Categoría: NeuroPsicología o neuropsicologia clinica

  • ¿Existe un cerebro emocional?

    ¿Existe un cerebro emocional?

    El mundo emocional forma parte fundamental de nuestra vida, y se procesa de forma diferencial al resto de los estímulos, descubre dónde.
    Existe un componente “primitivo” que nos hace actuar de forma instintiva, sin pensar ni tener en cuenta, la moral, ni el bagaje cultural aprendido, estas son las emociones.
    Cuando pensamos en emociones, podemos hacerlo rápidamente en las más básicas y universales, el amor, el odio, la tristeza o el miedo, de hecho han sido muchos los que han intentado catalogarlas, buscando la clasificación más simple, agrupándolas todas en cuatro, y hay hasta quien ha llegado a recoger después de mucho trabajo más de cien emociones diferentes, las cuales no son sino combinaciones, matices sutiles y diferencias de intensidad o duración de las cuatro iniciales.
    Las emociones si por algo se caracterizan, es por ese componente de irracionalidad que roza lo instintivo, nadie se enamora preparando una ecuación, ni decide tener miedo a las alturas; son acontecimientos que suceden como si la persona tuviese dos realidades:
    – La racional y ordenada, lo que en palabras del psicoanálisis equivaldría al Ello, una parte de nuestra personalidad que acata y cumple con lo que se espera de ella, acorde a las normas sociales y la moral del momento.
    – Las emociones son instintivas e imprevisibles y llegan a dominar la voluntad de la persona, que en palabras de Freud equivaldría al Yo, y sería esa faceta de la personalidad la que nos lleva a querer, desear, buscar y conseguir lo que en cada momento se nos “antoja”.
    Y en medio de los dos, como si se tratase de un juez, el Superyo, encargado de evaluar y sopesar las influencias del Yo y el Ello, y de decidir en cada momento a cuál de los dos se le hace más caso.
    Algunos autores han querido equiparar a ese “juez central” con el prefrontal, ya que realiza una función “parecida”, el de ser quien toma las decisiones e inicia la acción. Otros ven en éste área la “mente racional” que sigue las indicaciones de la cultura en la que vive, equiparándolo al Ello, pero ¿Dónde está el Yo?, es decir nuestra parte instintiva o emocional.
    MacLean (1949) planteaba la evolución del cerebro en tres grandes etapas, el reptiliano, paleomamífero y el neomamífero; siendo el segundo (donde aparece el sistema límbico) el responsable del procesamiento emocional, lo que indicaría que este sistema emocional es anterior al prefrontal, y justificaría sus cualidades en el procesamiento de estímulos afectivos.



    Pero cuando hablamos de emociones normalmente lo hacemos refiriéndonos a un concepto unitario. Según Lang, Bradley y Cuthbert (1997a) las emociones están compuestas por tres dimensiones, la valencia, el arousal y el dominio:
    – La dimensión valencia, haría referencia a la calidad de estímulo en su componente placentero o displacentero (positivo o negativo).
    – La dimensión nivel de activación (arousal), se refiere a la intensidad o excitabilidad provocada por estímulo definido como activante o relajante (alto o bajo arousal).
    – La dimensión dominancia, hace referencia a la fuerza de sumisión o dominancia que provoca el estímulo.
    En la dimensión de valencia, es decir, la dicotomía estímulo positivo vs. estímulo negativo, estos estímulos parecen procesarse de forma distinta, reportándose una mayor activación de la amígdala ante estímulos emocionales negativos, mientas que en regiones frontales la activación resulta mayor ante la exposición a estímulos positivos. Esta diferencia entre el procesamiento de estímulos positivos frente a negativos, se observa también en el impacto que tiene cada uno en las tareas atencionales, existiendo un claro sesgo de negatividad, por el cual los estímulos negativos tienen mayor impacto atencional que los positivos.
    Con respecto a las bases neuronales de la actividad emocional, las áreas que tienen mayor implicación en el procesamiento de las emociones son las subcorticales (amígdala y ganglios basales) y algunas áreas corticales, principalmente la corteza prefrontal, la corteza temporal y cingulada .

    Respecto a la localización del procesamiento de los estímulos positivos frente a los negativos, no se ha llegado todavía a un consenso, así algunos autores defienden que la activación hemisférica se produce por igual ante los estímulos positivos y negativos. Davidson (1984) propuso un modelo de distribución hemisférica del procesamiento de estímulos afectivos según el cual, el lóbulo temporal derecho procesaría los estímulos negativos, mientras el izquierdo procesaría los positivos.
    Completando lo anterior, Heller (1993) postuló la existencia de un área cerebral más amplia (parieto-temporal) como la responsable de analizar el componente de la activación (arousal) de los estímulos; así las zonas frontales anteriores estarían implicadas en el procesamiento de la valencia y la experiencia emocional, mientras que las zonas posteriores lo serían del componente arosual y de los aspectos perceptuales de las emociones.

  • ¿Es posible vivir sin dormir?

    ¿Es posible vivir sin dormir?


    El Sueño en el que pasamos parte de nuestra vida, ¿por qué es tan necesario?

    El horario de sueño y vigilia es uno de los elementos que rige el Sol, pudiéndose ver alterado por la luz eléctrica, lo que nos permite a veces trasnochar hasta que termine el programa de televisión, e incluso dormimos con la televisión puesta, o levantarnos antes de que salga Sol para aprovechar para trasladarnos a nuestro puesto de trabajo antes de que el resto lo haga y evitar con ello el tráfico.
    Tanto trasnochar como madrugar son alteraciones del ciclo natural del sueño, pero cuándo pensamos en el Sol, y en las horas de luz, se ha de tener en cuenta, que estas no sólo cambian de verano a invierno, sino que también lo hace según el lugar del mundo donde estemos, así en los polos en verano se pueden llegar a tener días de diecinueve horas de luz y en invierno lo contrario, es decir escasamente de tres a cinco horas de luz.

    Entonces, ¿Cuál es el mejor momento para dormir?, este deberá estar dado por el lugar donde vive, ajustándose lo más posible al ciclo natural de luz-oscuridad, de forma que se puedan recibir los beneficios de los primeros rayos del día, tal y como lo hacían en la antigua cultura egipcia. E igual se debería hacer para dormir, es decir, cuando se fuese el el Sol, acostarse, y con ello de forma natural estaríamos regulados entres las ocho horas de sueño que suele requerir la persona para descansar y reponerse, además aprovecha el organismo para archivar las huellas de memoria sobre las experiencias aprendidas durante el día, entre otros.
    Pero este ciclo de sueño-vigilia que nos parece tan estable va variando ligeramente con el tiempo y una vez estabilizado dura toda la vida. En los primeros días de vida, y todavía dentro el proceso de maduración interno, el bebé duerme entre 16 y 20 horas diarias. Siendo sus interrupciones del sueño cada vez más espaciadas a medida que pasan los meses. Duración que irá disminuyendo progresivamente hasta acercase a las ocho horas en que se estabilizará durante buena parte de nuestra vida, pero con el envejeciendo se produce un ligero acortamiento, reduciéndose en una hora u hora y media, y eso a pesar de que se aumenta el tiempo total en que se está en la cama.

    La cronodisrupción es el término técnico empleado para denominar las alteraciones provocadas en los ciclos naturales de la persona, como en el caso del jet-lag que se experimental al desplazarse a otra localidad que se rige por un ciclo día-noche diferente, o como en la privación del sueño acortándose tanto por trasnochar como por madrugar excesivamente, lo que van a provocar alteraciones tanto a corto como a largo plazo, siendo el responsable de una mayor incidencia del síndrome metabólico, de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, trastornos afectivos e incluso del envejecimiento prematuro.
    La falta de sueño, es decir el dormir menos de lo que el organismo necesita, a al alarga va a ir en detrimento de la salud de la persona.



    Se han realizado experimentos de privación de sueño, y se ha observado, que el no dormir suficientemente, impide realizar nuevos aprendizajes, ya que la huella de memoria no se graba; igualmente el sistema inmunológico, el que nos defiende de las infecciones y ataques del exterior, baja notablemente su rendimiento; se produce una hipersensibilidad a la luz y a los estímulos del exterior, estando más irritable ante cualquier hecho externo. Y eso solo con treinta y seis horas de experimentación sin dormir. Más allá de éste límite temporal, no se ha considerado ético continuar con los estudios, por los perjuicios irreversibles que se pudiesen producir en el paciente.

    De ahí la importancia de dormir y hacerlo en un ambiente, ventilado y sin ruido, pues a pesar de estar durmiendo nuestro organismo mantiene un mecanismo de salvaguarda, por el cual, si se produce algún tipo de ruido fuere nos despertamos como medida de seguridad, para que podamos salir corriendo o defendernos; un mecanismo muy útil, para nuestros antepasados cuando vivían en las cavernas, a la hora de enfrentarse a la amenaza de algún carroñero, lo que les daba unos segundos para reaccionar. Pues igualmente nosotros ahora, si se produce un ruido fuerte, rápido nos despertamos, interrumpiendo el ciclo del sueño, y haciendo que luego nos resulte más difícil volvernos a dormir.


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  • ¿Existe el estrés bueno?,  conoce cómo potenciarlo

    ¿Existe el estrés bueno?, conoce cómo potenciarlo

    Las emociones forman parte de nuestra vida, siendo la de mayor influencia el estrés, ¿en qué consiste es esa influencia?, ¿existe el estrés bueno?

    Existen numerosas situaciones a lo largo del día que requieren de nuestra máxima atención, en la que tenemos que dar la mejor respuesta posible, ya sea por la premura o por tener que atender a varios requerimientos a la vez, estas demandas nos producen estrés.
    El estrés mantenido a medio o largo plazo puede ser nocivo para la salud, es lo que se denomina como distres, pero también existe el estrés “bueno”, es decir, aquel que durante un corto espacio de tiempo potencia nuestras capacidades y nos hace dar respuestas más acertadas en las actividades que se deben desempeñar, a éste segundo tipo de estrés se denomina eustrés.
    Como vemos, el que sea “bueno” o «malo», depende tanto de nuestra valoración psicológica de los acontecimientos y situaciones estresantes como de que estas se mantengan durante un cierto tiempo. Así, una situación valorada como desafiante, pero atractiva como forma de superarse o de “lucirse”, motiva a dar lo mejor de uno mismo, obteniendo éxitos que de otra forma no se alcanzarían; pero si esa situación se mantiene en el tiempo, se produce el agotamiento de los recursos que explicaba Selye en su Sistema General de Adaptación, y con ello dejaría de ser motivador convirtiéndose en a algo “insufrible”, dando el éxito paso a la enfermedad.
    Además el estrés por sí solo puede ser fuente de enfermedades psicológicas, como en el caso de los trastornos de ansiedad, los cuales son un conjunto de trastornos cuya característica principal son niveles elevados de ansiedad y miedo.
    Dentro de ésta categoría tendríamos (según el D.S.M.), el trastorno de angustia, con y sin agorafobia (miedo a lugares de los que no se puede escapar), fobia social y específica, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés agudo o postraumático, trastorno por ansiedad generalizada o inducido por sustancias.



    Como ejemplo del efecto de una situación del estrés, destacamos el trastorno por estrés postraumático, se denomina a éste como un tipo específico de trastorno de ansiedad y se produce cuando una persona se ha visto implicada de forma directa o indirecta en un acontecimiento muy estresante, con amenaza para su integridad; es en estos casos donde se produce un “trauma”, entendido éste como un acontecimiento que la persona es incapaz de asumir.
    Esto va a provocar una serie de síntomas, el más importante de ellos es el revivir aquellos acontecimientos de forma esporádica o en sueños, lo que provoca irritabilidad, insomnio, dificultad para concentrarse; igualmente se presenta un intento de olvidar o negar la situación desencadenante, ya sea evitando hablar de ello o sufriendo amnesias parciales. Se ha podido constatar que en estos pacientes, existe una alteración en el eje Hipotálamo Hipófisis Adrenal (H.H.A.), donde se ha observado una hipersecreción del Hormona Liberadora de Corticotropina (C.R.H.) por parte de la hipófisis, generando mayores niveles de cortisol en el organismo, que una persona no afectada por éste trastorno.
    Como vemos hasta ahora, el estrés es fuente de motivación a corto plazo, pero su permanencia a medio y largo plazo pueden provocar daños generalizados en el organismo, debido al mantenimiento en el tiempo de la activación en los distintos sistemas implicados en el H.H.A., estimulados algunos e inhibidos otros por el sistema simpático; pero también a que dicha situación va a influir también en nuestros relojes internos, con lo que se verían afectadas además, funciones tan importantes como la frecuencia cardíaca, el sueño o incluso la tasa de regeneración celular, lo que podría desencadenar una mayor tendencia a padecer cáncer.
    Además el sistema inmune, que protege al organismo de infecciones externas e internas, es muy sensible a los procesos de estrés; cuando éste se genera, el organismo va a experimentar una inmunodepresión, reduciendo el consumo de estas funciones al mínimo, pero si se mantiene, se daña el sistema.
    Los primeros síntomas de que el sistema inmune no está funcionando correctamente, se pueden observar ante la aparición de síntomas como psoriasis o lupus; pero si no se pone remedio y la situación estresante continúa, no sólo se va a producir una ralentización de los procesos de cicatrización y de recuperación de las heridas que pudiese tener, sino que se deja la “puerta abierta” a todo tipo de infecciones, además de producirse un empeoramiento de los síntomas de las enfermedades autoinmunes, entre ellas la esclerosis múltiple.
    Como vemos el eje H.H.A., nos va a dar la medida de cómo funciona el organismo, si éste funciona correctamente, es decir, si se produce una activación puntual ante situaciones de estrés, la persona va a poder dar la respuesta adecuada al momento, ya sea de escape o de afrontamiento; mientras que si ésta se mantiene en el tiempo, debido a que el estresor sigue presente, se van a empezar a producir fallos en el proceso normal, y con ello se incrementa la probabilidad de sufrir enfermedades psicosomáticas.

  • ¿Es posible vivir eternamente?

    ¿Es posible vivir eternamente?

    Una de las mayores preocupaciones a las que se ve sometido inexorablemente toda persona es a la realidad de la muerte, que a todos, tarde o temprano nos llega. Los científicos llevan décadas tratando de «luchar» contra ello, alargando la vida, pero ¿hasta donde pueden llegar?

    El cuerpo humano al igual que el resto de los seres vivos, está sometido a una serie de ritmos repetitivos, tal y como se vio en el artículo titulado: Cronobiología: la ciencia del tiempo, uno de estos ritmos es el que corresponde al ciclo de la vida, es decir, nacemos, vivimos y morimos, pero ¿Por qué morimos?, ¿Es posible superar la muerte con los nuevos avances de la ciencia?

    Quizás uno de los fenómenos menos evidentes que se producen cíclicamente en nuestro organismo y sin el cual no podríamos sobrevivir es el de la regeneración celular, que consiste en la creación de nuevas células que van sustituyendo a las antiguas. Éste proceso se repite desde nuestro nacimiento hasta el final de nuestra vida, aunque su velocidad de regeneración irá siendo cada vez más lenta a medida que envejecemos.

    Las nuevas células se van a producir tanto en tejidos externos, pelo, uñas, piel; como internos, mucosas, músculos, huesos y sangre; llevándose a cabo una renovación de todas las células del organismo aproximadamente cada siete o diez años.
    Cada tipo de célula se va a regenerar a una velocidad diferente, siendo los tejidos externos los que lo realizan más rápidamente que los internos. Así la epidermis, la capa más superficial de la piel, se renueva cada 30 días; mientras que las células rojas de la sangre cada 120 días y las del hígado cada 300 a 500 días.
    Hasta hace relativamente poco se creía que en el organismo únicamente había dos tipos de células que no se regeneraban, las neuronas del cerebro y las células cardíacas del corazón. Recientemente se ha descubierto que ambas se regeneran pero a una velocidad muy inferior al resto, lo que abre nuevas vías de investigación que poder aplicar en la recuperación de pacientes que han sufrido un infarto de miocardio, en el caso del corazón o con lesiones cerebrales o enfermedades como el Alzheimer, en el caso del cerebro. Pero todavía queda mucho para ello, según algunos expertos, queda superar una pequeña pero importante traba, la reproducción celular; la cual parece marcar nuestro destino desde el mismo momento del nacimiento; llegándose a afirmar que estamos programados para no vivir eternamente, es decir morir «es parte de la ecuación» de la vida.

    Similar a lo que le sucede a los aparatos eléctricos, que de fábrica vienen pre-programados para durar un determinado tiempo, después del cual dicho programa interno provoca el mal funcionamiento de alguno de sus componentes y al final, el que el aparato deje de funcionar por completo.
    Esto es conocido como Muerte tecnológica programada, una práctica extendida, cuyo único objetivo es el de obligar a la persona que estaba disfrutando de ese aparato, con fecha de caducidad, ya sea un vehículo o un electrodoméstico, a que se compren uno nuevo.
    Un apunte que debemos hacer en este momento, para comprender por qué estamos hablando de programación biológica para desaparecer, antes de tiempo, es que las células de nuestro organismo se reproducen una y otra vez, sustituyendo a las anteriores. Así todo nuestro organismo es sustituido por células nuevas cada década.
    Algunos tipos de células lo hacen a mayor velocidad como el de la piel, otras en cambio lo hacen más lentamente como las el corazón. Incluso las neuronas, que hasta hace poco se desconocía que se regenerasen sufren la neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas.



    Pero si bien, este es un hecho que nos acompaña toda la vida, a medida que va pasando el tiempo, la tasa de regeneración va siendo cada vez más lenta, hasta que llega un momento en que se detiene.Cuanto más lenta sea esa tasa, antes dejará el cuerpo de generar nuevas células, con las consiguientes consecuencias catastróficas para el organismo, imaginemos, únicamente que se nos detiene el corazón.
    Es precisamente ahí donde algunos autores han defendido que la naturaleza fija nuestra fecha de caducidad desde el momento del nacimiento, y que si se alargase dicho proceso, podría continuar hasta los ciento cincuenta años, fijado como límite biológico del cuerpo humano; por todo lo anterior es por lo que parece ser que estamos programados para fallecer antes de tiempo.
    Una realidad que la ciencia todavía no ha conseguido superar, con lo que podemos reflexionar qué es lo que queremos hacer en nuestra vida, y sobre todo, qué queremos dejar como legado a los que nos sobrevivan.

  • Psiconeuroinmunoendocrinología

    Psiconeuroinmunoendocrinología


    La relación entre la mente y el cuerpo ha sido tema de estudio y discusión durante mucho tiempo, hasta que se descubrió la Psiconeuroinmunoendocrinología (P.N.I.E.).

    Definición de la Psiconeuroinmunoendocrinología

    La PNIE es la constancia de la interdependencia de los distintos sistemas del organismo implicados en la salud, afirmándose que cada uno de estos sistemas va a influir en el resto. Es decir, es la prueba de la existencia de la interconexión entre los distintos sistemas del organismos físicos y psicológicos.

    Historia de la Psiconeuroinmunoendocrinología

    Aunque desde hacía tiempo se tenía conocimiento de la relación de algunos sistemas, como entre el psicológico y neural; psicológico e inmune; neural e inmune, inmune y endocrino, se tuvo que esperar a finales del siglo XIX y principios del XX para constatar la unidad de todos ellos.

    Pavolv en los antecedentes del PNIE
    Originalmente se basó en los descubrimientos llevado a cabo por Pavlov sobre el Condicionamiento Clásico, donde mediante la presentación repetida de dos estímulos, uno neutro (E.N.) y otro que provoca una respuesta natural denominado incondicionado (E.I.), consiguió que la respuesta natural o incondicionada (R.I.) apareciese frente al E.N. en ausencia del E.I., produciendo con ello una respuesta condicionada (R.C.).
    Pavolv estudiaba la cantidad de secreción de saliva de un perro (R.I.) ante la aparición de la comida (E.I.), y observó, cómo cuando presentaba repetidamente el sonido de una campana (E.N.) junto con el EI, en pocos ensayos, cuando se retiraba el E.I. y se presentaba sólo el E.N., éste había adquirido cualidades del E.I., convirtiéndose en un estímulo condicionado (E.C.) capaz de producir por sí mismo la respuesta de salivar (R.C).
    Pues bien, basado en estos trabajos, que le sirvieron a Pavlov para obtener el premio Nobel de Medicina en 1904, muchos autores empezaron a emplear distintas variantes del esquema del Condicionamiento Clásico, para observar e informar de los resultados. Debido a ello se desarrolló la rama de la Psicología denominada Conductismo, en el que se consideraba a la mente, como la gran desconocida, equiparándola a una “caja negra”, a la cual no se podía acceder; entendiendo que lo único relevante era observar las conductas, siendo estas las respuestas del organismo.



    El papel de la droga en la Psiconeuroinmunoendocrinología
    A partir de ésta aproximación se desarrollaron varios procedimientos aplicados al campo del aprendizaje, como el condicionamiento al miedo, condicionamiento de parpadeo, aprendizaje de aversión al sabor o el condicionamiento inhibitorio entre otros.
    Entre los autores que trabajaron bajo éste paradigma Adler y Cohen cobraron especial relevancia, debido a que permitió el estudio del P.N.I.E. En su experimento original, se utilizó una variante del Condicionamiento Clásico, denominado Aversión Condicionada, por el cual, se presenta un EN con un EI con efectos negativos, es decir, R.I. desagradables; al final el E.N. convertido en E.C. provocará R.C. desagradables.
    Así en la experimentación con ratas se observó que presentado un E.N. (agua azucarada) junto con un E.I. (inyección de una determinada droga) se provocaban náuseas y vómitos (R.I. desagradable). Tras varias repeticiones el E.N. provocaba los mismos efectos negativos (R.C. desagradable), consiguiendo instaurar una aversión al agua azucarada (E.C.), de ahí su denominación de Aversión Condicionada.
    Un efecto no esperado en este experimento, fue el observar que la droga empleada, aparte de provocar malestar general en el organismo, además era inmunodepresor, esto es, generaba una reducción del sistema inmune. Cualidad de la droga (E.I.), y esto fue lo sorprendente, que se “transfirió” al agua azucarada (E.N. convertido en E.C.).
    Éste fue el primero de muchos experimentos, que consiguieron demostrar la relación entre nuestro pensamiento y el sistema inmune, y a través de éste el estado general de salud, conformando el germen de una nueva rama de estudio denominado P.N.I.E.

    PNIE: Uniendo la psicología y la medicina
    Con posterioridad y gracias a los avances de la técnica médica, se ha podido corroborar cómo se produce esa relación entre el mundo psíquico y la salud; donde los pensamientos, se transforman, gracias al sistema nervioso central, en diferentes mensajeros químicos (dopamina, serotonina o noradrenalina), que van a afectar a su vez al sistema endocrino (tiroides, suprarrenal, gónadas) generando diferentes hormonas (tirotropina, corticotropina, gonadrotropina, vasopresina, oxitocina) que se van a distribuir por todo el organismo afectándolo, lo que conllevará una modulación del sistema inmune, depreciándolo o reforzándolo.


    Psiconeuroinmunoendocrinología: El nuevo modelo de Salud Integral

    Aspecto que cobra especial relevancia para la ciencia médica, que hasta ese momento se había visto incapaz de abordar con éxito, aquellos trastornos con repetidas quejas psicológicas y sintomatología física, pero que carecían de diagnóstico médico apropiado, es decir, los trastornos psicosomáticos.
    Pero ésta relación entre el mundo psíquico y la salud, es de doble vía, es decir, las conexiones entre los sistemas permiten explicar, que si estamos físicamente enfermos, esto nos va a afectar en nuestra forma de pensar y actuar, usando para ello el mismo sistema P.N.I.E. Por lo que es posible afirmar que cualquier alteración en alguno de los sistemas que componen el P.N.I.E. va a extenderse como un resorte al resto de los sistemas.


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  • Influencia del nivel de estrés en el organismo

    Influencia del nivel de estrés en el organismo

    En nuestra vida cotidiana, estamos sometidos a distintos niveles de demanda, ya sea en el trabajo, al ir conduciendo o en la casa; en cada una de estas ocasiones debemos dar respuesta, tratando de hacerlo lo mejor posible, una situación que sin duda nos genera estrés, pero ¿es bueno el estrés?

    Es importante el papel del estrés como preparador de la respuesta, ya sea ésta de escape o para atacar, participando para ello distintos sistemas del organismo, especialmente el sistema autonómico, y en concreto del sistema simpático, con un aumento de las pulsaciones cardíacas, dilatación de la pupila, inhibición de la salivación, relajación de los bronquios, inhibición de la actividad digestiva, estimulando la liberación de glucosas por el hígado, aumentando la secreción de adrenalina y noradrenalina por el riñón, relajando de la vejiga y contrayendo del recto.
    Cuando el agente estresante interno o externo desaparece, el organismo pasa a un estado de relajación, activando los mecanismos contrarios al del estrés, es decir, el sistema inmune se reactiva, el sistema endocrino deja de segregar adrenalina, el sistema simpático deja paso a la activación del parasimpático con un retardo de las pulsaciones cardíacas, contrayendo la pupila, estimulando la salivación, contrayendo los bronquios, estimulando la actividad digestiva y la vesícula biliar, contrayendo la vejiga y relajando el recto.
    El eje hipotalámico hipofiso adrenal (H.H.A.) hace referencia a un conjunto de sistemas neuroendocrinos que se activan ante la presencia del estrés, en éste participa el hipotálamo, la glándula pituitaria (ambos en el cerebro) y la glándula suprarrenal (en los riñones). Su función es la de regulación de sistemas tan dispares como el inmune, el digestivo o el de las emociones.
    La hipófisis va a producir la hormona liberadora de corticotropina (C.R.H.) y vasopresina; que en la pituitaria va a producir corticotropina (A.C.T.H.): que trasportada en la sangre, en la glándula suprarrenal va a provocar la secreción de glucocorticoides, un corticoide conocido como la hormona del estrés que va a afectar a gran parte del organismo en preparación para la respuesta del estrés.
    Este mecanismo de H.H.A., va a formar parte de lo que se denomina como Sistema General de Adaptación de Selye que divide las situaciones de estrés en tres etapas:
    – Reacción de Alarma, desde el momento en que se produce el estímulo o la situación estresante, el organismo se ha de preparar para responder.
    – Resistencia o Adaptación, en ésta fase se pone en marcha el mecanismo H.H.A., para dar respuesta a la demanda estresante; si ésta desaparece, el organismo tenderá a una “desactivación” producida por un mecanismo de retroalimentación negativa, que emplea la misma vía H.H.A., de forma que el cortisol de las glándulas suprarrenales inhibirá la producción de C.R.H. de la hipófisis y con ello desactivará el eje H.H.A., recuperando así los niveles basales previos a la aparición del estrés.



    En cambio si el estímulo estresante se mantiene, el organismo pasará a la siguiente fase.
    – Agotamiento, los recursos del cuerpo son limitados, y están disponibles por un escaso tiempo, pasado el cual se produce un agotamiento de los mismos, así como del estado de tensión que lo origina. Éste agotamiento, va a traer toda una serie de consecuencias en los distintos sistemas implicados que pueden llevar a la persona a enfermar.
    Un estrés a medio plazo va a tener una serie de consecuencias, como dolores musculares, alteración del sueño y del estado de ánimo e inmunodeficiencia.
    Un estrés crónico en cambio va a provocar efectos más graves, siendo el responsable de:
    – Alteraciones digestivas que pueden acarrear úlceras y diarreas.
    – Obesidad por el aumento de apetito y con ello se incrementa la posibilidad de padecer diabetes.
    – Debilitamiento del sistema inmune, estando más expuesto a infecciones y resfriados.
    – Pérdida de memoria, de motivación, sueño, alteración del estado de ánimo.
    – Aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca, acumulación de colesterol y triglicéridos en sangre, con aumento de riesgo de padecer enfermedades cardíacas y derrames.
    A nivel psicológico además va a acrecentar los síntomas de determinados trastornos psicológicos, como en el caso del trastorno de esquizofrenia donde a mayores niveles de estrés, mayor expresión de síntomas psicóticos; y en personas normales, la toxicidad de niveles elevados de cortisol en el cerebro de forma aguda, conlleva la afectación de determinadas estructuras neuronales que va a repercutir en un peor desempeño cognitivo, como en el caso del hipocampo, necesario para el establecimiento de nuevos aprendizajes y la recuperación del material memorizado.

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