículo publicado en el Journal of Consumer Research, informa sobre los perjuicios de esas personas que compran en solitario, ya que entran en un círculo vicioso de compra-soledad, en donde cuanto más tiempo se dedique a la compra, la persona estará más sola.
    De los tres tipos de materialismos anteriormente descritos, se ha observado que aquellos que compran como medio de «aparentar» ante los demás un mejor nivel económico (materialista de éxito) y aquellos que lo hacen como forma de «satisfacer» sus expectativas con la vida (materialismo de felicidad) son los que están más expuestos a caer en éste círculo vicioso.
    Ni que decir tiene, que la soledad no buscada va a conllevar una serie de consecuencias negativas sobre la vida emocional y de salud de la persona que lo sufre, muchos estudios apuntan a efectos tan poco saludables como una tendencia a la dejadez personal, incremento del consumo de alcohol y otras drogas, pérdida de sueño, aumento del estrés, elevación de la presión arterial, todo ello puede desencadenar a la larga en una depresión u otras enfermedades psicológicas.
    De ahí la importancia de mantener y cuidar nuestras relaciones sociales, y si tenemos que realizar alguna compra, cuando sea posible, mejor hacerlo en compañía de amigos con los que poder disfrutar y compartir el tiempo.

  • Botox y Felicidad

    Botox y Felicidad

    El botox está de moda, así se puede desprender teniendo en cuenta el número creciente de personas que lo usan.
    Cada día se incrementan más y más el número de tratamientos médicos en busca de esa imagen tan deseada, obtenida mediante intervenciones quirúrgicas o inyectando botox (toxina botulinica); con la firme convicción de que eso nos hará más felices, al vernos más jóvenes y tener mejor presencia ante los demás.
    Desde hace unos años, dentro de la Psicología existe una controversia relacionada con el mundo de las emociones, al tratar de distinguir qué es primero, si la respuesta fisiológica de la emoción o la sensación que se provoca. Esto es, algunos autores defienden que nuestro cuerpo expresa una emoción y que la persona lo capta y lo siente. Las emociones provendrían de fuera a dentro; otros autores en cambio, defienden que las emociones se originan en el interior y que se reflejan en nuestro organismo, es decir que van de dentro a fuera.
    Los primeros autores, que defienden el modelo de fuera a dentro, invitan a realizar ejercicios conscientes por expresar la emoción que «queremos tener»; de forma que si queremos estar contentos, únicamente debemos poner una sonrisa en nuestra cara durante todo el día, y esos músculos se encargarán de hacer comprender al cerebro nuestra alegría.
    Los autores que defienden el modelo de dentro a fuera, consideran que no podemos expresar algo que no sintamos, convirtiéndose así, nuestro organismo en el reflejo de nuestro interior. Gracias a ésta aportación se realizan estudios de detección de emociones basados en rasgos faciales y comportamentales de la persona, empleando para ello cuestionarios como el F.A.C.S. (Facial Action Coding System).
    Pues bien, una vez conocida ésta distinción, entramos al fondo del asunto de éste artículo, ¿el Botox nos hace más felices?
    Lotus Carroll / Foter.com / CC BY-NC-SA
    En principio el botox nos satisface una necesidad de aparentar una mejor imagen, pudiendo conseguir algunos «beneficios secundarios» como la aceptación social, un contrato de trabajo, en el caso de que se trabaje para un medio audiovisual,…
    Pero un estudio realizado por la University of Wisconsin informa de los efectos contrarios del botox. No se trata de un estudio médico sino psicológico, publicado en el Psychological Science.
    En dicho estudio se analiza la empatía que muestran personas que han sido sometidas a botox frente a otras que no lo han usado.
    La tarea consistió en leer un texto cargado emocionalmente, y tras finalizarlo responder lo antes posible sobre cuál es la emoción que contenía dicho texto.
    Para ello se emplearon tres tipos de textos, de alegría, tristeza y enojo.
    Si el botox (único factor diferenciador entre los dos grupos de estudio) no tiene incidencia en las emociones, no se encontrarían diferencias en los resultados.
    Pues bien, el citado artículo informa de que existe una notable diferencia a la hora de identificar las emociones negativas de enojo y tristeza, mientras que en la de la alegría no hay diferencias, ¿Qué significa ésto exactamente?
    Teniendo en cuenta que el botox se pone en aquellas zonas de expresividad de las emociones negativas, que son las que provocan esas marcas a modo de surcos tan característicos; es «comprensible» y esperable, que si nos atenemos a la primera aproximación de las emociones de fuera a adentro, no podamos sentir aquello que no podemos expresar, es decir, el botox impediría que «sintiésemos» con la misma intensidad emociones negativas.
    ¿Pero cómo sabemos que la lectura del texto tiene que provocarnos una emoción?
    Debido a un fenómeno denominado «embodied cognition», cuya traducción sería algo así como cognición corpórea o encarnada, sabemos que para poder identificar emociones de otros, o en éste caso de un texto, utilizamos microexpresiones faciales que nos facilitan ésta labor empática.
    En cambio, si tenemos botox, ésta cognición corpórea o encarnada no se va a producir correctamente, de modo que vamos a ser «más torpes» para identificar aquellas emociones involucradas con los músculos afectados por el botos (emociones negativas).


    https://youtu.be/eu9OvaUZGsE

    En definitiva, el botox sirve para dar apoyo a la teoría sobre las emociones que defiende un modelo de fuera a dentro, a la vez que nos avisa de los efectos no deseados sobre nuestra vida íntima, afectando a cómo somos capaces de percibir las emociones en los demás, lo que nos lleva a reaccionar de una determinada manera.
    Bibliografía Recomendada:
    Havas, D.A. y cols. (2010). Cosmetic Use of Botulinum Toxin-A Affects Processing of Emotional Language. Psychological Science

    Fernández, A.M. y cols. (2007). Expresión y reconocimiento de emociones: un punto de encuentro entre evolución, psicofisiología y neurociencias. Revista Chilena de Neuropsicología.

    Fernández, R.A. y cols. (2006). Toxina botulínica para uso terapéutico. Revista Médica Universitaria.
    Última modificación: 28/10/2013


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  • ¿Es posible alcanzar la Felicidad Eterna?

    ¿Es posible alcanzar la Felicidad Eterna?

    La Psicología Positiva, y en concreto el ámbito de estudio de la Felicidad, día a día nos va desvelando los secretos de esa ansiada «fuente» de las que todos querríamos beber; y si además sus efectos pueden durar en el tiempo, mejor que mejor. Habríamos encontrado la «Felicidad Eterna».

    Personalidad y longevidad

    Pues bien, esto es lo que afirma haber hallado un grupo de investigadores de la University of Southampton junto con la University of Edimburg y la University College London publicado recientemente en el Journal of Research in Personality.
    El estudio que se inició en 1946 con 4583 participantes, trataba de averiguar si la Felicidad es duradera en el tiempo, y de serlo a qué factores podía deberse.
    Para ello se empleó la aproximación más moderna en esos momentos, siguiendo la Teoría de los rasgos de personalidad, en los que se considera que cada individuo muestra una serie de características, y que todos ellos unidos van a conformar la personalidad del individuo. En concreto siguieron los planteamientos de Eysenck quien expuso que la personalidad estaba compuesta por tres dimensiones:



    Tipos de Personalidad

    Extraversión, que evalúa la dimensión social de la persona, proponiendo dos conceptos enfrentados en un continuo, la extraversión frente a la introversión.
    En ésta dimensión se recogen rasgos como la sociabilidad, vivacidad, actividad, asertividad, buscador de sensaciones, despreocupación, dominancia, espontaneidad y aventurero.
    Así, una mayor puntuación en extroversión implicará una menor en introversión.
    Neuroticismo (ansiedad), que evalúa la dimensión emocional de la persona, en éste caso se enfrenta el neuroticismo frente al control de las emociones.
    En ésta dimensión se recogen rasgos como la ansiedad, la depresión, el sentimiento de culpa, la baja autoestima, la tensión, la irracionalidad, la timidez, la tristeza y la emotividad.
    Altos niveles de neuroticismo, es decir, bajo control de sus emociones, parecen estar especialmente relacionados con la aparición de síntomas psicosomáticos.
    Psicoticismo, evalúa la dimensión de impulsividad de la persona.
    En ésta dimensión se recogen rasgos como la agresividad, la frialdad, el egocentrismo, la impersonalidad, la impulsividad, antisocial, la ausencia de empatía, la creatividad y la rigidez.
    Donde altos niveles de psicoticismo se corresponden con un escaso control de los impulsos.
    Según Eysenk, estas dimensiones son complementarias entre sí, presentándose a distintos niveles en cada uno de nosotros. De forma que una persona, por ejemplo, puede tener un nivel bajo de extraversión, alto en neuroticismo y medio en psicoticismo; o cualquiera de las combinaciones posibles.
    Conceptos que serían recuperados y ampliados en el cuestionario de los Big Five, que es el que actualmente se emplea en la investigación sobre personalidad.


    Personalidad y Felicidad

    Los investigadores de éste estudio, trataron de averiguar si alguna de estas dimensiones de la personalidad, según Eysenck, estaba relacionado con la Felicidad, y si además podía ser un buen predictivo de la Felicidad futura de los participantes del estudio.
    Para ello iniciaron el estudio evaluando estos factores de personalidad cuando tenían 16 años. El mismo análisis se realizó cuando éstos tenían 26 años, es decir, 10 años después.
    Los resultados indicaban que existe una estabilidad en el tiempo, en cuanto a las puntuaciones obtenidas con respecto a la personalidad.
    ¿Pero ésta tendencia se mantendría en el tiempo?, para ello han recuperado ese estudio y han vuelto a administrar los cuestionarios de personalidad, a los participantes que han podido localizar, los cuales ahora únicamente han sido 2529, es decir un poco más de la mitad de los que iniciaron el estudio. Ahora, después de más de 30 años los hallazgos son cuanto menos sorprendentes:
    Los resultados indican una gran estabilidad de las características de personalidad a lo largo del tiempo, pero lo más destacable del estudio es lo relacionado con la Felicidad, evaluado por un componente subjetivo de satisfacción con su vida, y otro objetivo, como la ausencia de enfermedad física o psicológica.
    Encontrando que aquellas personas que habían exhibido durante toda su vida altos niveles de extroversión mostraron un mayor bienestar y satisfacción en la vida. Mientras que las personas que habían exhibido desde el principio altos niveles de neuroticismo habían sido más susceptibles de padecer trastornos psicológicos, con una menor calidad de vida.


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  • La enfermedad Psicosomatica

    La enfermedad Psicosomatica


    En la vida se presentan enfermedades que no se consiguen averiguar el por qué se dan, son las enfermedades psicosomáticas, descubre cuáles son.

    El origen de la enfermedad

    Existen alteraciones en la salud que no pueden ser explicadas y abordadas únicamente por la medicina ni por la psicología, se trata de las enfermedades psicosomáticas, concepto que hace referencia a un campo de estudio propio y diferenciado que analizamos a continuación.
    La aportación del aspecto psicosomático es toda una revolución conceptual, donde no se busca observar los efectos psicológicos de una enfermedad física; ni las consecuencias físicas de un trastorno psicológico; sino que se va más allá. Se basa en una hipótesis de unidad funcional, donde a la mente (psico) y al cuerpo (somá) se les trata como un continuo, sin que exista diferencia entre ellos; de forma que si una parte enferma, lo hace también la otra; y para poder realizar una intervención terapéutica se debe llevar a cabo en ambos ámbitos.
    Aunque hablamos de una aproximación psicosomatica como un término unitario, dentro de ésta se encuentran dos corrientes íntimamente relacionadas entre sí:
    – La Ciencia básica, conformando un cuerpo de conocimiento en el que se da cuenta de cómo se produce esa interdependencia entre la psique y el soma, proponiendo teorías sobre la articulación de la persona como unidad funcional.
    – La parte más Práctica y aplicada, que se corresponde con la medicina psicosomática, como especialidad dentro de la medicina, surgida como reacción al reduccionismo dominante, en la que se tienen en cuenta los aspectos psicológicos y sociales del paciente en la predisposición, inicio, evolución y pronóstico de las enfermedades.



    La aproximación psicosomática

    Como se ha comentado anteriormente, esa unidad del soma y la psique puede enfermar, afectando a ambos aspectos de la persona, en éste caso hablaremos de enfermedad psicosomática. Con tal término no nos referimos a una enfermedad netamente biológica, ajena al mundo psíquico de la persona, tal y como sería en los casos de infecciones víricas o lesiones provocadas por un traumatismo; tampoco es el caso de un trastorno mental, en donde no haya afección física, como ante un trastorno obsesivo compulsivo o un trastorno de personalidad; estos ejemplos dan cuenta de ámbitos de aplicación propios y específicos de la medicina y la psicología clínica respectivamente.
    Al hablar de enfermedades psicosomáticas nos referimos a una ruptura de la salud, tanto física como psíquica de la persona, que requiere de un diagnóstico y un tratamiento en que se tengan en cuenta ambos aspectos; ya que si no se realiza así, la recuperación puede verse dificultada.
    Entre las enfermedades psicosomáticas se encuentran las enfermedades coronarias, la artritis reumatoide o las cefaleas tensionales entre otras.
    Pero no queda ahí la separación entre los distintos tipos de enfermedades que se pueden presentar, hasta ahora hemos hablado de enfermedades orgánicas (médicas), trastornos mentales (psicológicos) y enfermedades orgánicas con un importante componente psicológico (psicosomáticas).


    La enfermedad Psicosomática

    Distinción un poco “artificiosa” si tenemos en cuenta que en determinados casos, enfermedades físicas puede provocar alteraciones psicológicas; como en el caso de las enfermedades crónicas o degenerativas, que tienen una importante carga emocional tanto para el paciente, como para sus familiares; situaciones irreversibles que le llevan al paciente, en ocasiones, al aislamiento y la pérdida de relaciones sociales; y a una mayor predisposición a sufrir trastornos del estado de ánimo como depresión mayor.
    Pero puede suceder justamente lo contrario, es decir, producirse un trastorno mental que provoque alguna alteración física, tal y como en el caso de los trastornos de la alimentación como la Bulimia, que va a tener graves consecuencias físicas con alteraciones digestivas, respiratorias, cardiovasculares, hormonales, renales e incluso neurológicas.
    A éste elenco de enfermedades y trastornos hay que añadirle los trastornos somatomorfos, entendidos éstos como aquellos síntomas o preocupaciones somáticas sin causa médica conocida. Entre los cuales destacamos los trastornos de somatización, los hipocondríacos o los de dolor persistente somatomorfo.
    En estos últimos casos cobra especial relevancia el término de somatización, que hace referencia a un traspaso de “energía” desde el mundo psíquico al físico, provocando con ello algún trastorno en el funcionamiento normal del organismo, convirtiéndose éste en expresión de algún “trauma” interno.


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