En una sociedad basado en la comunicación, parece que la sordera puede resultar un inconveniente.

La pérdida de la audición es un problema frecuente en los ancianos, pero también entre los jóvenes que se ven expuestos a sonidos demasiados altos; igualmente entre las causas de la sordera están las genéticas.

Dificultades auditivas

Actualmente estamos continuamente bombardeados por sonidos provenientes de distintas fuentes, ya sea de otros vehículos al conducir, de la televisión al presentar las noticias, o de otra persona que intenta decirnos algo.
Tal es así que hay ciudades consideradas como las más ruidosas, donde incluso se hace difícil separar el ruido de las palabras de una conversación, pero ¿Qué pasaría si no tuviésemos acceso a ese sonido?
Esto que hace se años hubiese considerado un trauma, actualmente y gracias a los avances se considera un problema a superar.
El lenguaje de signos ha permitido mantener la comunicación con los demás, para poder expresar lo que uno siente, piensa o quiere, lo que de otra forma supondría un gran problema de aislamiento, pero ¿Qué consecuencias emocionales tiene la sordera?


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Sordera y emoción

Esto es lo que se ha tratado de responder con una investigación realizada por el Department of Psychology, Göteborg University (Suecia) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Clinical and Experimental Psychology.
En el estudio participaron cincuenta y tres adultos, treinta y tres de ellos eran sordos y el resto con dificultades auditivas, de los cuales cuarenta y dos eran mujreres, con una edad media de 42 años.
Para evaluar la presencia de problemas emocionales se empleó una escala estandarizada denominada Positive Affect Negative and Affect Scale (P.A.N.A.S.), para evaluar el nivel de estrés se empleó el Stress and Energy (S.E.) y para evaluar el nivel de autoestima se usó el Rosenberg’s Self-esteem Scale (S.E.S.).
También se recogieron datos sociodemográficos de los participantes, el nivel de educación o el consumo de tabaco o alcohol entre otros.
Los resultados muestran que según evaluación de la salud mental siguiendo los criterios del D.S.M.-V., el 43% de los participantes sufrían Trastorno de Depresión Mayor; el 33% Trastornos de Ansiedad; el 33% sufrían Traumas relacionados con estresores; el 21,4% Trastorno de Déficit de Atención; el 12% Trastorno Obsesivo Compulsivo; el 7% Personalidad Esquizotípica; y el 21% Trastorno del Espectro Autista; comprobándose que en el 5% de los participantes se producía Adicción a Sustancias.
Hay que señalar que la suma de los diagnósticos anteriores superan el 100%, ya que estos no son excluyentes, pudiéndose presentar en la misma persona, por ejemplo, el Trastorno de Depresión Mayor y el Trastorno de Ansiedad.
En total el 42% de los participantes sordos o con dificultades auditivas mostraron más de una psicopatología.
Con respecto de la evaluación de las escalas y cuestionarios, se obtuvo que la autoestima y el nivel de energía pueden predecir la presencia de patologías asociadas a la emoción.

Sordera y trastorno emocional

Una de las limitaciones es en cuando a la exposición de los resultados, no haciendo distinción entre los que eran sordos y los que tenían dificultades de audición.
Cabría esperarse que a mayores dificultades auditivas mayores problemas psicológicos, pero al no realizar dicha distinción no se puede concluir al respecto.
Igualmente no se ha tenido en cuenta criterios de integración que pueden estar afectando al estado de ánimo del participante; esperándose que las personas sordas integradas tengan menores problemas psicológicos que las no integradas, aspecto que tampoco se ha podido comprobar en este estudio.
A pesar de las limitaciones del estudio, se ha comprobado como este colectivo es especialmente sensible a padecer problemas psicológicos, sobre todos a los relacionados con el estado de ánimo.
Algo a tener en cuenta en los centros especializados de tratamiento de los problemas de audición, y centros de integración, donde deberían de conocer alguno de los síntomas principales de estas psicopatologías, para derivar a sus miembros al profesional de la salud cuando los detectasen.
Igualmente cabría esperar que se diseñasen programas de prevención entre este colectivo, para que puedan tener una mejor calidad de vida, sin complicaciones psicopatológicas.