¿Cómo conocer si hay dolor cuando es imposible comunicarlo?

Comunicando el dolor: El dolor es una señal que sirve al organismo para saber que algo no va bien, y con ello poner los mecanismos necesarios para su «corrección», pero cuando supera las posibilidad del propio organismo requiere la «ayuda» externa, y para ello ha de comunicarlo para que pueda ponerse el tratamiento adecuado.

Una de las ventajas de nuestra capacidad lingüística es la posibilidad de transmitir, emociones, sentimientos y pensamientos a los demás, entre ellas las sensaciones de dolor cuando estas se producen, algo fundamental en el ámbito de la salud ya que va a dar muchas pistas de dónde y cómo intervenir, así como de qué tal va evolucionando el tratamiento.
La palabra se convierte en uno de los elementos principales para evaluar el dolor, ya sea mediante el uso de escalas numéricas o mediante preguntas abiertas. A través del lenguaje, la persona puede expresar la localización del dolor, su frecuencia e intensidad, elementos necesarios para el diagnóstico y el tratamiento del mismo.
¿Pero qué sucede cuando no existe ésta capacidad de comunicación del lenguaje, ya sea porque no se han desarrollado las habilidades necesarias como en el caso de los niños, o porque ésta se haya «perdido» como en el caso de los mayores con habilidades disminuidas, o pacientes que han sufrido algún tipo de traumatismo craneoencefálico que lo impida o incluso las personas en coma.
Es precisamente en éste segundo colectivo, en donde existe una mayor dificultad a la hora de tratarles, ya que su dificultad o incapacidad para comunicar los estados de dolor hacen que las intervenciones terapéuticas puedan conllevar un dolor elevado, o que el tratamiento no sea el adecuado debido a las señales de dolor que provoca en la zona afectada o en otras zonas, pero entonces, ¿Cómo se puede saber el estado de dolor de un paciente sino se le puede preguntar?

Es precisamente a esa respuesta a la que ha tratado de responder un reciente estudio realizado por diversas instituciones de Canadá, el Hospital General Judío, la Red de Investigación e Intervención en Enfermería de Quebec, la Universidad de McGill, la Universidad de Montreal, y el Hospital de San Miguel, publicado en Pain Research and Treatment.
De todos los posibles participantes que tienen limitada o imposibilitada la comunicación, el estudio se realizó con aquellos que habían sufrido una lesión cerebral traumática incapacitante para el habla, en concreto fueron 45 pacientes los que participaron en el estudio.
Se realizaron varias medidas comparando un estado basal con el de dolor inducido y controlado para observar diversas variables asociadas a señales vitales como la sístole, diástole, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria, la cantidad de CO2 consumido, la presión intracraneal,…
A pesar del número y de  las dificultades de la evaluación, de todas las medidas únicamente se observó que únicamente la frecuencia respiratoria parecía correlacionar positivamente con los momentos de dolor del paciente, descartando así cualquier otro signo vital como indicio fiable para ello.

El estudio que cuenta con notable limitaciones en cuanto al número de participantes es un primer paso hacia el desarrollo de técnicas no invasivas que permitan conocer qué siente el paciente, incluso aunque éste no pueda declararlo, algo fundamental si estamos hablando del dolor, y más cuando estos pacientes están impedidos para la transmitirlo a través de palabras, ya sea en personas en coma, o como en este caso que han sufrido un traumatismo craneoencefálico incapacitante para la comunicación.