¿Es adecuado tener un perro con un niño con autismo?

Los perros han sido durante años empleados por sus beneficios en personas con necesidades especiales, ¿Pero conviene en el caso del autismo?

Perro Alzheimer

Que los animales de compañía, las mascotas, son un remedio para la soledad, es algo bien conocido, pero igualmente han mostrado ir más allá de este beneficio, siendo empleado con personas con necesidades especiales, de ahí que a nadie extrañe ver a un perro lazarillo con su dueño; incluso hoy en día incluso se usa en en el caso de enfermos con enfermedades neurodegenerativas, como es el caso del Alzheimer.
Desde caballos, gatos o pájaros, se han empleado como complementos terapéuticos para mucho de los problemas de salud relacionados con la integración, la discapacidad e incluso la soledad, pero de entre todos los animales de compañía, quizás por su docilidad o por su inteligencia, el perro ha sido el que ha resultado ser una mejor compañía.
Al respecto se han realizado diversas experiencias con resultados muy positivos, al incorporar visitas de perros amaestrados a centros geriátricos, donde se observa cómo el día que va el dueño con el animal, los ancianos parecen estar de mejor humor.
Lo que ha motivado desde hace tiempo la colaboración entre centros caninos con los de cuidado de personas con necesidades especiales y geriátricos,
pero ¿Es adecuado tener un perro con un niño con autismo?

Perro Autismo

Esto es lo que trata de averiguarse desde las universidades de Lincoln y Bath, el Centro de Investigación del Autismo y la Asociación de Perros para Discapacitados (Inglaterra), cuyos resultados se han publicado en la revista científica Journal of autism and developmental disorders.
En el estudio participaron 62 familias, todos ellos contaban con un hijo con edades comprendidas entre los 2 y 16 años, diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista.
De ellos el 60% adquirieron un perro de compañía, mientras que el resto de las familias no lo hicieron, quedando como grupo control para comprobar los beneficios o no de contar con una mascota en casa.
A todos ellos se les administraron pruebas antes y después para comprobar la influencia de la mascota, para ello se evaluó 17 semanas antes de empezar el experimento, como línea base; entre 3 a 10 semanas desde la adopción, y tras 25 a 40 semanas después, para comprobar que se mantengan los efectos.
Se empleó el cuestionario estandarizado de evaluación de estrés para padres con hijos autistas denominado Parenting Stress Index, formador por 36 items que dan una puntuación global.
12 items evalúan el estrés percibido por los padres, 12 items la relación paterno-filial, y los 12 restantes la dificultades o no de tratar con su hijo diagnosticado con trastorno del espectro autista.
Los resultados indican que hay diferencias significativas en la puntuación global del estrés entre los dos grupos, produciéndose una disminución significativa de los niveles de estrés entre los progenitores que habían adoptado a un perro frente a los que no.
Estos efectos se observaron únicamente en cuanto al nivel de estrés de los padres y las dificultades percibidas de los hijos diagnosticados, no afectando a la relación paterno-filial.
Los resultados anteriores fueron significativos comparados con la línea base, y se mantuvieron igual en ambas medidas posteriores, lo que informa de la robustez de los efectos en el tiempo.

Mascosa Autismo

Parecen claros los resultados del estudio, pero hay que tener en cuenta en el estudio no se comenta ni el tipo de perro, el entrenamiento recibido, ni la edad de este, variables que pueden ser importantes a la hora de pensar en adoptar a un animal de compañía.
El estudio no comenta nada sobre si alguna familia de los dos grupos pudiese tener otro tipo de animal de compañía que pudiese provocar efectos beneficiosos.
Destacar también que toda la evaluación la han adquirido de un cuestionario, y no de ningún tipo de observación externa, por lo que las familias implicadas en el estudio con perros podrían haber «mejorado» sus resultados dado a un fenómeno de deseabilidad social, contestando aquello que creían esperaba el investigador, por lo que sería precio añadir otras medidas para corroborar sus efectos.
A pesar de que se requiere de nueva investigación y mayores controles para poder establecer conclusiones al respecto, los beneficios de tener un perro en casa parecen claros en cuanto a la reducción del estrés que suponen.
Igualmente sería conveniente analizar otros beneficios que pudiesen transferirse del contacto con el perro por parte del pequeño con autismo, más allá de la reducción de los niveles de estrés ya comentados.