Aunque los traumas infantiles han sido la base de muchas teorías psicológicas, empezando por las de Freud, todavía queda mucho por conocer al respecto.

Traumas infantiles

Una de las limitaciones de estas teorías psicológicas basadas en los traumas infantiles es que se basa en el recuerdo de lo acontecido hace treinta, cuarenta o cincuenta años.
A medida que nos vamos desarrollando vamos formando nuevas «capas» de experiencias en la vida que nos van moldeando como somos, y lo que hacemos, afectando a nuestras decisiones presentes y futuras.
En ocasiones podemos pensar que estas decisiones no son del todo «libres», ya que puede verse determinada de alguna forma por la vivencia de experiencias traumáticas del pasado, ya sea este próximo o en la infancia.
Una situación que con políticas adecuadas en ocasiones puede ser «controlado» sobre todo en la edad escolar, evitando que los pequeños sean víctimas de agresiones de sus compañeros.
Tratar de explicar el comportamiento de un adulto basado en aquello que le pasó, parece una propuesta bastante limitada; pero igualmente, ignorar los acontecimientos pasados, sobre todo si estos fueron traumáticos, puede ser desafortunado.
Investigaciones recientes muestran cómo el maltrato o la violencia en la infancia puede dejar «huella» en el comportamiento social, enturbiando y dificultando las relaciones íntimas con el otro sexo, pero ¿Cómo afecta al cerebro los traumas infantiles?


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Trauma en la infancia

Esto es precisamente lo que ha tratado de averiguarse con una investigación realizadas conjuntamente desde el Hospital Universitario de Hamburg, la Universidad de Würzburg, el Hospital Universitario de Münster, el Hospital Universitario de Johann Wolfgang Goethe, la Facultad de Medicina, Universidad Gutenberg, y la Clínica universitar de Wuerzbur (Alemania) junto con el Instituto Karolinska (Suiza) cuyos resultados han sido publicados en el 2016 en la revista científica Social Cognitive and Affective Neuroscience Advance Acess.
En el estudio participaron 1158, de los cuales 325 fueron excluidos por presentar problemas familiares de salud mental, con lo que al final se manejaron datos de 833 adultos con una media de 25 años.
A todos ellos se les administró un cuestionario estandarizado para evaluar hechos traumáticos durante la infancia denominado Childhood Trauma Questionnaire (C.T.Q.), uno para evaluar los hechos traumáticos de los últimos doce meses a través del List of Threatening experiences (L.T.E.), un cuestionario para evaluar la presencia de problemas de ansiedad a través del Spielberger Trait Anxiety Scales (S.T.A.I.), y por último uno para comprobar la presencia de síntomas depresivos a través del General Depression Scale (A.D.S.-K.).
Igualmente se tomaron medidas morfológicas del cerebro a 129 de ellos seleccionados al azar.
Los resultados muestran que aquellos que han sufrido hechos traumáticos presentes o en la infancia van a mostrar significativamente más síntomas depresivos y ansiosos frente a los que no lo han sufrido.
Con respecto a la morfología cerebral, se hallaron diferencias en el córtex del cíngulo anterior, resultado esta significativamente más pequeña.

Traumas en la niñez

A pesar del importante número de participantes el estudio no informa de cuántos eran hombres y cuántas mujeres, ni separa los resultados en función del género, lo que no permite conocer si el género es una variable relevante en las consecuencias de los traumas infantiles.
Una de las limitaciones del estudio, es precisamente en la exclusión de los 325 participantes, lo que no permite conocer si afectan estos traumas infantiles en función de que se tengan antecedentes familiares con problemas de salud mental o no.
Hay que destacar que los traumas pasados y presentes tengan los mismos efectos tanto emocionales como cerebrales; aunque estos últimos no se producen en la amígdala, el centro de control emocional, tal y como cabría esperar, sino en el córtex del cíngulo anterior, encargado entre otros de regular la toma de decisiones, la empatía y las emociones.
Por tanto, se produce una alteración en la morfología que se puede traducirse en un cambio en la forma de relacionarse con los demás, todo ello además unido a la presencia de sintomatología depresiva y de ansiedad.
Basado en estos resultados, hay que evitar traumas infantiles deben de evitarse en la medida de lo posible, ya que, aunque no van a determinar el comportamiento adulto, si van a llegar a modificar su cerebro y la forma en que este procesa la información emocional.

Experto Colaborador:

Hernán Aguilar Palomino
Specialistläkare i Psykiatri.Specialistläkare i Geriatrik.Specialist i Äldrepsykiatri, Neuropsykiatri och Neurokognition


¿Por qué se ha visto que la Corteza Cingulada Anterior (CCA) está afectada?.
La CCA responde a hechos o a eventos desagradables o «muy desagradables» (traumáticos) pues la CCA participa en la respuesta a estímulos emocionales y es una parte importante de la Corteza Prefrontal o según la clasificación por Joaquin Fuster es parte de la Memoria Ejecutiva . Además la CCA puede ser activada por la CPF ventromedial siempre que se requiera una acción. Los eventos traumáticos son memorizados en redes neuronales corticales o «cógnitos» y esta memoria se almacena «encima» de otra memoria que es la «filética». Está memoria traumática consiste en redes neuronales que son activadas simultáneamente y distribuidas en toda la corteza cerebral pero la corteza prefrontal alberga principalmente estás redes de memorias «cógnitos ejecutivos» y además participa en la ejecución futura de conductas complejas ya sean cognitivas, emocionales o sociales a lo largo de la vida en estos pacientes con traumas infantiles. Saludos. Hernán Aguilar