Autor: Dr. Juan Moisés de la Serna

  • ¿Es posible vivir eternamente?

    ¿Es posible vivir eternamente?

    Una de las mayores preocupaciones a las que se ve sometido inexorablemente toda persona es a la realidad de la muerte, que a todos, tarde o temprano nos llega. Los científicos llevan décadas tratando de «luchar» contra ello, alargando la vida, pero ¿hasta donde pueden llegar?

    El cuerpo humano al igual que el resto de los seres vivos, está sometido a una serie de ritmos repetitivos, tal y como se vio en el artículo titulado: Cronobiología: la ciencia del tiempo, uno de estos ritmos es el que corresponde al ciclo de la vida, es decir, nacemos, vivimos y morimos, pero ¿Por qué morimos?, ¿Es posible superar la muerte con los nuevos avances de la ciencia?

    Quizás uno de los fenómenos menos evidentes que se producen cíclicamente en nuestro organismo y sin el cual no podríamos sobrevivir es el de la regeneración celular, que consiste en la creación de nuevas células que van sustituyendo a las antiguas. Éste proceso se repite desde nuestro nacimiento hasta el final de nuestra vida, aunque su velocidad de regeneración irá siendo cada vez más lenta a medida que envejecemos.

    Las nuevas células se van a producir tanto en tejidos externos, pelo, uñas, piel; como internos, mucosas, músculos, huesos y sangre; llevándose a cabo una renovación de todas las células del organismo aproximadamente cada siete o diez años.
    Cada tipo de célula se va a regenerar a una velocidad diferente, siendo los tejidos externos los que lo realizan más rápidamente que los internos. Así la epidermis, la capa más superficial de la piel, se renueva cada 30 días; mientras que las células rojas de la sangre cada 120 días y las del hígado cada 300 a 500 días.
    Hasta hace relativamente poco se creía que en el organismo únicamente había dos tipos de células que no se regeneraban, las neuronas del cerebro y las células cardíacas del corazón. Recientemente se ha descubierto que ambas se regeneran pero a una velocidad muy inferior al resto, lo que abre nuevas vías de investigación que poder aplicar en la recuperación de pacientes que han sufrido un infarto de miocardio, en el caso del corazón o con lesiones cerebrales o enfermedades como el Alzheimer, en el caso del cerebro. Pero todavía queda mucho para ello, según algunos expertos, queda superar una pequeña pero importante traba, la reproducción celular; la cual parece marcar nuestro destino desde el mismo momento del nacimiento; llegándose a afirmar que estamos programados para no vivir eternamente, es decir morir «es parte de la ecuación» de la vida.

    Similar a lo que le sucede a los aparatos eléctricos, que de fábrica vienen pre-programados para durar un determinado tiempo, después del cual dicho programa interno provoca el mal funcionamiento de alguno de sus componentes y al final, el que el aparato deje de funcionar por completo.
    Esto es conocido como Muerte tecnológica programada, una práctica extendida, cuyo único objetivo es el de obligar a la persona que estaba disfrutando de ese aparato, con fecha de caducidad, ya sea un vehículo o un electrodoméstico, a que se compren uno nuevo.
    Un apunte que debemos hacer en este momento, para comprender por qué estamos hablando de programación biológica para desaparecer, antes de tiempo, es que las células de nuestro organismo se reproducen una y otra vez, sustituyendo a las anteriores. Así todo nuestro organismo es sustituido por células nuevas cada década.
    Algunos tipos de células lo hacen a mayor velocidad como el de la piel, otras en cambio lo hacen más lentamente como las el corazón. Incluso las neuronas, que hasta hace poco se desconocía que se regenerasen sufren la neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas.



    Pero si bien, este es un hecho que nos acompaña toda la vida, a medida que va pasando el tiempo, la tasa de regeneración va siendo cada vez más lenta, hasta que llega un momento en que se detiene.Cuanto más lenta sea esa tasa, antes dejará el cuerpo de generar nuevas células, con las consiguientes consecuencias catastróficas para el organismo, imaginemos, únicamente que se nos detiene el corazón.
    Es precisamente ahí donde algunos autores han defendido que la naturaleza fija nuestra fecha de caducidad desde el momento del nacimiento, y que si se alargase dicho proceso, podría continuar hasta los ciento cincuenta años, fijado como límite biológico del cuerpo humano; por todo lo anterior es por lo que parece ser que estamos programados para fallecer antes de tiempo.
    Una realidad que la ciencia todavía no ha conseguido superar, con lo que podemos reflexionar qué es lo que queremos hacer en nuestra vida, y sobre todo, qué queremos dejar como legado a los que nos sobrevivan.

  • Psiconeuroinmunoendocrinología

    Psiconeuroinmunoendocrinología


    La relación entre la mente y el cuerpo ha sido tema de estudio y discusión durante mucho tiempo, hasta que se descubrió la Psiconeuroinmunoendocrinología (P.N.I.E.).

    Definición de la Psiconeuroinmunoendocrinología

    La PNIE es la constancia de la interdependencia de los distintos sistemas del organismo implicados en la salud, afirmándose que cada uno de estos sistemas va a influir en el resto. Es decir, es la prueba de la existencia de la interconexión entre los distintos sistemas del organismos físicos y psicológicos.

    Historia de la Psiconeuroinmunoendocrinología

    Aunque desde hacía tiempo se tenía conocimiento de la relación de algunos sistemas, como entre el psicológico y neural; psicológico e inmune; neural e inmune, inmune y endocrino, se tuvo que esperar a finales del siglo XIX y principios del XX para constatar la unidad de todos ellos.

    Pavolv en los antecedentes del PNIE
    Originalmente se basó en los descubrimientos llevado a cabo por Pavlov sobre el Condicionamiento Clásico, donde mediante la presentación repetida de dos estímulos, uno neutro (E.N.) y otro que provoca una respuesta natural denominado incondicionado (E.I.), consiguió que la respuesta natural o incondicionada (R.I.) apareciese frente al E.N. en ausencia del E.I., produciendo con ello una respuesta condicionada (R.C.).
    Pavolv estudiaba la cantidad de secreción de saliva de un perro (R.I.) ante la aparición de la comida (E.I.), y observó, cómo cuando presentaba repetidamente el sonido de una campana (E.N.) junto con el EI, en pocos ensayos, cuando se retiraba el E.I. y se presentaba sólo el E.N., éste había adquirido cualidades del E.I., convirtiéndose en un estímulo condicionado (E.C.) capaz de producir por sí mismo la respuesta de salivar (R.C).
    Pues bien, basado en estos trabajos, que le sirvieron a Pavlov para obtener el premio Nobel de Medicina en 1904, muchos autores empezaron a emplear distintas variantes del esquema del Condicionamiento Clásico, para observar e informar de los resultados. Debido a ello se desarrolló la rama de la Psicología denominada Conductismo, en el que se consideraba a la mente, como la gran desconocida, equiparándola a una “caja negra”, a la cual no se podía acceder; entendiendo que lo único relevante era observar las conductas, siendo estas las respuestas del organismo.



    El papel de la droga en la Psiconeuroinmunoendocrinología
    A partir de ésta aproximación se desarrollaron varios procedimientos aplicados al campo del aprendizaje, como el condicionamiento al miedo, condicionamiento de parpadeo, aprendizaje de aversión al sabor o el condicionamiento inhibitorio entre otros.
    Entre los autores que trabajaron bajo éste paradigma Adler y Cohen cobraron especial relevancia, debido a que permitió el estudio del P.N.I.E. En su experimento original, se utilizó una variante del Condicionamiento Clásico, denominado Aversión Condicionada, por el cual, se presenta un EN con un EI con efectos negativos, es decir, R.I. desagradables; al final el E.N. convertido en E.C. provocará R.C. desagradables.
    Así en la experimentación con ratas se observó que presentado un E.N. (agua azucarada) junto con un E.I. (inyección de una determinada droga) se provocaban náuseas y vómitos (R.I. desagradable). Tras varias repeticiones el E.N. provocaba los mismos efectos negativos (R.C. desagradable), consiguiendo instaurar una aversión al agua azucarada (E.C.), de ahí su denominación de Aversión Condicionada.
    Un efecto no esperado en este experimento, fue el observar que la droga empleada, aparte de provocar malestar general en el organismo, además era inmunodepresor, esto es, generaba una reducción del sistema inmune. Cualidad de la droga (E.I.), y esto fue lo sorprendente, que se “transfirió” al agua azucarada (E.N. convertido en E.C.).
    Éste fue el primero de muchos experimentos, que consiguieron demostrar la relación entre nuestro pensamiento y el sistema inmune, y a través de éste el estado general de salud, conformando el germen de una nueva rama de estudio denominado P.N.I.E.

    PNIE: Uniendo la psicología y la medicina
    Con posterioridad y gracias a los avances de la técnica médica, se ha podido corroborar cómo se produce esa relación entre el mundo psíquico y la salud; donde los pensamientos, se transforman, gracias al sistema nervioso central, en diferentes mensajeros químicos (dopamina, serotonina o noradrenalina), que van a afectar a su vez al sistema endocrino (tiroides, suprarrenal, gónadas) generando diferentes hormonas (tirotropina, corticotropina, gonadrotropina, vasopresina, oxitocina) que se van a distribuir por todo el organismo afectándolo, lo que conllevará una modulación del sistema inmune, depreciándolo o reforzándolo.


    Psiconeuroinmunoendocrinología: El nuevo modelo de Salud Integral

    Aspecto que cobra especial relevancia para la ciencia médica, que hasta ese momento se había visto incapaz de abordar con éxito, aquellos trastornos con repetidas quejas psicológicas y sintomatología física, pero que carecían de diagnóstico médico apropiado, es decir, los trastornos psicosomáticos.
    Pero ésta relación entre el mundo psíquico y la salud, es de doble vía, es decir, las conexiones entre los sistemas permiten explicar, que si estamos físicamente enfermos, esto nos va a afectar en nuestra forma de pensar y actuar, usando para ello el mismo sistema P.N.I.E. Por lo que es posible afirmar que cualquier alteración en alguno de los sistemas que componen el P.N.I.E. va a extenderse como un resorte al resto de los sistemas.


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  • Influencia del nivel de estrés en el organismo

    Influencia del nivel de estrés en el organismo

    En nuestra vida cotidiana, estamos sometidos a distintos niveles de demanda, ya sea en el trabajo, al ir conduciendo o en la casa; en cada una de estas ocasiones debemos dar respuesta, tratando de hacerlo lo mejor posible, una situación que sin duda nos genera estrés, pero ¿es bueno el estrés?

    Es importante el papel del estrés como preparador de la respuesta, ya sea ésta de escape o para atacar, participando para ello distintos sistemas del organismo, especialmente el sistema autonómico, y en concreto del sistema simpático, con un aumento de las pulsaciones cardíacas, dilatación de la pupila, inhibición de la salivación, relajación de los bronquios, inhibición de la actividad digestiva, estimulando la liberación de glucosas por el hígado, aumentando la secreción de adrenalina y noradrenalina por el riñón, relajando de la vejiga y contrayendo del recto.
    Cuando el agente estresante interno o externo desaparece, el organismo pasa a un estado de relajación, activando los mecanismos contrarios al del estrés, es decir, el sistema inmune se reactiva, el sistema endocrino deja de segregar adrenalina, el sistema simpático deja paso a la activación del parasimpático con un retardo de las pulsaciones cardíacas, contrayendo la pupila, estimulando la salivación, contrayendo los bronquios, estimulando la actividad digestiva y la vesícula biliar, contrayendo la vejiga y relajando el recto.
    El eje hipotalámico hipofiso adrenal (H.H.A.) hace referencia a un conjunto de sistemas neuroendocrinos que se activan ante la presencia del estrés, en éste participa el hipotálamo, la glándula pituitaria (ambos en el cerebro) y la glándula suprarrenal (en los riñones). Su función es la de regulación de sistemas tan dispares como el inmune, el digestivo o el de las emociones.
    La hipófisis va a producir la hormona liberadora de corticotropina (C.R.H.) y vasopresina; que en la pituitaria va a producir corticotropina (A.C.T.H.): que trasportada en la sangre, en la glándula suprarrenal va a provocar la secreción de glucocorticoides, un corticoide conocido como la hormona del estrés que va a afectar a gran parte del organismo en preparación para la respuesta del estrés.
    Este mecanismo de H.H.A., va a formar parte de lo que se denomina como Sistema General de Adaptación de Selye que divide las situaciones de estrés en tres etapas:
    – Reacción de Alarma, desde el momento en que se produce el estímulo o la situación estresante, el organismo se ha de preparar para responder.
    – Resistencia o Adaptación, en ésta fase se pone en marcha el mecanismo H.H.A., para dar respuesta a la demanda estresante; si ésta desaparece, el organismo tenderá a una “desactivación” producida por un mecanismo de retroalimentación negativa, que emplea la misma vía H.H.A., de forma que el cortisol de las glándulas suprarrenales inhibirá la producción de C.R.H. de la hipófisis y con ello desactivará el eje H.H.A., recuperando así los niveles basales previos a la aparición del estrés.



    En cambio si el estímulo estresante se mantiene, el organismo pasará a la siguiente fase.
    – Agotamiento, los recursos del cuerpo son limitados, y están disponibles por un escaso tiempo, pasado el cual se produce un agotamiento de los mismos, así como del estado de tensión que lo origina. Éste agotamiento, va a traer toda una serie de consecuencias en los distintos sistemas implicados que pueden llevar a la persona a enfermar.
    Un estrés a medio plazo va a tener una serie de consecuencias, como dolores musculares, alteración del sueño y del estado de ánimo e inmunodeficiencia.
    Un estrés crónico en cambio va a provocar efectos más graves, siendo el responsable de:
    – Alteraciones digestivas que pueden acarrear úlceras y diarreas.
    – Obesidad por el aumento de apetito y con ello se incrementa la posibilidad de padecer diabetes.
    – Debilitamiento del sistema inmune, estando más expuesto a infecciones y resfriados.
    – Pérdida de memoria, de motivación, sueño, alteración del estado de ánimo.
    – Aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca, acumulación de colesterol y triglicéridos en sangre, con aumento de riesgo de padecer enfermedades cardíacas y derrames.
    A nivel psicológico además va a acrecentar los síntomas de determinados trastornos psicológicos, como en el caso del trastorno de esquizofrenia donde a mayores niveles de estrés, mayor expresión de síntomas psicóticos; y en personas normales, la toxicidad de niveles elevados de cortisol en el cerebro de forma aguda, conlleva la afectación de determinadas estructuras neuronales que va a repercutir en un peor desempeño cognitivo, como en el caso del hipocampo, necesario para el establecimiento de nuevos aprendizajes y la recuperación del material memorizado.

  • Asma y Psicología

    Asma y Psicología

    A veces se tienen asociadas determinadas patologías a causas únicamente físicas, pero cuando nos adentramos en el conocimiento de estas enfermedades, descubrimos que existe una gran influencia del componente psicológico en alguna de ellas, tal es el caso del asma.

    El asma es una alteración anatómico funcional de las vías respiratorias, haciendo que estas se hinchen y se estrechen, provocando dificultades para respirar, opresión en el pecho y tos.
    Cuando se produce el ataque de asma, existe una dificultad para respirar dado por una tensión de los músculos que rodean las vías respiratorias.
    Entre los desencadenantes del ataque de asma están:
    — Elementos a los que la persona es alérgica, como polen, moho, polvo o pelo de animal.
    ;- Elementos químicos, como antinflamatorios no esteroides,
    –  Irritantes externos respiratorios, como humo, temperaturas frías.
    – Actividades, como ejercicio físico.
    – Emociones fuertes o el estrés.
    En el asma el componente hereditario juega un papel importante, aunque no decisivo, además éste se puede ver agravado por la presencia de diabetes, hipotiroidismo, reflujo gástrico esofágico o sinusitis.
    La existencia de una comunicación directa, entre los nervios vagos y las fibras musculares de los bronquios, explica la influencia de lo psicológico en el asma, ya que cuando se produce un síncope vasovagal asociado por ejemplo a emociones fuertes o estrés, se produce una reducción de la frecuencia cardíaca, vasodilatación, generando dificultades para respirar y al final el desmayo.
    Se ha observado cómo ante situaciones de estimulación de los nervios vagos, existe un aumento de la aparición del asma dado por una sobrestimulación del sistema parasimpático que provoca hiperventilación, que a su vez lleva al enfriamiento de las vías aéreas y a su sequedad, lo que facilita la broncoconstricción (tos), generando hiperventilación conformándose un círculo vicioso que desencadenará en una crisis de asma.
    Entre los síntomas característicos principales están, la tos y la sibilancia, que es un sonido característico silbante y chillón durante la respiración, provocado por el paso del aire por una cavidad estrecha. Estos síntomas pueden mantenerse durante minutos o días enteros antes de desaparecer, siendo su mayor peligro la obstrucción de los conductos respiratorios y las consecuencias negativas que sobre el organismo provoca, pudiendo conllevar hipoxia cerebral al no llegarle suficiente oxígeno e incluso la muerte.
    Entre los tratamientos farmacológicos se distingue entre los que buscan prevenir los ataques y aquellos que los combaten una vez que aparecen.
    – Medicamentos preventivos, esteroides inhalados, inhaladores betaagonistas de acción prolongada.
    – Medicamentos de alivio rápido o de “rescate”, que se administran cuando se está sufriendo un ataque de asma con dificultad para respirar, broncodilatadores, corticoesteroides.
    El tratamiento psicológico está centrado en la relajación y en el automanejo en las situaciones del asma.



    Lo psicológico además de ser desencadenante, juega un papel importante en la percepción de la gravedad de la enfermedad por parte del paciente, así como en la adhesión al tratamiento y en el manejo de la enfermedad, aprendiendo a mantener una adecuada contracción de los músculos respiratorios durante una crisis de asma.
    Entre las características de personalidad del paciente asmático estarían:
    – Falta de control emocional y hostilidad.
    – Dependencia excesiva de la aprobación de los demás.
    – Sensibilidad a cambios del estado de ánimo como ansiedad y depresión.
    Además los pacientes asmáticos suelen mostrar hipersensibilidad tanto biológica (alergias) como emocional, éste último se puede traducir en que:
    – Se siente dolido u ofendido con facilidad ante cualquier opinión contraria a su criterio.
    – Es intolerante y reacciona con intensidad ante pequeños errores o defectos de los demás.
    – Reacciona con exceso de entusiasmo y euforia, implicándose emocionalmente en todo lo que hace.
    – Es incapaz de dejar una actividad que ha iniciado, ya sea de pensar o de hacer algo.
    Para algunos autores, el asma, cuando éste se produce en los más pequeños, se convierte en una forma de comunicación con la madre, de forma que tras su aparición, ésta le va a dedicar más tiempo y atención (beneficios secundarios), incluso pudiendo “aprovecharse” de su situación usándolo como “chantaje” delante de la familia, para conseguir sin esfuerzo aquello que se le antoja en cada momento.
    Algunos estudios apuntan que la etiopatogenia de ésta enfermedad se encuentra en vivencias emocionales intensas, vividas durante etapas tempranas, tales como el abandono, maltrato físico y emocional, explotación infantil o abusos sexuales entre otros.

  • ¿Comprar a solas?

    ¿Comprar a solas?

    Comprar es un acto usual de nuestra vida cotidiana, que tiene unas consecuencias en nuestra salud psicológica que a veces no tenemos en cuenta. La compra nos sirve para proveernos de aquello que necesitamos (medio), pero también se convierte en una escusa para salir, ver la moda o compartir el tiempo con nuestros amigos (fin en sí mismo).
    Muchos estudios han avalado los beneficios de la compra, ya sea como forma de incrementar nuestra autoestima, al adquirir aquellos productos y servicios que nos hacen sentir mejor con nosotros mismos, como por los beneficios sociales que proporciona la interacción con nuestras amistades, con las que compartimos esos momentos, así como con el personal de los establecimiento al que nos hemos dirigido. Pero, ¿Eres de esas personas que prefieren comprar a solas?
    Un reciente estudio realizado por la Tilburg University en los Países Bajos, informa de los peligros de aislamiento social que implica ir de compras a solas. Se trata de un estudio longitudinal donde se observó el comportamiento de los consumidores durante 6 años.
    Los 2.500 participantes fueron clasificados según la motivación que les llevaba a ir de compras como fin en sí mismo, así se establecieron tres grupos:
    – Materialistas de posesión: aquellas personas que compran con el fin de poseer aquello que les gusta, agrada o simplemente se han encaprichado con ello.
    – Materialistas de éxito: son los que aspiran con aquello que compran ostentar un mayor estatus social, buscando la admiración e incluso la envidia de los demás.
    – Materialistas de felicidad: que tratan de «solucionar» cualquier problema en sus relaciones familiares, de pareja, o en el trabajo, evadiéndose y adquiriendo productos que le llenen ese vacío, dándoles paz y tranquilidad.
    Como se ha comentado al inicio, muchos estudios avalan los beneficios que a corto plazo generan las compras, tanto en la autoestima como en las relaciones sociales, de ahí que cuando alguien se siente un poco decaído es bueno que salga a comprar, y aunque no adquiera nada, el haber salido a la calle, alterando así su rutina diaria, le proporciona experiencias gratificantes que combaten esos sentimientos de abatimiento y apatía que podía estar sintiendo.
    Además cuando se va de compras con un amigo o amiga, o un grupo de ellos, se aprovecha para charlar relajadamente, contarse las inquietudes y problemas, e incluso compartir confidencias; así todo ello va a aumentar nuestra autoestima, al vernos partícipe de un grupo, a la vez que se realiza una actividad lúdica y desenfadada, ¿Pero qué sucede si en vez de eso, somos de esas personas que preferimos comprar «a solas»?
    Pues bien, parte de los «beneficios secundarios» no se obtienen, con lo que las relaciones sociales se ven mermadas, ya que el tiempo que pasa comprando no se lo dedica a otras personas.



    Al respecto, el citado artículo publicado en el Journal of Consumer Research, informa sobre los perjuicios de esas personas que compran en solitario, ya que entran en un círculo vicioso de compra-soledad, en donde cuanto más tiempo se dedique a la compra, la persona estará más sola.
    De los tres tipos de materialismos anteriormente descritos, se ha observado que aquellos que compran como medio de «aparentar» ante los demás un mejor nivel económico (materialista de éxito) y aquellos que lo hacen como forma de «satisfacer» sus expectativas con la vida (materialismo de felicidad) son los que están más expuestos a caer en éste círculo vicioso.
    Ni que decir tiene, que la soledad no buscada va a conllevar una serie de consecuencias negativas sobre la vida emocional y de salud de la persona que lo sufre, muchos estudios apuntan a efectos tan poco saludables como una tendencia a la dejadez personal, incremento del consumo de alcohol y otras drogas, pérdida de sueño, aumento del estrés, elevación de la presión arterial, todo ello puede desencadenar a la larga en una depresión u otras enfermedades psicológicas.
    De ahí la importancia de mantener y cuidar nuestras relaciones sociales, y si tenemos que realizar alguna compra, cuando sea posible, mejor hacerlo en compañía de amigos con los que poder disfrutar y compartir el tiempo.

  • Botox y Felicidad

    Botox y Felicidad

    El botox está de moda, así se puede desprender teniendo en cuenta el número creciente de personas que lo usan.
    Cada día se incrementan más y más el número de tratamientos médicos en busca de esa imagen tan deseada, obtenida mediante intervenciones quirúrgicas o inyectando botox (toxina botulinica); con la firme convicción de que eso nos hará más felices, al vernos más jóvenes y tener mejor presencia ante los demás.
    Desde hace unos años, dentro de la Psicología existe una controversia relacionada con el mundo de las emociones, al tratar de distinguir qué es primero, si la respuesta fisiológica de la emoción o la sensación que se provoca. Esto es, algunos autores defienden que nuestro cuerpo expresa una emoción y que la persona lo capta y lo siente. Las emociones provendrían de fuera a dentro; otros autores en cambio, defienden que las emociones se originan en el interior y que se reflejan en nuestro organismo, es decir que van de dentro a fuera.
    Los primeros autores, que defienden el modelo de fuera a dentro, invitan a realizar ejercicios conscientes por expresar la emoción que «queremos tener»; de forma que si queremos estar contentos, únicamente debemos poner una sonrisa en nuestra cara durante todo el día, y esos músculos se encargarán de hacer comprender al cerebro nuestra alegría.
    Los autores que defienden el modelo de dentro a fuera, consideran que no podemos expresar algo que no sintamos, convirtiéndose así, nuestro organismo en el reflejo de nuestro interior. Gracias a ésta aportación se realizan estudios de detección de emociones basados en rasgos faciales y comportamentales de la persona, empleando para ello cuestionarios como el F.A.C.S. (Facial Action Coding System).
    Pues bien, una vez conocida ésta distinción, entramos al fondo del asunto de éste artículo, ¿el Botox nos hace más felices?
    Lotus Carroll / Foter.com / CC BY-NC-SA
    En principio el botox nos satisface una necesidad de aparentar una mejor imagen, pudiendo conseguir algunos «beneficios secundarios» como la aceptación social, un contrato de trabajo, en el caso de que se trabaje para un medio audiovisual,…
    Pero un estudio realizado por la University of Wisconsin informa de los efectos contrarios del botox. No se trata de un estudio médico sino psicológico, publicado en el Psychological Science.
    En dicho estudio se analiza la empatía que muestran personas que han sido sometidas a botox frente a otras que no lo han usado.
    La tarea consistió en leer un texto cargado emocionalmente, y tras finalizarlo responder lo antes posible sobre cuál es la emoción que contenía dicho texto.
    Para ello se emplearon tres tipos de textos, de alegría, tristeza y enojo.
    Si el botox (único factor diferenciador entre los dos grupos de estudio) no tiene incidencia en las emociones, no se encontrarían diferencias en los resultados.
    Pues bien, el citado artículo informa de que existe una notable diferencia a la hora de identificar las emociones negativas de enojo y tristeza, mientras que en la de la alegría no hay diferencias, ¿Qué significa ésto exactamente?
    Teniendo en cuenta que el botox se pone en aquellas zonas de expresividad de las emociones negativas, que son las que provocan esas marcas a modo de surcos tan característicos; es «comprensible» y esperable, que si nos atenemos a la primera aproximación de las emociones de fuera a adentro, no podamos sentir aquello que no podemos expresar, es decir, el botox impediría que «sintiésemos» con la misma intensidad emociones negativas.
    ¿Pero cómo sabemos que la lectura del texto tiene que provocarnos una emoción?
    Debido a un fenómeno denominado «embodied cognition», cuya traducción sería algo así como cognición corpórea o encarnada, sabemos que para poder identificar emociones de otros, o en éste caso de un texto, utilizamos microexpresiones faciales que nos facilitan ésta labor empática.
    En cambio, si tenemos botox, ésta cognición corpórea o encarnada no se va a producir correctamente, de modo que vamos a ser «más torpes» para identificar aquellas emociones involucradas con los músculos afectados por el botos (emociones negativas).


    https://youtu.be/eu9OvaUZGsE

    En definitiva, el botox sirve para dar apoyo a la teoría sobre las emociones que defiende un modelo de fuera a dentro, a la vez que nos avisa de los efectos no deseados sobre nuestra vida íntima, afectando a cómo somos capaces de percibir las emociones en los demás, lo que nos lleva a reaccionar de una determinada manera.
    Bibliografía Recomendada:
    Havas, D.A. y cols. (2010). Cosmetic Use of Botulinum Toxin-A Affects Processing of Emotional Language. Psychological Science

    Fernández, A.M. y cols. (2007). Expresión y reconocimiento de emociones: un punto de encuentro entre evolución, psicofisiología y neurociencias. Revista Chilena de Neuropsicología.

    Fernández, R.A. y cols. (2006). Toxina botulínica para uso terapéutico. Revista Médica Universitaria.
    Última modificación: 28/10/2013


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