Categoría: Psicología Clínica y Psicoterapia

Temática de la Psicología Clínica

  • ¿Sabias que dormir poco pone en riesgo tu salud y además engorda?

    ¿Sabias que dormir poco pone en riesgo tu salud y además engorda?


    Uno de los procesos más sensibles de nuestro organismo es el sueño, el cual de forma natural se rige por un ciclo de ocho horas diarias en los adultos, coincidiendo normalmente con la noche.

    El sueño lejos de ser “un tiempo perdido” tal y como se afirmaba con anterioridad, se considera hoy imprescindible para multitud de procesos, que se producen durante la noche, tanto a nivel psicológico, en cuanto a consolidación de las huellas de memoria, incorporando nuevos aprendizajes, como a nivel biológico, dando tiempo al organismo a los procesos de restauración y recuperación de la salud, sobre todo lo relacionado con el sistema inmune, el cual aumenta considerablemente su actividad en ésta fase de “desconexión” de la conciencia.
    Pero tal y como se ha indicado, éste proceso es muy sensible a los cambios tanto biológicos como psicológicos de la persona. A nivel biológico, el tiempo de sueño necesario para descansar y reponerse va a variar en función de la edad, desde los primeros momentos en que existe un “descontrol” en cuanto al horario y número de horas que duermen los bebés, hasta las ocho horas que se suele instaurar a partir de la infancia y que va a acompañarnos el resto de nuestra vida.
    A pesar de lo cual existen diferencias en cuanto a la manera que dormimos, ya sea en los jóvenes que trasnochan para estudiar o ir de fiesta y que “acumulan” ese sueño para recuperarlo todo seguido, independientemente de que sea de día o de noche; hasta las noches “interrumpidas” de los más mayores, incapaces de conciliar el sueño de ocho horas seguidas, viéndose truncado durante unos minutos en la madrugada, antes de volver a dormir.


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    Hay que tener en cuenta que además puede verse afectado por factores externos que modifican el número de horas o el momento en que se descansa, así fenómenos como el trabajo por turnos y el nocturno, hace que muchas veces, se tenga que estar trabajando cuando los demás duermen.
    En la literatura al respecto se ha constatado, desde hace mucho, los nocivos efectos que sobre la salud se produce al no tener un sueño reparador de calidad y durante la noche, afectando tanto a la capacidad retentiva y de atención, como a nivel metabólico, pudiendo llegar a ser dramático cuando la persona “deja de dormir” durante días, pues ese cansancio acumulado, va a producir poco a poco un colapso en los sistemas del organismo, tanto a nivel psicológico como biológico.
    A todo lo anterior además se le une un factor psicológico, que influye sobre todo en la calidad del sueño, la cual se puede estimar como el “normal” proceso de descanso, desde que se acuesta uno, hasta que se levanta al día siguiente.
    En éste “normal” proceso, la persona va a pasar desde la fase de activación consciente, a una de sueño profundo (no R.E.M.), de ahí a sueño ligero (R.E.M.), y otra vez se recupera la fase de sueño profundo, todo ello en una sucesión a lo largo de la noche hasta que llega la hora de levantarse.

    EN la fase No R.E.M. o No M.O.R. del sueño, no se producen movimientos rápidos oculares, en ésta fase el cerebro está “descansando”, teniendo un sueño profundo y difícil de despertar, cuando se hace, la persona escasamente recuerda lo soñado, siendo normalmente próximo a la experiencia vivida durante el día anterior.
    En la fase R.E.M. o M.O.R. del sueño, se producen movimientos oculares rápidos, y es cuando el cerebro está tan “activo” como cuando se está despierto, produciéndose el sueño paradógico, ligero y fácil de despertar, cuando se hace y se le pregunta sobre el contenido del sueño, éste se suele describir como muy vivido, con gran cantidad de detalles y elementos, aunque con ausencia de “linealidad” tanto temporal como espacial en la argumentación.
    La explicación a esto se encuentra en la desactivación de algunas regiones del cerebro, sobre todo las implicadas con el movimiento de forma que la persona no “actúe” como sujeto dentro de su sueño, realizando los mismos movimientos en su cama, igualmente otras de las áreas desconectadas, son precisamente las que tienen que ver con la “linealidad” argumental espacio-temporal, de ahí la falta de conexión de las escenas y su aparente “sinsentido”.
    Estas fases se van a ir sucediendo a lo largo de la noche, a la vez que se producen los efectos anteriores sobre la salud, debido a la sobreactivación del sistema inmunológico, lo que le permite cicatrizar antes las heridas a las vez que se renuevan las células del organismo, es cuando algunas madres comentan, se produce el “estirón” de sus hijos cuando estos son pequeños y van creciendo. 

    Un reciente estudio de la University of Pennsylvania (EE.UU.) recientemente publicado en Sleep Analiza la relación existente entre la falta de sueño y el aumento de peso, el consumo de calorías y la hora de la comida. Para ello evaluaron a 225 participantes quienes pasaron 5 noches sin dormir, observando su conducta de alimentación 2 días antes y después. Los resultados informan de un aumento de peso entre los que no dormían frente a un grupo control que dormía normalmente, debido a una ingesta masiva de calorías ingeridas principalmente durante la noche.
    Dado lo cual se hace recomendable dormir las ocho horas diarias, tanto por mantener un buen nivel de salud física y psicológica, como por una cuestión estética, evitando así el aumento de peso.
    Algo que ya se había apuntado en estudios anteriores, pero nunca con un resultado tan contundente por el número de participantes, y el estudio del consumo de calorías en los tres momentos de la ingesta, desayuno, comida y cena.
    Bibliografía Recomendada:
    Spaeth, A.M. y cols (2013). Effects of experimental sleep restriction on weight gain, caloric intake, and meal timing in healthy adults. Sleep
    Tirapu-Ustárroz, J. (2012). Neuropsicología de los sueños. Revista de Neurología.
    Idiazábal-Aletxa, M.A. y Aliagas-Martínez, S. (2009). Sueño en los trastornos del neurodesarrollo. Revista de neurología


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  • ¿Cómo vivir con la Fibromialgia?, cuando el dolor no cesa

    ¿Cómo vivir con la Fibromialgia?, cuando el dolor no cesa

    El dolor, es una de las mejores herramientas sintomáticas, ya que va a ayudar al profesional de la salud a conocer, la localización, intensidad y “gravedad” de aquello que tiene el paciente.
    Al contrario de lo que se supone, no es algo negativo a evitar, sino que es conveniente siempre que éste se produzca de forma puntual, como aviso al organismo de que algo no funciona correctamente.
    El dolor nos “protege” de aquello que nos “hace mal”, por ejemplo avisándonos de que algo está demasiado caliente o puntiagudo, “obligándonos” a dejarlo y no tocarlo. Pero el dolor tiene sus “limitaciones”, ya que está orientado principalmente a protegernos del exterior, pero no nos avisa de muchas de las “incidencias” internas de glándulas y órganos.
    El dolor como señal de aviso, cumple su función en cuanto se “desconecta” al desaparecer el peligro, sino éste se convierte en un problema por sí mismo.


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    Aunque hasta ahora la evaluación del dolor se realizaba con medidas subjetivas, actualmente se están desarrollando sistemas de evaluación, mediante electromiografía y potenciales evocados, donde se detectan los cambios en la musculatura y la actividad neuronal ante el dolor, respectivamente.
    Gracias a ésta obtención de signos, recientemente se ha podido definir un nuevo síndrome, caracterizado por un dolor crónico, denominado síndrome de fibromialgia, en donde el dolor se extiende por todo el cuerpo, sensibilizando los órganos, músculos y articulaciones, de forma que cuando se hace el “menor esfuerzo” inmediatamente se siente una “descarga” de dolor.
    La persona que sufre éste síndrome, padece un dolor incapacitante, difuso y cambiante en su localización, variando de intensidad según la hora del día y el estado de ánimo, además de persona a persona “muestra su cara” de forma diferente, es por ello que hasta ahora se había tenido en cuenta como un trastorno psicológico, parecido al de la histeria de conversión, en donde se producía una “somatización” de síntomas dada por conflictos inconscientes.
    La vía del dolor está bien conocida, iniciándose desde los receptores, en las terminaciones nerviosas nocioceptivas repartidas por todo el cuerpo, encargadas de detectar cambios bruscos de temperatura o presión, información que es transmitida a través del asta dorsal de la médula espinal, hasta el cerebro, en concreto pasando por el bulbo raquídeo y de ahí al tálamo hasta la corteza parietal, jugando las zonas frontales de la corteza, un papel importante en la evaluación cualitativa del dolor.

    El tratamiento cuenta con algunas dificultades, dado tanto por la hipersensibilización, como por la habituación a la medicación. En el primer caso, el continúo “martilleo” del dolor, hace que éste se espere y desespere al que lo sufre, sensibilizandolo, sintiéndolo más intensamente de lo que es; igualmente, el consumo de opioides, como medicamentos para combatir al dolor, hace que se produzca un proceso de habituación a la misma administrada, perdiendo de ésta forma sus efectos, siendo necesario incrementar la dosis para obtener los mismos efectos anteriores, lo que además conlleva a un problema de peligro de adicción a los opiáceos como la morfina, convirtiéndose en “imprescindibles” para el día a día.

    Si hasta ahora hemos hablado del dolor como señal de aviso, y de su faceta “desagradable” cuando la señal es continua y crónica, también se puede experimentar dolor como algo “placentero”, algunos autores han encontrado que la dopamina, que juega un papel destacado tanto en las vías del dolor, como en las del placer, puede afectar en el mismo momento en aquellas personas que tienen alteraciones estructurales del cerebro de base genética; otra explicación viene de la vía de las endorfinas, producidas para mitigar la señal del dolor, una vez recibido por el cerebro, precisamente el “placer” estaría en una sobreproducción de las endorfinas por lo que se busca el dolor como forma de conseguirlo, otros autores lo han atribuido a un “fallo” en el aprendizaje en etapas tempranas donde una madre “castigadora” hace que de adulto se busque el dolor como algo “natural”.
    Bibliografía Recomendada
    Oh, T.H., y Vincent, A. (2013). Obesity Affects Severity of Symptoms and Quality of Life in Patients with Fibromyalgia. International Journal of Physical Medicine & Rehabilitation

    Moreno, MIC y cols (2010). Tratamiento Cognitivo-Conductual, Protocolizado y en Grupo, de la Fibromialgia. Clínica y Salud.

    Álvaro, T. y Traver, F. (2010). Una visión psiconeuroinmunológica de la fibromialgia. Revista de psicopatología y psicología clínica.

  • ¿Por qué no me responden mis músculos?

    ¿Por qué no me responden mis músculos?

    La distonía neurocirculatoria, es la modificación del correcto “uso” de la musculatura por parte del organismo.

    Un ejemplo de ésta modificación, es cuando hemos realizado ejercicios sin el calentamiento previo oportuno, es frecuente, que durante las horas siguientes sintamos calambres. Igualmente el ejercicio excesivo de un grupo de músculos, puede hacer que temporalmente éstos queden “flojos” y flácidos, recuperando su “tono” muscular pasadas unas horas.
    La musculatura repartida por todo el cuerpo, permite a la persona realizar los movimientos gracias a su capacidad de contracción y relajación de los tejidos blancos que lo componen. Todo ello «guiado» desde el sistema nervioso central, quien da las órdenes que permiten realizar los movimientos de forma coordinada.
    Nada más que hay que pensar en todos los grupos de músculos implicados en el andar, y que sin un «plan» establecido, sería dificultoso e incluso imposible poder hacerlo tan «armoniosamente».
    Cuando esta distonia es crónica, se denomina síndrome distónico, en donde se ve alterado la tonalidad de la musculatura, ya sea total o parcialmente, normalmente asociado a causas genéticas o por un traumatismo craneoencefálico, lo que se puede expresar con pérdida de fuerza en los músculos, calambres, espasmos involuntarios, temblores, y descoordinación de los movimientos, acompañados en algunos casos de dolor.
    Además de los signos, entre los síntomas está la inquietud por sus movimientos, tratando de ocultar sus manos y pies, carraspeo frecuente, debido al cambio de tonalidad de la voz, todo lo cual va a conllevar agotamiento físico y psicológico, dificultades para concentrarse, alteraciones del estado de ánimo debido a esa sensación de falta de control de su propio cuerpo, problemas digestivos y alteraciones del sueño, lo que en algunos casos le conduce a la depresión



    Síntomas parecidos a los que expresan los pacientes, con síndrome de Tourette también denominado de tics crónicos, donde se dan también signos motores involuntarios expresados a modo de tics, que producidos crónicamente van a interferir en el normal desarrollo de la vida social, ya que suelen estar asociados a la coprolalia, que es la emisión de “tacos”, palabras obscenas y socialmente inadecuadas, causadas por su falta de control.
    Como vemos, una alteración en nuestro tono muscular, va a ser también indicativo de que algo no va bien dentro de nuestro organismo, ya sea a nivel neurológico o medular, relacionado normalmente con el sistema nervioso; cuando éste se “deteriora” por alguna enfermedad neurológica puede producir enfermedades como la de Parkinson o la corea de Huntington también denominado Bailes de San Vito.
    Un estudio realizado por la University of Leicester recientemente publicado en Science Translational Medicine afirma que ha dado un paso decisivo contra las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson. El equipo de investigación encontró hace tiempo que las células neuronales morían precipitadamente al acumularse una determinada proteína, a partir de ahí han diseñado una nueva «droga» que bloquea dicha proteína, proporcionando mayor vida a las neuronas.
    Aunque la investigación que todavía se encuentra en fase de experimentación con animales, ha mostrado resultados positivos a nivel neuronal, aunque con ciertos efectos secundarios al dañar el páncreas, debidos a la toxicidad de la droga.
    Todo ello abre una puerta a la esperanza ante unas enfermedades que hasta ahora existían limitadas opciones a nivel farmacológico, siendo en todo caso necesario la reeducación funcional de las capacidades «perdidas» por parte de los pacientes, de forma que se puedan compensar las habilidades afectadas con nuevas estrategias.
    Aunque se trata de un avance incipiente, del que todavía hay que esperar un largo camino de experimentación antes de convertirse en un fármaco disponible para pacientes afectados por demencias y otras patologías neurodegenerativas que cada vez afecta a más población, debido principalmente a causas demográficas por el creciente envejecimiento de la población debido al aumento de la esperanza de vida.

  • Dime cómo respiras y te diré si estas sano

    Dime cómo respiras y te diré si estas sano


    Los síndromes son síntomas y signos que aparecen previos a una enfermedad o como expresión de ésta.

    Los signos son datos objetivos, que extrae el profesional de la salud, directamente utilizando algún elemento para medir, mientras que los síntomas, son las sensaciones y vivencias subjetivas de los pacientes, a los cuales hay que preguntar para saber qué es lo que les pasa, dónde, con qué frecuencia e intensidad.
    Desde la aproximación psicosomática se da el mismo valor a los síntomas que a los signos, siendo cualquiera de los dos indicativos de que “algo” va mal en el organismo y que “hay que poner remedio”, además, desde ésta perspectiva, se entiende que los síntomas, a la larga acarrearán signos de la enfermedad y que los signos traerán consigo síntomas, debido a la interdependencia de sistemas que forman el cuerpo humano.

    Los síndromes son cuadros que pueden aparecer como consecuencia de una enfermedad o ser la expresión previa de la misma, pudiendo tener un origen de tipo biológico (genético), como en el caso del síndrome de Down, o de tipo psicológico, como en el caso del síndrome de Estocolmo.
    En el primer caso, en el síndrome de Down, durante la gestación se produce una alteración en la transmisión genética, produciéndose una trisomía en el cromosoma 21. Por su parte, en el síndrome de Estocolmo, se produce un cambio de actitud y conducta, debido a una identificación con los ideales y formas de actuar de las víctimas de un secuestro, una vez han sido liberadas.
    Desde la perspectiva psicosomática, los síndromes más “comunes”, que tienden a aparecer de forma más frecuente en la consulta, son los relacionados con la ansiedad, la distonía neurocirculatoria, el dolor o la hiperventilación.

    La hiperventilación, hace referencia a una alteración del normal proceso de respiración, el cual es muy sensible a las variaciones en los estados emocionales de la persona, pudiéndose distinguir desde las aspiraciones más profundas y pausadas de los ejercicios de relajación, hasta los más aceleradas y entrecortadas de la euforia o la agresividad, pasando por los más livianos suspiros de la melancolía, e incluso la detención de la respiración con el miedo.
    Que se produzcan hechos puntuales de respiración forzadas, lenta o supresión de la misma, es natural, y parte de la expresión de las emociones, pero cuando éstas alteraciones permanecen pueden dar pistas de que algo no funciona adecuadamente en el organismo.
    En ocasiones se produce una respiración rápida y superficial, denominada taquipnea, debido a estar realizando o haber acabado algún ejercicio físico, o actividad que requiere cierto grado de esfuerzo por parte del organismo, igualmente puede darse en situaciones de mucho calor, como forma de “refrescarse” internamente.
    Pero cuando ésta respiración acelerada se produce de forma continuada y sin causa que lo justifique, además de ser molesto para quien está a su lado, puede ser indicativo de neumopatía (enfermedades pulmonares como asma, asfixia o neumonía) o de otros problemas de salud, como insuficiencia cardíaca.
    En cambio una hiperventilación, es decir, una respiración rápida o profunda, suele producirse de forma natural en estados de sobreactivación por ansiedad o pánico, donde además se acompaña con la sensación de que “le falta a uno el aliento”, volviéndose a su ritmo normal cuando ha pasado la circunstancia que lo ha provocado.

    Si ésta se produce de forma continuada, se estará ante un caso de síndrome de hiperventilzación, generado por una vivencia “exagerada” de emociones de estrés, ansiedad, depresión o ira. Con éste síndrome, además de la alteración en la respiración, y precisamente debido a ello, van a aparecer hormigueos en las extremidades superiores, dolor en el tórax, mareos, sequedad en la boca, piernas débiles, temblores, palpitaciones, vértigo, debilidad, trastornos del sueño y confusión, entre otros.
    Todo ello explicado por la función misma de la respiración, al inhalar aire, se inspira oxígeno y al exhalar se expira principalmente dióxido de carbono. El organismo mantiene así un equilibrio que se ve roto con la hiperventilación, donde se produce una entrada masiva de oxígeno, que no llega a ser “procesada” suficientemente rápido para exhalarlo como dióxido de carbono.
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    En una última revisión al respecto realizado por la All India Institute of Medical Sciences recientemente publicado en el Al Ameen Journal of Medical Sciences en donde se analizan las distintas aproximaciones diagnósticas de las enfermedades pulmonares, como asma, rinitis alérgica, bronquitis,…

  • Enfermedades provocadas por una vida llena de agresividad

    Enfermedades provocadas por una vida llena de agresividad

    El sentimiento de agresividad se convierte en algo primario dentro de nuestro desarrollo, que nos sirve para definirnos como individuo, con lo que poder establecer los límites de territorialidad y posesión, aspectos que la sociedad actual ha educado para realizarlo de forma más “civilizada”, pero que cuando se dan las circunstancias de desinhibición, por el consumo de alcohol u otra sustancia, reaparecen como un instinto de supervivencia.
    Todavía no está claro sobre el papel que juega la genética o el ambiente social en la “determinación” de la agresividad, entendiéndose que es una combinación de ambos, el desarrollo en un ambiente “marginal” en donde el miedo por la inseguridad es constante, la agresividad se va a “activar” como forma de autodefensa de sí mismo y de los demás, vivenciando desde pequeño como “normal” actos delictivos, ofensivos y agresivos.
    Además la violencia conlleva un plus, al ir revestida de poder, aquel que es más agresivo es temido y “respetado” por los demás, que procuran no contrariarle en nada ni “ponerse en su camino” para no sufrir las consecuencias.
    Los pequeños que han sido víctimas de ésta agresividad intrafamiliar, cuando crecen van a tender a repetir dicho modelo con sus parejas, sobre todo en la adolescencia temprana van a “rebelarse” contra su posición de víctima para convertirse ahora en los agresores, buscando que los demás le teman y “respeten” tanto como lo hacían con su agresor.

    En ocasiones no es capaz de “devolver” la agresividad recibida a quien le ha estado “castigando” injustamente, porque es más fuerte o porque ya no está, lo que genera gran frustración, en este caso orienta toda esa “rabia” contenida en otra tercera persona o en un objeto.
    Por lo que se convierte en un círculo vicioso dentro de las familias y en los barrios “marginales”, donde la forma de sobrevivir es con y para la agresividad.
    La agresividad puede ser directa o indirecta, en el primer caso estamos hablando de golpear, pegar a algo o a alguien física o verbalmente, en el segundo caso, más empleado por las mujeres, se trata de una agresión “psicológica”, en el que con murmuraciones, comentarios a la espalda,… trata de minar la credibilidad de la persona y burlarse de ella ante los demás.
    Pero si hasta ahora hemos hablado de agresividad hacia alguien o algo externo, también hay que mencionar la posibilidad de que ésta agresividad esté dirigida contra uno mismo, ya sea por un alto nivel de frustración, unido a una baja autoestima o un elevado sentimiento de culpabilidad que le hace sentirse constantemente mal consigo mismo.
    Los pequeños aprenden desde etapas muy tempranas, cómo canalizar la frustración de sus deseos, y es mediante la corrección y supervisión de sus progenitores, especialmente del padre, cuya ausencia puede facilitar la agresividad.
    La agresividad a parte de las consecuencias físicas que entraña al golpear a otro, va a conllevar una serie de problemas en la salud provenientes de la expresión de la conflictividad interna mostrándose como enfermedades psicosomáticas, dependiendo de la intensidad sentida va a influir:
    – A nivel digestivo, con expresiones como anorexia, bulimia, “bola esofágica”, náuseas, vómitos o diarreas, ante los casos “más leves” de agresividad; a niveles “intermedios”, obesidad y colitis espasmódica; y a niveles “elevados” de agresividad úlceras gastroduodenales y rectocolitis hemorrágica.
    – A nivel cardiovascular con taquicardia, palpitaciones, alteraciones de la presión arterial, a nivel más “superficial”; dolores precondiales, lipotimias, desvanecimientos, distonía vegetativa o trastorno vasosimpático, a nivel “intermedio”, y a niveles altos de agresividad, infartos de miocardio e hipertensión arterial crónica.
    Un elevado nivel de agresividad contenida, además de los efectos psicosomáticos citados, va a afectar a otros órganos, siendo generador de enfermedades como, a nivel respiratorio provocando asma; o en la piel, alergia con manifestaciones de palidez y sonrojo.


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    Las consecuencias de las Enfermedades psicosomáticas, asociadas a altos niveles de ansiedad, debido a la relación del sistema P.N.I.E., es aplicable en el caso de personas con altos niveles de agresividad, ya que van a estar “siempre” dispuestas para la lucha, lo que va a provocar un agotamiento prematuro de los órganos del cuerpo, producido por los niveles de estrés elevados, que con ello facilita la aparición de las enfermedades psicosomáticas. Es por ello, que hay que enseñar a los más pequeños a canalizar correctamente su frustración y agresividad, no sólo porque eso le ayudará a su desarrollo en sociedad, sino porque así se le ayuda a prevenir la aparición de enfermedades psicosomáticas.

    Un reciente estudio realizado por la Universidad Case Western Reserve (EE.UU.), publicado en el 213 en la revista científica Child Abuse & Neglect, analiza la relación de la violencia intrafamiliar con la que luego expresan pequeños entre los 3 y 8 años de edad. Los resultados informan de que los pequeños exhiben más comportamientos agresivos cuando la madre tenía problemas psicológicos y mostraba baja calidez hacia el menor, en cambio, y al contrario de lo que se podría esperar, no encontraron una mayor agresividad entre los menores que vivían en un ambiente con violencia intrafamiliar ni entre los que habían sufrido abusos físicos.

    Ésta agresividad como se ha indicado se puede generar desde pequeño por vivir en un ambiente “inadecuado” e inseguro, pero también ante la ausencia del padre, quien al no poner “límites” va a hacer que el pequeño no refrene sus deseos, lo que va a “chocar de frente” con el “mundo exterior”, que le generará gran frustración que va a exteriorizar a través de la agresividad. Igualmente una figura rigurosa y estricta va a provocar que durante la adolescencia se produzca una respuesta “inversa” con agresividad como forma de “liberarse”.
    Incluso los sentimientos de culpa que para unos es invalidante, “aplanando” su quehacer diario por esa excesiva carga que le “atormenta”, para otros en cambio se convierte en escusa para expresar su agresividad, debido a la frustración que los pensamientos recurrentes le generan sobre su “mal hacer”.
    Realizar una breve mención en éste momento sobre la estrecha relación existente entre la agresividad y la ansiedad, definida ésta segunda, como la preparación para la acción, ya sea de huida o de evitación en el caso de que “venga” un peligro, pero también cuando es la propia persona quien “inicia” la acción.




  • Distribución de roles según el desarrollo cerebral hombre-mujer

    Distribución de roles según el desarrollo cerebral hombre-mujer

    Tradicionalmente se ha mantenido el reparto de tareas que ya tenían nuestros ancestros desde las cavernas, donde la mujer se encarga del cuidado, atención y alimentación del menor, quedándose para ello en el hogar, mientras que el hombre ha de salir a buscar comida, anteriormente cazándola, actualmente yendo a trabajar.

    Éste esquema de reparto de tareas ha servido de base para justificar las diferencias neuropsicológicas de ambos sexos, así la mayor capacidad de los hombre, en la orientación espacial, es fruto de la necesidad de saber dónde se encuentra, hacia dónde dirigirse para buscar su presa y sobretodo cómo volver una vez cazada, igualmente un cuerpo más rápido y fuerte es más útil para éstas funciones. Además de proveer alimento para la prole y la mujer, entre su tareas habituales estaba la de protegerles y cuidarles de cualquier peligro.
    En cambio la mujer es capaz de desempeñar un trabajo más meticuloso y cuidadoso, especializada para la selección y recolección de frutos para lo cual ha desarrollado una sensibilidad y capacidad de atender y distinguir pequeños matices, volcada en la atención y cuidado del menor, siendo capaz de empatizar con ellos, como forma de saber qué es lo que les pasa y cómo se sienten.
    Pero ésto no solo ha influido en las diferencias físicas y de capacidades psicológicas, sino también en otros ámbitos, como el de la expresión de las emociones, así los hombres han aprendido a expresarse mediante la exhibición de conductas agresivas contra los demás, mientras que la mujer es más sutil, prefiriendo emplear la expresión oral para comunicar cómo se siente.
    Dentro del reparto de roles, la figura paterna era la que menos tiempo pasaba con el menor, a pesar de lo cual mantenía un carácter autoritario, siendo el “encargado” de regañar y reprender al pequeño, que no cumplía las expectativas o exhibía un comportamiento alejado de las normas socialmente establecidas.
    La madre por su parte, y debido a la mayor proximidad al menor, era la “dispensadora” de cariño y cuidado, siendo a quien acudía el menor cuando se caía o tenía algún problema ya fuese de salud o con otros miembros de la comunidad.
    En la sociedad actual en que los dos miembros de la pareja trabajan, los roles son difusos, siendo en muchos casos trasladada a los abuelos o a las guarderías, la función de cuidado y protección del menor. Eso ha provocado que la figura de autoridad no esté tan claramente establecida y que los abuelos sobreprotejan a los pequeños, todo lo cual va a traer consecuencias futuras en el menor.
    Ésta adaptación de capacidades en función de los distintos roles, es defendida desde los modelos ambientalistas y socioculturales, quienes afirman que si el reparto de papeles hubiese sido de otra forma, éstas diferencias hombre-mujer no existirían o se manifestarían de manera distinta.
    Desde la perspectiva biologicista, la determinación de las diferencias, viene “programada” en el A.D.N. en concreto en el par 23, siendo la presencia del cromosoma “Y” determinante y desencadenante de la distintas manifestaciones biológicas y neuronales, propiciando determinados desarrollos diferenciales en hombres y mujeres, que luego van a condicionar sus habilidades y potencialidades.
    La postura intermedia indica que se está determinado biológicamente para poder desarrollar más fácilmente unas habilidades que otras, pero ésto va a depender de “la presión ambiental” es decir, de las necesidades que promueven el esfuerzo y ejercicio y con ello el desarrollo de una u otra función.


    https://youtu.be/aJi2YkfHiR8

    Una de las aportaciones más controvertidas al respecto, es la que hace referencia al estudio del autismo y en concreto a la teoría del “Cerebro Extra Masculino”, donde el autor de su “descubrimiento”, explica algunos de los rasgos “típicos” que se encuentran entre los afectados por el autismo, como son los problemas de la comunicación, tanto al expresar sus emociones, necesidades y deseos, como en percibir e interpretar correctamente la de los demás, lo que se traduce en una baja capacidad empática. La empatía es por definición una de las habilidades más desarrolladas, junto con el lenguaje, por parte de las mujeres, frente a los hombres, pero en los autistas está aún menos presente.
    El autor de ésta teoría, evaluó en distintos estudios dos aspectos que fueron: la empatía y la sistematización, entendida la primera como la capacidad de identificar los pensamientos y emociones de otros, y de responder con una emoción apropiada; la sistematización por su parte, hace referencia a la capacidad de extraer reglas de funcionamiento del medio ambiente, esto es, regularidades sobre cómo funcionan las cosas.
    Lo que halló en sus investigaciones, fue que el hombre tiene mayor capacidad de sistematización que de empatía, lo contrario que la mujer, y que las personas afectadas por el autismo, tienen una sobrecapacidad para la sistematización mayor que en hombres y mujeres, en detrimento de la empatía menor que en hombres y mujeres, es decir, tienen maximizadas las habilidades «masculinas» en estos aspectos.
    Según los estudios realizados en University of Cambridge estas manifestaciones serían debidas a un exceso de masculinización cerebral, provocada por altos niveles de testosterona en el útero materno. Lo que explicaría porqué éste trastorno del desarrollo se produce cuatro veces más en niños que en niñas, aspecto que está actualmente cuestionado, ya que se plantea que existe un sesgo por parte de los evaluadores a la hora de determinar el diagnóstico de autismo en niños frente a niñas.

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